Partida Rol por web

Mientras esperaba a que el mayordomo terminará de prepararle las maletas para partir, Laird McAdams paso revista a todo lo sucedido esos dos días. Buscaba excusas. Cualquier forma de explicar de manera racional unas experiencias imposibles, pero que tampoco podía negar. Dudo de su cordura, más la mayoría de los sucesos los había compartido con otros de los invitados y esto era para él motivo suficiente para no cuestionar su salud mental. Pero, ¿que conclusión podía sacar entonces de lo ocurrido? ¿Demostraban las experiencias vividas la existencia de espíritus? Scott sacudió la cabeza enérgicamente queriendo con este gesto alejar ese tipo de pensamientos, sabiendo una parte de él que su vida no volvería a ser nunca más la misma. Que jamás podría volver a disfrutar como hasta ahora de las cosas sencillas; de una manera tan despreocupada. Algo había cambiado en él para siempre.

Si el señor Flint no vio el gesto del Laird o si conocía su profesión y el comportamiento que se esperaba de un mayordomo fue algo que Scott se quedaría sin saber. El caso es que aquel no dio ninguna muestra de haber notado un cambio en el humor del Laird. Todo lo que hizo fue comentar escuetamente que había terminado de preparar el equipaje del invitado y, tras recibir un simple y rápido asentimiento de cabeza como toda respuesta, se dispuso a bajar las maletas hasta la entrada como se esperaba de él.

Scott no dijo nada durante todo el proceso. Siguió al mayordomo con la cabeza gacha hasta la entrada, gesto que hasta su llegada a Grove Manor era impensable en alguien de la altanería del Laird. Tampoco pensó en despedirse de nadie. El poco trato que había tenido con los habitantes de la mansión se había visto destruido en aquellas últimas horas juntos. Hizo un gesto al señor Flint para indicarle que sus servicios ya no eran requeridos y espero de pie a la diligencia, deseando con toda el alma que ésta llegara cuanto antes; que cada kilómetro que le alejara de este terrible lugar alejará a su vez los recuerdos taciturnos de su mente.

El Laird aún tendría que aprender dolorosamente, que hay cosas que ni su título nobiliario ni su fortuna podían concederle por mucho que este las deseara. Esta lección formaba parte de la herencia que se llevaba sin saberlo de aquella visita. Grove Place seguiría viviendo en su memoria.

Cuando Lady Gray se dispone a hacer su oferta, al nuevo Lord entra por la puerta. La dama duda pero solo un momento. Sin darse tiempo a encontrar excusas para no hacerlo, les ofrece a ambas hermanas y, por extensión a Jacob, la posibilidad de refugiarse en su casa durante un tiempo.

Ambas hermanas se muestran sorprendidas por la oferta.

-Vaya... gracias Lady Gray, su oferta es muy generosa. Lo cierto es que estaría bien pasar allí unos días, aunque antes debo consultarlo con mi marido y mi hijo, claro- comenta Anna aún sorprendida

-Yo...- Cora duda un momento -Tengo un asunto pendiente que me llevará unos meses y, en función de cómo se resuelva quizás le escriba para ver si su oferta sigue en pie-

Cora parece menos encantada que Anna con la idea. Todos podéis ver que duda y mira al techo en silencio. Luego su mirada cambia hacia un gesto de sorpresa y terror, como si acabase de recordar algo. Pero es apenas un segundo. Inmediatamente su cara vuelve a tener una sonrisa y un gesto amable.

-Pues lo cierto es que estupendamente. He dormido muy bien y el día parece que está despejando. Quizás luego podamos ir a dar un paseo- contesta Cora cuando Lady Gray pregunta cómo se encuentran.

En ese momento interviene Lord Laker para solicitar a ambas hermanas una conversación en privado. 

-Claro, por supuesto. Si nos disculpa, Lady Gray- dice Anna mientras se levantan ella y Cora, con evidente gesto de extrañeza -¿Vamos al salón azul?- comenta Anna que, sin esperar respuesta se dirige allí.

En ese momento oís el sonido de otro carruaje que abandona la finca.

Laird Scott abandonó la habitación siguiendo al mayordomo. Cuando llegó al final de la escalera escuchó unas voces procedentes del gran salón. No podía oir lo que decían pero sabía que estaban allí y optó por no entrar. En una rápida resolución, decidió no despedirse de nadie. No podía soportar la idea de volver a encontrarse con las personas que estaban en la casa y ver en sus ojos las mismas dudas que estaban en su cabeza. Mientras sólo fueran sus propios pensamientos podría intentar desecharlos, atribuirlos a su propia confusión. Pero si los demás reflejaban sus propias dudas, entonces no había margen a la equivocación ¿no?

No. El Laird no daría opción a la duda.

Atravesando la puerta, observó que el carruaje ya estaba allí y, sin una mínima vacilación, entró y ordenó que arrancasen. Atrás quedaban dudas e incertidumbres. En casa esperaba lo conocido y lo seguro, el lugar en el que quería estar.
Ni siquiera se asomó para echar un último vistazo.

Su viaje transcurriría tan plácido como era el deseo del Laird.

Nunca más en su vida volvería a Grove Place.

Inclino la cabeza agradecido como despedida a Lady Gray.

Si aguardáis un poco, podremos hablar después.

Pero tampoco buscaba retenerla, así que marcho tras mi prima con un paso firme, sin perder de vista a Cora, aunque el sonido del carruaje me hace pensar que cada vez quedamos menos en el lugar. Sin embargo no me importa, haré lo correcto. Por eso me peleé con el viejo del demonio y por eso sigo aquí.

Entrais los tres en la salita azul. Tus primas se sientan en el sofá con la espalda perfectamente recta, como corresponde a las damas de sociedad

-¿De qué querías hablarnos querido primo?- te pregunta Anna

Observas como los tres primos salen por la puerta. No tienes tiempo ni de plantearte qué hacer a continuación pues, inmediatamente, Betsy se presenta para informarte que ha terminado tu equipaje y que tu carruaje está en la puerta para cuando desees partir.

Miro cómo se pone recta, ese aire social que tan mal se me da... me apoyo en una pared y guardo unos largos segundos de silencio antes de hablar.

Querida prima... sé que soy probablemente la última persona con la que querrías hablar, y créeme si te digo que soy la última persona que pensaba que tendría... esta responsabilidad, pero el sino así lo ha querido. Tú quieres quedarte aquí, en Grove Place, junto a tu familia, ¿verdad?

Mientras pregunto, le miro a los ojos, tratando de leer algo en ellos, quiero saber qué siente, qué piensa.

Miro a Jake sin entender muy bien porqué dice que no querría hablar con él. Pero antes de que tenga tiempo de responder, me formula una pregunta de respuesta evidente.

-Pues claro que quiero quedarme aquí con mi familia, no tengo otro sitio donde ir...- el miedo se apodera de mí cuando intuyo otra alternativa -¡No me hagas ir a la casa en Londres! ¡Por favor, por favor!...-

La idea me aterroriza. Oigo como como Cora susurra por lo bajo _-Londres...-  Pero no le hago caso. El angustia me llena. En aquella casa sólo hay muerte. No puedo ir allí. No puedo...

¡No, no!

Me apresuro a interrumpir a mi prima mientras niego con la cabeza, sin embargo, algo de lo que ha dicho me resulta llamativo y le sonrío con amabilidad.

Creo que tengo en mente algo que nos puede beneficiar a todos... pero antes... ¿Londres?

Pregunto, con cierto interés. Supongo que le dolerá, pero necesito conocer distintos puntos de la historia antes de poder actuar, he escuchado una versión, pero necesito que ella sea consciente de lo que se le plantea por delante. Extiendo mi mano para apoyarla en su hombro, tratando de transmitirle toda la serenidad que me resulta posible. Sé que es mucho pedir, y no voy a insitir, pero necesito al menos intentarlo una vez.

Observas como Anna frunce el cejo y aprieta los ojos con fuerza. Niega suave con la cabeza, casi imperceptible si no hubieses estado atento

-No. Londres no nos gusta. A Ben no le gusta. Es una casa triste. Prefiere estar aquí, aquí corre por el campo, se baña en el río... La última vez que estuvimos en Londres estuvo enfermo. No. No queremos ir a Londres-

Por el rabillo del ojo ves a Cora mirar por la ventana. Apenas si la oyes susurrar
-Londres... estaría bien ir a Londres. Necesito un marido...-
Pero luego vuelve la cabeza y su gesto es ausente, como si acabase de incorporarse a una conversación de la que no sabe nada y estuviera escuchando para enterarse y poder integrarse.

Creo que hay un modo de ayudarte, y de cumplir la voluntad del viejo, aunque requerirá algún sacrificio.

Abarco con la mano la casa, mientras la miro, y luego de reojo miro al espíritu de mi prima, pensando que quizá pueda hacer algo por ayudarle. Al menos... debo de hacerlo, por la voluntad de Dios. O por algo así.

Puedo convertir esta casa en un sanatorio mientras vivas. No cambiarían muchas cosas: el guardés seguiría siéndolo, ocasionalmente vendría algún que otro intenro, aunque nunca estarían en tu ala, el niño podría criarse aquí hasta que tenga edad de ir a alguna universidad, yo mismo me encargaré de los gastos de la universidad. Tu hermana... tu hermana debería marcharse, aunque podría venir a verte, además, está en edad casadera y... no nos engañemos, es una mujer muy guapa, seguro que no le cuesta encontrar un buen galán con quien desposarse. Me encargaré que tengas una vida lo mejor que esté a mi alcance, pero tendrás que quedarte aquí hasta el último día...

Suspiro, la verdad es que no soy bueno dando este tipo de noticias. La miro a los ojos, le estoy ofreciendo una cárcel de oro, pero al fin y al cabo es lo mejor que puedo hacer.

Y con tu último día... cumpliré la voluntad de derruir este lugar hasta sus cimientos. Es lo mejor que puedo ofrecerte... si no, tendremos problemas con la autoridad, con el buffete de abogados e incluso puede que con Su Majestad. ¿Qué... te parece?

Digo, brindándole mi mejor sonrisa, esperando que mi idea fuese buena... que los espíritus pudiesen quedar liberados. Iba a costarme mucho dinero, pero al fin y al cabo, es un dinero que no es mío. Quizá así mi prima se recupere llegado el momento. Y además había un dineral para internarla, eso debería poder amortizar una buena parte.

Anna te mira con los ojos muy abiertos antes de decirte

-¡Pero Jake eso es algo fabuloso y muy generoso! Quedarnos aquí, por supuesto es lo que queremos- mira a Cora como pidiendo silenciosamente, permiso para contar alguna confidencia o secreto -Y sí, Cora tiene que casarse y, cuanto antes, mejor-

No crees que haya salido del "ensueño" en el que ahora sabes que está pero sí parece haber entendido que tendrá que vivir allí para siempre y compartir la finca con otras personas.

Es lo menos que puedo hacer por mi familia... ¿No te parece?

Respondo con cierta alegría al ver cómo parece haberlo entendido.

Al llegar a casa escribiré una carta para mandarle al buffete para que ejerzan la voluntad según estos designios. Os daré dos meses para despediros mientras lo preparamos todo. Ahora, tengo muchas cosas que hacer, así que con tu permiso...

Me inclino para despedirme y, tras darle unos minutos por si quiere añadir algo más, me marcho y, mientras voy hacia mi caballo, lo único que le digo al guardés es un sencillo:

Te la encomiendo, cuídala.

Otra vez inclinar la cabeza, medio minuto por si quere añadir algo... y marcharme a casa. Ardo de deseos por decirle a mi mujer que... los milagros existen, y a veces vienen del mismo demonio.*

Satisfecho con la recepción de tu propuesta, te dispusiste a dejarlo todo solucionado lo antes posible. Deseabas volver a casa inmediatamente para reencontrarte con tu familia.

Pronto tuviste tu equipaje preparado. Antes de irte, tuviste el detalle de hablar con el guardés para explicarle tus planes, que el agradeció desde la mesura que le daba ser un hombre sencillo, aunque sabías que le producía infinita alegría. Desde donde hablabais se veia el carruaje de Lady Gray que ya había partido minutos antes, alejándose también hacia su hogar.

Cuando tuviste todo listo, montaste y te dirigiste a tu hogar. Dejabas atrás un lugar que no podía ser más triste, aunque mientras estuviera en tu mano, disfrutaría, al menos, de una falsa felicidad.