No había acabado de pasar un minuto desde que te habías acostado cuando tus ojos se habían cerrado y tu mente marchado rauda al mundo de los sueños.
Toc toc toc.
Silencio.
Toc. Toc. Toc.
El sol había asomado por el horizonte hacía tan solo unos minutos, tomándose con plena calma la tarea de derretir la nieve que había caído durante la noche para poco a poco calentar el frío viento otoñal que tan libre como era posible serlo recorría las amplias planicies aledañas a Gran Torreón, la última academia de magia en pie de toda Shinie.
Un cuervo dormitaba fuera, recostado en el marco exterior de la ventana. Respiraba tranquilamente tras el vidrio empañado de bordes escarchados mientras su plumaje etéreo, oscuro como la noche misma y brillante cual luna llena, relucía con fuerza ahora que los rayos del sol impactaban de lleno en él, calentándolo y relajando sus músculos entumecidos.
Mientras que te encontrabas cómodo y cálido sobre un colchón que parecía se sentía como el paraíso, bajo numerosas y aterciopaladas mantas y con la cabeza cómodamente reposada en una mullida almohada de plumas, la habitación en sí estaba fría. Cada vez que exhalabas veías en el aire algo que se asemejaba bastante al vapor de agua y al tocarte las orejas podrías sentirlas notablemente frías.
Toc toc.
La puerta volvió a sonar. Habías dejado tu calzado a un lado de la cama y el manto de aprendiz a los pies de la misma, aunque ahora se encontraba en el suelo posiblemente por los movimientos que habías hecho con las piernas mientras dormías.
Tu resistencia mental se ha restaurado por completo.
Abrí los ojos poco a poco dejando que el sol me acabara de despertar por completo. No recordaba cuando se había ido a dormir, pero lo había hecho como hacía mucho que no dormía.
Toc toc toc
Aquel ruido. La puerta. Me levanté pesadamente aún con el cuerpo entumecido después de una noche de descanso. Recogí la túnica de aprendiz del suelo y caminé arrastrando los pies hasta la puerta de la habitación.
¿Quien sería? ¡Ah! Claro. Arlette que viene a llevarme a las clases.
Tenía que asimilar todavía todo lo que me había sucedido el día anterior y no tenía claro como iban a ser los días a partir de ahora. Aprender a controlar y aumentar los poderes que en teoría había adquirido. Cogí el tirador de la puerta y abrí sin preguntar quien era.
Arlette esperaba afuera, con una bandeja en sus manos. Sobre ella descansaban un par de frutas y... ¿hongos? Eran de color marrón oscuro y el vapor cálido que salía de ellos olía extraño, y aunque no era un mal olor tampoco era uno que invitase de forma natural a que los comieras. Había también dos huevos cocidos, ya pelados y cortados en rodajas. Como era de esperar, también había un cuchillo y tenedor en la bandeja, así como un vaso con agua.
—Hola, kAI, espero que hayas descansado —dijo en forma de saludo antes de levantar las cejas y lanzar una desconfiada mirada al plato que llevaba en sus manos—. Traje tu... desayuno. Los hongos no saben muy bien y al masticarlos se siente como si estuvieses masticando una masa arenosa —señaló antes que nada, dándole prioridad total a explicarte la textura de los hongos— pero es lo que toca hoy —sentenció sin más.
Entró a la habitación, retiró la bandeja de la cena de la noche anterior con sus respectivos cubiertos, plato y vaso y colocó en su lugar la del desayuno.
—Iré a llevar esto a la cocina —dijo mientras se dirigía a la puerta—. Los profesores han decidido darles algo de tiempo libre durante la mañana, y por lo que me han dicho luego tocará meditar de nuevo, así que... Parece que estás libre hasta entonces. Puedes recorrer los alrededores y conocer un poco Gran Torreón por tu cuenta o esperar a que vuelva para poder guiarte si quieres encontrar un lugar específico —explicó—. Ah, y si te vas solo... ten cuidado con no perderte —te pidió con mirándote de reojo.
Hacía tiempo que no disponía de tanta comida a mi alcance y no le haría ascos a probar cosas nuevas, aunque tuvieran el olor que tenían.
Gracias, Arlette. Iré a dar una vuelta por ahí para familiarizarme con el sitio.
Me dirigí hacia la mesa para sentarme a desayunar, pero antes de hacerlo y dejar que Arlette se fuera la paré.
Espera. Antes de irte. Tenemos que hablar de por qué me tratas así como si yo te hubiera hecho algo. No podemos estar todo el tiempo que dure mi estancia aquí de esta manera, y menos si nos vamos a tener que ver todos los días y varias veces al día. No me gusta que te sientas incómoda y si supiera el por qué quizás pudiéramos hablarlo para que no te sientas tan mal.
Arlette se detuvo antes de salir, dejando salir un suspiro cansino.
—No tengo nada contra ti, Kai, es sólo que... —Arlette negó con la cabeza y pareció tragarse las palabras que estaba a punto de soltar—. No es nada, en serio, lamento si soné ofensiva en algún momento —y sin dar más explicación que aquella, Arlette salió expresa del dormitorio a paso ligero con la bandeja de la cena en las manos, perdiéndose en el pasillo.
Allí había algo más que el simple hecho de servir a un mago.
Tomo nota para intentar averiguar qué es. Creo que ella quiere explicarlo, pero aún no se atreve o no tiene suficiente confianza. Paciencia.
Comí con hambre, incluso aquellos hongos que Arlette dijo que no tenñian buen sabor. La verdad es que sí que parecía que comía arena, pero no los encontró tan malos como esperaba. No eran un gran manjar para mí, pero no me disgustaban.
Me vestí con ropa limpia y me dispuse a salir a investigar por la zona. Ya que tenía tiempo libre, me adentraría en esa red laberíntica de pasillos intentando orientarme por mí mismo. Tenía que conocer lo máximo que pudiera de aquel lugar. Abrí la puerta y salí al pasillo mirando a derecha e izquierda.
Izquierda
Tomé el pasillo de la izquierda y comencé a caminar por él, observando las paredes y la construcción del edificio.