Partida Rol por web

—¿La otra alternativa? —preguntó Michael—. Háblenos de esa otra alternativa señor Wood. Puede que ni tenga que morir si someterse a ella si colabora.

Michael esperó un instante la respuesta de Andrew pero el tipo parecía encerrado en su postura así que se levantó y se adentró en la casa cerrando la puerta de entrada. Entró en una de las habitaciones y luego en otra, buscando exhaustivamente alguna pista que incriminara a Wood.

El tipo los tenía bien puestos, de eso no había duda. En otras circunstancias hasta podría haberle caído bien a Norman, pero ahora necesitaban información a toda costa, y si tenía que torturar al tipo lo haría.

De momento, prefirió dejarlo inconsciente, si es que seguía resistiéndose a contestar a Michael. Intentaría noquearlo golpeándole con la culata del revólver.

Andrew abrió los ojos profiriendo gemidos de dolor. Un fino hilo de sangre se había empezado a secar en su frente. Cuando trató de moverse se dió cuenta de su situación. Estaba sentado en una silla, atado de pies y manos. Frente a él, un amenazante Norman estaba sentado en una silla, apoyando su pecho y brazos en el respaldo mirando fijamente a aquel tipo... esperando a que recuperara la consciencia.

En una esquina del salón aguardaba Michael, había registrado la casa con esmero. No era demasiado grande y tampoco había muchos sitios que buscar así que no le llevó demasiado tiempo. Encontró un título de Graduado en Química por la Universidad de Austin, Texas, que no estaba en muy buen estado. Revisando los libros de química también encontró una carta^[1] que hacía las veces de separador en uno de ellos. Además de los libros, encontró en el dormitorio unos cuantos frasquitos como los encontrados en el laboratorio clandestino de la mina, aunque todos estaban vacíos o con meros restos de la sustancia que debían contener.

Michael chasqueaba la lengua conforme se acercaba a la posición de Wood.

—Así que estos hombres son la alternativa —dijo mientras tenía frente a él la carta—. Y seguramente la razón de sus constantes ausencias a su trabajo en el hospital. ¿Sabe qué, señor Wood? Me da igual sus tratos con estos hombres y que usted le ponga los cuernos al director del hospital, pero necesito saber quienes son ellos. Y usted me lo va a decir, ¿verdad? Tengo contactos en el periódico que estarían encantados de airear todo esto y hacer que ambos lados le vean como el hombre que es en realidad. Ahora al menos tiene una oportunidad. Mañana no tendrá ninguna.

Michael tomó algunas notas de la carta en su cuaderno y lanzó la carta al regazo de Wood. Discretamente guardó uno de los frascos en su chaqueta.

—De usted depende, señor Wood. ¿Qué me dice?

Mientras Michael seguía interrogando al pobre diablo, Norman se acercó al baño y buscó una navaja de afeitar. Si no encontraba ninguna, optaría por un cuchillo de la cocina. Una buena hoja afilada siempre facilitaba las cosas.

Con ella en la mano, Norman volvería a sentarse frente a Andrew, colgando los brazos por delante del respaldo y jugueteando con la herramienta en su mano.

Aquel hombre estaba bajo mínimos morales. Atado en su propia casa, sin posibilidad de conservar sus secretos y amenazado con un cuchillo de cocina. Si tuviera sus piernas libres se le verían temblar. Tratando de aferrarse a algo que solo aquel hombre podía conocer dio su mejor intento; pero tanto Norman como Michael pudieron ver el momento en el que se vino abajo. Sus ojos dejaron de tener expresión; su rostro bajó hacia sus piernas. Dejó de luchar. 

— Esta... está bien. — Su voz era un fino y tembloroso hilo al que había que prestar especial atención para poder escuchar.

— Son, los irlandeses. Los McAllister. — Derrotado quedó en aquella posición, sin decir nada más. En silencio.

Norman sabía perfectamente a quien se refería. Los McAllister dirigían con puño firme la mafia irlandesa. Algunas otras familias colaboraban con ellos, pero la dirección estaba claramente marcada por ellos. Solían contratar gente de todo tipo, sin necesidad de ascendencia irlandesa y sus métodos eran mucho más expeditivos que los de los italianos. Su principal actividad era el contrabando de todo tipo de mercancía. Si la mafia italiana de Bloomfield centraba sus actividades en el juego, apuestas y préstamos. Los irlandeses lo hacían en el alcohol, armas y estupefacientes. Norman conocía ambos clanes. No en profundidad, pues nunca había llegado a entrar en ninguno de los dos, pero por supuesto había oído hablar de ellos...

-Vaya, vaya... te has metido a jugar en las grandes ligas. ¿Qué trabajo has estado haciendo para los irlandeses?, ¿dónde lo llevas a cabo? y ¿desde cuándo estás involucrado con ellos?

— Yo... Estoy fabricando una especie de... droga, no sabría... —

¡¡ SMASH !!

Los cristales de la ventana del salón se rompieron ante la entrada de un objeto. Al principio no supieron bien de que se trataba, pero no tardaron en ver que era una pequeña barra de dinamita que se quedó bastante cerca de la silla de Andrew..

—¡Maldita sea! —gritó Michael mientras veía la dinamita caer a escasos metros—. ¡Vamonos de aquí Norman!

El detective abrió la puerta y salió corriendo de aquel lugar.

Norman se quedó quieto durante unos segundos mientras se amontonaban los pensamientos en su cabeza. ¿Le daría tiempo a coger la dinamita y lanzarla de vuelta por la ventana?, ¿o podría cubrirse tras un mueble?, ¿o mejor dejarse de tonterías y salir corriendo como el diablo lo más lejos posible?

El grito de su compañero le sacó de dudas, optando por la última opción. Lamentablemente, el pobre Andrew estaría vendido. Puede que les hubiese dado tiempo a apartarlo, pero también puede que no. Arrastrar un cuerpo atado a una silla era una losa demasiado grande cuando los segundos son cruciales para salvar el culo.   

Los dos hombres salieron corriendo del salón.

¡BOOOOOM!

Para cuando estaban abriendo la puerta de la casa la explosión los empujó hacia el exterior. Por suerte habían tomado suficiente distancia y no sufrieron ningún daño grave. Por desgracia no se podría decir lo mismo del pobre Andrew. Mucha suerte tuvo que tener para salir de aquella con vida. 

Del interior de la casa salía una mezcla de polvo y humo; y desde donde estaban podían ver como algunos muebles del salón se habían prendido fuego. Andrew yacía en el suelo, con el rostro mirando hacia la ventana. Quizá no tener que verlo fuera incluso bueno. Todavía tenía un pedazo de silla atado a la pierna y no parecía moverse.

Michael volvió a entrar en la casa para sacar el cuerpo de Wood al rellano. Pero antes echó un vistazo por la ventana, buscando un rastro de aquellos que habían lanzado la dinamita a la casa.

—Norman, avisa a la policía o a la ambulancia... ¡rápido! —dijo echando un vistazo a través de la ventana.

Después arrastró a Wood hacia el rellano y trató de valorar su estado. Probablemente estuviera muerto y, siendo así, la policía tendría que levantar el cadáver. Una vez valorado el estado de Wood, Michael trató de sofocar el conato de incendio que se estaba produciendo en la casa¹.

Norman tosía sonoramente mientras se abría paso entre el humo, intentando ver qué había sido de Andrew y cómo había quedado el apartamento. Visto lo visto, daba por muerto al químico, pero Michael parecía más esperanzado.

-¿Estás seguro? <cof, cof> Si fuera por mí, nos marcharíamos sin perder tiempo, antes de que llegara la policía. Pero bueno, si vamos a esperarles, por lo menos quitémosle las ataduras, ya que supongo que obviaremos esa parte... En fin, voy a buscar un teléfono.

Norman bajó las escaleras, en busca del teléfono más cercano, para avisar a la policía. Se limitaría a decir que había sucedido una explosión en la dirección en la que se encontraban. Nada más. Por supuesto, tampoco daría su nombre.

Norman bajó las escaleras a toda velocidad. Justo en el exterior había una cabina que pudo usar para contactar con la policía que contesto que acudiría de inmediato y que se encargaban de gestionar las llamadas con emergencias para bomberos y ambulancia. Se las apañó para no dar su nombre sin problemas.

Mientras tanto Michael pudo sofocar el pequeño fuego que se estaba iniciando. Quizá por quedarse hubieran salvado la vida de aquel hombre; ya que si no estaba muerto, el fuego lo hubiera matado seguro. En cuanto hubo solventado el tema del incendio pudo comprobar que las heridas de la explosión habían dejado, sino muerto, al menos al abismo de la muerte al propio Andrew. Trataba de cogerle el pulso, pero entre el humo, el ruido y el riesgo de derrumbe no sabía si es que no lo tenía o directamente no se lo encontraba. Entonces lo notó, fue por un único momento, muy débil; pero ahí estaba. Andrew estaba vivo.

Pocos minutos después llegaron bomberos, sanitarios y policía. En medio de todo el caos, los curiosos amontonándose y el riesgo de derrumbe del edificio no costó demasiado que Michael y Norman salieran sin llamar demasiado la atención. Un par de preguntas de rigor y poco más. 

Pudieron escuchar a algunos de los testigos que vieron a un tipo con sombrero huír poco después de la explosión. ¿Hubieran sido ellos delatados de haber escapado corriendo? Puede que quedarse y socorrer a Andrew no solo pueda salvar su vida, sino también evitarles futuros problemas...

Cuando llegaron a sus casas ya era de madrugada, cansados de un largo día de vigilancia y de un intento de asesinato no tardaron en dormirse.