Partida Rol por web

Mientras desciendes por las escaleras de caracol llegas a un nuevo rellano, en el que puedes distinguir un par de nuevas puertas: una es lisa y negra, sin ningún distintivo, mientras que la otra ha sido pintada de un verde claro. ¿Qué vas a hacer?

Al contrario que con el ser de la otra habitación, en esa ocasión no sentí tanto dolor en el corazón ni tanta piedad al ver la cabeza, cortada de raíz, rodar por el suelo. Le había dado el final que se merecía ya que, de haberla dejado con vida, ella no cejaría en seguir atacando a cualquier incauto que cayera en aquella habitación. Era su naturaleza.

Limpié la espada en las escuetas ropas de Lailiath y le dediqué unas palabras que, sin saber si se las merecía o no, consideré apropiadas. Salí de allí dispuesta a seguir mi recorrido, ya fuera enfrentándome a cualquier otro demonio o esclavo de Yara que me encontrara en aquella Torre porque, cada vez estaba más convencida de ello, no iban a ser solo aquellos dos seres que ya había matado los que me encontrase en mi camino. Saber si eran como Lailiath o como Yag-Kosha estaba aún por ver.

Terminada mi tarea en esa planta me dispuse a bajar un nivel, encontrándome de nuevo ante la duda de elegir una de las nuevas puertas que se mostraban ante mí o seguir descendiendo la escalera.

Ya fuera por aplicar misericordia a seres desgraciados o justicia a posibles enemigos, o tal vez imbuída por un renacido valor y confianza, decidí no dejar una sola puerta sin abrir. ¿Cuál de ellas? Lo mismo me daba.

Me acerqué a la puerta negra y lisa y, con suma precaución, comencé a abrirla.

Al abrir la puerta negra descubres que da a una habitación completamente a oscuras. No se ve nada, es como si la negrura absorbiera la luz que puede colarse desde el rellano. ¿Qué vas a hacer?

Ante esa oscuridad que era capaz de comerse incluso a las propias sombras; esa oscuridad que ni la más mínima luz parecía poder doblegar, debería haber dado media vuelta cerrando la puerta detrás de mí. Mi instinto así me lo advertía.

Pero como tantas otras veces no le hice caso y, con toda la precaución de la que era capaz, con el recelo que aquella torre había despertado en mí, me adentré en la habitación con mi mano sujetando con firmeza la espada preparada para atacar a cualquier mínimo movimiento que levantara mis sospechas.

Solo esperaba que el supuesto peligro que me pudiera estar esperando en esa oscuridad no fuera tan silencioso y sigiloso como lo era yo.

Te sumerges en una negrura en la que resulta imposible distinguir nada. A medida que caminas intentando tantear, intentando discernir qué tipo de estancia es, sientes que empieza a faltarte el aire; al mismo tiempo, oyes que la madera se entorna y acaba por cerrarse, dejándote encerrado. La cualidad de la oscuridad que te rodea es extraña, seguramente mágica; poco a poco parece estar arrebatándote el aliento, cada vez te cuesta más respirar... Ante tus ojos comienzan a aparecer puntitos brillantes, indicativos de que estás perdiendo el sentido a causa de la falta de aire en los pulmones. Todo resulta inútil; al cabo de unos minutos que te parecen interminables, te derrumbas ahogado, asfixiado, la mirada desorbitada, fija en un punto lejano.

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