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La regla de tres: una mala actitud puede matarte en tres segundos; la asfixia puede matarte en tres minutos; el frío, en tres horas; la deshidratación, en tres días; y el hambre, en tres semanas.

Seis concursantes anónimos, de distintas habilidades y temperamento competirán en un reality de supervivencia para la televisión que promete ser la sensación de la temporada, en un bosque perdido ubicada en USA. Donde deberán superar las pruebas a veces en grupo, otras individuales para poner a prueba sus limites. Habrá quien se rinda por el camino por llegar al limite de sus fuerzas en cuerpo y mente. El premio primero consiste en 1.000.000 $, el segundo 500.000$ y el tercero 250.000$, y además los VIPs podrán votar por su favorito porque se llevará como ganador del favorito 250.000$ pero para otros es la aventura, la acción, la superación, la aprobación... ¿Qué es para ti?

Me veo tan sorprendida que no consigo reaccionar. El animal me ataca a la garganta en el momento que pego el primero y único grito, que se entrecorta mientras mi garganta es arrancada. Acabo cayendo en el suelo, creo que resbalo en mi propia sangre mientras mi cuerpo es zarandeado. Y pienso en mi hija, en mi propia niña y en todo el puto programa de mierda y porque he de morir de esta manera tan cruel, tan estúpida.

Cierro los ojos y recuerdo, pienso, creo... que todos ellos también están muertos. Que llevamos días deambulando a nuestra suerte. Que la presión que sentía en el pecho, que la sangre que escupía al toser, que el dolor y la fiebre que llevaba callando desde hacía dos días, que todo eso y más, les había sucedido a ellos. ¿Una epidemia? Me sonreí. Incluso casi muerta era más perspicaz de lo que creía.

Mi sonrisa se interrumpió en el momento en que mi mente volvió a recordar a Clementine. Si estábamos solos, si nadie nos había rescatados, si, si, si, SIIIII. Todo había sido en balde. La epidemia habría llegado a la población antes que aquí, atacaría primero a enfermeros, ancianos, niños,... A mi pobre niña.

Al menos, me llevaba el descanso de que Jhon, El productor, ya estaría siendo comido por los gusanos, a estas alturas.

Mi mente se apagó. Mi vida se escapó.

Adiós...

VARIOS DÍAS ANTES....

El Experto se había encargado de poner a salvo al joven. Llevándolo a la cabaña de lujo, donde el médico y la enfermera del programa esperaban pacientes.

El técnico de cámara azul, asignado a Doc, no se curó. La tos, la fiebre, el dolor, y los esputos sanguilonentos eran realmente preocupante. En un principio creyeron que se trataba de una neumonía, o quizás de tuberculosis. Había estado en cuarenta el tiempo sufiente como para que su enfermedad no se propagase al resto del equipo pero uno a uno, poco a poco, fueron empezando a iniciar síntomas de la misma patología.

El paciente cero, cámara azul, fue evacuado en helicóptero, ya en coma, junto a tres de sus compañeros que parecían los más graves, entre ellos, iba la técnica de cámara gris, la designada a Scout.

La última vez que recibieron noticias del exterior, fueron nefastas. Los cuatro habían muerto de forma caótica y muy dolorosa. Y no sólo eso, sino que la mayor parte de la población estaba cayendo como moscas, ante lo que llamaban "La pandemia X". Para ese entonces, más de la mitad del equipo (que ya se contaba como unas doce personas), tenían los mismo síntomas y el resto, en poco tiempo los sentirían.

Dejaron de emitir. Dejaron de recibir noticias de la civilización, a excepción de una última llamada que El productor había hecho por satélite a su jefe, el padre de Lina. Y por supuesto, dejaron de seguir los progresos de los concursantes, de la cabaña que no debía de estar allí, del incendio,...

DÍAS ATRÁS...

Temblaba. Literalmente estaba temblando. Miraba con cara febril de un lado para otro. Casi todos habían caído, y los que no habían caído, poco les faltaba. Como una broma del destino, Janet parecía la única sana. Con su mandil, la mascarilla, y un paño en la cabeza, atendía a los cuatro moribundos que quedaban.

El experto había ido a enterrar el último cadáver y había decidido salir en busca de los concursantes. Eran su responsabilidad. Y cierto era que les había tomado cariño aunque fuera a través de las lentes.

Jhon observaba el trajín de Janet como iba y venía... Con paños limpios y húmedos, con palanganas, con sopas de pollo que parecía ser su receta estrella. De vez, en cuando la pomposa presentadora que ahora tenía un aspecto lamentable, se dirigía a la radio para pedir auxilio, nunca recibía respuesta pero ella no se rendía y seguía llamando por radio.

La última respuesta que habían recibido era del presidente de la cadena, el padre de Lina. Había llamado a Jhon desde su teléfono satélite, informándole de que la pequeña Clemenetine había fallecido, hacía dos días y que él estaba muy enfermo junto con el 90% de la población humana.

Jhon se había sentido desquiciado y desgraciado ante la noticia de que su hija había expirado. Pero por otro lado, se alegró de que dejara sufrir por todas sus enfermedades por culpa de la terquedad de Lina, de mantenearla viva a toda costa, incluso de su sufrimiento. Por eso, y por poco de perversidad, gozaba maltratanto a la madre de su hija.

Había pensado en decírselo él mismo pero había caído enfermo junto con más de la mitad de los habitantes de la cabaña y las cámaras ocultas, aunque seguían grabando, atravesar medio bosque con lo que tenían allí, no era responsable por su parte. Y así es como su salud mermó, igual que la de todos los demás, excepto la de Janet y sin ningún sorpresa, la de El Experto.

No sabe si era buena suerte o mala. El caso es que está haciendo de enfermera entre gente que se está muriendo sin remedio, entre terribles dolores, y olores. Ella limpia, cocina, asea, higieniza,... Lo bueno: que de veinticinco personas que eran, ya sólo quedan cinco. Y aunque había visto a El Experto tener que apoyarse contra un árbol a causa de la enfermedad que lo debilitaba, lo había dejado marchar. ¿Qué iba a hacer ella sola con todo lo que tenía? ¿Estaba siendo egoísta? ¿Elitista? En estos momentos, podía ser muchas cosas, menos eso.

No se rendía con la radio. Cada dos horas, cuando no limpiaba vómitos, úlceras y otras cosas que prefería no identificar; se dedicaba a llamar por radio desde la habitación que el editor guardaba en su sala oscura.

En algún momento, en su mente venía la preocupación de los concursantes pero por alguna razón, creía que el estar lejos de la enfermedad, los había salvado. Pero se equivocaba.

Ella era una chica de pueblo, una chica criada en una granja, un tanto siliconada que había intentado cambiar su vida para mejor. Lo que no sabía, es justamente esa vida de campo, tan sencilla, rodeada de animales y excrementos, junto con un extraño gen que había heredado y del que era sensible, la había hecho inmune a la enfermedad que se propagaba por el planeta.

Iba y venía con palanganas, con paños, con sopitas de pollo,... Se encontraba frente al Productor limpiando su pechera de vómito y sangre cuando oyó un golpe estremecedor. Al momento, se puso en pie y se giró hacia el origen del sonido y fue cuando vio a un centenar de cuervos con los ojos inyectados en sangre mirándolos, con apetito. No sabía que había sido aquel sonido hasta que vio a otro de los pájaros abalazándose contra el cristal de la puerta corrediza, con el pico por delante, intentando estallar el vidrio, en su misión, el animal acababa muerto por el golpe. GRITO. Jhon envolvió la muñeca de Janet con firmeza con su mano, manteniéndola allí. En un principio, creyó que le infundía valor y comprensión pero pronto comprendió que lo que pretendía era retenerla para que se la comieran a ella primero.

Otro golpe y otro y otro. Una lluvia de pájaros se abalanzaba contra el cristal que pronto consiguieron hacer estallar mientras un montaña de cadáveres negros se amontoba al pie de la puerta.

Janet gritó, gritó y volvió a gritar. En su intento por salir de allí. Le clavó la rodilla en la cara al productor, el cráneo se le hundió lo suficiente para sentir el dolor pero no para quedar inconsciente. Y entonces, el cristal cayó, haciéndose añicos.

No miró atrás, corrió. Se escondió en el cuarto oscuro del editor. Este la miraba con ojos vacíos, encima del panel, más muerto que los enterrados. Se acurrucó bajo una mesa, y en posición fetal se echó a llorar. No volvió a salir de allí. Y en último intento de orgullo, se quitó la vida mientras oía a los cuervos pelearse por las tres moribundos que allí quedaban y como si la oliesen, se echaban a su puerta en un vano intento de derribarla.

Se sentía acorralada. En realidad, estaba acorrolada. En una habitación sin salida, con la muerte llamando la puerta. Literalmente, los cuervos intentaban el mismo sistema con que habían roto el cristal de la puerta, con la madera que la separaba, de esos pequeños sanguinarios. Las bisagras no durarían mucho.

Miró a su alrededor con las lágrimas bañando su cara sucia. Su mano temblorosa tomó la taza del editor donde rezaba "El mejor padre del mundo", esa donde cada mañana le servía su café que tan gratamente se lo agradecía con una amplia sonrisa. Y con un grito la arrojó al suelo. Cogió un cacho de la porcelana. Se sentó en el suelo escuchando los gritos de los moribundos, en ese momento hasta sintió lástima de El Productor. Y con rápido y certero movimiento rajó su antebrazo desde la muñeca hasta el pliege del codo, siendo la decisión más fácil y más difícil que había tomado en su vida, en un último intento por conservar su dignidad.

No tuvo que escuchar durante mucho más tiempo los gritos y graznidos. Se quedó inconsciente y para que instantes después, expirar.

HACE UN PAR DE DÍAS....

Se había armado de valor, aunque eso le sobraba, lo que necesitaba era salud. Una salud de la que siempre había presumido pero por alguna razón, esta vez, la suerte lo había abandonado.

Había decidido seguir el rastro de los concursantes, quizás podría salvar a alguno de ellos, ya que se sentía culpable por haberlos dejado a su suerte, una vez que habían empezado a fallecer los primeros miembros del equipo. Pero era inútil, la pistas más fáciles habían sido borradas por la lluvia y los carroñeros que parecían ser los únicos animales que no habían muerto en la primera ola de la pandemia, y las pistas difíciles pues... eran demasiado difíciles para verlas en ese estado.

Recordaba donde se encontraban todas las tiendas que habían puesto, las últimas pistas que ellos habían colocado. A partir de ahí, el programa no se habían hecho cargo de nada. Sólo unas miserables barritas energéticas, una bebida isotónica y un mapa que con suerte, los llevaría a un barrio residencial donde acabarían la última etapa del concurso, con una gymkana por la calle principal, donde serían recibidos con gritos y vítores. Pero sabía que eso no ocurriría, a estas alturas, la gente habría sido evacuada o simplemente, se habían muerto después de terribles dolores.

Comenzó a toser, convulsionándose y doblándose por la mitad. Se apoyó en un árbol y empezó a vomitar sangre. Cuando consiguió recomponerse, cerró los ojos con fuerza, y se secó el sudor de la cara con el dorso de la mano. Se intentó incorporar pero el cuerpo y la mente no les daba más. Sabía que su final estaba cerca. Y esos pobres diablos quedarían a merced de la naturaleza, y sólo un pensamiento se repetía en su mente: rogaba a Dios y a todos los dioses habidos y por haber, que el aislamiento en pleno bosque, los hubiese ayudado a sortear la pandemia.

Consiguió llegar al claro, a la roca, se sentó en ella, y miró al infinito. Dió una última bocanada que le supuso un terrible dolor, y así, su corazón se paró.

Murió como vivió, con las botas puestas, erguido y con la mirada perdida en el infinito y sus pensamientos, con porte majestuosa y reverencial.

Adiós, Experto.

Volví a adentrarme en el bosque. Cómo las galletas y me bebí el zumo. Mis fuerzas empezaban a fallarme. No encontraba ningún punto de destino. Empecé a pensar que esto no era un concurso. Que clase de personas dejaban morir a sus concursantes. Tenía fría, sed y hambre. Mis fuerzas flaqueaban. Encontré un árbol y me senté apoyado en su tronco. Necesitaba descansar. Mis ojos se cerraban. No tenía fuerzas para más. En mi cabeza empezaron a pasar visiones de toda mi vida, solo veía guerra y dolor. Mi cuerpo cayó al suelo dormido, y está vez quizás fuera para no despertar.

Lo que veo me horroriza, pero ya no se si es real. Creo que me vuelto loco. El programa para el haber podido conmigo. Estoy destrozado física y psicológicamente. Nunca debí haber entrado en un concurso como este. De hecho, hay momentos que creo que ni siquiera exista tal concurso. Han desaparecido todos, incluso los cámaras. ¿Sera todo está un sueño? ¿Será real? Mi mente ya no diferencia la realidad de la ficción, está totalmente derruida.

Me siento a pensar si mi vida tiene sentido, en estos momentos de debilidad olvidándome ya del concurso me vienen ala mente imágenes de la guerra, inocentes muertos, los compañeros perdidos, mi débil mente empieza a pensar que esta vida para mí ya no tiene sentido. Vine a ganar para ayudar a los necesitados, pero viendo que ni para eso soy capaz, que sentido tiene vivir. Además estoy débil, no soy tan fuerte como era,o al menos como pensaba. Así que en un momento de fuerza, o locura mental total, quite las correas y cuerdas de mi mochila, atandolas todas hasta formar una sola y fuerte. La ate en un árbol y me colgué sobre ella. Mi última visión fue viéndome libre de sufrimiento poniendo paz a mi dura vida.
Notas de juego

Con el mapa podía ayudarme a regresar, pero no sería tan fácil, comencé el camino sin saber si podría obtener comida, bebida o algo más. Quizás algo dónde conseguí agua al venir, pero seguir comiendo hierbas iba a ser díficil y cazar también. Temía por las trampas que fuera a ponerme la producción más que nada, incendios, animales salvajes y toda esa locura. Seguí mi camino y avancé lo más que pude hasta que se ponga de noche, necesitaría armar otro refugio para continuar. Al menos sabía a dónde debía ir. La producción del programa estaba loca. Cada tanto miraba alrededor. ¿Seguirían filmandome?

Tenía hambre y sed, no había visto demasiadas oportunidades para conseguir agua y cuidaba la que tenía. Debía haber bajado varios kilos en el programa y ya de por si estaba bien de peso. ¿Cuantos días de caminata tendría por delante?

Coach camina entre delirios y alucinacione; a causa de la fiebre, la desnutrición y una enfermedad que su cuerpo no consigue combatir. Cada vez más débil, da un paso tras otro, hasta llegar a una zona familiar. No sabe cómo ha llegado allí, pero sus pies lo han llevado al último punto donde se había juntado la gente del programa y los concursantes.

Alza la vista y lo que se encuentra, le horroriza. Es el Experto.
El hombre se encuentra sentado en la roca donde siempre estaba sentado pero su cuerpo desprende un hedor asqueroso y le falta partes de su cadáver: una mano, parte de la cara,... Las moscas y los gusanos hacen el trabajo que los carroñeros de mayor tamaño no les interesa.
Al menos murió como vivió: erguido, con un semblante sereno y majestuoso y con las botas puestas.