Partida Rol por web

—¿No tomaste tú las hojas azules?— pregunté a Sojiro mientras revisaba mi inventario con minuciosidad para asegurarme de que no tenía ninguna. —¡Suerte! Y si necesitas ayuda o crees que sigues necesitando ese musgo azul, ¡lanzaré bolas de fuego a esos mocos azules saltarines!— ahora que había visto la facilidad con la que eran derrotados con ese hechizo iban a ver lo que es bueno.

Pero sí, ciertamente la idea de descansar sonaba demasiado tentadora. —Sí, siento el peso de los años— me di unos golpecitos en el hombro al más puro estilo de persona mayor. —Lo de los baños suena bien, pero yo quiero probar primero el bingo ese, ¡igual tiene premios chachis!

— Pues por mi parte, yo me.comia dos o tres jabalies con la receta de Sophia. Pero eso no vurnta si no llegamos, asi que...

- Fiiiiirr-mes! Armas aaaaal hombro!! Maaaaaaaar-chen!

Quedaria como algo marcial pero estoy citando, en frases y movimientos ¡A Mary Poppins!

—Me tenían muy preocupada, ¿qué les pasó?
Finalmente llegan a Épinne a eso del mediodía, encuentran todo como siempre, con el mercado en la plaza y la típica gente comprando y vendiendo, los comerciantes atrayendo clientes cada uno a su manera. Se cruzan con Selina, que estaba viendo unas verduras y examinando tomates uno por uno.
—Me contó Marion anoche que tuvieron problemas, pero no entiendo, la cueva Boin Boin no debería ser nada peligrosa si son cuidadosos.

En la puerta de la iglesia ven a Zellos conversando con su sobrina Sophia, de allí van saliendo unas cuantas personas, la mayoría ancianas, probablemente ha acabado recién la misa diaria. Frente al edificio Sol Plateado pasa Erjudvosen saludando a un par de tipos que están sentados en una mesa del porche y se mete dentro.

El señor Sotocot está en la puerta de su local, que también es su casa, anunciando con un megáfono que habrá una subasta mañana y durará toda la tarde. Cerca de la fuente de la plaza ven al señor de la lotería con su típico bombo de bolillas, junto a su puestito tiene una pizarra que anuncia una promoción de fin de semana, con un primer premio tremendamente valioso.

—¡Hola!
Los toma por sorpresa el saludo de Nora, que apareció de la nada y ahora camina junto a ustedes.
—Anoche Marion casi me manda a buscarlos al bosque, ¿cómo es eso de que los persiguen desde Dustrun? ¿qué barbaridad hicieron?

—Yaaa...— desvié la mirada mientras esbozaba una sonrisa culpable. —Igual nos faltó ser más cuidadosos...— o simplemente haber sido cuidadosos en sí. —Terminamos cayendo por unos y otros sitios, acabamos en un lugar extraño y tal— tampoco quería centrarme en detalles importantes en medio de la calle. —Encontramos una salida que daba al mar, tuvimos que bajar por un acantilado, al parecer bien lejos de donde habíamos empezado. Nos encontramos con guardias del rey -ya sabéis que no le caemos bien- y nos reconocieron. Huimos y ahora estamos aquí— abrí los brazos mientras sonreía con cierto orgullo.

Antes de continuar hablando, vi el bingo y lo señalé. —Me voy a probar mi suerte— mientras salía a la carrera, invoqué a mi arcano, a quien nadie podía ver. —¡Hola! ¿Qué tengo que hacer?— creo que ya me lo explicó en algún momento, pero quería asegurarme.

Lo cierto es que Nora me da mucha nostalgia, de los buenos tiempos con La Sempai, de la cual es practicamente su vivo retrato... si exceptuamos las orejitas, la cola y las patas felinas.

— A las muy buenas, Seline-Sama, y muy buenas, Sempai... quiero decir... Nora ¿Negocios mañaneros?

— Lo cierto es que nos encontramos cosas bastante peculiares ahí, y tuvimos que quitarnos de enmedio. Dimos on el escondite final de un sabio, y pudimos leer que sus últimos pensamientos hacia Alamune y Hipona. Y de un tal Dion ¿Le suenan esos nombres, su excelencia?

Mis compañeros se encargan de dar explicaciones de lo ocurrido, asintiendo con la cabeza. Me giro al escuchar a Nora.

—¿Nosotros? Nada aparte de decir cierto color— saco mi símbolo divino verde y lo señalo —¿Te parece eso motivo para querer encerrarnos? Dicen que insultamos al rey pero exageran un montón los hechos. Es que...— caigo en que Nora no sabe nada —Bueno, es un asunto complicado, pero realmente no hemos hecho nada malo.

—Oh, bueno —Nora se encoge de hombros—. Algo menos del o que preocuparse entonces, me alegro de que estén bien, pero traten de no meterse en líos.

—Kei, no me llames así, por favor —le corrige Selina, poniendo una sonrisilla incómoda—. Y sí... esos nombres me suenan, Hipona fue una gran maestra mía y Dion... pues...

—Dion es un nombre del cual deben alejarse todo lo posible —interrumpe Zellos, que venía caminando hasta donde están ustedes—. Lindo día, ¿no? Hoy me parece que almuerzo con ustedes.

—¡Estupendo!
Nada sutil ese cambio de tema.

Kokoro tiene que esperar unos quince minutos en la fila de la lotería, hasta que finalmente llega su turno y el señor de bigote le explica que presente su boleto y entonces él le dará vueltas a la manivela, saldrá una bolita y, si tiene número, habrá ganado algo. La maga entonces le enseña el ticket que se ganó en lo de Sotocot por haber gastado veinte monedas.
—Pucha.
Cuando el señor va a darle giros, el manillar se desprende y se sale, así que con la otra mano le da un envión al bombo para que se ponga a dar vueltas, luego se detiene y del orificio sale una pelotita roja.
—¡Por todos los cielos! —exclama ojiplático—. ¡La muchacha ha sacado el premio del fin de semana! ¿Cómo te llamas, señorita?
Saca entonces de un cajoncito cerrado con llave un sobre y se lo da.
—Te llevas... ¡Un viaje para cuatro personas a la costa Paradis! ¡Felicidades!
Las personas que se habían reunido allí para husmear y los que todavía hacen fila le festejan y felicitan también.
—Tiene una semana de vigencia, puedes presentar los boletos en la agencia aquí mismo en Épinne y partir desde el puerto al sur.

El cambio de tema fue tan obvio como sospechoso, pero tampoco el plan de intentar indagar más en ello. Acompaño a Kokoro al puesto de lotería y me encojo un poco al ver el revuelo cuando anuncian que le tocó el premio de la semana. ¡Un viaje a la playa!

—¡Ostras, que guay Koko! Podremos relajarnos en la playa. Hum... creo que tendré que comprarme un bañador. ¡Kei! ¡A Koko le ha tocado un viaje a la playa! ¿Te vienes conmigo a comprar un bañador? Ah, claro, primero tenemos que ir a donde la boticaria para entregarle las hojas azules.

Cuando digo eso busco con la mirada a Isaac.

Me quedo pensando "Que mala leche. Un viaje para cuatro personas. Pero no dicen para cuantos gatos Lo mismo a ella no la dejan ni ir. Que mal"

— ¡Hey, me alegro Kokorín! —  y me acerco para frotarle el pelo, como signo de triunfo — ¡Hoy estás hecha de pura suert... ¡CHOFF!
Vaya, parece que he pisado ahora un charco de agua de fregar

— Pues su eminencia, señor Zelloss, mejor que no le demos las espaldas al asunto de Dion. Que ahora parece que Grilloc busca lo mismo que esa mujer buscaba. Ya le daremos luego un informe, que andamos hechos... ¡MIERDA!
Efectivamente, una gaviota se me acaba de hacer las necesidades en pleno vuelo.

— Y ¿Te nos unes en el papeo, Nora? Porque al menos yo, estoy ahora mismo que me comería un banquete yo solo.

—¡¡YEEEEEIIII!!— me vi tentada de chocar los cinco con Back Lover, pero parecería un poco loca. —Gracias— le guiñé un ojo antes de hacerlo desaparecer. Tampoco quería crear una catástrofe para tener suerte.

—Kokoro— le indiqué al tendero. ¡Un viaje a la playa! ¡Nunca había visto la playa! ¡Y sonaba de maravilla! —¡¿Habéis visto?!— estaba entusiasmada, era tontería negarlo. Incluso el tema de Dion me dio igual. —Pero solo son cuatro personas...— con Sojiro y Kei ya éramos tres. —¿Quién podría ser la cuarta?

Zellos carraspea, mirando de reojo a Selina, luego se dirige a Kei:
—Este no es el momento adecuado —le murmura entre dientes, disimuladamente—. Le vas a tocar su fibra sensible.

Nora los sigue hasta la tienda de Gemma, allí la anciana se levanta de la silla donde estaba sentada dándole con ganas a un mortero.
—No saben lo preocupada que estuve, como aller no se aparecieron en toda la tarde temí que les hubiera pasado algo, pero incluso, no tendría cómo quitarme la culpa de encima, habiendo si do yo la que los mandé allá.

Isaac también está aquí, ayudando a la señora a ordenar las estanterías, le dedica una mirada fugaz a ustedes, pero no dice nada.

—EJUM —Nora se aclara ruidosamente la garganta y se inclina cerca de Kokoro, a quien le lleva una cabeza de altura—. Verás, pues, soy pescadora, ¿sabes? Conozco muy bien todas las costas de la región, ¿sabes?

—¿Y bien? A ver esas hierbas. Les daré diez monedas por cada diez gramos.

Había un buen puñado en ese saquito, así al tanteo, pesa lo mismo que una bolsa de papas fritas.
—Epa. —La anciana alza las cejas, observando las hojas que le presenta Sojiro—. Ya veo por qué se tardaron tanto, ¿se fueron hasta la isla del norte a buscar de estas? Con el musgo me era suficiente, ¿por qué se complicaron tanto?

Isaac también se queda sorprendido, pero mantiene la boca cerrada.

—Estas valen más. ¿Qué tal quince monedas los diez gramos? Pon eso en la balanza, vamos.

Te das cuenta de que Zellos te estaba observando mientras usabas tu arcano, cuando se cruzan miradas él te sonríe y se marcha con Selina al comedor de Sol Plateado.

Me quedo boquiabierto cuando la herbolista dijo que nos complicamos mucho la vida.

—La verdad es que lo encontramos donde la cueva Boing Boing, no sé si es que nos desviamos demasiado en las cuevas— cuando ella me indica que coloque los saquitos en la balanza los pongo todos menos uno —Tome. Me quedaré con un saquito, que le prometí a un amigo que le guardaría algo para él.

Dicho esto miro de reojo a Isaac y le dedico un guiño esbozando una amplia sonrisa antes de ofrecérselo.

—Esto es para ti, colega.

Zellos me miraba muy fijamente... ¿Acaso le gustaba? No lo entendía, pero le saludé algo dubitativa con la mano.

Alcé un poquito la mirada hacia Nora, no hizo falta mucho porque ella ya se había inclinado hacia mí. —También podemos hacer un sorteo o un torneo para ver quién del gremio se gana el viaje— esbocé una inocente sonrisa. Era lo más justo, ¿no? Además, tenía una semana de vigencia.

—¿Las islas del norte?— miré a mis compañeros y luego de nuevo esas hojas azules. Igual el señor estaba enfermo y por eso las tenía en un cajón, como quien tiene pastillas para el dolor de cabeza. Dejé que fuera Sojiro el que terminase con las negociaciones y con el encargo, ya ajustaríamos cuentas.

— Hey ¿Por que no? ¡La pescadora de estas islas, y los tres más chulos — respondo al oir la oferta de Nora — Aunque tienes que decirnos donde comprar armaduras para el agua y todo eso. Que esta que llevo, seguro que se hunde

—No no no, que si invito a uno y no a otro, me pueden odiar para siempre— y para una recién llegada era lo peor que podría hacer. —Mejor un sorteo o torneo, ¿qué será mejor?

Te pongo ojitos...

- Porfi

—¿Crees que por invitarla va a interesarse por ti y ligarás?— claro, una furry de buen ver... Ahora entendía sus lloriqueos. Negué con la cabeza. —No me convences— y me crucé de brazos.

—¡Ey! Un torneo me parece mucho más meritorio que un sorteo, ¡hagámoslo! —exclama Nora con un puño en el aire—. No le tendré piedad a nadie.

Por otro lado, la anciana está pensando el botín en una balancita.
—Te lo agradezco —responde Isaac, sonriente y escueto, a Sojiro y recibe un puñado de hojas azules.

—Buen trabajo, querido, te lo mereces. —Gemma le pone una bolsita de monedas a Sojiro en las manos, satisfecha—. Ciento cincuenta oros. Ahora no seas derrochón.

—¿Armaduras para el agua? ¿Eso existe?

...

—¿Eeeh? ¡Yo también quiero ir! ¡No es justo!
Mientras almuerzan en el salón de Sol Plateado, Nora les contó la idea que tenía Kokoro y Airi ahora está plantando las manos sobre la mesa, de pie, con los mofletes más inflados que nunca.
—¡Si hacen un torneo esta bestia nos va a masacrar a todos! ¡No se vale!

—Bueno, no tiene que ser necesariamente de peleas...

—Saludetes. ¿Qué se cuece por estos barrios? —Erjudvosen se viene acercando, con un cono de helado en cada mano. Le da uno a Kokoro, esbozando una sonrisa con los ojos entornados.

—¡La está sobornando! ¡Que no se haga el sota este! ¡La está sobornando para que lo invite a él!

—Me preocupa tu actitud, Erjudvosen —aparece de la nada este otro sujeto, acompañado de su mascota—. Si tanto deseas tomarte unos días de vacaciones, pues trabaja más duro para ganártelo.
Dicho esto, saca de su manga una tableta de chocolate y se la da disimuladamente a Kokoro.

—¡Te vi! ¡Pedazo de delincuente malsano!

—¿Entonces qué? ¿Preparamos el torneo?

En medio del lío llega el capitán Imnam, ataviado con su habitual armadura y capa blanca, haciendo un gesto con la mano para imponer orden.

—¿Qué está pasando aquí? Es demasiado temprano para el griterío, al menos esperen a que se ponga el sol para emborracharse.

Airi le explica lo que pasa y Nora le comenta entonces que tiene ganas de montar un torneo para darse mamporros y el que reciba menos va con ellos a la playa.

—Hm, ya veo.
Mientras todos discuten, Imnam se queda pensativo, apoyando el codo en la mano y descanzando la cabeza en la otra.
—Muy bien, me parece una propuesta interesante, pero primero tenemos que calmarnos, sin orden ni concierto no llegaremos a nada, además, un torneo sin la preparación adecuada podría ser peligroso, más de uno quizás salga herido y no podemos darle demasiado trabajo a nuestro párroco, así que...
Saca una bolsa enorme de caramelos carísimos, como aquellos que tiene Sotocot, y la deja sobre la mesa, delante de Kokoro.

—¡Ya corten con eso, capullazos!

A cada cual menos discreto que el anterior, intentaban sobornarme. A mí no me importaba, total, de poco les serviría, ¡pero mi estómago sería feliz! Mientras le iba dando lametones al cucurucho, tomaba un trocito de chocolate.

—Ñom ñom... También fe pueve afev un forteo— ¡qué rico estaba todo! —Ver cuántos sois, poner un número y ¡CHAN! que salga el afortunado— eso si no querían hacer un torneo, ¡aunque también sonaba diver!

Lo que me gustaba a mí haberme hecho más popular allí de lo que podría serlo en el otro mundo...