Otros lugares, otras opciones :: Sin clasificar :: [Cuento] Recuerdos de secundaria
Qué tal gente. Quería compartir un pequeño cuento que escribí. Lo puse aquí porque no vi otro sector apropiado para ello, así que bueno jaja. Espero que lo disfruten, y por supuesto acepto cualquier crítica.
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Tras una siesta me desperté por el sonido de unos cuantos truenos que, sonando al mejor estilo del martillo de Thor, me provocaron un estado de alerta cuando me levanté. Asombrado, observé por mí alrededor, creyendo que quizás habían entrado a mi departamento – irrumpiendo la puerta – o que el teléfono estaba sonando. Me ha pasado varias veces eso; despertarme porque alguien me estaba llamando, debo añadir que es algo que me pone muy nervioso.
Pero esta vez nadie había llamado, tampoco entraron mi casa para robar. Simplemente fue por un trueno. Era una noche muy lluviosa. Miré por la ventana para apreciar la misma, cuando cogí mi celular y me di cuenta que era bastante tarde; las 8 de la noche. Odio dormir una siesta y levantarme tan tarde.
Luego de haberme despabilado, mi teléfono comenzó a sonar. Me llamaba un amigo de la secundaria que no veía hace ya mucho tiempo. Hablé con él y me invitó a salir a tomar algo.
Al principio quise inventarle una excusa, ya que no soy muy fanático de salir en días lluviosos, me provoca mucha flojera. Este siguió insistiéndome hasta que mencionó que estaba con su auto, por lo que terminé aceptando su propuesta. No podía negarme, y en el fondo tenía ganas de abandonar la casa, aunque sea por un rato.
Me di una ducha para refrescarme un poco, y mientras me vestía, él ya me estaba llamando. Llegó bastante rápido – pensé – claro, no vive tan lejos después de todo.
Me vestí apresurado y bajé para subirme al auto. Nos saludamos e inmediatamente empezamos a recordar aquellos viejos tiempos. Él era un chico popular en el colegio, tenía muchos amigos, destacaba en el equipo de fútbol de su curso, andaba con una o dos chicas cada tanto. No le iba mal. En cambio, yo siempre fui todo lo contrario. Era tímido, reservado, no me relacionaba con muchos, y sufría de lo que actualmente denominan como bullying. En aquel momento se decía que te cargaban y listo. Es algo penoso que ya exista un término para ello, porque significa que no avanzamos demasiado como sociedad.
Aunque en tercer año comencé a juntarme más con un grupo de chicas, y podría decirse que las cosas mejoraron al menos un poco. Por supuesto no estaba ni cerca de ser alguien popular, pero al menos ya no me molestaban tanto como antes.
Él me contó un poco sobre su vida actual; estaba trabajando con su padre en la imprenta de la que es dueño. Tenía una moto, aunque usaba con mayor frecuencia el auto de la familia. Estudia para ser despachante de aduana y ya va por el último año. Parecía irle bastante bien honestamente.
Después de haber estado manejando por más de media hora, llegamos a un bar ubicado en San Telmo. Creo que era su estreno, porqué la cantidad de gente simplemente rebalsaba. Nunca había visto un lugar dónde hubiera gente haciendo fila afuera para entrar, por orden de llegada en una lista, sobre todo teniendo en cuenta que habían otros siete bares en esa misma calle.
De alguna forma u otra, logramos entrar muy rápido, tras solo esperar escasos diez minutos.
Comenzamos a hablar sobre nuestras épocas en la secundaria. Él, en realidad, no era de mi curso. Compartíamos amigos, con este grupo de chicas que les mencioné recién; así fue como le conocí.
Nos trajeron las cervezas que pedimos y unas papás fritas con queso cheddar y panceta. Una verdadera obra maestra para el paladar de cualquiera. Empezamos a tomar y comer, hasta que finalmente me hizo una pregunta que estremeció mi cabeza.
¿Recuerdas la última vez que viste a Violeta? A mí siempre me había gustado esa piba. A vos también te gustaba, ¿no? – me dijo.
Sentí como si mi garganta se hubiera cerrado, como cuando te enfermas y no consigues tener apetito. Empecé a respirar cada vez de manera más forzada, y abandoné el vaso de cerveza del cual bebía. No había pensado en ella hace muchos años, ¿y ahora la trae de nuevo al presente? ¿Por qué me hace esta pregunta?
Claro que lo recuerdo…
Eso es lo único que pude decirle. Él me miró con mucha seriedad, porque se dio cuenta que su pregunta me había perturbado.
La última vez que vi a Violeta fue en el colegio. Recuerdo que ese día estábamos cursando una materia de comunicación, dónde nos hacían ir a una radio a hacer un programa que se transmitía en vivo. Era una experiencia maravillosa, debo decir, aunque lamentablemente ninguno de los alumnos parecía importarle en lo más mínimo. Iban sin nada armado, improvisaban, no hacían ningún esfuerzo. Creo que también desmotivaba saber que casi no tenía oyentes.
En fin, cuando terminó el programa de radio acompañé a Violeta hasta la parada dónde ella se tomaba el colectivo para regresar a su casa. Puedo imaginármelo en mi cabeza aún, como si hubiera ocurrido ayer. Llovía a cantaros, exactamente como hoy.
Empezamos a caminar y yo estaba muy nervioso porqué quería confesarle que me gustaba. No sé bien porqué, pero creo que ella ya sabía que yo iba a decirle a eso. Bueno, tal vez era demasiado obvio, no lo sé. El punto es que paramos en la parada dónde estaba ella – a solo mitad de cuadra dónde estaba la parada del colectivo que yo tomaba – y finalmente me animé a decírselo.
Ojalá pudiera decirles que ella sonrió ante mí confesión, me abrazó, me besó, nos reímos, bailamos y cantamos. Fuimos felices por siempre y nos casamos a la siguiente semana. No, en serio, ojalá pudiera decirles eso.
Como era de esperar, y como suele ser siempre, me dijo que ella no sentía eso. Que me quería como un hermano, que realmente me apreciaba y valoraba como una amistad muy importante para ella. Creo que lo peor, incluso, fue que me dijo que en un momento, tiempo atrás, ella gustaba de mí también. Pero nunca me lo dijo, y terminó por dejar de sentirlo; prefirió conservarme como una buena amistad, sintiéndose más cómoda de esa forma conmigo.
Yo me esperaba que me dijera que no gustaba de mí. No iba a hacer un escándalo ni ponerme a llorar. Simplemente le dije que necesitaba decírselo pero que debía entender que, como ella en realidad me gustaba mucho, no podía seguir pretendiendo que fuera su amigo. Porqué me dolía bastante. Ella me pidió por favor que siguiéramos siendo amigos, que no quería perderme por una tontería así. Estuvimos discutiendo sobre eso como 15 minutos, mientras nos mojábamos y el colectivo ni aparecía. De un momento para el otro, ella se enojó mucho y creo que estuvo a punto de llorar, cuando – sin decir absolutamente nada – simplemente se fue. Empezó a caminar y se fue. Así nomás, como si nada. Se fue.
Yo no iba a seguirla… estaba enojado, triste, apenado. Pero sentí que era lo mejor. No podía seguir siendo su amigo.
Podría decirte, ahora, que esta historia termina allí. Un chico le confiesa a una chica que gusta de ella, y no es correspondido. Pasa todo el tiempo, ¿no crees? No tiene nada de espectacular.
No… Lo siento. Te mentí. Esa no fue la última vez que vi a Violeta.
La última vez que vi a Violeta fue en una bolsa de basura; desmembrada completamente. Brazos y piernas por separado, su cabeza, su cabello, cortes y sangre por doquier.
Así la mostró un noticiero cuando encontraron su cuerpo, después de estar desaparecida más de 48 horas. Ella nunca regresó a su casa tras nuestra discusión.
Pienso en eso muy seguido. La culpa me come la cabeza cuando me imagino a mí mismo diciéndole algo como: ‘’Che, lo siento, realmente te amo pero no te preocupes, jamás dejaría de ser tu amigo solo por ello. ’’
Y así, ella quizás no se hubiera ido aquel día. Se hubiera quedado conmigo hasta que llegara su colectivo, y así habría regresado sana y a salvo a su casa. Ningún maldito perverso demonio la habría secuestrado y, Dios sabe que le habrá hecho, hasta que acabó desmembrándola.
Violeta murió a causa de un enfermo mental, pero primero murió por mi arrogancia y mi despecho.
Nunca voy a poder perdonármelo. No quiero perdonármelo.