Partida Rol por web

Tobias vuelve removerse inquieto en el sillón y niega.

-No, mi señor, no me atrevería...

Vania se deja besar pero detiene sus movimientos cuando George menciona lo de tomarla entre ambos, parece que no le ha gustado. El viejo suda frío.

Lo miré, esperaba que todo fuera meramente una broma porque no estaba ni cerca de permitir algo así por mucho que lo quisiera. De pronto me sentí como un objeto y empezaba a sentirme molesta con él.

-Solo es un broma, Tobias. Parece que no me conozcas.-

Doy un cariñoso beso en la mejilla de Vania para recordarle que era una broma simplemente.

-¿Sabes? Me está enseñando a cocinar. Podría hacer la cena yo...si os atreveis a dejarme.- rio

-¿No hay ninguna noticia más en el reino?-

Ambos se tranquilizaron, aunque la excitación de Tobias pedía a gritos una mujer que no estuviera preñada como su mujer. Aún así se controló bastante bien y evitó mirar a Vania más de lo necesario, incluso trató en vano de borrar esa imagen de ella con los dos y como no, permitieron que George fuera el encargado de la cena.

En el fondo era una excusa para ir a la cocina...con Vania.

-Cariño...creo que necesito ayuda aquí. Sírvete una copa Tobias, no te cortes. Junto a la chimenea.-

Una vez llega Vania la beso apasionadamente.

-Perdoname si me he pasado. Me encanta torturar a Tobias. Y es realmente fácil con una belleza como tú. Eres una diosa ¿Te lo he dicho alguna vez?-

Dejo que ella se encargue de la cena, ya que en realidad no tengo apenas idea.

Me hizo reír, no podía estar enojada con él y lo besé apasionadamente, olvidándome de su amigo en el salón acaricié su espalda bajando mis manos hasta su vientre y el nudo de su pantalón.

-Tonto, me asustaste...

Lo atraje hacia mí con fuerza, sentándome sobre la mesada y enredando mis piernas a su alrededor evitando que el vestido nos estorbara.

-La cena está casi lista y lo sabes, ¿qué quiere de mí el señor?

Se revolvió en la cama para colocarse encima de él, por su suspiro y por como se muerde el labio inferior.. ya se puede saber que está pasando bajo las sábanas.

- Mañana.. lo haremos tranquilamente.. la carta al obispo.. no creo que diga que no.. me ha abandonado.. - se le escapa un gemido y sonrie - Anunciaremos tu nuevo cargo.. y en la justa.. la boda..

Araña su pecho mientras se mueve despacio, se inclina para besarle en los labios.

- Por primera vez.. en tanto tiempo.. me siento feliz.. - y era verdad, se sentía muy dichosa a pesar de haber pasado una de las mañanas más triste de toda su vida.

Solo esperaba que George no cambiara de opinión y volviera, porque iba a tener las puertas del palacio cerradas a cal y canto. Le había demostrado lo poco hombre que era y no merecía ni su perdón.

Pero miró a Charles y todo eso se le olvidó.. quizás Charles tambien tenga sus lios, pero en esos instantes la hacia sentir que era la única mujer especial para él y eso era lo que necesitaba, no sentirse el segundo plato.

Se dejó llevar nuevamente por la pasión, uniendose más a él, pronto cae sobre él exhausta.

No puedo resistirme a esta mujer, me haría asesinar a un niño si me lo pidiera. Lo sé...y me encanta.

El pobre Tobias va a tener que escuchar una sesión de sexo en la cocina.

No pierdo un instante y le doy lo que me pide, lo que quiero. Lo que deseamos.

No dejo de mirarla a los ojos un instante, sonriendo complice, deseoso de más. Enamorado.

Nuestros cuerpos se encuentran, los ruidos son claramente escuchados por Tobias pero no nos importa a ninguno de los dos. Como sigamos así, pronto vamos a tener ese hijo que tanto desea. Me quedé muy pegadita a él, tratando de recuperarme, de tranquilizar mi respiración. Y me vino a la mente que nunca habría sido feliz con alguien que me había mentido de aquella manera, simplemente le deseaba lo mejor así como yo tenía lo mejor.

-Amor, tenemos un invitado... Luego podrás hacerme el amor la noche entera... ¿Me ayudas?

Era muy difícil quitarnos las manos de encima pero a veces era necesario.

-Tobias...te odio....- susurro al oido de Vania mientras hago el esfuerzo de separarnos.

La ayudo a llevarlo todo.

-¿Y bien Tobias? ¿Algo más que recuerdes para contarme?-

No veia el momento de volver a la cama con Vania, mala suerte para Tobias que la única otra habitación totalmente arreglada esté pared con pared.

Ambos volvieron y Tobias se puso de pie ante Vania, luego volvió a sentarse, el ambiente en el salón era tibio pero lo era aún más por los gemidos de la rubia hacía unos momentos.

-No mucho, mi señor. Nada importante o menos importante.

Eso me sorprende, mucho. Me entristece un poco, más que nada por que aún mis confesiones, me seguía engañando.

¿Por qué diablos me pedía tiempo entonces?¿Simples largas? Hice bien en no dárselo. Muy bien...por ello conocí a Vania.

Vuelvo a sonreir, cogiendo la mano de mi futura esposa.

-Tobias, ojalá se derrumbe el castillo. Es un nido de víboras. Me alegro mucho de haberme marchado. Muchisimo.- se nota la sinceridad en mi voz mirando a Vania.

Cuando acabamos de cenar, charlamos un rato con Tobias, entre copas.

Acabamos acostandonos, y jugamos casi toda la noche, incluso la dejo atarme si quiere, para ser su juguete.

No quiero proponerselo al reves por si le recordase a los momentos con su padre...

Al dia siguiente la dejo con Tobias, y voy a encargar la iglesia para el dia siguiente, y un banquete para Tobias, ella y yo. Y varias personas más, cualquiera que quiera unirse, sin un numero fijo. Aunque nada demasiado caro.

Y así, tras casarse en una tranquila y pequeña boda de pueblo, los Wellington vivieron felices para el resto de sus vidas. Tuvieron cinco niños, siendo el primero un varón, luego dos niñas y finalmente dos niños más.

Las cosas en el reino, poco a poco fueron volviendo a su normalidad. Charles fue justo y benevolente, perdonó a muchos y devolvió sus tierras a tantos otros. Fue apodado el justo y ella, pronto recibió la anulación de parte del obispo que se ofreció a casarlos enseguida. Y así, una tarde de primavera, con flores adornando la iglesia del castillo y los jardines, llegó la boda de los ahora reyes.

No había súbdito que no quisiera mirar aunque sea de lejos a la hermosa Lena y no había hombre o mujer que no quisiera desearles cosas buenas y lanzar sus bendiciones al paso de la pareja real. Eran realmente unos reyes amados.

Todo estuvo listo, Lena era ayudado por Leonor a vestirse y él, terminaba de ponerse los ropajes más exquisitos hechos precisamente para la ocasión. No había nada fuera de lugar, las campanas comenzaron a sonar, ambos tenían que partir rumbo a la capilla que estaba justo cruzando el enorme jardín.

Ya frente al obispo y recibiendo su bendición para empezar, la ceremonia estuvo cargada de emotividad. No era un secreto el inmenso amor que se profesaban los reyes y el pueblo, al percibirlo así, se sentía feliz por ambos. Finalmente llegaron a la parte donde el obispo les preguntaba si se aceptaban el uno al otro, esperó sus respuestas para poder declararlos marido y mujer.