Comunidad Umbría :: Partidas (finalizadas) :: [Finalizada] Undécima hora [Only War]
Iluminados por el fuego. Desde el puesto de observación del crucero ligero Virtud guerrera el Comandante General Pailus, del 4º grupo de ejército escintilano observaba la superficie de Aeryas. Aquel planeta verde esta sufriendo un drástico cambio de tonalidad gracias a las macrobaterías de la flota que él comandaba, una flota que llevaba cinco horas bombardeando el planeta sin piedad. Iban a hacerlo durante otras siete horas más. Decenas de millones de toneladas de explosivos iban a ser escupidos por los cañones bajo su mando. Los efectos ya se hacían sentir: allí donde la oleada artillera no había llegado el mundo seguía siendo verde e indomable, repleto de feroces orkos, ignorantes de lo que, literalmente, se les venía encima. Donde el breve anochecer de Aeryas había llegado no había oscuridad, las llamas que devoraban la selva mantenían la cara oscura del planeta iluminado, un naranja brillante provocado por los fuegos que ardían a temperatura superiores a los mil grados. Arrebatadora imagen. Donde el amanecer ya había llegado la luz del sol revelaba una superficie ennegrecida donde unos pocos incendios se mantenían activos, un rastro de destrucción que garantizaba una eficacia superior al 93% en la tarea de eliminar al enemigo. Recibió un informe actualizado de tropas. La mayoría de las unidades escintilanas se habían retirado, unas pocas de ellas se consideraban perdidas en combate, pero eran unas bajas mínimas. Las bajas entre las tropas de Catachán eran más numerosas, debido a la ausencia de transportes aéreos entre sus tropas; pero eran bajas aceptables. No importaba demasiado. Esta guerra iba a acabar ese mismo día.
La primera batería está llegando a la base Diente Largo -le informaron.
Voy a mi cabina a descansar un rato, tráigame un nuevo informe en dos horas -el Comandante General miró una vez por la cristalera antes de retirarse.
Al otro extremo, en la superficie del planeta, a escasos veinte metros de la Base Diente Largo se libraba un agónico combate. La barcaza iba a la deriva, con el timonel muerto por la furia de las choppas orkas no quedó nadie para manejar el timón, sólo un indeterminado número de partes corporales sobre un charco de sangre y agua que se mecían a merced de la corriente. Desde la superficie de esa cubierta ensangrentada un sentinel saltó al río con una asombrosa habilidad para un objeto tan pesado, su operador logró que las patas no se quedaran atrapadas entre el barro y los sedimentos del fondo del río y empezó a emerger de entre el agua, hacia la entrada fluvial de la base Diente Largo.
Atrás quedó el sargento segundo Striker, luchando contra dos komandos orkos que buscaban arrancarle su vida, pero el catachán no se lo iba a poner fácil ignorando el dolor que las múltiples heridas que recibió le provocaron cargó contra el tercer orko de la embarcación, el kaudillo guerrero Nezgit quien se había enfrentado en C/C contra el sentinel de Blaine. La torpe armadura de combate orka no era capaz de alcanzar el atlético y ágil cuerpo del sargento, y en una asombrosa maniobra logró clavarle su cuchillo de catachán en la rodilla, partiendo por completo la rótula del orko. La hoja quedó clavada y el sargento salió despedido poco más de un metro cuando el noble orko le golpeó con su brazo mecánico. Tumbado en la superficie de la barcaza el sargento trató de levantarse, pero no fue capaz, se dio cuenta de que la carne que debería cubrir su estómago había desaparecido, y un sangriento agujero ocupaba su lugar. Aquello era el fin. Se giró hacia su compañero, quien había descendido del sentinel y ya estaba entrando por las puertas acorazadas de la Base Diente Largo. Intentaron decirse adiós, pero Striker fue incapaz de alzar su brazo. Los dos komandos orkos se abalanzaron sobre él mientras, con el último vistazo de su vida, contempló una nueva andanada de proyectiles espaciales que avanzaban hacia él, dejando una estela de fuego a su paso. Los orkos nunca llegaron a saber de qué se rió aquel humi en el último momento, pues para cuando hubieran podido procesar la información en sus brutos cerebros toda la zona ya se había convertido en una gigantesca bola de fuego.
El cadáver de Striker nunca sería encontrado, carbonizado entre las llamas que consumieron Aeryas, pero su nombre sería recordado por su camarada Blaine como ejemplo de sacrifico, y perduraría seis generaciones entre las historias del 233º de Reconocimiento de Catachán.
Dramático pero bonito final para una historia que seguramente fue apasionante. Ver otra partida finalizada siempre es una buena noticia, felicidades :D
Ciertamente no crei salir vivo de allí. He sido el primer sorprendido. XDD
Tengamos al sargento segundo Striker en nuestras oraciones para que alcance la Gloria del Emperador.
YO soy el sargento Striker! o lo que queda de él xDDDD x_x
Buena partida aunque se nos hizo muy cuesta arriba por la insidiosa mala suerte que padecimos en todas las jodidas tiradas xDDD