Te quita el cigarro que tienes en los labios
- Como quieras... - respondiendo a tu negativa de que ocurra algo más, hace tiempo que os conoceis y nunca ha habido entre vosotros más que un beso pese a su profesión.
Te besa con cierta lascivia, apoyandose con un brazo a tu lado para quedar sobre ti y coloca el cigarrillo entre sus labios, a la espera de que le des fuego antes de retirarse.
- Desde luego... - mira con ironía a Diana cuando ésta le quita el cigarrillo- eres una ma... - la frase queda cortada por el beso de ella.
Un escalofrío recorre su espalda. Después le mira a los ojos con la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante. Realmente prefería que fuese así, a pesar de que su cuerpo dijera lo contrario.
- Yo no sé porqué sigo viniendo aqui,... - dice sonriendo mientras saca las cerillas. Prende una y se la ofrece a ella, después saca otro pitillo para él y también lo enciende. - ... el servicio es un desastre, y muy rápido.
Y vuelve a mirarla con la misma expresión de burla que cuando le dijo lo de su trasero. Realmente sí se conocían desde hacia bastante tiempo, y habían labrado una buena relación amistosa. Era uno de los pocos momentos donde Dieter podía ser él mismo, sin tapaderas, sin falsedades. Le gustaba esa sensación, y esperaba que durara algo más.
- Querida,... te ruego que te quedes un rato más conmigo.- Señala el tabaco - por lo menos disfrutemos juntos del "cigarro de después". - y sonríe una vez más-
- Claro... - complaciente
Pasó la mano sobre tu pecho, recorriendo todos y cada uno de los botones de tu camisa de oficial, le encontraba algun tipo de extraña morbosidad a que siempre te resistieras a disfrutar de "sus servicios". Dio una calada y te retiró la mirada un momento para dejar ir el humo
- ...si averiguas alguna cosa más ¿volverás? - sabia que tenias otros contactos en la ciudad aunque ella no los conociera
Con una sonrisa picara, se quitó el cigarro de la boca, exaló el humo muy lentamente disfrutando cada segundo del mismo. Él era un hombre valiente, duro, cabezota y convencido de sí mismo, sin embargo, sentía que había cosas que siempre estarían por debajo de él. Una de ellas era el tabaco, se veía incapaz de dejar una cosa tan simple y tan pequeña como un pitillo. Mientras lo miraba pensaba en la sensación de tranquilidad que le transmitía inhalar el humo del mismo. En una vida tan dispar como la suya, parecía ridículo que el humo fuese uno de los puntos de apoyo más importantes, y eso, que él odiaba el tabaco.
Otra de las cosas, era la sensación de creer importarle a alguien. Era cierto que él y Diana no se conocían demasiado,... sí desde hacía tiempo, pero no se conocían profundamente. Aún así, esa sensación de que podía ser él mismo cuando estaba en su presencia, y el hecho de que hablaba y se mostraba con total libertad, convertían a Diana en algo así como su amiga,...
- Sabes que siempre me gusta venir a verte. Espero que la próxima vez te pueda traer alguna buena noticia - mira al suelo compungido. La información que estaba pasando en ese momento era de vital importancia. Confiaba en que ella lo hiciera llegar cuanto antes. Japos, italianos y alemanes juntos. Eso se estaba poniendo feo. Era una pena no poder levantar la voz y poner verde al Fürer.
Disfrutó de unos largos minutos al lado de la hermosa damisela de compañía, y de la sensación que le producía el humo. Aceptaba todas sus caricias como cualquier hombre haría, su cuerpo reaccionaba al contacto con ella. Pero su mente divagaba entre las noticias, y sus profundos sentimientos de soledad, y eso le hacía "más resistente a sus encantos".
Finalmente se puso de pie, cogió su sombrero, que descansaba sobre un sofá con un horrible estampado y se dirigió a la puerta.
- Ha sido... increíble, querida. - Le dijo desde cerca del marco de la puerta - Ojalá repitamos pronto.
Te devuelve una sonrisa dulce
- Cuando quieras
Te despide con un gesto, cruzas el marco de la puerta y no puedes evitar preguntarte que hacer ahora que ya has informado.
Dieter baja las escaleras con gesto satisfecho. No puede dar lugar a dudas de que ha disfrutado del momento con la mujer. Entonces, se dirige al exterior. Ya ha informado, ahora le toca esperar.
Se pasea por la calle, con las manos en los bolsillos de su gabardina, observando la luz que emiten los faroles de gas, pateando piedras en la calle, y pensando, sobretodo pensando, en todo lo que se avecina.
Poco a poco, va virando su camino, para dirigirse finalmente a casa. Ha sido un día largo y duro, y al día siguiente había que madrugar para "volver al trabajo".