Partida Rol por web

Será verdad que las palabras son poderosas, y de entre estas, las segundas más poderosas después de un nombre son los juramentos, pues aquel improperio cargó de una fuerza indecible y desconocida a su débil ser, que se creció como un dilatado cojín de deseables plumas antes de reventar y lanzar una poderosa descarga a través de su varita, la que esta vez se quedó humeando, despidiendo un fuerte olor a quemado pero preservando su unidad estructural.

El otro olor que inundó la sala fue el de serrín y productos químicos, surgía de los bordes del agujero que Klort había logrado abrir en el busto de la rata (Si se le podía llamar así), a través del cual volvía a ver claramente el candado que cerraba la única puerta de la estancia. Al menos esta vez lo había logrado.

Esta fulgurante y apoteósica muerte está dedicada a todas las abuelas que no han logrado a conocer a sus nietos en tiempos oscuros y difíciles.

En su haber ya contaba con tres cadáveres de ratas y quizás debería haberse hecho cazador de alimañas para sobrevivir en el inhóspito mundo exterior, allí al menos sabías que estabas en peligro constante en lugar de refugiarte en la falsa seguridad de las paredes de la mansión de un loco que tenía semejantes horrores campando a sus anchas por un ala.

Volvió sobre sus pasos hasta llegar allí donde había decidido seguir la dirección del sol naciente y, sin especiales remilgos por su parte, continuó caminando. Si allí donde el sol salía no le había llevado a la salida quizás lo haría la dirección en la que el sol apagaba su luz.

En u deambular Klort se las vio con otro terror de temibles incisivos, pero todavía le quedaban energías en su maltrecho y desangrado cuerpo. Las ansias de encontrar la salida le hicieron acelerar el paso, pero para su desgracia, lo que encontró en la nueva estancia le remitía a pesadillas ya vividas aquel día pero combinadas con otros ingredientes: Si las telarañas tenían un olor, ese sería el de la nueva estancia, cuadrada y con una puerta en dirección sur, peor una vez más estaba cerrada con un voluminoso candado en el que destacaba la forma de una gota (¿Una gota de sangre? ¿Una lágrima? Nadie iba a poder responderle) y en la pared opuesta cinco retratos pesadillescos de varios personajes armados. El cuadro más a la derecha comenzó a brillar con un enfermizo tono verdoso antes de vomitar a los pies de Klort a un nuevo adversario. Parecía compartir la naturaleza duelista del espectro de restos con el que había combatido no hacía ni una hora... Tomó su posición de en guardia haciendo que una varita se extndiese como una prolongación de sus dedos. Hasta su rostro parecía ser un reflejo (más sano y oscuro, eso si) de el de nuestro protagonista.

Él ya se había enfrentado a uno de esos montones de metal flotantes. Y había ganado. Quizás ese duelista fantasmal que tenía ante sí no se había dado cuenta de esa noticia y por eso tenía la impertinencia de encarársele cuando Klort solo quería irse pacíficamente de aquel lugar (y había dado con los morros contra un callejón sin salida...para él, claro, para quien tuviese llaves eso era una mera pausa en su camino a la libertad).

-En guardia-dijo, muy envalentonado y crecido por sus anteriores y aplastantes victorias contra ratas disecadas. El detalle de ser ratas disecadas quizás habría servido para ponerle en preaviso y que tuviese en cuenta que no todos los rivales eran ratas. Ya lo había visto antes de ser Klort el Exterminador y estaba a punto de verlo.

El caso fue que no se dio cuenta de lo cerca que estaba de morir hasta que la varita, caprichosa cual joven de mejillas rosadas y risa musical, se la jugó y un refrán retorcido para ajustarse a la situación le llegó a la mente

"Lo que la varita te da, la varita te lo quita"

El duelista como ya pasara con su anterior encarnación, se mofó de Klort. Ante la falta de suerte de este con su varita, se había crecido, pero una nube de abrasivas chispas surgió de la punta de los dedos índice y corazón que empleaba a modo de arma. Si, la piel del joven volvió a llenarse de ampollas, coronando a sus anteriores heridas, pero aun así el ataque no fue tan desgarrador como el estudiante, con ambos ojos cerrados, había esperado. No fueron las puertas de perlas del más allá las que aparecieron ante sus ojos al volver a separar sus párpados, seguía siendo aquel absurdo retrato viviente, poco más pálido que una vidriera a la que un orfebre loco hubiese dotado de movimientos.

Uno tenía que saber qué peleas podía afrontar y cuáles no tenía sentido. Los rostros familiares, incluso amados, retorcidos en grotescas muecas en los lienzos parecían casi burlarse y al mismo tiempo conminarle a dejar aquel lugar.

Y eso hizo, nada bueno le deparaba entre esas cuatro paredes. Incluso venciendo al duelista tendría que enfrentarse a otro callejón sin salida, callejón convertido en ratonera gracias a un flamante candado. No, nada bueno le deparaba entre esas cuatro paredes. Bajó la varita negando con la cabeza, aplastado por el peso de su sino, e intentó escapar del alcance del duelista. 

Uno tenía que saber qué peleas podía afrontar y cuáles no tenía sentido. Los rostros familiares, incluso amados, retorcidos en grotescas muecas en los lienzos parecían casi burlarse y al mismo tiempo conminarle a dejar aquel lugar.

Aun así quería intentarlo, se merecía intentarlo. Había sobrevivido a distintos horrores, algunos de ellos sin nombre, y no podía irse de allí sin plantar cara al duelista fantasmal y su burlona armadura con el que estaba encarándose. Pero la varita estaba enmudecida, quizás castigaba con su silencio su cabezonería al pretender vencer al mal que allí tomaba forma. Fuera como fuese, las lecciones de la varita salían caras.

El cuerpo de Klort quedó a los pies de aquel retrato animado, sin llegar a saber los misterios de aquella maldita ala del caserón. Los muchos secretos de lord Raveno sobre aquel lugar posiblemente se habrán perdido para siempre, con su perpetrador cabalgando hacia el corazón del apocalipsis, mientras el otro único conocedor del lugar (fantasmas y monstruos aparte) escucha los últimos latidos de su reloj sanguíneo. 

El duelista fantasma volvió a ocupar la superficie de su cuadro, peor algo había cambiado en él... Sus facciones, ahora parecía más joven, un estudiante, aferrando una peculiar varita en su puño, esperando expectante la llegada de un rival digno de sus embistes arcanos.

Aquí yace Klort, en el hall de los retratos de los muchos espadachines derrotados por Raveno. Capturados como protectores de la cámara por toda la eternidad. Malditos aquellos que lo dejaron a sus espaldas en aquella boca del infierno.

Malditos ellos... Y los dados de Umbría.