Le dejé dormir allí mientras me marchaba a mi cuarto donde me quité la ropa, que olía a cerveza y sudor. Ese idiota... Sólo él podría caer con una botella de whisky. Pero la verdad es que era gracioso.
Desnudo, me metí en mi cama, cayendo rendido del cansancio acumulado.
Bebía café tranquilamente, mirando su última adquisición sobre la mesa. Le había costado un pellizco, pero tenía unos ahorros que le quedaron de lo que acumuló con trabajando como policía. Paseó los dedos por los pasajes. Quizás se estaba pasando. Pero al oírle hablar sobre su relación con Merrick le había roto un poco sus esquemas sobre él.
Lo deslizó por la mesa para que Jack los leyera. El Caribe. Dudaba que en un sitio tan alejado hubiera algo así. Además, ¡estaba tomando pastillas por amor de los infiernos! Necesitaba un descanso.
Escuchaba la canción de Finnegans cuando Jack despertó. Por su cara, tendría resaca.
-Un regalo.
Me rasco los ojos y empiezo a palparme:
-¿Mis armas, donde están mis armas? -palpé y aun tenía el revólver en la sobaquera- ¿pufff, que mierdas pasó anoche?
Cojo lo que me pasa y lo abro:
-¿qué es? -me coloco las gafas de sol-
-En el armario, Finnegan.
Le pasé una taza de café.
-Billetes para el Caribe. Salen en doce horas.
Me di un ligero paseo, mirando la calle por la ventana. Di un sorbo al café. Estuve tentado a decirle lo que pasó ayer, pero no quería avergonzarle.
-Para nosotros.
Miré lso billetes, les di un golpecito y mandé un mensaje a por el móvil. Luego lo apagué.
-¡Vámonos!
Por mucho que lo intenté, no pude convencerle que no iba a necesitar armas. Tuve que pedir a Merrick que las mandasen en una caja y no sé como, pero coló el puño americano en el avión.
La cabaña-habitación del hotel era enorme, y a lo lejos podía ver la línea de la arena blanca de la playa. Había un fuerte aroma a sal en el ambiente, y sólo podía escuchar el sonido del viento entre las palmeras. Muy relajante.
Parecía más animado y tranquilo. Más parecido a como lo había conocido hace meses.
-Me pareció raro que aceptases así.
Con una sonrisa tumbado en una hamaca y tomando un cóctel en media piña miraba el horizonte y las gaviotas.
Quedaba raro con bermudas beige y una camisa hawaiana roja con flores blancas
-¿y por qué no? esto si que es vida, además, esta tela no se arruga. -le comenté estirando de la camisa. Saqué un puro del bolsillo y el zippo lo abrí apretándolo con una mano. Luego busqué y cogí el bote de crema solar -¿me ayudas?