Partida Rol por web

Sopesó la idea de hacerse también con un palo, al igual que Anna, pero consideró que la distancia requería de un método más pragmático. Rebuscó por los alrededores alguna piedra de buen tamaño -al menos el suficiente para poder ser lanzada por alguien tan enclenque como él de manera efectiva- y la lanzó como buenamente pudo contra la criatura más próxima a ellos. Eso sí, la primera se desvió por mucho, ya que a fuer de ser sinceros era la primera vez que hacía algo semejante. Sin embargo no se desanimó, y a pesar del sudor frío que empezaba a sentir controló el pánico y decidió hacerse con un buen arsenal de rocas

-Pruebe con una piedra, señorita Anna, al menos hasta que estén al alcance de su vara -recomendó, esbozando una tímida y poco creíble sonrisa

Dos de las criaturas accionan sus extraños artilugios, de los que emana un cono de niebla, helada y espesa, que envuelve a Artie y al joven historiador Henry. A ambos los envuelve un repentino frío que les atenaza los huesos. Las extremidades tiemblan hasta el punto de casi perder las armas que portan. Tan pronto como desaparece, queda la incómoda sensación que les ha dejado en el cuerpo, pero Artie reacciona rápido. "Así entraré en calor", piensa, y la bala, que apuntaba a esa horrible cabeza bulbosa con apéndices, acaba impactando en una de sus patas, haciendo que suelte el proyector de niebla con que le había atacado hace tan sólo un instante, pero no parece provocarle daño alguno. En cambio, desde el lugar de impacto de la bala, se ilumina momentáneamente una especie de hilos o red que acaba recorriendo todo el cuerpo del ser, como una especie de túnica redada que le cubre por completo.

Anna, que mira desafiante a las criaturas, espera el momento a que se coloquen a la distancia adecuada, aunque ahora su mirada se ha ido al arma que acaba de caer mientras la tercera criatura la sorprende con un nuevo cono de insoportable niebla helada. Anna se tambalea, gritando en mitad de la noche por aquel desgarrador frío ártico que recorre su piel.

Frente al desarrollo de la situación, Henry lanza una piedra que encuentra por el suelo, y el Dr. Bedford dispara sin acierto su carabina. La balanza parece tornarse del lado de esos seres de pesadilla.

Parecía como si aquel ser se estuviera regenerando. Aquella especie de telaraña que acababa de surgir alrededor de la herida podía tratarse de eso, de alguna medida de aquel extraño organismo que servía para curar sus heridas. ¿Y si no podían matar a aquellos seres? Lo que estaba claro era que aquellas bestias voladoras si podían matarles a ellos.

- ¡Joder! - Gruñó Artie. Y encima tenían una especie de arma que podía congelarles de frío. Eso era lo que le había sucedido sin duda al hombre que habían encontrado más abajo. - ¡Retirada! - Gritó como si fuese un general del ejército. - ¡Debemos volver!

Artie comenzó a retroceder. No quería perder a ninguno de sus compañeros. Eso sería terrible. No quería más víctimas entre sus amigos, le había bastado con Rachel y con el párroco. No obstante, seguiría disparando mientras se alejaba. Si veía que aquellos seres se quedaban atrás dejaría de hacerlo. Lo prioritario era salvar la vida.

Anna se repuso de aquel frío antinatural que acababa de invadirle de forma repentina. Ante las instrucciones de Artie se puso rápidamente en pie y salió corriendo todo lo velozmente que sus enclenques piernas, nada acostumbradas atletismo, le permitieron.

Le bastaba poco para huir. Al fin y al cabo, nunca quiso realmente aceptar aquel trabajo. Ya había visto demasiadas cosas que nunca nadie debería haber visto y ciertamente estaba asustada. Si no se había largado ya era únicamente por responsabilidad y lealtad a sus compañeros, pero si algo tenía por seguro es que aquello se había acabado. 

- ¡Correr, corred! - Gritó mientras se alejaba. - ¡Vamos a morir! - Exclamaba a viva voz.

El ser alado desarmado se abalanza sobre Artie con sus garras, que se aleja sin darle la espalda, mientras apunta de nuevo con el revólver. Éste rueda por el suelo esquivando el ataque, al mismo tiempo que la otra criatura vuelve a usar el cono de frío, esta vez contra contra el Dr. Bedford. El cono de frío pilla al historiador desprevenido y ahoga un gemido ante la imposibilidad momentánea de controlar su cuerpo.

¡Bang!

Artie hace rugir de nuevo su automática e impacta en el abdómen de su atacante. El balazo activa de nuevo la redecilla luminosa, pero el ser baja a tierra y se le puede ver sangrar un líquido negro.

La tercera criatura pone su atención en el Henry Carter, pues Anna ha salido huyendo de allí, y envuelve al joven con la fría niebla dejándole un gesto de dolor insoportable, mientras su piel se vuelve morada.

¡¿Pero qué clase de criaturas eran aquellas?!
Por un momento hasta pensó que debían provenir de otro planeta, como esas historias que había oído por la radio o leído en algún panfleto pseudo-científico. Nadie se las tomaba en serio, y con razón, pues utilizaban el conocimiento como un medio para recrear todo tipo de sucesos que no se alienaban en absoluto con la lógica más simple. ¡Pero ahí estaban! Engendros alados capaces de curarse y disparando unos rayos de frío

Notó su cuerpo tiritar y entumecerse, sintió como jamás antes en su vida la congelación de todos y cada uno de los nervios de su cuerpo. Por un momento pensó incluso que moriría al instante, y a pesar del daño sufrido consiguió rehacerse y seguir a Anna en su huída. ¿Qué otra podía hacer? Artie había ordenado retirada, y sin duda era lo más inteligente que podían hacer. Era imposible combatir con tanta desventaja. Esperó únicamente que sus miembros, que casi no sentía, pudieran responderle

Warren fue impactado por aquella densa niebla helada y casi quedó petrificado por completo. El frío embargó su cuerpo casi por completo y comenzó a temblar de inmediato. Supo en aquel preciso instante, que todo estaba perdido para él, no obstante, trató de ser útil hasta el final. 

- ¡Artie, márchate! - Le gritó a su colega. - ¡Yo lo entretendré! 

Apuntó con su fiel carabina y disparó. Pero el tembleque de sus manos impidió que hiciera diana.

- ¡Mierda Bedford, no sirves para nada! - Dijo por lo bajo tratando de cargar de nuevo su arma, aunque no tenía claro si podría volver a disparar, pues aquel frío invadía su cuerpo rápidamente.

El grupo de investigadores se ve arrinconado entre las tres criaturas que los atacan y la extraña ceremonia que se celebra un poco más allá. No os queda otra opción que ir retrocediendo poco a poco, huyendo del grotesco aleteo de esos seres extraterrenales.

Cuando ya estáis lo suficientemente cerca como para percibir el cántico, la llama blanca vacila momentáneamente y luego desaparece. Los inmundos seres dejan de cantar y se reúnen con los tres que os atacan y se marchan de la montaña volando todos juntos, perdiéndose entre las grises nubes, en dirección a las estrellas.

Harny, como si todavía permaneciese embriagado por la locura que le hizo arrastrarse montaña arriba en mitad de la noche y participar en un inquietante ritual, se retira por el mismo caminó que tomó para subir, en dirección a su casa. En silencio, pero con una incontrolable y nerviosa sonrisa en su rostro.

El frío invadió el cuerpo de Berdford y en aquel preciso instante se derrumbó en el suelo. Las heridas que aquellos seres le habían causado le habían dejado muy debilitado y el frío le había acabado de derrotar. 

- ¿Se han ido...? - Balbuceó antes de cerrar los ojos.

Horribles pesadillas le embargaron. Frente a sus ojos tenía ahora horrendos seres deformes, que flotaban a través del espacio mientras emitían un extraño silbido y cambiaban de forma constantemente. No tenían una forma concreta, sino que se retorcían sobre si mismos, con infinidad de cilios y tentáculos que luchaban entre ellos por abarcar el espacio que ocupaban los otros. Y él estaba allí, en medio de la nada y rodeado de aquellas abominaciones que su mente no lograba entender y que sin embargo había creado tras la visión de aquellas extraterrestres criaturas voladoras de tan extraña naturaleza.

Artie no volvió a disparar. Cuando vio que aquellos seres se alejaban, respiró aliviado, pues sabía que a base de plomo no alcanzaría la victoria. Podía matarlos, pues uno ya había sido herido y aparentemente de gravedad, pero eran demasiados para él solo y Warren, pese a que lo intentaba, ya no poseía la misma puntería que antaño. No sabía porque se marchaban, por lo habían hecho y eso era lo importante.

Entonces escuchó como Warren caía al suelo y murmuraba algo. Se giró de forma inmediata y lo vio en el suelo. Inmediatamente se agachó junto a su compañero y le ayudó a recostarse. Estaba inconsciente o cerca de estarlo. Le dio unos toquecitos en la cara para tratar de despertarle. 

- ¡Warren! - Volvió a golpearle. - ¡Warren despierte! ¡Hableme! - Le ordenaba. 

Anna de dio media vuelta y vio como aquellos seres se alejaban de la zona donde Artie y Warren habían comenzado a disparar. Vio como Henry había salido corriendo tras ella y estaba ha a su altura. También observó cómo Warren estaba en el suelo y Artie le sostenía entre sus brazos. 

- Warren... -​​​​​ Murmuró entre dientes. - ¡Carter, el profesor! - Exclamó. - Tenemos que... - Miró hacia la zona más de la vivienda de Harny. Todavía estaba lejos, pero igual el sheriff todavía estaba allí y podía ayudarles con el profesor. - ¡Voy a alertar al sheriff, usted vaya a ayudar a Artie con Warren!

Y sin esperar respuesta se quitó los zapatos de tacón y comenzó el descenso hacia vivienda de Harny con la esperanza de que el sheriff todavía estuviera por las inmediaciones.

Colina abajo, el sheriff, junto con varios ayudantes más avisados desde su vehículo por radio, tratan de cargar en la camioneta de un vecino de Jenning el cuerpo congelado de Bartley Hodges para retirarlo a la morgue. En su rostro, más pálido de lo normal, aún está reflejado el terror que vio descender del cielo y que, sin duda, le acompañará durante el resto de su vida.

- ¡Jimmy! - Grita Burton a uno de los ayudantes más jóvenes. - Atienda a esos tipos, y avise a El Charlatán de Brattleboro que prepare la recompensa del "caso Hodges".

Cumpliendo su palabra, el sheriff os atribuye el hallazgo del corresponsal y, por tanto, el derecho de cobrar los 500 dólares de la jugosa recompensa que ofrece el diario.

Rooger es detenido e interrogado, pero puesto en libertad en las horas posteriores. A pesar del papel que haya podido adoptar con esas criaturas aladas en Strafton, no hay leyes de este mundo para juzgar lo que ha ocurrido, que a efectos legales ha sido subir una montaña y realizar un extraño cántico. Nada ilegal. De manera informal, Burton os informa que su "peculiar forma de ser" se ha acentuado, y de vez en cuando repite una inquietante fantasía acerca de una entidad llamada "Ittau, Ifkua, Iffdkua..." que "volverá a intentarlo de nuevo", para instantes después estallar en histéricas carcajadas.

El Dr. Bedford es atendido de urgencia, y pronto recobra el conocimiento. Aunque diversas zonas de su cuerpo han sufrido quemaduras debido al radical frío, éstas son básicamente superficiales, aunque ha estado cerca de perder alguna extremidad, afirma la enfermera que le atiende. Es hora de volver a Boston y descansar. Con el caso cerrado y 500 dólares en el bolsillo, esbozáis una sonrisa cuando abandonáis el pueblo, pero una nube de dudas os queda flotando por la memoria. ¿Qué ocurrió allá arriba? Y, ¿cuándo lo volverán a intentar?

Muchas eran las incógnitas que quedaban en el aire sobre lo que había sucedido en aquella montaña. Había sido una suerte salir con vida de allí, pues aquellos seres parecían ser prácticamente inmunes a las balas y tenían una descomunal fuerza, además de aquellas armas que le congelaban a uno el cuerpo y también el alma. Lo más importante era que habían sobrevivido todos ellos y no habían tenido que lamentar muertes como en los dos casos anteriores a aquel. En la mansión Corbitt había perdido a su viejo amigo el padre Jonah y en la granja había sido todavía peor siendo la pobre Rachel la que perdiera la vida.

Fuera como fuera, cobrada la recompensa, "Tras el Telón", podía seguir operando de forma bastante más desahogada que hasta el momento. Aquella cantidad serviría para tapar algunos agujeros y todavía sobraría algo para cada uno de los investigadores, aunque tampoco demasiado. Repartieron la recompensa de forma equitativa, 100 dolares por cabeza y 100 para invertir en la empresa. 

Artie estaba satisfecho con el trabajo realizado. Habían profundizado un poco más en aquellos oscuros casos, acercándose a un nuevo fenómeno paranormal y aunque lo cierto era que planteaba más dudas que certezas, poco a poco se iban acercando más a ese ansiado conocimiento de lo oculto. Aunque el sabor había sido un tanto agridulce en parte. Warren había estado muy cerca de la muerte y Anna seguía bastante inestable mentalmente y eso le preocupaba. El futuro de ambos en la agencia podía estar en peligro. 

No obstante, parecía que Carter seguía al pie del cañón y con un poco de suerte, no les costaría encontrar a alguien más que deseara unirse a su extraña cruzada en el caso de que Anna o Warren les dejaran. Tras el Telón tenía que continuar, pues todavía había muchas incógnitas y mucho que descubrir por delante.