"Tal vez solo en las cansadas pupilas de los viejos hechiceros y en los corazones
llenos de presagios de los otrora empenachados jefes de la tribu, estaba aún
grabada la visión de aquella serpiente negra como noche de invierno que se
descolgó siniestra y veloz por las escarpadas estribaciones. Fue la llegada de las
espadas, cascos y alabardas al apacible valle lo que apagó para siempre la risa de
los niños y doblegó la aletargada templanza de los guerreros. Fue el día en que
tudesco Ambrosio Alfinger, en su inútil búsqueda del oro para los banqueros
alemanes y con la mente afiebrada por la desesperanza, sembró el llanto y la
muerte entre la tribu."