- Lo matamos? - El locutor no sabe si sorprenderse o admirarse ante la situación - Sabía que lanzarle a Henar lo distraería - asegura como si fuera el único artífice de la resolución del combate
Repentinamente se da cuenta que las prioridades han cambiado y que lo urgente, en el momento es atender a su jefe - Ernesto... como te podemos ayudar -
Grande Raul, al final resultó un auténtico mata-lobos!
El anciano corre hacia el monstruo con cierta precaución, hasta ponerse junto a él, para crear un círculo de sal a su alrededor y así evitar una fuga inminente.
Una vez hecho se acrca a Henar muy serio.
Liamiento lo die su ñiño, ¿iahoria niozs ciontiará algio de la fvierdad di lo quie shiabe?
¿Qué debo tirar para saber si el licántropo se convertirá en humano al morir?
Diego no puede evitar suspirar de alivio cuando ve a la masa de carne y pelo caer al suelo, analiza la situación por una décima de segundos y se da cuenta que a visto muchas pelis de terror como para no ser conveniente dejar el cuerpo ahí si no despedazarlo antes de darle la oportunidad de levantarse cuando todos bajen la guardia aliviados.
Cuando termina su monologo interior, ve que el viejo se le adelanto y empezó a hacer un circulo de sal.
-Supongo que me allá salvado el culo con su circulo de sal, al menos merece el beneficio de la duda para lo que sea que este por hacer
Luego escucha la molesta voz de Facundo glorificando sus acciones
-Facundo... cállate por favor y deja de chuparte la pija* por 5 segundos
Dice mientras baja las escalerita del sótano
-Vamos a sacarte de haca primero, no valla a ser que tengamos tanta suerte que nos encontremos con la gente topo en este lugar
Tomándolo de un brazo y ayudándolo a incorporarse
Cita:
De todas formas no tiene sentido golpear a un caballo muerto :P
*La cuarta acepción de la rae: 4. m. malson. Miembro viril.
Mientras el anciano rodea al cadáver con la sal y Diego desciende a ayudar a Ernesto, Facundo permanece en el exterior, mirando a su alrededor y tratando de asegurarse que ningún nuevo monstruo venga a molestarlos
En su mano empuña el machete que no ha usado y lo mueve hacia uno y otro lado en una falsa actitud guerrera - Vamos, suban todos. Podemos buscar vendas en la casa - comenta sin dejar de mirar a su alrededor.
Gracias Diego... extrañaba tus palabras cariñosas ;-)
Ernesto, silencioso, extremadamente silencioso y quieto, parece no respirar frente al monstruo que se derrumba. Quieto se queda cuando el cuerpo inerte cae y deja de moverse, quieto como si fuera un hombre que espera a un cadáver volver de la muerte. Su respiración agitada es lo único que se escucha primero, en esos diez segundos, siete u ocho inspiraciones de terror combinadas con el goteo de sangre.
- ¿Está muerto? ¿Están seguros? - pregunta, de forma casi retórica, y cree que va a derrumbarse.
La adrenalina le cae al suelo, por entero y sin atenuantes. Cree que se va a derrumbar, y que de allí no saldrá ahora que puede.
¿Viste, Tano? Al final zafaste de nuevo. Alguien ahí arriba te quiere mucho, o te odia. Alguien tiene que cargar los recuerdos.
Si no fuese por el brazo de Diego, Ernesto hubiese caído al piso. Se deja pasar el brazo sano alrededor de los hombros de su subalterno, pero casi no lo mira. Sus ojos están puestos, febriles y atropellados, en la bestia muerta y en Henar. Aquella mujer. ¡Aquella maldita mujer que guarda un psicópata en un altillo, y que según lo que acababa de decir Frantisek, además el psicópata se transformaba en un hombre lobo! ¡Alguien que lo había matado casi dos veces, y que ahora además había jodido a Camestres!
- ¡Hija de re mil puta! - grita a Henar, perdiendo totalmente los estribos - ¿¡CÓMO MIERDA SE TE OCURRE?!
Luego de asestar el golpe mortal, el asistente devenido en “cazador de bestias inhumanas” permaneció inmóvil en su lugar, sumido en un contemplador silencio. Mantenía sus ojos fijos en la criatura, observando sin mirar, perdido, distante. Solo algunos leves movimientos de sus mandíbulas dejaban entrever la tensión que corría por aquel cuerpo.
En cierto momento, su puño ensangrentado dejó de aferrar la pica que sostenía, y esta cayó a tierra con un ruido sordo y apagado. Sin apartar su mirada de aquel amasijo de sangre y pelambre, Camestres avanzó hacia la criatura como hipnotizado.
Una vez sobre ella, se arrodilló a su lado y palpó varias veces con su mano derecha las zonas desgarradas por donde aún corría húmeda y pegajosa la sangre del maldito. Tocó su piel cubierta de pelo, sintió los últimos restos de calor que emanaban de ella… y finalmente, cuando su mano derecha estuvo completamente empapada en aquella tibia sustancia carmesí, la pasó por su propio rostro. Una, dos, tres veces, hasta que el lado izquierdo quedó completamente pintado de rojo. Cuando aquella ceremonia hubo concluido, cuando su máscara de guerra estuvo terminada, un murmullo inaudible escapó de sus labios.
- Solo puede haber uno…