Partida Rol por web

El mago entrecerró los ojos, y sonrió. Parecía satisfecho, fuera lo que fuera que estuviera pensando. Se apoyó en la baranda de piedra, sin que el frio le preocupara.

Dejó pasar unos momentos de silencio, en el que sólo se escuchó el siseo del viento entre los inmensos árboles y las volutas que levantaba a su paso. Solas era una persona callada, pero no pasiva. Cada gesto, cada mirada y, desde luego, cada palabra, tenían un contenido pleno. También su silencio. Aisha notó la comodidad del momento, la camaradería, la comunión establecida. Supo que su sentimiento para con lo que estaba por llegar era comprendido, y compartido, por el elfo.

Finalmente, Solas se giró de nuevo hacia ella, el ceño ligeramente fruncido, pero sin perder la sonrisa, y clavó sus pupilas en las de ella.

- Halam'shivanas. -Repitió.- Es curioso que sea eso precisamente lo primero que hayas dicho. Es... mucho más que una simple afirmación de que asumes voluntariamente un deber difícil, y además, lo sabes. Sabes a qué me refiero. Hablas del Templo de Mythal, y de lo que significa para mi. Y sientes que mi implicación es mucho más grande de lo que lo es para otros. Pocos se... habrían dado cuenta.

Volvió a mirar al infinito, siguiendo el perfil de las cumbres con la mirada.

-Dime. ¿Qué viste en el Cruce de Caminos? Nunca hemos hablado de eso. De hecho, no hemos hablado casi de nada.

La bruja dejó de mirarle, y resiguió como él la silueta de las cumbres que los rodeaban. Asintió, seria.

-Debió ser hermoso tener alguien así, cerca. ¿No sabes nada más de ella? ¿Nada del Círculo, ni de dónde está ella ahora...?

Había un punto de sentimiento en su voz. No era envidia, ni celos. Era melancolía. Quizá Morrigan había perdido a alguien como él describía, o por lo menos como daba a entender que era su amiga. O quizá, lo que le ocurría era precisamente lo contrario, quizá nunca había tenido la suerte de tener a alguien por quien pudiera sentir algo así.

La joven elfa se giró hacia Jacob justo cuando éste acercaba su mano para apartarle el mechón de pelo de la cara. Al verlo se rió, agitó la cabeza, y sopló hacia arriba, haciendo que el cabello se desordenara y cayera aún más enmarañado y rebelde.

-¿Descansar? ¿Ahora? ¡Ni hablar!

Y como para enfatizar lo que decía se puso a bailotear alrededor, sin dejar de reirse. De pronto le agarró de la mano, y tiró de él, poniéndose a correr.

-¡Ven! ¡Vamos al tejado! Desde allí se ve aún más lejos que desde aquí. Y hay cosas. Cosas dejadas allí, puestas, o algo. ¿Has estado en el tejado? ¿Te gustan? Tienes que hablarme de lo que hacías en tu mundo. Yo cazo, ¿ves? O doy por saco a los malotes. De esos hay montones, claro...

Negó lentamente con la cabeza, como si tuviera miedo de hacer ese gesto.

- Se la llevaron a otro Círculo. Y luego yo me fui. No tengo forma de saber dónde está ahora.- pensó que quizá, con la rebelión y la guerra, habría muerto, idea que trajo las tinieblas a su rostro melancólico.- Espero que esté bien.- susurró a modo de plegaria, aunque no tuviera un destinatario.- No sé por qué la he abandonado.

Cerró los puños y apretó la mandíbula. En todos los años que había pasado siendo un apóstata, ¿por qué no había intentado encontrarla? Se había dado por vencido cuando, estando con ella, no creía en lo imposible y siempre estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta por ella.

Mientras su mirada seguía deslizándose por las siluetas montañosas, Morrigan frunció el ceño.

-¿Abandonarla...? No sé por qué dices eso. No somos dueños de nuestras decisiones, la mayoría de las veces. Estoy segura de que no la has abandonado, seguiste tu camino, y ella el suyo. A veces esos caminos coinciden, a veces, se separan. No elegimos cuándo ocurre una u otra cosa, es el destino quien lo hace por nosotros. Y no siempre el destino es dulce y fácil. En realidad, casi nunca lo es. -Sonrió con una sonrisa amarga, la de alguien que sabe, y que acarrea una pesada carga justamente por que sabe.- Y cuando lo es, entonces, tiembla. Porque el siguiente recoveco de tu camino será aterrador, y en él te esperará agazapado el mayor de los enemigos...

en verdad me sorprendió un poco que se pusiera a hacer ese tipo de monerías, pero realmente era una chica agradable, aunque me tomó algo de sorpresa cuando casi me seuestra para llevarme al tejado sin dejar de hablar yo me limité a seguir el paso como pude, no tenía ni de cerca la misma agilidad ni gracia que ella -Wow, wow, espera vamos por partes, que cosas hay e el tejado? y si, de pequeño me gustaba subir al tejado de mi casa pero creo que si lo intentara ahora me rompería la cara o algo peor, pero si, se donde quedan... y claro, si quieres saber lo que hacía en mi mundo, te cuento todo lo que quieras- dije mientras intetnaba seguir su ritmo lo mejor posible sin tropezarme o parecer tan torpe

Estaba frustrada, aunque lo de gruñir y protestar fuera algo habitual en mí. Yo misma sabía que cuando me ponía borde no me ganaba demasiada gente y a veces, cuando gruñía, estaba segura que más de uno me agarraría del cuello y apretaría hasta que dejara de patalear, pero toda la terquedad que mostraba con mis quejas, la demostraba después para muchas otras cosas. Era algo que no podía evitar y bueno, en ningún momento había intentado parecer perfecta cuando no lo era.

Eso sí, de todas formas, tenía bastantes motivos para echar humor por las orejas después de aquella reunión.

No me percaté del gesto hasta que no sentí el calor de su cuerpo, pues había agradecido su proximidad, pero claro cuando sentí el cuerpo del hombre tan cerca mío y lo olí, tuve que levantar la cabeza unos instantes para mirarlo a la cara.

- Pues si vosotros estáis asustados, imagina como estamos nosotros. - No me daba vergüenza reconocer que tenía miedo. Me parecía que en mi situación, si no lo tuviera no sería humana, sino que tendría octanos en vez de plaquetas.

Se colocó de frente a mi rostro y me dijo aquellas palabras que me reconfortaron. Saber que no estaba tan sola allí, que a alguien le preocuparía si me pasara algo era reconfortante, al menos, para mí lo era, pues siempre había necesitado del contacto humano. Era de ese tipo de personas que necesitan estar con gente de vez en cuando, tener a alguien con quien hablar, ayudar... también con quien discutir, por supuesto, esto último era casi lo más importante debido a mi carácter.

Por unos instantes, estuve convencida de que me iba a besar y por esos instantes ni me moví. ¿ Quería que me besara? De no haber sido así habría podido moverme y todo hubiera pasado.

De todas maneras no lo hizo y eso me descolocó bastante, pero eso de decirle " oye ¿ y ese beso que me ibas a dar ? " no me parecía una buen plan, por lo que simplemente suspiré por lo bajo y guardé silencio, al menos, hasta sus siguiente palabras. 

- Creo que nos queda demasiada misión desconocida de por medio como para pensar demasiado a largo plazo. Aún tengo que comprobar si tus enseñanzas para usar el arma han servido para algo o sólo estabas fanfarroneando delante mío... - Sin duda ya había conseguido aplacar mi mal humor, pero si algo tenía, era que era capaz de desenfadarme de la misma manera que me enfadaba, sin demasiado esfuerzo.

 Asintió a las primeras palabras del elfo. - Me uní a la Inquisición porque quería ayudar a restaurar la paz en Thedas, aportar mi granito de arena. Esta oportunidad para asegurarla es mucho más de lo que esperaba cuando decidí venir aquí. - Explicó satisfecha. 

 Durante un instante recordó lo duro que le fue dejar atrás todo lo que había conocido, más si cabe cuando su clan se opuso a su marcha, y aun así sólo se convencía más de que había hecho lo correcto.

- Parece que tus acciones y tus conocimientos impresionen incluso a la propia Inquisidora, lethallin. No creía que fuera algo difícil de apreciar. - Sonrió ligeramente. - Entender y conservar nuestra historia es importante, y recuperar algo de ella sería un logro. - Opinó. ¿Cuanto podría llegar a aprender de los suyos si tuviera la oportunidad de examinar con detenimiento el templo de Mythal, o esos artefactos?

 Suspiró y miró también hacia el horizonte antes de contestar a su pregunta, dudando de si Solas se había percatado de su presencia y la de Miron antes de lo que ellos creyeron cuando estuvieron en el Cruce de Caminos, y valorando si sería prudente decirle la verdad. - Antes de encontrarnos con los Shemlen te vi a lo lejos, frente a un Eluvian sobresaliente. Dejaste... Algo, en el suelo, y entonces el Eluvian se oscureció y te marchaste hacia los Shem. Miron y yo también fuimos hacia ellos, y ya sabes lo demás. - Continuó con la vista fija en las montañas, sin atreverse a cruzar miradas con él esta vez. Desconocía si había algún problema con lo que vieron Miron y ella, pero tampoco es que lo hubiera entendido, y no mentiría sobre el tema.

Las palabras de Morrigan no eran precisamente alentadoras. Miron nunca había creído en el destino ni en ninguna fuerza superior que trazara un camino para todos, pero la seguridad con la que hablaba ella conseguía que se estremeciera. La miró durante un instante, preguntándose qué clase de experiencias habría tenido ella para poder tener esa visión del mundo, pero en seguida volvió a dirigir su mirada hacia el helado horizonte.

- No es muy reconfortante.- dijo con una media sonrisa.- Pero supongo que es cierto. Sin embargo, yo sigo pensando que no hice nada por ella. Para buscarla. Ahora podríamos estar juntos. Demonios, podría incluso irme ahora mismo a encontrarla.- se quedó callado e inspiró hondo.- Pero no lo hago. Siempre pienso que será imposible dar con ella y una "pérdida de tiempo". Y, ¿acaso no pierdo más el tiempo torturándome con el "y si..."?

Iba a continuar hablando, pero se detuvo súbitamente. Miró a Morrigan y frunció el ceño. ¿Qué le estaba diciendo? ¿Por qué le estaba contando algo que nunca antes había discutido con nadie? Dio un paso hacia atrás, apartando las manos de la fría piedra.

- Da igual. Tengo una misión y piensa cumplirla.- dijo secamente.- Hablar de esto ahora mismo no sirve de nada.

Dicho esto empezó a caminar hacia el interior de la fortaleza, aunque se quedó quieto y se giró para echar un último vistazo a la bruja. Aquella mujer era mucho más de lo que parecía. Volvió a mirar hacia Skyhold y emprendió la marcha.

Ella le vio partir, le vio girarse y mirarla, y luego le vio seguir su camino. Y él, entonces, sintió el peso de sus ojos en su espalda, sabía que Morrigan seguía atenta a sus pasos.

No supo, sin embargo, si eso era bueno o malo, si era señal de que tenía a la bruja como aliada, o quizá incluso más, o si lo que le había dicho no le había gustado.

Fuera como fuera, Miron estaba tranquilo, y decidido. Tengo una misión y pienso cumplirla.

Él no lo sabía, pero Morrigan apreciaba muchísimo esa decisión. Si Miron hubiese sido de raza élfica, probablemente lo que ella tendría ahora en su mente sería "Halam'shivanas."

El dulce sacrificio del deber...

Se quedó mirando a la pequeña elfa, tranquilo. Le gustaba la compañía y la de ella no le desagradaba. Era alegre aunque un tanto caótica pero bueno, él tampoco era el gran ejemplo de coherencia y rectitud. 

- Realmente, no pensaba en nada en particular. Solo observaba. No estoy acostumbrado a vistas tan hermosas como estas. En mi mundo vivía en un lugar con altos edificios, todo era... cómo explicarlo, más artificial. Aquí, solo echar un pequeño vistazo a cualquier ventana es como si viviera en la edad media. Estas montañas, sentirte insignificante al observarlas, allí no ocurre. Puedes sentirte insignificante ante los edificios enormes pero nunca ante la naturaleza. Al menos donde solía vivir. - Paró un momento al caer que se estaba enrollando demasiado - Uy, lo siento. No tiendo a desvariar tanto por norma general sólo que se me hace raro todo esto. Al menos sois gente acogedora. Es difícil sentirse solo. Aunque también hay que decir que con toda esta extensión de paisaje tengo la sensación que aparecerá cualquier bicho enorme en la lejanía para devorarnos a todos. 

Sonrió como un niño que está absoultamente satisfecho con su respuesta para observar más detenidamente a Sera y preguntarle:

- ¿Y se puede saber que te trae a ti por aquí? No te estoy echando, que conste, sólo que me he acostumbrado a verte en la taberna. Se me hace raro encontrar a alguien más aparte de los guardias que patrullan. 

Solas no apartó la mirada del punto impreciso en que la había posado, simplemente apretó los labios y asintió.

-Gracias por tu sinceridad, lethallan. Suponía que así había sido, porque Morrigan apareció detrás de vosotros. -Aisha no supo exactamente a qué se refería el elfo con esa afirmación, pero ya empezaba a conocerlo, y sabía que los hilos del pensamiento de Solas eran intrincados. Entonces se volvió hacia ella, mirándola con curiosidad, sin ningún disimulo. -Me pregunto...

Pero aquí acabó su frase. Después, sacudió la cabeza, quizá había encontrado en ella alguna respuesta a su mudo interrogante.

-Buenas noches, lethallan. Aisha. -Pronunció su nombre con una dulzura inaudita. - Dareth shiral.

Y lentamente se separó de ella y regresó a Skyhold.

Garret perdió el aire ceñudo y soltó una carcajada plena en respuesta a Eva.

-Estaba fanfarroneando, por supuesto. ¿Cómo no hacerlo ante una mujer como tú...? Deseaba impresionarte, claro. Aún lo deseo... entre otras cosas.  -Levantó las cejas, y su mirada se tiñó de travesura.- Pero por ahora, me conformo con... bueno, protegerte y... que confíes en mi.

No era un hombre tímido, pero se contenía. Lo vio en sus ojos, en sus manos, en el ligero temblor que había en su voz.

-Me gustas, no debe ser una sorpresa que te lo diga. Mucho. Pero esperaré a que te convenzas de que este mundo no es tan malo... si estás conmigo. Si aún así quieres marcharte cuando todo esto acabe... Bien, te dejaré ir.

Empezó a andar hacia Skyhold. Pero se volvió, le guiñó un ojo, y añadió:

-Creo.

La elfa se rió sin responder la pregunta. Simplemente siguió adelante, subiendo y correteando, sin soltarle la mano.

Y así, entre risas entrecortadas y jadeos por el esfuerzo, ambos se perdieron entre las sombras nocturnas, como dos niños traviesos.

La elfa se rió sin responder la pregunta. Simplemente le cogió de la mano y salió corriendo hacia Skyhold de nuevo, subiendo y correteando, sin soltarle.

Y así, entre risas entrecortadas y jadeos por el esfuerzo, ambos se perdieron entre las sombras nocturnas, como dos niños traviesos.