Abrió los ojos, pero no veía nada; la oscuridad le rodeaba. Sentía sus músculos agarrotados, incapacitados para moverse. Sólo podía girar la cabeza… Estaba tumbado, encerrado en algo. Pasado un tiempo escuchó un ruido lejano de llantos y una voz fuerte hablando en otro idioma.
Escuchó un sonido, un golpe encima de él. Otro y otro más. Fnalmente comprendió: le estaban enterrando vivo. Quiso gritar, decirles que le dejarán salir de allí, que se equivocaban, que él no estaba muerto. Pero no pudo, ningún sonido brotó de su garganta…
Empezó a sentir más calor, y apenas oía ya los llantos. Angustiado, notó que le empezaba a faltar el aire, pero se hundió en la inconsciencia (en un tremendo paroxismo de terror), a medida que no llegaba oxígeno a su cerebro…
Sólo tuvo tiempo de formularse una pregunta: ¿moriría en realidad de forma tan horrible?
Los presagios de los Ancestros se han vuelto realidad: Alguien ha robado la reliquia del clan del Norte, el amuleto de Anhk-Kama, de las profundidades del templo de las Shiaras.
Los picos helados se quiebran, advirtiendo el mal que pronto reinará sobre el reino de los hielos. Oscuras nubes se ciernes sobre Mekhiel, capital del Cristal Azul. Pero no todo está perdido: El Clan del Norte ha decidido que esta batalla también debía llevar su sello, y así fue como envió a tres de sus más leales héroes al campo de batalla para derrotar al Mu-ran Diente de Sierpe, el hechicero que amenaza con destruir todo cuanto se cruce en su camino.