-Ehh -bajo la voz-. No es que me queje ni nadad de eso, pero... ¿esos de ahí -señalo muy disimuladamente-no son... vampiros? O sea... ¿dejas entrar a no-muertos aquí?
- Este lugar es sitio franco. Puede entrar cualquiera mientras no traiga violencia consigo -asiente-. Y sí, son Toreadores. Muy amables. Seguramente estén deseando tu compañía. Admirarte, ya sabes.
Me paso distraídamente la mano por el cuello.
-Pues me parece que va a ser que no... -carraspeo-. Así que un lugar franco, ¿eh? Espero que eso no te traiga problemas. No pareces, y discúlpame por las palabras, una persona que sepa defender su territorio. No obstante, posees un nodo de un poder respetable y... nadie te lo diusputa.
- Mi poder está en la gente que me quiere, en mis amigos -contesta, solemne y feliz-. Todos ansían paz de vez en cuando, por tanto, nadie perturba el refugio de la paz.
Se abre la puerta del local y ves entrar a una mujer, u hombre, tremendamente andrógino acompañado por un pijo muy guapo, vestido impecablemente.
Abro escena nueva.