La mujer pareció acobardarse ante su presencia, pero Bedwyr no quería eso. Trató de suavizar lo máximo posible su voz y su rostro, para no intimidarla. Ahora Bedwyr necesitaba que confiara en él, pero no se preocupó demasiado. Si unas palabras son lo suficientemente sinceras, al final son como un lago cristalino, puede verse a través de ellas.
-Dnubaga. Que Sandael sea contigo. He venido a hacerte una propuesta, si quieres escucharla. Verás, tengo un amigo que vive a orillas del mar Mayiro, apartado de la civilización, como un ermitaño. Sin embargo, como todos los ermitaños, al final se ha acabado sintiendo solo, y además está ya muy mayor para encargarse de las cosas de la casa, como cocinar y limpiar. Estoy buscando a alguien para ese trabajo. Está lejos y no verías a mucha gente a parte de a mi amigo y a mí, pero sería una vida tranquila, sin preocupaciones y siempre con techo y comida. Si lo aceptas, puedes venir ahora mismo conmigo, pero si no, lo entenderé.
Hizo una larga pausa, para que la chica procesara todo lo que acababa de decirle y se lo pensara. Al cabo de unos minutos, habló de nuevo.
-Y bien, ¿Qué me dices?
Sin duda la propuesta era jocosa. Y viniendo de un Caballero de Sandael, nada malo le podía pasar. Y sobretodo, no existiría ninguna mentira en sus palabras. Así que no tuve mucho que pensar. Me incorporé, estirando mi cuerpo lo máximo que pude, y asentí con la cabeza para dar mi aprobación la propuesta. Sin lugar a dudas, voy a dejar de lado a la gente que había sido mi familia últimamente. Pero al igual que yo, antes, habían desaparecido muchos, por uno o por otro motivo. Era ley de vida.
Bien.
Parecía que la chica había aceptado el trabajo, lo que alegró a Bedwyr en gran medida. Ojalá pudiera llevarse a más gente.
-De acuerdo, me alegro de que sea así. Ven conmigo.
Bedwyr echó a andar de nuevo junto a la chica, conduciéndola por las calles hacia la zona más respetable de la ciudad, cerca de donde se había alojado.
-Lo primero será procurarte un baño, comida y ropa adecuada. Luego partiremos.
Buscó una posada en la que no hubiera mucha gente, pero que tuviera aspecto limpio y bueno, y se dirigió a la barra.
-Buenos días-le dijo al posadero-Quiero un baño caliente para mi compañera, y un plato de comida.
Depositó dos monedas sobre la barra y esperó. Cuando hubieran terminado, irían a por algo de ropa.
El posadero da la orden a uno de sus asalariados, que corre hacia una habitación para calentar agua y poder dar un baño a la joven. Mientras otro, va haciendo un plato caliente para llenar su estómago. Según el posadero, no tardarían más de una hora en tenerlo todo preparado.
Dejó a la chica al cuidado del posadero, y salió buscando una sastrería que estuviera cerca. Debía comprar algo barato pero mejor que los harapos que tenía la mujer. El viaje no era muy largo, pero sí algo duro.
Ya estoy mejor, vuelvo a postear. Hago minipost porque no sé si encuentro sastrería o no.
Tras alejarse durante al menos veinte minutos, Bedwyr se acercó al centro de la ciudad, donde estaban las paredes de la muralla del castillo, que con el tiempo, se había quedado dentro de la ciudad, justo en el centro. Allí, la actividad comercial era intensa, muchos negocios florecían con clientes de muchos lugares, llegados al puerto. El lugar estaba lleno de luz, casas blancas y limpias, y muchos artesanos que ofrecían sus mejores productos. Tras preguntar un par de veces, llego a un sastre que tenía su negocio enfrente justo de la entrada al castillo. Un lugar acogedor y llamativo, lleno de trajes ya realizados, de múltiples colores y formas.
Sin problema. jejeje
Bedwyr no se entretuvo mucho en las tiendas, no quería dejar mucho tiempo sola a la chica. Compró botas buenas de viaje, una camisa de lino, y unos pantalones de tela resistente, y volvió con todo ello a la posada, donde esperó a que su compañera terminara de bañarse y comer.
Poco tuvo que esperar Bedwyr para que la joven terminase el baño. Cuando le ordenaron pasar, Dnuba estaba envuelta en grandes trapos que tapaban su cuerpo. A pesar se estar desnuda, sólo tapada con ellos, en su rostro no sentía ninguna vergüenza de encontrarse ante un hombre. Su cabeza seguía mirando el suelo, y su mirada perdida. A pesar de ello, su belleza era evidente, sobretodo ahora que había desaparecido la capa de suciedad que le cubría. Su rostro, estaba enrojecido por la fuerza que habían realizado al frotarlo para dejarla pulcra.
Bedwyr quedó extasiado ante la imagen de la mujer. Limpia y recién bañada, parecía otra, y su belleza era impresionante. Notó crecer un deseo en su interior, pero no le hizo caso. Sandael les enseñaba que aquellos instintos no eran malos, eran tan naturales como respirar, pero no había que dejarse llevar por ellos sin pensar.
Sonrió y le tendió la ropa que había comprado. Parecía algo sencilla para una mujer tan bella, pero no llamar la atención les beneficiaría.
-Ten, puedes ponerte esto. Saldremos en cuanto estés lista.
Salió de la habitación para dejarle intimidad.
Puf, perdona el retraso. He estado muy liado.
Cuando aquél Caballero salió de la habitación. Volví a oler mi cuerpo. Aquél olor intenso y perfumado me gustaba. Sonreí. Me agache a recoger la ropa que me había dejado y despacio, disfrutando del tacto de aquella ropa limpia y nueva, me vestí. Cuando estaba lista, me acerqué a la puerta y salí al exterior. Allí estaba aquél hombre que me estaba sacando de la oscuridad de la pobreza donde había nacido. Le sonreí agradecida. Me sentía limpia, me sentía cómoda.
Vestida con su nueva ropa, la chica parecía otra persona, hasta tal punto que alguien que la hubiera visto antes no la habría reconocido ahora. Bedwyr miró al cielo, y vio que tenían que salir ya si no querían que se hiciera demasiado tarde.
-Acompáñame. Si no tienes inconveniente, nos iremos ahora mismo.
Asiento con la cabeza. Ahora estaba a la entera disposición de aquel Caballero de buen corazón. Donde fuera que vayamos, iría ciega de fe. Se que mi nueva vida ha comenzado apenas unas horas, y que he tenido mucha suerte, que quizás compense la vida que he llevado hasta ahora. Sonrío tímidamente. Aún no me atrevía a mirar los ojos de aquel gentil Caballero. Así que di unos pasos para ponerme a su altura, esperando ver a donde me llevaba este nuevo y prometedor viaje.
La sonrisa de la chica era como una pura flor en medio de un campo verde, y hacía que el corazón de Bedwyr se calentara. La acompañó hasta salir de la ciudad, y echó a andar por el camino junto a ella.
-Como te dije, está un poco lejos. Pero tranquila, no tardaremos demasiado.
Caminó por donde había venido, hasta el lugar en el que había dejado su barca. Una vez la encontró, invitó a la chica a subir y la empujó al agua, comenzando a remar vigorosamente en dirección a la casa del Troll Liebre.
Si ves que no posteo en el mismo día, por favor recuérdamelo, que se me pasa (tengo la cabeza en las nubes)
Por el camino permanecí callada. Asentía con la cabeza cada buena palabra que me decía el Caballero. Aún no había llegado a mi destino y ya me sentía fuera de lugar. Era curioso.
Cuando la barca comenzó a alejarse de la costa, cada brazada de mi acompañante, me surgía una duda. Pero no me atrevía a preguntarlas. Al menos, todas.
- Al sitio donde vamos... ¿que tipo de trabajo realizaré? ¿Concubina?
No pasa nada. Así gano tiempo. Jejeje
Bedwyr se sobresaltó ante la pregunta de la chica, casi dejando caer los remos de la barca.
-¿Qué? ¡No!-¿Por qué pensaba eso? Él nunca había tenido esa intención, ni era eso lo que le había dicho en la ciudad-No, no, no. Nada de concubinas. Tu trabajo será cocinar, limpiar, y realizar las labores de la casa, ya está. Sí, el hombre quiere que le hagan compañía, pero no esa clase de compañía.
Bedwyr volvió a los remos, turbado. No se le había pasado esa idea por la cabeza siquiera. Si el Troll Liebre quería una concubina, que se la buscara él solo. Desde luego, si quería hacerle algo a la chica contra su voluntad, tendría que pasar sobre el cadáver de Bedwyr.
La chica que Bedwyr ha encontrado parece muy tímida. ¿Quién es esta Dnubaga?