Traigo la camisa roxa
(trailara lara, trailará)
Traigo la camisa roxa
(trailara lara, trailará)
De sangre d’un compañeru
(mirái, mirá Maruxina, mirái, mirái como vengo yo)
Traigo la cabeza rota
(trailara lara, trailará)
Traigo la cabeza rota
(trailara lara, trailará)
Que rompiómela un costeru
(mirái, mirá Maruxina, mirái, mirái como vengo yo)En el pozo Maria Luisa
(Canción popular).
“¡En las profundidades del mundo! Y ahí vamos contra mi voluntad.
¿Quién nos conducirá en esta oscuridad sin remedio?”.
La tradición minera asturiana, tal y como la conocemos, es un fenómeno netamente decimonónico, pues comienza a mediados del siglo XIX con la apertura de minas de carbón por toda la región. Pero mucho antes, en los siglos bajomedievales, Asturias también era conocida por sus minas, aunque en ellas se explotaba principalmente el hierro, y era, tras el Pais Vasco, la segunda zona minera en importancia en toda la Península.
En la época en que transcurre Aquelarre, la minería está transformando sus métodos de trabajo, pues se ha producido a nivel europeo un notable agotamiento de la minería en superficie, lo que obliga a buscar en el subsuelo, creando profundas galerias en las montañas, una forma de extracción mucho más cara que la minería superficial, por lo que no todos los que quieren pueden hacer frente al gasto de construcción de una mina subterránea.
De esta forma, las minas en los últimos siglos del medievo pertenecerán en su gran mayoría a grandes familias nobiliarias y a burgueses muy adinerados. Además, por ley, todo aquello que yace en el subsuelo del reino pertenece al rey de Castilla, pero como estamos entre personas cabales que buscan beneficiarse en todos los sentidos, siempre se puede llegar a un entendimiento. Y se llega. De tal manera que el dueño de la mina se quedará con una tercera parte de lo que ésta produzca (además del dinero que haya invertido en ella), y el resto, dos terceras partes, pasará a manos de la corona. Y aquí paz, y después gloria.
Pero vamos a lo que vamos. Esta aventura tiene lugar, como has podido deducir por la introducción, en una mina asturiana y es un claro homenaje a las aventuras clásicas de “exploración de subterráneos” (dungeon crawling), sin olvidarnos del toque demoníaco medieval que tiene toda aventura de Aquelarre.