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El tiempo de las profecías no es el primero, ni el segundo, ni el tercero. No es el tiempo que transcurrió y llamamos ayer; no es el que llegará y llamamos mañana. Tampoco es el tiempo inasible al que llamamos hoy, este instante. Las profecías tiene algo de pasado puesto que allí fueron dichas, pero tienen del futuro porque allí se cumplirán. Las profecías también tienen del instante presente porque aquí las comprendemos. Decimos los Primeros Viejos que las profecías pertenecen al tiempo del Siempre y del Nunca.
Antes fui mujer, Nakín de los Búhos. Luego mis mayores me dispusieron para el recuerdo y lo acepté. Al principio dije la misma cosa durante muchos días, muchos años. Y sólo esas palabras me importaron. Cuando no fue bastante, comencé a cantar. Y es que la música dispone de inmensidad; más que el horizonte y el desierto.
Pero nuevas cifras y nombres se añadían. Crecía mi cansancio... Tantas cifras y nombres, tanto cansancio se añadía que tracé dibujos en mi memoria. El cuatrocientos fue una pluma, el ocho mil fue una balsa.
Después puse en mi ayuda los colores. Confié en ellos.
Al fin, me despeñé hasta el fondo de mi fatiga. Cuando abrí los ojos para llorar vi a través de las lágrimas. Y aprendí que la memoria debe ser reinventada. Sólo así es capaz de perdurar y atravesar el tiempo.
Partida privada.
Jugadoras ya seleccionadas.
Estaremos reconstruyendo Los Confines desde sus inicios. Una larga y difícil y —espero— muy entretenida aventura.
¡Bienvenidas!