Partida Rol por web

Calastra asintió en dirección a Taifs con un gesto regio. Después observó a los caballos y escogió para ella el de aspecto más sano y lustroso. Porque, por supuesto, su linaje le daba derecho a escoger el mejor. Aunque lo cierto es que Calastra odiaba montar y se había negado obstinadamente a asistir a clases de monta. Esperaba que no tuvieran que viajar mucho. Y sobre todo esperaba que no le salieran yagas en los muslos.

La elfa miró a Taifs unos momentos, esperando algo que no terminó de llegar.

-No te quedes ahí parado, chico, ayúdame a montar -le dijo en un tono de voz urgente y levemente exasperado. 

Bien - dije una semielfa con cota de escama bien ajustada- quiero que vayais a las caballerizas antes que este Taifs haga una locura, seguramente haya engatusado a algunos de los novatos para que lo lleven, tambien quiero que busqueis a una elfa llamada Calastra es rubia y va con una tunica azul, seguramente sea una maga y un humano que puede ser que sea un druida- saca un pergamino lo lee un poco-si es un druida, coged a esos dos e id a ver que le ha pasado a nuestro maestro de cuadras, ademas de batidor. ¿alguna pregunta?

El elfo escuchó aquella orden. No le gustaba mucho recibir órdenes, pero echaría una mano igualmente, ya que en esta organización a la que pertenecía ahora estaban la mayoría de sus amigos. Era un sitio donde se sentía cómodo.

Observó a sus dos compañeros. El paladín y el explorador halfling eran unas personas estupendas. Tenía que reconocer que envidiaba un poco al elfo paladín, por el porte orgulloso que a él le gustaría tener, en lugar de un pequeño mar de dudas que le atosigaba de vez en cuando.

- Entiendo que Taifs quiere ir también a buscar al maestro de cuadras, su padre. Y lo que quiere usted es que lo convenzamos para que se quede.

Convencer a un hijo de que se olvidara de su padre seguramente fuera complicado. Para él no lo habría sido en absoluto, pero no era la misma situación. El batidor parecía un hombre respetable.

- Bien, pues yo estoy preparado.

El elfo portaba su lanza larga, la maza, su daga y un montón de viales y sustancias extrañas, tanto en la mochila como en el cinturón. A la espalda, portaba un fuerte arco y algunas flechas. Daba la impresión de ser un aventurero preparado para todo.

Sus ojos brillaron cuando escuchó a la semielfa. Llevaba una semana en Hislais, una semana desde que se presentó como recluta para Gheais y una semana en la que solo había hecho recados menores. Estaba deseoso de que le asignaran una tarea. Había demostrado varias veces su valía, pero no ante el grupo.

-Ninguna pregunta. Señora!- El batidor desaparecido era una persona importante en la ciudad, y debían dar con él, a toda costa. Pero antes debían reunirse con Taifs, la Maga y el Druida.

-Tenemos trabajo Grandullón.-El enorme perro emitió un ladrido entusiasta.

Mith-Eithel, de los tres era el elfo más alto, 1'90 de altura, musculado, se le veia que ya no era un adolescente sino un joven elfo hecho y derecho, curtido en combate, de cabello negro, vestido con ropas cómodas, de facciones nobles y se podría decir bellas, aunque él jamás era de llamar la atención por nada aunque su aspecto imponía y daba sensación de un porte llamativo, altivo y distante, él no deseaba destacar más que en cumplir con su deber, sigiloso y vigilante como una sombra.

Escuchó atentamente a la semielfa, iba bien pertrechado con una armadura de manufactura élfica, una espada larga al cinto labrada con un inconfundible diseño que sólo otro elfo diestro podía repetir, y se dirigió al igual que sus dos compañeros a las caballerizas en cuanto se lo ordenó sin mediar palabra, sin expresar sus sentimientos, con decisión, como perteneciente a la orden de Gheais su único deseo era hacer valer el Bien, y erradicar el Mal.

El elfo ajustó sus cosas y echó a caminar en dirección a las cuadras. Le iba a venir muy bien explorar los bosques y la presencia de dos novatos podía hacer las cosas más interesantes.

- Adelante, bravos guerreros.

Exaltó a los otros dos. Mientras lo hacía, tocó su vial de mutágeno, listo por si tenía que entrar en combate. Casi sentía una atracción hacia él, hacia el poder que suponía volverse en aquella bestia. Esa atracción le estremecía. Aún así, tenía que tener listos todos los recursos posibles para sobrevivir.

Llegais a las cuadras y alli os encontrais a Taifs con las dos personas que os han comentado, parece que sigue intentando convencerlos para que les deje acompañarlos.

Mientras Taifs intenta convenceros veis que por uno de los laterales de la cuadra entra tres jovenes bien equipados. Exactamente dos elfos y un mediano

Los tres arribaron hasta las cuadras, queriendo la suerte que allí estuviera el joven y los recién llegados.

- Pero a quién tenemos aquí.

Dijo satisfecho al ver a Taifs, aunque entonces miró a la elfa y quedó un poco extrañado. Su rostro le sonaba, pero no sabía situarla en ese momendo. Definitivamente, aquella frase no iba por ella.

- Ya nos han comentado lo de tu padre, Taifs. Siento que no tengas noticias suyas, pero nos han encomendado partir en su búsqueda y esperamos traerte buenas noticias.

Dijo omitiendo la parte de que tenían que evitar que él les acompañara, pero tampoco era necesario exponerlo. Quizá él simplemente se conformara al saber que lo estaban ayudando.

- Dama y caballero. Yo soy Yriel "paso ligero". Encantado de saludarles.

Sonrió escuetamente al presentarse. Después, pensó que ya había hablado bastante, así que volvió a mirar durante un instante a la elfa, a la cual seguía sin reconocer. Al final, permaneció en silencio, atento a que el joven no le diera por salir corriendo con intención de escapar.

Mith Eithel siguió a Yriel que iba más decidido, cuando esté les exaltó, y finalmente, sin ningún problema llegó junto con él y Vraxim a las caballerizas, entró silenciosamente, sigilosamente, vigilante y siempre alerta, y a la que primero vió fue a la elfa, sus ojos azules con un brillo especial se clavaron en los de ella, y luego, observó al hombre, estaban ahí junto a Taifs, pero tenían que cumplir con su misión. 

Una vez se acerca, manteniendo una cierta distancia, se presenta muy educadamente, a los tres, la elfa, el humano y Taifs, tras presentarse Yriel.

- Mi nombre es Mith Eithel. - dijo en la lengua común, era de poco hablar, y su voz sonó algo grave y varonil con ese acento que delataba su origen élfico.

Acto seguido observa a Taifs con preocupación.

Sin duda, se apreciaba que era claramente un elfo que a primera vista tenía un porte orgulloso y algo distante, su pelo era negro como la noche y sus ojos azules, claros como el cielo, que le hacían aún más atractivo, de los tres era el elfo más alto, 1'90 de altura, de cuerpo musculado curtido en el combate, un rostro de facciones atractivas, nobles, y vestido con ropas cómodas con una capa que le confería un porte aún más noble y regio, iba bien pertrechado con un casco que llevaba puesto, una armadura de manufactura élfica, una espada larga al cinto labrada con un inconfundible diseño que sólo otro elfo diestro en aquel arte podía repetir, y un escudo a la espalda.

Mith Eithel jamás tenía la intención de llamar la atención por nada, su aspecto imponía y daba sensación de un porte llamativo, altivo y distante, pero su único deseo en mente era el de cumplir con su deber, el elfo se mantenía en silencio y vigilante como una sombra, escuchando atentamente las palabras detrás de Yriel, el primero en llegar al lugar.

Viendo la situación del chico y la actitud de Calastra me acerco a echar una mano, bastante tenía el chaval con lo de su padre y el rechazo para tener que aguantar a la elfa de mal humor. Apóyate y sube que tenemos prisa. Un grupo se acerca a las cuadras exponiendo su caso y presentándose.

Así que el chico se llamaba Taifs... Parece que tus ruegos han llegado al oído correcto y hay un grupo oficial para hacerse cargo de el asunto de tu padre. Una cosa menos de la que preocuparse y por lo que parece tendremos compañía al menos durante el camino.

Me gire hacia los recién llegados. Hola, yo soy Fonnan. Supongo que vamos en la misma dirección por lo que estaremos en mutua compañía durante este viaje. Nuestro asunto es apremiante así que os ruego que os deis prisa con los preparativos. Bajo otras circunstancias me habría presentado adecuadamente pero en la situación actual habría sido estúpido malgastar el tiempo.

Las cuadras estaban más concurridas de lo normal. Vraxim las conocía bien ya que había dejado varias veces al enorme perro descansar en ellas.

Taifs era duro de mollera. Seguía con la idea de unirse a la búsqueda de su padre. Algo por lo que no podía culparle.

-Este es MudRub.- El perro ladró a modo de presentación. -Y yo soy Vraxim, de la Orden de la Espada y fiel sirviente de Gheais. Para serviros.- El Halfling era de constitución fuerte, casi rechoncho. Su cuerpo cubierto de acero hacía que sus movimientos fueran lentos. Sobre su cabeza ondeaba una flamante bandera, de aurora cargada en el jefe de una espada trebolada de sable colocada a plomo, siempre visible.

-La Dama nos ha pedido que encontremos a vuestro padre. Es una persona importante para Hislais, al igual que vos.- Habló pausadamente recalcando cada palabra e intentando disuadir a Taifs. -La Dama ha expresado su preocupación por vuestra seguridad y la ciudad no puede permitirse vuestra ausencia, os necesitan aquí.-

-Dejadnos encontrar a vuestro padre.- Esperaba haber sonado convincente.

-No me arrees como si fuera una oveja -le contestó a Fonnan con acidez.

Calastra se subió al caballo con más esfuerzo que dignidad. Lo que sabía de montar a caballo podía caber en un dedal, pues se había negado a asistir a clases de monta desde que su primer caballo (un purasangre de Ambharris, regalo de su padre) lo derribara. Odiaba a los caballos. Pero se consoló mirando desde arriba a los recién llegados. No daba la impresión regia que le hubiera gustado, rebullendo incómoda en la silla, pero algo era algo. 

Se le paró el corazón cuando vio a Yriel. Lo conoció en una de las aburridas reuniones de negocios que celebraba su familia para confraternizar con sus socios. Su aventura acabaría antes de empezar si Yriel le contaba a sus padres que se había unido a los Gheais. Por suerte, carece de mi soberbia memoria, no me ha reconocido -pensó.

-No sólo vamos en la misma dirección, Fonnan, sino que nuestra tarea es esencialmente la misma -le corrigió Calastra, tomándose su revancha por la afrenta imaginaria que le hizo Fonnan-. Nos han encargado averiguar qué destino sufrió la patrulla de exploradores que desapareció, y neutralizar la amenaza de los monstruos que los atacaron. Y el padre de este chico formaba parte de la patrulla. 

Arreó su montura hacia la salida, bamboleándose en la silla y estando a punto de caer. Recompuso una pose gallarda antes de decirles a los demás:

-Ya haremos las presentaciones por el camino -dijo alzando la nariz-, nuestra misión no espera.

Pero sobre todo quería poner tierra entre ella y sus padres antes de que Yriel la reconociera.