Partida Rol por web

El canto de mi mano aterrizó de manera seca sobre la cabeza hueca de Kei. —No seas melón— ese no era un plan B, ni mucho menos. —Pero tu entusiasmo puede venir bien si el plan se tuerce...— eso había que concedérselo.

Aproveché el tiempo que tardarían en ir a dormir y empezar con las guardias para prepararme los conjuros que creía que podría necesitar, debía elegirlos bien...

—Con todo— miré el campamento y la cueva, tratando de ver si había camino más allá para poder dar un rodeo por algún otro lugar —, tendremos que avanzar a pie—. Miré a Sojiro encogiéndome de hombros. —Yo no sé tú, pero yo no sé manejar un barco...

Ya ha pasado una hora desde que se calmó todo y la cuadrilla de gente se fue a dormir, incluyendo a la bruja y al capitán, cada uno en sus respectivas carpas; el muchacho con orejas de gato aún no vuelve. Dos de los que se quedaron a vigilar están charlando en voz baja para no molestar al resto, uno se puso a tostar un pan al fuego mientras que el otro se está riendo de algo, el tercero se ha quitado el yelmo y se fue a lavar la cara a la orilla.

No hay ni una nube y la luz de las lunas iluminan mucho, ni tengo que decir que con todo esto Kokoro ve perfectamente, los chicos están en penumbra, pero consiguen distinguir el entorno con algo de esfuerzo. El cielo está bien denso de estrellas y se ven muy bonitas, dicho sea de paso. Los soldados ahora guardan silencio y sólo se oye el ruido del mar.

Ya cayó la noche y la mayoría se fue a dormir. Era el momento de deslizarnos para ir al barco.

Sigo a Kokoro con absoluto cuidado, vigilando mis pasos con tensión. En el momento en el que voy a mirar si Kei está siguiéndonos (y no haciendo el cafre) pateo una piedra sin querer. Observo tenso cómo ésta va botando lenta y peligrosamente hacia el campamento, rezando para que no cause nada de ruido. ¡PLONK! Golpea de lleno la armadura de uno de los soldados el cual la había dejado fuera, provocando que ésta se cayera y armara un alboroto tremendo que habría despertado hasta a un narcoléptico crónico.

Miro de reojo a Kokoro, imaginándome lo molesta que debe de estar conmigo porque LA HE LIADO PARDA.

—Ya sabéis que lo del sigilo nunca fue lo mío— digo como excusa.

Por mi parte, intento abrir el camino. Si nos fuesemos a llevar un ataque, un golpe... ALGO, mejor que me lo lleve yo.

Llevo el escudo presto, y voy atento a los soldados. Aunque me imagino que al final tendremos que zurrarles a todos ellos.

— Estaba yo pensando... ¿Los Nekojins se pondrán collares? A ver, Cat Noir lleva uno — digo recordando una de las series que seguía en nuestro mundo natal — Aunque claro... Chat Noir es FRANCÉS. Y ya sabes que pasa con los franceses.

—Franceses— sacudí la cabeza. No eran el mejor ejemplo. —Yo creo que es algún fetiche extraño...

Todo iba según lo planeado, solo tenían que pisar por donde lo hacía yo. SOLO ESO. ¿Tan difícil era? Pues, al parecer, sí. Me giré lentamente clavando una mirada encendida por un fuego verde a Sojiro.

La había liado... Y bien. En lugar de quedarme esperando a ver lo que pasaba, les hice una señal para que continuásemos la marcha prácticamente corriendo. Con suerte, tendrían cosas mejores que hacer que seguir a tres peleles.

El ruidaje y los gritos de Kei ocasionan una reacción inmediata de los soldados que vigilaban y se fijan en ellos al instante, con ceño fruncido y ojos entornados, elevando una antorcha para iluminar aunque sea un poquito más.
—¿Qué está haciendo un cura aquí?
—Joven, esta playa está restringida ahora mismo, haga el favor de volver por donde vino.
—Un momento, creo que esa cara la he visto en alguna parte...
Estaban a punto de restarle importancia al asunto, pero el displicente monólogo de Kei les capta aún más la atención y están siguiendo sus pasos con la mirada.
—¡Ey! —Viendo que continúan avanzando, el soldado recoge su espada del suelo y se acerca un poquito a ustedes.

—¿Podré dormir algo hoy? —de nuevo sale la mujer pelirrosa de su carpa, rascándose la barriga por debajo del camisón—. Ah, ¿y esos dos?
—Acaban de aparecer —le responde el soldado que se quedó atrás.
El que había ido a lavarse la cara ahora está volviendo y se cruza con Sojiro de cerca.
—Buenas no-
Corta abruptamente el saludo y su expresión cambia paulatinamente de sorpresa a enojo.
—¡Es el clérigo que insultó al rey!
No tiene ahora mismo su arma con él, pero de igual manera se pone en guardia, los otros dos hacen lo mismo, mientras que la bruja da un suspiro y se gira sobre los talones para regresar a su tienda murmurando algo por lo bajo.
—¡Está usted bajo arresto, quédese quieto! —le grita a Sojiro el soldado que está allí cerca suyo.
—¿Capturamos también a su compañero? No quisiera liarme con él y tampoco es que tenga cargos en su contra, quiero decir...
—No seas cobarde, él es su cómplice, debería haberlo entregado, ¡si no lo hizo es porque lo está ayudando a huir de la ley!
—Ah, ya veo —responde, levantando también su arma. —¡De rodillas en el suelo los dos! ¡No se resistan!

Da la impresión de que Kokoro sigue pasando desapercibida y ya está a poquitos metros de los botes, contemplando la situación desde lejos.

Nos descubrieron por mi culpa, o al menos a Kei y a mí. Iba a hacer como que íbamos a regresar pero uno de ellos mee reconoce.

—¡Eh! ¡Yo no le insulté, él se sintió ofendido solito! Ni siquiera sabíamos que decir ese color estaba prohibido, ¿no os parece excesivo? ¿He de recordar que nos invocasteis sin nuestro permiso? Dime una cosa, soldado. ¿Cómo te sentirías si aparecieses de pronto en un lugar del que no sabes ni sus costumbres, eh? Y que por decir una cosa de lo más inocente te encierren— le replico molesto.

Parece que no han visto a Kokoro, así que es una buena idea que monte un espectáculo que distraiga a los demás.

—Oye, Kei, apóyame, que tú también estuviste allí. ¿Te parece normal que por mencionar ese color te encierren?— digo enseñando mi símbolo divino, que es verde.

Si los soldados van a por nosotros desenfundaré mi arma. Mientras tanto el plan será distraerlos lo máximo posible.

—¡Y es más!— señalo a uno de los guardias y esbozo una sonrisa cabrona —¡Tus ojos son de ESE color, deberían arrestarte también por ello! ¡ENTRÉGATE Y CUMPLE TAMBIÉN CON LA LEY! ¿O acaso podéis saltárosla? ¡Si no se entrega él será ilegal arrestarnos por la cláusula del intercambio equivalente establecida por el Tratado de Kyoto! ¡Cometeríais un delito internacional!

Ya no sé ni lo que estoy diciendo ya que mi boca va mucho más rápida que mi cabeza. Ni siquiera sé si ese soldado tiene realmente los ojos verdes, me estoy inventando las cosas sobre la marcha.

Chasqueé la lengua mientras seguía empujando la barcaza. Gracias a las olas que iban y venían no me costó demasiado hacerla avanzar por la arena. Antes de dejar que flotara sola en el agua, me giré para ver cómo iban los demás.

—¡CORRED, VENID!— mientras gritaba a todo pulmón, una esfera de fuego iba brillando con intensidad, haciendo que mi posición fuese bastante evidente en medio de la oscuridad. —¡Fire ball!— y lancé el hechizo. Mi intención no era hacer daño a nadie sino mantenerlos a distancia para darles tiempo a Sojiro y Kei a que llegasen a la barcaza y nos fuésemos echando leches.

Sigh... Si es que...

- Tranquilos, debeis de saber una cosa antes que nada y... ¡NO MIRES DETRÁS DE TI! ¡No es NADA!"

Rápidamente, le intento dar un golpecillo aturdidor a uno de los guardias, con intención de dejarle viendo las estrellas mientras se distrae.

Claro que la bola de fuego de Kokoroles puede distraer mucho más

- ¡No les mates, hombre! Estos no han hecho nada! (aun)-

El soldado se queda un momento confundido frente a la verborragia de Sojiro, sin saber qué responderle, momento que Kei aprovecha para escabullírsele detrás y dormirlo de un sopapo. Kokoro tampoco pierde el tiempo, una gran bola de fuego ilumina la playa y revienta frente a los otros dos que estaban junto al campamento, echándolos al suelo y haciendo llover arena por todas partes.

—¡Se están robando los botes! ¡Malditos delincuentes!

Y eso hacen, Kokoro se mete de un saltito y Kei y Sojiro empujan con ganas hasta que se desencalla y saltan entonces dentro ambos a la vez, cogiendo cada uno un remo.
—¡Tras ellos, rápido!
—No irán muy lejos.
—¿Qué es todo este barullo? —de la otra carpa sale el hombre de la cicatriz en la cara. Sin su armadura se puede percibir su físico portentoso, tiene puesto un tabardo azul a cuadros y pantalones de lana.
—¡Señor! Han aparecido los sabandijas que insultaron al rey en su propio castillo —le responde uno de los que están tirados en el suelo.
Otros más salen de la tercera carpa.
—¿Y qué esperan para perseguirlos? —espeta el capitán, cruzando los brazos.
—¡S-sí!
Levantándose atolondradamente los dos tipos corren hacia el otro barco, acompañados por dos más.

Mantienen una buena distancia, pero es sólo cuestión de tiempo antes de que los alcancen. Es entonces cuando Kokoro siente frío y mareo, no precisamente por estar sobre el agua, sino que, cuando mira hacia abajo, nota que tiene una flecha ensartada en el costado. Los soldados que se quedaron en tierra tienen arcos y les están disparando incesantemente.

Logramos escapar en la barca, pero no solo nos siguen sino que para colmo alcanzaron a Kokoro con una flecha. Desde aquí somos objetivos fáciles para los arqueros a no ser que logremos alejarnos, pero debemos hacer algo con los que nos siguen.

—Koko, ¿te ves capaz de lanzar un conjuro que los derribe o al menos les hunda la barca?

Tenemos que llegar cuanto antes hasta ese barco y ya ahí atenderé debidamente a mi amiga. Lo único que puedo hacer ahora es remar con fuerza.

- Soji, está claro. Tenemos que coordinarnos. Esta vez, TENEMOS QUE HACERLO. Al cien por cien, para llegar a ese barco ¿Hace?

- Ma-TSU!  ma-TSU! Ma-TSU! - voy diciendo, marcando el ritmo mientras remo con el Soji, como si fuesemos un grupo de campeonato de remo. Si alguien puede ¡Somos nosotros!

—¡Queréis de dejar de ir al maldito barco!— solté un quejido y apreté mi costado a la vez que chirriaban mis dientes. Me estaba empezando a marear al ver el palo de la flecha ahí clavado, pero tampoco me atrevía a tocarlo, ¡mucho menos arrancarla!

—Remad recto, bordearemos la playa... y cuando sea seguro, seguimos a pie— ¡como para fiarse de un barco cualquiera! A saber si eran amigos o enemigos... No nos encontrábamos en nuestro mejor momento (ni físico ni mental) como para averiguarlo.

Alzando una de las manos mientras que con la otra seguía apretándome el costado, me esforcé en volver a invocar el hechizo ofensivo. —¡Fire ball!— confiaba en que la potencia del hechizo no importara demasiado si se prendía la barcaza enemiga.

El disparo de Kokoro echa al agua a todos los hombres de la barca y les consigue tiempo suficiente a los chicos para alejarse y perderlos. Van bordeando la orilla hasta dar la vuelta y llegar a una playa diferente, al otro lado del bosquecito que ahora sirve de cobertura para que al menos demoren un poco en perseguirlos por tierra.

La maga está empalideciendo y será peligroso para ella si sigue desangrándose así. Puede ver en su ventana de estado las barras de salud y de energía mágica parpadeando casi vacías.
Al menos ya no les llueven más flechas.

El estado de Kokoro es preocupante así que hay que actuar deprisa. En cuanto llegamos a la orilla la bajo rápidamente de la barca y saco las vendas de mi inventario para dejarlas preparadas a un lado mientras observo la herida. Por suerte no ha intentado sacarse la flecha, de lo contrario habría empeorado mucho su situación.

—¡Kei, necesito que sujetes buen fuerte a Koko! Tengo que sacarle la flecha y le va a doler mucho— establezco contacto visual con Kokoro —Koko, mírame. No apartes tu mirada de mis ojos. Voy a sacarte la flecha a la cuenta de 3 y taponaré la herida antes de lanzar un conjuro sanador. ¿Entendido? Prepárate. Uno... Dos...

Y nada más decir 2 saco la flecha de un tirón, tapono la herida con las vendas y lanzo el conjuro para sanar su herida.

—Lesser heal...

Una vez lanzado el conjuro observo si ha mejorado su herida y acto seguido procedo a aplicarle ya el vendaje.

— Agarrate fuerte, Kokorín, A la de tres, a la de...  — y ayudo a Soji a que saque la flecha antes de llegar a "Uno", antes de que te tenses. Al fin y al cabo, así es como la Sempai Noriko solía hacerlo.

— En fin... somos fujitivos, pero al menos sucede algo: Van a tener que dividir sus fuerzas entre cazarnos y buscar El Orbe. Ahora mismo en verdad no se que hacer... ¡ESPERA! ¡SI! —

Dicho esto echo mano a mi bolsillo, y hurgando un poco me saco el cristal que nos regaló Seline.

— Esto está vinculado al Gremio Esta bolita es el Cristal de El Hogar ¿Puede tal vez que logremos contactar con Seli-Sama usándolo? Quiero decir: Si atraemos a esa gente a la ciudad, puede que esten en problemas. Mejor coordinarnos con ellos

Lo había conseguido. Había conseguido marcar la distancia con los que nos perseguían. Sonreí, triunfante, pero la sonrisa se convirtió en una mueca al sentir de nuevo la punzada de dolor, sumada a la debilidad que se iba adueñando de mí.

Llegamos a la playa y me bajaron un poco a rastras. —Dejad... que la... barca se vaya— conseguí decir, no sin esfuerzo. No era plan de que nuestros perseguidores supieran el punto en el que habíamos desembarcado, ¡había visto demasiadas pelis de piratas!

Me tumbé en el suelo con un quejido. Sojiro estaba dispuesto a sacarme la flecha. Yo negué con la cabeza, aterrorizada ante la idea. 1... —No, no, no...— 2... —No, n... ¡AHH!— suerte que Kei me estaba sujetando sino me habría retorcido y probablemente hubiese mordido a Sojiro en el acto. Apreté los dientes mientras me aplicaba las curas precisas y pronto comencé a notar alivio en la zona.

—Uf...— esperaba no volver a pasar por algo así nunca más. Tras coger una buena bocanada de aire y sentirme de nuevo plenamente en forma, miré a Kei con los ojos como platos. Había pensado... ¡y lo había hecho bien! —¡Bien hecho, Kei!— le di unas palmaditas en la cabeza. —Será mejor buscar un escondite para hacerlo, o al menos continuar avanzando. Pero antes...

—Magic trick— esperaba que cambiando nuestro aspecto pudiésemos engañar un poco a quienes nos perseguían. Mi pelo se volvió rubio platino y mis ojos de un color violeta. El pelo de los chicos se volvió de un tono rosa que les favorecía mucho a cada uno. —¡Muy guapos!— exclamé mientras juntaba mis manos, animada.

Tras verte con el pelo amarillento, de un color del oro blanco, y los ojos de un azul violeta, me quedo de una pieza

— T... tu magia es increible ¡Hace un momento estábas adolorida! ¡Y ahora eses Kokoro Super Saiyajin!

Por completar el truco, mientras Kokoro termina su super-transformación busco alguna lona que pueda tener la barca, la típica con la que te envuelves cuando atardece, o alguna manta. Busco rocas mas o menos grandes, y las pongo una encima de otras, con las mantas y lonas a modo de capas.

— Es cualquier cosa menos perfecto, pero los distraerá un poco. Si tratan de seguirlos, buscarán la barca unos cuantos minutos más. Será un señuelo que les despiste bien.

Y tras eso, le doy un patadón a la barca para que se aparte, y que la marea y la deriva la guien. Si en este mundo hubiera un Poseidón, dejaría la barca en sus manos.

Ante la mención de los sayayin, hice una pose súper poderosa con los puños cerrados y el ceño fruncido. —¡JÁ! Bueno, solo me faltaría que el pelo estuviese de punta, tipo punky— pero no, eso no me quedaría nada bien.

Y, de nuevo, Kei tuvo una excelente idea. Ya no solo había mandado a la deriva la barca, sino que había colocado una especie de señuelo en ella. —Kei... ¿te encuentras bien?— igual tenía fiebre o algo. Empezaba a preocuparme.

Sonrío aliviado al ver que todo ha salido bien y Kokoro se encuentra mucho mejor. Como pille al bastardo que le disparó con el arco lo forro a pescozones...

Acto seguido miro perplejo a Kei tras soltar él una idea inteligente. Entonces Kokoro lanza un conjuro y al ver el efecto me tapo la boca tratando de contener la risa. ¡Kei con el pelo rosa!

—Pfff... ahora estás muy guapo, Kei.

Hago un esfuerzo titánico para no solar una carcajada, más que nada porque esos cabrones podrían escucharnos. Ayudo a Kei a empujar la barca para que se lo lleve la marea y despistar a nuestros perseguidores.

—Bien, eso ya está. Busquemos el escondite y contactemos con el gremio.