Partida Rol por web

Enrielle estuvo gritando avisos e insultos todo el tiempo hasta que la imagen desapareció, tras lo que quedó apoyada sobre manos y rodillas en el suelo donde había podido verse el terrible final de su amigo Thorwyn. Alzó la mirada desencajada hacia los tres magos, y si no hubiera sido por las palabras de Klunurig y luego las de Coryn se hubiese ido derechita hacia ellos a hacerles pagar en sangre. ¡Ya había ella desconfiado de la magia por algo! Maldita fuera toda ella, la torre de Wayreth y los tres dioses de la magia que habían demostrado ser unos verdaderos hijos de mil padres.

Miró con esperanza a Lluvia. Sí, eso era lo que debían hacer. Tal vez pudieran recuperar su cuerpo antes de que esa planta lo engullese pyor completo y hacer que el pájaro de los fuegos azules de Klunurig lo trajese de vuelta... Claro que en el caso de Kylian éste estuvo en forma de fantasma varios días dando la lata y no sabía si era un requisito indispensable, pero había que intentarlo.

— Sí. Llevadnos a ese bosque.— dijo con firmeza poniéndose en pie y apretando las correas de su equipo. Se expondría sin dudar a esa magia asesina si con ello había alguna posibilidad de traer a Thorwyn de vuelta, aunque fuera en forma de otro goblin. Total, siempre se podía disimular de alguna manera— ¡Aún estamos a tiempo de hacer algo por él si actuamos deprisa!

—No queda de él ni siquiera un cadáver que llorar —dice la gnoma, negando la cabeza con decepción o tal vez con pesar.

—Pero podéis llevaros sus pertenencias, por supuesto —se apresura a añadir Coryn, señalando hacia un cofre cerrado a vuestra derecha, que hace unos minutos juraríais que no estaba allí—. Estamos tratando de localizar por todos los medios a nuestro alcance las reliquias de Takhisis que nos habéis indicado, pero no sabemos cuánto tardaremos en dar con alguna de ellos. Hasta entonces, sigo presintiendo que algo significativo está a punto de suceder en el Pico de Malys. Aunque yo misma iré a investigarlo si vosotros preferís ir a un lugar diferente. Como os dije ayer, podemos llevaros instantáneamente allí donde deseéis. O, si se os ocurre alguna otra cosa que podamos hacer por vosotros, no dudéis en demandarla y la atenderemos en la medida de nuestras posibilidades.

Miro con consternación la caja en la que están los efectos personales de Thorwyn. Así que eso es todo lo que nos queda de él, un puñado de cosas y su recuerdo. Ni siquiera un cadáver al que llorar y dar sepultura. Esto está mal. No es justo. Thorwyn insistió en venir aquí para conseguir el beneplácito de esta gente y seguir creciendo como mago sin que nadie lo acusara de ser un renegado. Se suponía que saldría victorioso y reforzado de esta prueba. Que los magos le aceptarían como a uno de los suyos, lo agasajarían y le darían acceso a sus conocimientos prohibidos. Pero nada de eso ha ocurrido y ahora está muerto. Nunca debimos venir aquí. No hemos ganado nada y lo que hemos pedido no tiene precio.

Tenemos que irnos o quién sabe si no acabaremos arrepintiéndonos también de haber prolongado nuestra estancia en este lugar.

—El reino de Thoradin está lejos, la Desolación está todavía más lejos y el camino hasta ambos lugares está sembrado de peligros. ¿Tenéis algún modo de hacer que nuestra fortaleza viaje más rápido o de ocultarla al menos a los ojos de nuestros enemigos? ¿Máquinas de asedio con las que poder defendernos de los ataques que nos lleguen desde el aire? ¿Un tesoro con el que comprar a los enanos la Portadora de la Noche que están subastando?

—Las fortalezas voladoras son un asombroso ingenio mágico, pero su descomunal tamaño hace prácticamente inviable cualquier mejora estructural sin necesitar para ello la intervención de docenas de magos y cientos de miles de piezas de acero en componentes arcanos. Y vuestro castillo es el mayor del que jamás hayamos tenido registro. No, me temo que no podemos ayudaros por el momento en ese aspecto.

»En armas de asedio, los enanos de las montañas Garnet son los más expertos. Han forjado una alianza con los caballeros de Solamnia y yo mantengo relaciones muy estrechas con el Imperio. Podría interceder por vosotros para conseguiros un ingeniero dispuesto a entrar a vuestro servicio si le pagáis un sueldo razonable.

»Por lo que respecta a la compra de la maza de Verminaard... No somos un banco de Shinare. Me temo que no tenemos nada que ofrecerle al señor de Thoradin que sea de su interés. Por regla general, los enanos no sienten un gran aprecio por la magia, ni consideramos que determinados artefactos estén más seguros bajo su custodia en estos tiempos de guerra. Pero vosotros ya contáis con uno de los tesoros más valiosos de todo Ansalon: vuestra castillo. Estoy segura de que Jaymes, quiero decir, el Emperador, estaría dispuesto a pagar cualquier cifra que le pidáis a cambio de un arma tan formidable en la que llevar sus ejércitos a la batalla.

Los miembros del vendaval-de-muerte hablaban de pedir de nuevo la ayuda del pájaro-de-llamas-azules, pero Klunurig sospechaba que su burlesco favor no se manifestaría de nuevo con facilidad. Aquel ave maliciosa podía enviar llamas de fuego, o devolver la vida a un espíritu furioso del pantano en la forma de un ser pestilente de plaga, pero jamás haría nada que realmente reconfortara el dolor que sentían. Además, el enano-barbudo había perecido en su prueba, y eso era algo que ni el pájaro-de-llamas-azules podía revertir. No, allí ya habían terminado.

Al druanti no le sorprendió que aquellos falsos sabios-asesinos de la torre no tuviesen gran cosa que ofrecer. Al parecer, sus patéticos dioses no ofrecían nada sin antes recibir toneladas de aquellos codiciados trozos de metal que los humanos cambiaban constantemente por cosas. No era de extrañar que el enano-barbudo estuviese siempre renegando de sus dones. Debería haberse consagrado al pantano, como él. Eso sí era útil.

Por si no tuviesen bastante con todo aquello, la mujer volvió a sugerir que entregasen la pústula-purificada al señor-de-hierro que les había expulsado de su apestoso bosque-de-piedra. Y, a cambio, les daría un montón de trozos de hierro. ¿Y dónde llevarían esos trozos de hierro? Bah, humanos. Debería cortarles sus delicados deditos de sabios-asesinos y comérselos de cena.

- ¡El vendaval-de-muerte debe continuar su camino! - dijo, con un repentino exabrupto - No necesitamos un montón de hierro que no podamos cargar. ¡La pústula-purificada fue arrancada del corazón de mi ciénaga para curarla, y caerá sobre el cráneo de Mohrlex el infame, el invasor que esclavizó a mi pueblo! ¡Huuuumph!

Miró a los sabios-asesinos, gruñendo entre dientes. Luego, se volvió hacia sus compañeros, el vendaval-de-muerte, una vez más.

- La pústula nos espera. ¡Humph!

Kylian se mantuvo en silencio y lleno de rabia. ¿Qué sentido tenía esa prueba mortal a los que los estúpidos archimagos de la también muy estúpida torre de hechicería, sometían a los aspirantes a túnica roja? ¿Matar a todos ellos para conservar el trono donde sentaban sus apestosos culos llenos de costras de mierda? 

- Seguramente... - Decidió el sacerdote humano en cuerpo de goblin y apariencia de narigudo gnomo. 

Kylian estaba realmente enfadado con aquellos bastardos que trataban de mostrarse honorables y que justificaban de alguna manera la muerte de Thorwyn, su amigo, como algo inevitable que el mismo había elegido de alguna manera. 

- ¡Bastardos! - Hizo rechinar sus dientes de pura ira. 

¿Tenían que fiarse de ellos? ¿Iban a dejar allí su fortaleza voladora? ¿A cambio de qué? ¿Una limosna en forma de acero? 

- ¡Ni siquiera se van a dignar a eso! - La irá se apoderó de sus ojos llenos de fuego. - ¡Los magos más poderosos de Ansalon son pobres! - Negó con la cabeza. - Ilusionistas baratos...

- Creo que no vamos a recibir nada útil aquí. - Habló tras armarse de paciencia. - Sólo hemos perdido el tiempo y a un amigo. - Miró con decepción a los tres bastardos. - Creo que debéis revisar los estatutos de vuestro... - Respiró hondo. - ... selecto club. Si vais matando a los mejores magos de Ansalon, es normal que vuestra orden esté e declive... - No se cortó la lengua y dijo lo que realmente sentía. - Habéis perdida un gran arcano y nosotros a un gran amigo... - Buscó asiento. Estaba mareada, pero se recompuso. 

Acababa de recordar que Thorwyn se había ido sin acabar de crear sus objetos mágicos. Aún debía encantar su capa y su armadura. ¿Podrían aquellos inútiles acabar el trabajo al menos? Lo dudaba...

- Si realmente deseáis ayudarnos de alguna forma y realmente sois magos tan poderosos como se dice... - Igual aquellas no eran las mejores formas para pedir algo, pero estaba muy enfadado. El equilibrio dentro de él, estaba desestabilizado. - ¿Seríais capaces de encantar varios objetos en tiempo récord?

Los magos más poderosos de Ansalon nos ofrecen que les pidamos lo que queramos, pero se confiesan incapaces de atender ninguna de nuestras peticiones. Son una sociedad de otro tiempo, caduda, inútil.

—Si vamos a viajar hasta la Desolación por vuestros medios y no por los nuestros, necesito que garanticéis que todos nosotros llegaremos sanos y salvos por los caminos de la magia. Incluidos Nudillos, Makuwa y Jilhazhí —les pido, señalando a las tres criaturas citadas para asegurarme de que no les quepa ninguna duda—. Y antes de partir, debéis jurar por las tres lunas que no entraréis en nuestro hogar, ni permitiréis que nadie lo haga en nuestra ausencia. Y que pondréis todos los medios a vuestro alcance para traernos sanos y salvos de vuelta cuando así os lo pidamos. ¿Hay algún modo de comunicaros con vosotros una vez que estemos allí?

La esperanza que apenas había llegado a albergar se destrozó en mil pedacitos. Cerró los ojos. Los muertos a sus espaldas empezaban a dejarle una importante sensación de vacío que llenaba con la misión que tenía por delante, pero el hueco era cada vez mayor. Respiró. Las palabras solemnes de Klunurig calaron más profundamente en ella en ese momento, y no podía hacer más que aferrarse a ellas. El pantano se cobraría la vida de todos tarde o temprano, pues así habían de volver a la tierra. De modo que más le valía hacer algo útil con ella antes de que los malditos dioses de la magia o cualquier otro decidiesen acabar con ella.

Abrió los ojos, determinada a salir de allí lo antes posible. Bastante habían perdido ya. Recordaría a Thorwyn y a los demás muertos en los momentos antes de dormir, cuando volviesen en sus recuerdos. Ahora había que actuar, y Lluvia Estelar pensaba igual que ella.

—Por lo que veo la magia es más una maldición que un don. — dijo Enrielle con la voz ronca, y asintió a Lluvia Estelar.

Recordó que el juramento por Nuitari lo respetó incluso la naga traicionera, así pues debía ser garantía suficiente si era el Cónclave de los magos. Y, por mucho que le repeliese la idea tras lo ocurrido, viajar por medios mágicos parecía ser el camino.

Se quedó entonces mirando a Klunurig. El enano bakali no estaba entendiendo nada de lo que iban a hacer, al parecer, pues lo que pudo extraer de sus palabras era que su próximo plan era algo parecido a estrellarle la fortaleza en la cabeza al dragón del pantano. Se agachó junto a él y lo agarró por los hombros juntando su frente con la suya, a la manera bakali, para que le entendiese bien lo que iba a decirle:

—Escúchame Klunurig, hermano del pantano. El Vendaval debe seguir su camino, pero no será en la pústula esta vez. Algo terrible va a ocurrir, mucho más importante que el gusano Mohrlex. Se trata de Takhisis. La Reina de los Gusanos.— le dijo tratando de elegir palabras que comprendiese— Los caballeros de Neraka, que son de la cala de los hombres que ocupaban la pústula antes de nuestra llegada, la quieren resucitar, y para ello necesitan unos objetos muy poderosos. Hemos de encontrarlos antes que ellos, o la traerán de vuelta y los gusanos Mohrlexs dominarán y corromperán todo el mundo. — hizo una pausa para que le siguiese —Los magos nos abrirán una puerta y la cruzaremos, ¿de acuerdo? Llegaremos al final del mundo, y allí investigaremos qué ocurre, pues creen que algo puede pasar allí que tiene que ver con la Reina de Gusanos. Estaré contigo. El Vendaval sopla unido, ¿me entiendes, Klunurig Tzé?

Klunurig se quedó pensativo, rumiando las palabras de Enrielle-flechamuerte. Desde que dejaron el pantano, el bakali se había ocupado en purificar la pústula, defenderla de los sicarios del gusano-negro-del-pantano, de los humanos que querían reclamarla, etcétera. No se había parado a pensar demasiado en su rumbo, imaginando que el vendaval-de-muerte volvería, más pronto que tarde, a la ciénaga que era su hogar. Las conversaciones sobre artefactos, celebradas en un idioma que conocía lejanamente y del que perdía el hilo con facilidad, le parecían algo abstracto y sin significado tangible. Sólo ahora comprendía de qué hablaban.

- ¡Humph! - gruñó - Ahora entiendo. ¡Los humanos sois parcos en palabras útiles, para lo mucho que habláis!

Se rascó la barba cubierta de musgo, mientras barruntaba. Ciertamente, que la reina de los gusanos resucitase no era cosa buena. Si lo hacía, quién sabía, quizá nunca liberasen a su pueblo.

- Bien, iré. - lanzó una mirada torva a los magos - Pero los sabios-asesinos querrán quedarse la pústula purificada y cambiarla por una montaña enorme de hierro. Si nosotros les dejamos la pústula para que la guarden, ellos deben dejarnos algo a cambio para que lo guardemos. - miró a la sabia-asesina-niña - ¿Tienes crías? Una de ellas servirá. ¡Humph! Los bakali dejan sus crías en prenda por los juramentos, y, si no se cumplen, se las comen. - se relamió, pensando en unos tiernos dedos de cría humana.

Si no quería dejarle a una de sus crías, quizá sus compañeros del vendaval sabrían qué pedir a cambio de dejar allí la pústula.

—¡Cuánta insolencia! —protesta el viejo y achacoso Túnica Negra.

—Somos capaces de encantar toda clase de objetos —confirma la Señora de Wayreth, pasando intencionadamente por algo las provocaciones del clérigo gnomo—. La magia es la forma más elevada de Arte y como tal, conlleva un proceso meticuloso que no hay manera de acelerar. En cualquier caso, como muestra de nuestra sincera amistad, estamos dispuestos a encantarlos por un precio simbólico.¹

Las palabras de Lluvia Estelar hacen llamear las miradas de los tres magos y apretar los dientes con indignación por el juramento que se les exige y por la evidente falta de confianza que ello implica. Las de Klunurig, que rebasan lo tolerable, ni siquieran son dignificadas con una respuesta.

—Por el blanco Solinari, la roja Lunitari, el negro Nuitari y la Alta Hechicería a la que todos servimos, este Cónclave jura que no entrará ni permitirá que nadie entre en vuestro hogar hasta que hayáis regresado. Viajaréis seguros por los caminos de la magia y ninguno quedará atrás. Así mismo, os mantendremos vigilados en todo momento y acudiremos de inmediato en vuestra ayuda si vemos que estáis en peligro. Pero debéis saber que hasta ahora no hemos sido capaces de ver qué sucede en el interior de ese volcán. El lugar está protegido contra nuestro escudriñamiento así que es probable que perdamos el contacto una vez que entréis allí.