Partida Rol por web

Los puñetazos en las rodillas de Enrielle fueron brutales, amenazando con romperle los huesos. Los golpes con las alas desplegadas, por otro lado, rápidos y cortantes como cuchillas que la alcanzaron en la cara. Notó que de las heridas salía un líquido frío y espeso. Una parodia negra de la sangre que tuvo en las venas. El dolor fue extrañamente distante, y más que espolear su instinto de supervivencia, la empujaba a dar estocadas y mordiscos rabiosos al ángel desarmado. Y por un momento, se abandonó a un instinto inhumano y hambriento. Tan salvaje y ansioso que su espada estuvo a punto de salir despedida de sus manos, por fortuna pudiendo agarrarla en el último momento.

Parpadeó varias veces mientras recuperaba la sensatez. Ailaserenth había pedido que cruzasen. Quedarse allí significaría el final, así que obedeció. Cubriéndose con la espada, la legionaria retrocedió pasando entre el Túnica Blanca y su enemiga, y cruzó el portal sin dudarlo.

Kyliana no sabía muy bien a dónde se dirigían y menos aún el porqué. No obstante, eso era lo de menos, pues quien les había llevado ante ellos era la Senda y lo que les deparase del otro lado era voluntad del Divino Equilibrio. Después de tantos años había entendido que el Divino Equilibrio no era más que la Muerte, que a todos igualaba llegado el momento. Gilean le enseñó el camino hacía muchos años y Chemosh le desveló la verdad que el mismo contenía. 

- ¿Tiene algún sentido? - Se preguntó allí mismo, en ese preciso momento, durante aquella batalla desigual contra aquellas criaturas celestiales. - ¿Es Gilean, sin saberlo, un sirvo de Chemosh? - Dudó unos instantes. - Serví al Lord de la Muerte desde el principio sin saberlo... - Sonrió justo antes de cruzar el portal.

Flynnean trata de patear la cabeza de la derribada mujer alada, pero ella logra bloquear el ataque con su antebrazo protegido por los guanteletes de cuero. Con el mismo y fluido movimiento, el monje de Majere forcejea con el segundo guardián en un intento por hacerle caer como a su compañera; sin embargo, él se resiste, batiendo con fuerza sus alas para mantenerse en pie pese a los esfuerzos de Flynnean por derribarle. Finalmente, realizando un salto mortal hacia atrás, el monje salta por encima de la cabeza del bajito Biornthalar y aterriza junto a la columna izquierda del arco, desapareciendo en su interior.

Aprovechando que la hija de la luz de luna se encuentra tendida a sus pies, Enrielle trata de hundir su espada encantada en la carne de ébano de ella. Pero la doncella alada consigue apartarse una vez más de la trayectoria del arma, al tiempo que su compañero acude velozmente en su auxilio.

Con su maza enjoyada, el guardián alado golpea a Enrielle en el estómago con fuerza sobrehumana. Un calor abrasador como el sol se extiende entonces por las marchitas entrañas de la legionaria de Acero quien, a duras penas, consigue abrirse camino por detrás de Ailaserenth y lanzarse al interior del Portal para escapar de su atacante.

Para entonces Kyliana ya trapasado el umbral también y el arcanista qualinesti no tarda en ir tras ellas, dejando únicamente a Ailaserenth a este lado del misterioso arco de plata con las dos figuras aladas.

Constato con enorme satisfacción y alivio cómo, uno tras otro, todos mis compañeros se adentran valientemente en el portal que he activado, aun cuando desconocen por completo lo que les aguarda al otro lado. Su fe en mí resulta a partes iguales conmovedora y sobradamente justificada.

Veo el arma de la hija de la luz de luna caída a mis pies y con la hoja teñida con mi propia sangre. Sin dudarlo un instante, me agacho a recogerla.

—Te perdono —le digo con sinceridad a mi postrada atacante—. Os perdono a los dos. La próxima vez que volvamos a vernos, te devolveré tu espada y tú le entregarás a cambio al monje de Majere la reliquia de su dios. Hasta entonces, quedad con la bendición de Solinari y con mi gratitud por la impagable información que me habéis dado.

A continuación, me zambullo en el interior de la imagen oscilante, decidido a clausurar el portal a mis espaldas tan pronto como reaparezca al otro lado.