Entro a la sucursal bancaria con una sonrisa de oreja a oreja después de escuchar la voz de Hisa al otro lado del walkie talkie y su promesa de que nos trae pizza para comer. No es que sea como un cachopo de cinco kilos, pero la felicidad que desprende la chiquilla cuando se le da la oportunidad de hacer buenas obras vale mucho más que el cheque que nos ha dado Anita la Fantástica.
Y eso que a mí cinco millones de las antiguas pesetas me parece un dineral. Con esa suma mis padres hubieran podido comprarse tres veces la casa en la que crecí de niño y todavía les habría sobrado para tabaco y hasta para echar alguna quiniela. ¿Qué hago yo con doscientos cincuenta mil duros? Si no he visto tanto dinero junto en toda mi vida...
Pero a Poli y a Bonitín no les parece suficiente. Es normal. Por un lado porque ellos se han ganado esta recompensa más que yo, porque la pérdida emocional que han sufrido con el destrozo de las cintas ha sido más dolorosa que la mía y también, por qué no decirlo, porque ninguno de ellos tiene ni la más remota idea de la cantidad de impuestos que hay que pagar para que los pensionistas podamos irnos a los viajes del Imserso todos los años.
Le doy unas comprensivas palmaditas en la calva cabeza del asfixiado empleado de banca. ¡Qué duro es tener un trabajo de atención al público!
—Y el juego de sartenes, no te olvides del juego de sartenes. Todo el mundo sabe que es lo primero que te regalan cuando te abres una cuenta en un banco. ¿A que sí, chicos? No está nada bien que intentes tomarnos por estúpidos después del día que hemos tenido hoy.
Confieso que me llevo una decepción enorme al descubrir lo poquito que abulta nuestra recompensa en billetitos verdes de cien. Casi tan poco como el cheque bancario que le hemos dado a cambio. Y yo que esperaba ver a Poli cargando con dos bolsas de deporte llenas de fajos como en las películas...
Estoy por pedirle al enano que nos pague en billetes de cinco euros pero parece que hoy eso no toca, así que me voy de allí con mis sartenes debajo del brazo (Hisa se va a poner loca de contenta cuando vea el regalo que le traigo), la cabeza alta y aires de dignidad ofendida.
Mi humor solo empeora cuando nos detenemos en la siguiente gasolinera y no encuentro ni un solo casette de los chistes de Arévalo, ni un triste Currupipi Mix, ni la tecno-rumba de Camela... ni siquiera un Máquina Total 3. ¿Pero esto qué es? España, no te reconozco.
Afortunadamente en la estación de servicio está Hisa esperándonos con su bici de ir al cole, con la cesta delantera llena de pequeñas cajas de Telepizza. Su sonrisa genuina y desquiciada le quita a uno las penas y enternece hasta a los corazones más duros.
¡Mírala! Más bonita que la Puerta de Alcalá, con su pelito peinado con raya a medio lado y su ropita formal de estilo monjil. Como una chica bien del Colegio del Pilar. Una chica como Dios quiere y manda. La estrella de los tejados, lo más rock & roll de por aquí... Lady Madrid.
Y qué decir de mis dos chicarrones. Más duros que una lluvia de hachas de doble filo en el infierno. Es maravilloso estar todos juntos en familia otra vez. Qué orgullo paternal me despiertan estos tres muchachos. Con ellos aquí para defender España, uno puede pensar en jubilarse a gusto.
Yo no soy de fumar pero un día es un día, así que extraigo del bolsillo interior de mi americana el puro que llevo guardándome desde la boda de mi hermano en 1978 y me lo enciendo. Cierro los ojos, le doy una profunda calada y suspiro dejando escapar el humo lentamente. No puedo evitar sonreír.
—Préstame que los planes salgan bien.
El banquero se encogió, con una sonrisa untuosa y empezó a decirle a Bonitín.
- Eso es imposible, en este banco nos tomamos a las comisiones, que diga, a los clientes muy en serio, otra cosa sería si fueran clientes, pero sin ser clientes, es la comisión que hay que cobrar, lo siento mucho, pero estoy atado de pies y manos, lo dice el ordenador, así que por favor, firmen en este impreso - les dijo ignorando sus protestas, con una sonrisa, sintiéndose poderoso. Pero Poli era de los que derribaba los poderes establecido, un rebelde con gran corazón, el campeón del pueblo, y al pueblo los banqueros le tocan los huevos a 3 manos. Desempolvó el Iron Fist, y le dio un golpecito, para probar, lo que hizo que el banquero se riera y dijera - Pobre infeliz, això és un vidre antibalas, es irrompible, está hecho con cara de político, ni adamantium, ni vibranium ni niño muerto... cara de político, ya puedes pegarle puñetazos que no lo rompes en tu vida, por cierto, les he dicho que hay comisiones por intentar pegarle al banquero, esperen un segundo, que les calculo el importe...
Pero Poli cargó todo su chakra en el puño, a lo naruto, y le soltó semejante hostia al cristal que lo volatilizó. El ademán orgulloso desapareció al ver como era cogido por la pechera y era sacado de su habitáculo de seguridad. Unos cuantos maltratos después, niños, por favor, no miren, el pobre banquero derrotado, se metió la mano en la butxaca y empezó a producir billetes verdes como si fuera una rotativa de la fábrica nacional de moneda y timbre. 50000 del ala, como recién salidos del banco, y todo hubiera quedado así si Anthony no hubiera pedido las sartenes. Pujol protestó, nombró normativas, apelo a su piedad, pero bastó un par de apretones de calva de Poli, que le había cogido el gusto a pegarle a ese yoda del 3 al cuarto, para que abriera un armario y les entregara en ofrenda un juego de sartenes magefesa, una tostadora, 2000 títulos en deuda preferente, un juego de cuchillos gimsu y un radiocassettes para frisbies, algo que ponía CD y que no habían visto nunca, pero que en cuanto lo probaron, porque de allí no se iban sin probarlo, les sonó una musiquilla de lo más explicativo....
Satisfechos, especialmente después de robar el bolígrafo que estaba unido a una cadenita no vaya a ser que se lo robaran, se fueron a dar de comer a la Rosi, que los oyistis la habían dejado a medias. Con la pasta que tenían le metieron gasolina de 98 octanos, aditivos y un par de billetes de 100, que la Rosi era del equipo, que digo de la familia, y se compraron unas cervezas que las tenían más que ganadas y tiraron para el sur, esperando que la loca de Hisabel se uniera a ellos.
Algo más al norte, Hisabel estaba repartiendo peladillas con los hombres de Arensivia. Había sido díver pero empezaba a añorar a los chicos, además, eran más tontos que Picio, y sin ella eran capaces de que les atraparan. Se subió en el caballo blanco de Santiago y robó una bici de una repartidora de glovo, que estaba cargadito de pizzas, y encima, se llevó un traje de Parda que le caía como un guante, y se lo habían dado por ofrecer un autógrafo, ni siquiera por hacerlo, solo con el ofrecimiento. Le estaba empezando a gustar Oyististán, la verdad es que la gente era la mar de amable y siempre estaba dispuesta a ayudar.
La dama blanca cogió la bicicleta y se fue hacia el sur, hacia el solecito, hacia su Madriz, y se acopló al cuadro de la bici como si fuera Induraín, porque ir bien vestida y pedalear a toda velocidad. Unas horas después vio la Rosi en un área de servicio, oculta a plena vista, como decía el jefe que hacían las cosas los manteleros, que mira que la Rosi cantaba más que un kilo de sardinas al sol, pero Arensivia jamás los había encontrado, porque, aunque ellos no lo sabían, había resultado ser daltónico y para él la Rosi era monocroma.
Entró Hisabel, se reunió el equipo e intercambiaron bromas y pizzas, ante la mala cara del concesionario del área de servicio, que sabía que con esos poca caja iba a hacer. Se fueron a un rincón cercano a una televisión para ponerse al día, a reírse de Arensivia pero sin contarle lo del banquero, que Hisabel era muy liberal y se lo podía tomar a mal, o ir allá y arrancarle las tripas con un mondadientes...
En la televisión empezaba un programa, allí estaba Calleja y la Obregón a bordo del libertad, y, por arte de magia, o por una sesión de chapa y pintura prodigiosa, Ana estaba espléndida, sin ni una huella de haberse comido un muro. Ana llevaba a Calleja a pescar lubinas, mientras comentaban la vida de la farándula, los amores, y lo bonito que era aquello. Se la veía contenta, y joder, parecía que tenía un imán para las lubinas, que es que le saltaban al barco sin tirar el sedal, pero así era ella, atractiva para todo tipo de besugo. El programa se acababa y entonce Anita pidió si podía saludar, miró a cámara y dijo
- Y una cosa más, quiero mandar un beso bien fuerte a los miembros del equipo Jarl, mis héroes, si quieren contactar con ellos, miren el teletexto, resultados 100% garantizados...y Poli, cariño, esta sorpresa es para ti...
Del interior del barco salieron dos personas conocidas, los chichos, al menos los que quedaban, cantaban una canción, una canción solo para él, y es que había cosas que no se compraban con dinero, los chichos estaban cantando una canción, su canción, que arte, que duende...Poli se emocionó, Anthony sacó su puro y entonces sonó el teléfono de trabajo, que un autónomo tiene que tener teléfono, aunque sea de palo, para poder desgravárselo.
Trabajo, otro trabajo... Que buena era Ana, un poquito de publicidad y ya tenían otro encargo... Ya quedaba menos para comprarse ese pisito en Torrevieja, Alicante, ya quedaba menos.
-FIN-