La sangre correrá de nuevo por los pasillos de Hogwarts, casi como si fuera una historia que nunca termina de contarse, una que nunca se sacia, sedienta siempre del elixir escarlata de la vida, una maldición, una sentencia, un susurro en la oscuridad.
Secretos y muerte pintan las paredes y, bajo ellas, la tierra tiembla de contención al saber que algo nuevo pugna por ser liberado...
Años han pasado ya desde la última guerra mágica y el mundo vive en paz desde entonces. Claro que, como toda paz, esta hiede a podredumbre, pues la humanidad es incapaz de mantenerse largo tiempo en ese estado si no es con cadáveres en el armario y con mentiras sobre la mesa.
Por supuesto, algunos ingenuos preferían seguir pensando que el progreso existía, la evolución positiva era una realidad y que se encontraban ante la primera década sin que ningún estúpido con ínfulas de grandeza decidiera dar por saco autoproclamándose con la verdad del mundo y buscando el motivo más fácil para ensalzar los ánimos y confrontar a los vecinos, como venía siendo el estatus de sangre. Y aquello en parte era cierto. El tema de la sangre se había vuelto un asunto delicado a comentar de puertas para fuera, pues en la era del buenismo poner en duda el potencial en base a la procedencia estaba, cuanto menos, muy mal visto, hasta el punto que, y como acostumbraba a pasar con frecuencia, en pos de la igualdad se acataban conductas extremas difícilmente justificables y pocas veces se aceptaba una opinión que no fuera la de que todos eran superamigos independientemente de la procedencia. Ah, ¿ves? El hedor de la podredumbre siempre se oculta entre el ánimo de linchamiento de las multitudes y suele provenir de sus cerebros.
Así que nada de magos oscuros, nada de magos blanco, simple y llana igualdad dictatorial en aquel trasfondo de paz, con voces susurrando en las sombras por supuesto, pero aún les faltaban unos veinte años de recorrido para que realmente tuvieran algún peso.
Pero qué bonitos son los clásicos como cortinas de humo, que precioso cuando la gente se encuentra distraída en un conflicto que conoce tanto que casi se viste con él para salir de su hogar. Y así, entre comentarios airados que critican el apellido de esta o aquella familia, muertes misteriosas y aisladas empiezan a darse en el mundo mágico británico.
Una bruja sangre limpia, embarazada de gemelos. Oh, qué trágico, seguro que fue el marido. A Azkaban. Un squib adolescente y granudo del que su familia seguramente se avergonzaba. El Profeta dirá que es un suicidio. Un anciano moribundo a punto de exhalar su último suspiro. Trágico, pero seguramente alguien decidió hacerle un favor para que no sufriera…
Nada que ver con la sangre. Ningún patrón definido. Sólo muertes aparentemente aisladas, un diario que le resta importancia, una muchedumbre que se deja guiar hacia el malo conocido y un Ministerio que no quiere pensar en que un nuevo terror primitivo se alza para desbaratar la falsa sensación de paz que tanto cuesta mantener especialmente cuando tan frágil resulta res.
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