En un mundo en el que se puede empeñar un ciberimplante, nuestro personaje busca recuperar el que le hace sentir más orgulloso.
El precio del Tungstrolio se ha disparado tras la invasión a la plataforma-nación espacial Nisei Transhumania.
No te hubiese importado de no ser porque la cascada de consecuencias ha llevado a echar el cierre a multitud de negocios, entre ellos el garito de empeños al que dejaste tu hígado por un adelanto de 6 meses de paga. En el día a día te las apañas con el de cerdo transgénico de aliexprés, pero no se te ocurriría entrar en combate arriesgándote a recibir un balazo sin un ciberhígado de fuerza de asalto.
Ese implante es irremplazable. Necesitabas la pasta e iba a ser tan sólo por una maldita semana. Ahora te avalanzas sobre tu aeropatín hacia "El gran bazar del siglo XXIII" temiendo que estén liquidando los objetos depositados al mejor postor.
Llegas justo a tiempo de ver como el edificio modular es elevado por los mastodónticos helicópteros de traslado de la corporación Lotu-Yoesmío. En la fachada principal ya están serografíando el logo de los nuevos propietarios. El mamón de Yusuf ha vendido el pack completo, todo el contenido y el edificio incluído. A saber dónde lo llevan. Lotu-Yoesmío está afincada en el segundo infranivel de Pekín, pero tiene delegaciones en otras partes del mundo.
Ese implante es irremplazable y estas dispuesto a todo por recuperarlo.