El pestillo de la puerta se inclinó hacia abajo y tras ella apareció el rostro de Eiara, ahora con algunas ojeras a causa de las pocas horas dormidas, que al igual que a ti, que no habías logrado descansar todo lo que quizás deberías haber descansado, le afectaba. Hizo una cansina inclinación con la cabeza, como de costumbre al saludarte o despedirse.
—Es... es de día, Eliron —dijo mientras tapaba con su mano el bostezo que involuntariamente salía a través de su boca, algo que era considerado de mala educación hacer por parte de un sirviente, y más aún frente a quien debía servir—. Lo siento —se disculpó—, tengo un poco de sueño. Aún no comienzan a preparar el desayuno, pero tan pronto esté te lo haré saber. Le he comentado a Lady Eliza sobre el ejercicio, y dijo que de momento podías ir al patio interior, pero que en cuanto el sol subiese un poco y los magos comenzasen a despertar y andar por ahí deberías usar la Arena o salir fuera siempre con la compañía de un mago para ejercitarte —no era algo que te extrañase. Después de todo, la función de los patios interiores no era ser un lugar de entrenamiento físico sino un lugar para relajarse y conversar o reflexionar en paz. Hombres musculosos con el pecho al desnudo corriendo y levantando objetos pesados no ayudaban demasiado a mantener esa atmósfera de serenidad—. ¿Me sigues? —te preguntó inclinando la cabeza hacia un lado.
Recibí a Eiara y me preparé a seguirla. Escuche sus instrucciones y vi lo cansada que estaba Eiara hago una pequeña sorisa picaresca Ten cuidado con quien bostezas, no vaya a ser que te conviertan en una piedra parlanchina Me acerco a ella y le digo Adelante, llévame al patio , no te preocupes por el desayuno o lo que sea que tengas que hacer, te doy el día libre, solo dime antes las indicaciones para ir al corazón del castillo, al lugar más importante, a la BODEGA Digo con cierto dramatismo.
Me adelanto a la puerta y le hago que pase con una sonrisa en la cara, estoy algo cansado pero no lo muestro,siempre se me ha dado bien disimular el cansancio.
Volviste a tu dormitorio, algo agotado y con un frío sudor cubriendo algunas zonas de la piel de tu cuerpo, principalmente la espalda y el pecho. Unos largos minutos más tarde, cuando ya no sentías la fatiga producida por el reciente ejercicio y habías dejado de sudar, Eiara tocó la puertay abrió, con una bandeja en sus manos. Sobre ella descansaban un par de frutas y... ¿hongos? Eran de color marrón oscuro y el vapor cálido que salía de ellos olía extraño, y aunque no era un mal olor tampoco era uno que invitase de forma natural a que los comieras. Había también dos huevos cocidos, ya pelados y cortados en rodajas. Como era de esperar, también había un cuchillo y tenedor en la bandeja, así como un vaso con agua.
—El desayuno —dijo para luego levantar las cejas y lanzar una desconfiada mirada al plato que llevaba en sus manos—. Antes que nada; los hongos no saben muy bien y al masticarlos se siente como si estuvieses masticando una masa arenosa —señaló antes que nada, dándole prioridad total a explicarte la textura de los hongos— pero... —negó con la cabeza y apretó los labios mientras se encogía de hombros— es lo que toca hoy.
Entró a la habitación, retiró la bandeja de la cena de la noche anterior con sus respectivos cubiertos, plato y vaso y colocó en su lugar la del desayuno.
—Iré a llevar esto a la cocina —dijo mientras se dirigía a la puerta—. Los profesores han decidido darles algo de tiempo libre durante la mañana, y por lo que me han dicho luego tocará meditar de nuevo, así que... Parece que estás libre hasta entonces. Puedes recorrer los alrededores y conocer un poco Gran Torreón por tu cuenta o esperar a que vuelva para poder guiarte si quieres encontrar un lugar específico —explicó—. Ah, y si te vas solo... intenta no perderte —te pidió con una sonrisa.
Cuando llego a mi habitación me dedico a quitarme el sudor y prepararme para el día mientras pensaba en los ejercicios que había hecho y en toda la habilidad que había perdido a causa de este mes dormido... Mañana diez abdominales más, y otros diez minutos corriendo, tengo que escalar ese árbol... La puerta se abrió, vi a Eiara pero me fijé en la bandeja que llevaba y mi barriga sonó.. Aunque después de olor e inspeccionar la comida, el primer instinto se calmó...
Unos hongos deliciosos Digo con una sonrisa maliciosa ¿Son de cosecha propia?, ¿de dónde los habéis sacado de los pies de Lord Lorlen? Comienzo a comer, primero los huevos, dejaré los hongos para más tarde, si eso. ¿Perderme, yo? ¿Enserio, Eiara? Como sino me conocieras, ¿alguna vez, en todo este tiempo que nos conocemos, acaso nos hemos perdido alguna vez ?
Veo el vaso de agua y estoy algo decepcionado Cuando se vaya me voy a buscar la bodega, si he perdido en el ejercicio, en beber... ¿No me podrías traer algo más fuerte, como vino o cerveza? El agua pasó de moda hace siglos.
Cuando vea que sale Eiara le paro y le digo Por cierto, amiga mía, dos cosas. La primera, no hace falta que me acompañes, pero estaría genial si me describieras más o menos la dirección hacia las cocinas y la segunda... Si no me equivoco la mujer esa... Eliza creo que se llamaba, me hizo las pruebas... me gustaría hablar con ella después de las meditaciones,¿ podrías preguntarle si me podría reunir con ella, por favor? Le dedico una cálida sonrisa.
Eiara rio un poco, aunque era una risa sospechosa, y la jóven era plenamente consciente de ello.
—De hecho... sí —respondió a tus sospechas quizás a modo de broma sobre que eran de cosecha propia, aunque posiblemente no viniesen directamente de los pies de Lorlen—. Preguntaré en cocina, pero no creo que tengan problema con que te traiga vino —aseguró—. ¿La cocina? —preguntó algo extrañada al oírte pidiéndole instrucciones sobre cómo llegar allí—. Sólo el personal está allí, los magos nunca van, pero... sí, puedo mostrártela, supongo. De hecho ahora mismo voy hacia allí, ¿quieres acompañarme? —Eiara asintió con la cabeza ante el pedido de que te reuniese con Lady Eliza—. Claro, le haré saber que quieres hablar con ella.
Como rápidamente la comida y aparto los hongos, he dado los mordiscos a algunos y no me han acabado... Le sonrío y le digo ¡Por supuesto! Vamos ahora, no hay tiempo que perder mi joven amiga. Me levanto y cojo el plato, no dejo que me lo lleve a la cocina. Salgo rápidamente de la habitación y comienzo a caminar como si supiera a donde voy.