La ciudad de Burdeos prospera tranquila bajo la atenta mirada del Marqués Charles de Beauharnais, tal y como lo ha hecho durante el último siglo. Su carácter afable y su reputación de justo facilitan que los conflictos se resuelvan sin demasiado jaleo. Sin embargo, nada dura eternamente y ahora, después de tanto tiempo, las tinieblas acechan a la estabilidad de su gobierno.