Partida Rol por web

Las Crónicas del Acero

Circo de Sangre.

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16/05/2019, 06:28

Cuando Edgtho estudió a los guardias vio que éstos guiaban sus pasos fijándose en las paredes. Aquí y allá, grabados en la roca, había diferentes símbolos que les indicaban el camino. Era manufactura temprana, hecha con una daga y mucha torpeza. Podría decir que habían destrozado la roca para dibujar una serie de estupideces, como estrellas, líneas paralelas, cuadrados o triángulos. El sistema les guiaba. Era un mapa. No muy visible, debido a la poca luz, pero si uno sabía dónde mirar lo encontraría.
No le serviría nada sin una leyenda, aparte de para devanarse los sesos. En el breve trayecto, de la arena a la sala de recreo, no encontró ningún patrón identificable salvo que dos círculos entrelazados se encontraban sobre el marco de la puerta del comedor. Por lo que los dos círculos marcaban el lugar. Del resto aún no tenía conocimiento. Y como vería más tarde; el sistema de celdas atendía a otro enrevesado sistema que mezclaba símbolos y números.

La reacción de Lyra ante las palabras del explorador fue la risa. La de una niña que acaba de escuchar una estupidez tan grande que no tiene más remedio que reír. El borboteo de felicidad terminó en el momento en el que se percató de que Edgtho estaba hablando en serio.
—Nunca he conocido nada ni nadie que sea justo. Si tienes poder, tu voluntad es lo que es justo, nada más —se acercó a él contoneando las caderas, meciendo los ojos en un elegante vaivén similar al baile de cortejo de algunas aves —. Todos quieren algo a cambio. Nadie da nada gratis. Y yo solo tengo una cosa que dar. ¿Es eso lo que quieras?
Se acercó a él, se quedó a un escaso centímetro de sus labios mirándole fijamente.
—Si esto es lo que querías debiste dejarme en la taberna, como ramera. Aquí, no soy nada. Y nada tendrás de mí —se apartó de él, escabulléndose como una ratilla a la que hubiera sorprendido el mesero hurgando en una de sus bodegas.
Volvió con Bria, siempre con ella.
Cuando Edgtho preguntó por la amante de Lyra, ella enmudeció y volvió a arroparse en el manto de la tristeza y la autocompasión. Cuando el explorador lamentó su pérdida, Lyra dijo algo pero en voz tan baja que resultó inaudible.

Con Gubra la charla fue más animada. El campeón invicto agradecía la compañía y tener alguien con quien beber. Alguien a quien no tuviera que matar al día siguiente.
—Asusta la libertad. Hace ya mucho tiempo que no estoy ahí fuera. Aquí la vida es relativamente sencilla; de la arena a la celda, de la celda aquí o a la zona de las chicas o de entrenamiento. Y vuelta a empezar. No hay más. Corredores, la arena, la sala de entrenamiento, el lupanar y este estercolero donde nos dan de comer —tamborileó sobre la mesa, nervioso —. Creo que estoy más nervioso por salir ahí fuera que por combatir en la arena. ¿Ha cambiado mucho el mundo desde…? —enmudeció un momento —. ¿Cinco años? Puede, cinco malditos años.
A partir de ahí costó arrancarle alguna palabra más, sobretodo si esta era animada. Todas las victorias exigen un precio. Y cien, en la arena, era mucho pagar. La cima siempre era un lugar solitario a pesar de que uno siempre encontraba con quien beber. Pero compartían la bebida y la comida, imposible compartir las penas y el dolor. Todos los que habían compartido su camino se habían quedado atrás.
Una victoria frente a cien. Gubra era el espejo de lo que ellos podrían llegar a ser. Especialmente Bria quien ya tenía un nombre de guerra. Kalíope. Si lograba sobrevivir muchos hablarían de aquel día en que el león de Ponthia conocía a la nueva diosa de la arena.

—Escapar es una locura —terminó por contestar el león. Toda su bravura se había difuminado al hablar de este tema —. Por el día hay demasiada gente. No hablo solo de los guardias. Hablo de los domadores, de los comerciantes, de los criados, los esclavos, los limpiadores. Los soldados del patricio, incluso. El coliseo es una pequeña ciudad. Imposible moverse sin que alguien te vea. Pagan una buena suma a cualquiera que delate a un esclavo en fuga, tanto dentro como fuera del coliseo —escupió a un lado—. La gente vende la libertad de otros por puñados de oro. ¿Cómo culparles cuando sus vidas son tan miserables como las nuestras? —Meditó —. Y por la noche está Glothus. Es un perro de presa. Enather le tiene en gran aprecio porque nadie ha logrado escapar de él —arrugó el rostro —. No quiero desanimaros. Se cuenta la historia de dos ladrones turicios que lograron escapar del coliseo. ¿Cómo? Suerte, habilidad. ¿Quién sabe? Glothus siguió su rastro y los encontró dos meses después, en uno de los oasis del desierto. Y los trajo de vuelta para matarlos delante de todos los demás esclavos —volvió a arrugar el rostro—. Desde entonces nadie más ha logrado marcharse fuera de estos muros.
—Entonces habrá que matar a ese bastardo antes de marcharnos de aquí —señaló Lyra, cuyo odio visceral podía palparse en cada una de sus palabras.
—Es una opción —dejó caer el león, poco convencido —. Correr por los túneles, a ciegas, es un suicidio. Dudo incluso que los guardias tengan un mapa de los mismos. Llevo demasiado tiempo aquí pero juraría que esos malditos pasillos cambian, se mueven. Incluso ahora, si trato de recordar el camino que he recorrido desde la arena aquí, me cuesta. No me fiaría de mi propia memoria.
Ciertamente resultaba extraño. Si cualquiera de ellos intentaba recordar el camino, una oscura neblina aparecía en su memoria, emborronándolo todo. Incluso Edgtho, que había tratado de memorizar los símbolos que seguían los guardias, se vio frustrado al descubrir que no los recordaba todos con exactitud. Y donde creía haber visto un cuadrado, ahora aparecía un círculo. Lo mismo con un cambio de sentido, una escalera que ascendía o un largo pasillo. No podía situarlos, enlazarlos. Era como tratar de recordar una noche de borrachera, los recuerdos se mezclaban, algunos se omitían, y era imposible saber cuál era real y cual no. En el caso del explorador resultaba de lo más insultante ya que era capaz de orientarse en bosques, desiertos o zonas de guerra. El coliseo tenía suficientes puntos de referencias como para hacer un mapa mental. Y aun así no lo lograba.
—Es como si nos quisiera aquí dentro, con él —murmuró el león —. Todos los caminos llevan abajo. Eso sí lo sé. Si os perdéis, terminaréis en las antiguas ruinas y nunca más se os volverá a ver —Gubra dio un sorbo medido a su cerveza y la dejó sobre la mesa igual que si hubiera perdido todo su sabor —. Hay cosas peores que salir a la arena. Al menos allí el sol es siempre radiante. Solo hay hombres y bestias, nada más.

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18/05/2019, 00:26
Bria

Los guardias los guiaron hacia el interior del Circo de nuevo, a la oscuridad en la que habían estado recluidos antes, aunque ahora su situación era una muy diferente. Fue como si hubieran cruzado de un mundo a otro, de tan repentino que fue el cambio entre una zona y otra, sobretodo una vez se cerraron las puertas detrás de ellos.

El camino fue tan imposible de determinar como la primera vez, de modo que no lo intentó y se limitó a seguir por donde iban los guardias. Bajo tierra se sentía totalmente perdida. Por suerte no tardaron en llegar a una amplia sala que hacía las veces de comedor, vacía en ese momento. Allí, un enjuto sanador les remendó los golpes sufridos en la arena, con bastante maestría había que decir. Tenía sentido, claro, había que mantener a los luchadores en condiciones óptimas para garantizar un buen espectáculo durante los juegos.

Oggo la sorprendió cuando agarró así a Lyra, pero entendía su reacción, por lo que no intervino. El hombre tenía su derecho a desfogarse también después de lo que habían pasado, no se merecía aquella contestación por parte de la joven. Edgtho también trató de razonar con ella, de nuevo sin éxito. Aunque en esta ocasión, la reacción de Lyra si la sorprendió, demostrando una vez más que cuando quería, y le convenía, podía dejar atrás aquella imagen de niña desvalida. Algo que sin duda había tenido que aprender a la fuerza en su anterior vida.

Lyra acabó separándose de los dos hombres y se acercó a ella, atacada de nuevo por los recuerdos de su amante muerta. Bria la rodeó con un brazo y la acercó a la mesa. Entendía que, habiendo vivido la vida que había tenido, se encontrara más cómoda en compañía de su propio sexo. Les dedicó una mirada a Oggo y Edghto: aunque ella opinaba igual que ellos y les agradecía el esfuerzo, ya estaba bien por ahora.

Mientras comían, los guardias trajeron a alguien más a la estancia, nada más y nada menos que al mismísimo León de Ponthia. Su cuerpo era un testimonio de lo que había tenido que soportar en el Circo. ¿Cuánto tiempo debía haber pasado allí? Y sobrevivido a ello, aunque no indemne ni mucho menos. El campeón de la ciudad se les acercó y les consiguió algo para beber que valía la pena. Bria dio un trago largo a la nueva bebida, que le recordó a las de su hogar. No se le decía que no a un regalo proveniente de alguien así.

El león se sentó con ellos, intimidando un poco a Lyra, y a ella misma en realidad. No era para menos, tenían delante una leyenda conversando con ellos como si lo hubiera hecho toda la vida. Una leyenda que podía matarlos con la misma facilidad con la que chasqueaba los dedos. Escuchó la anécdota de Gurba, así se llamaba, en silencio. En el fondo compadecía a aquél hombre. Obligado a luchar o morir, a ver caer a compañeros y amistades forjadas durante años que un día no contaban con la suerte o los dioses de su parte. Supuso que los dos últimos que habían caido eran aquellos con los que lo habían visto antes de salir ellos a la arena. Tan vivos hacía apenas unas horas... Lo mismo podía haberles pasado a ellos.

Brindó con los demás, en felicitación a Gubra y en señal de respeto por el guerrero. Al menos, con la conversación pudieron descubrir algo más sobre la ciudad, sobre la Daga Carmesí y sobre Vanussa. Aunque no parecía que nada de aquello les fuera a ser de mucha utilidad. Sobretodo tras la advertencia sobre Glothus, si es que acaso les hacía falta una nueva. La información sobre los túneles inferiores tampoco hizo mucho por darles esperanzas. Por como lo pintaba Gubra, parecía la única ruta de escape... hacia un destino aún peor que el Circo.

- Entonces, ¿No hay manera de salir si no es ganando la libertad? ¿Con qué frecuencia se suele salir a la arena? - Bria sin duda no se veía aguantando cinco años aquél tipo de vida como Gubra, y eso cuando consiguiera sobrevivir a cada combate. A pesar de que estaban solos, Bria bajó la voz para formular la siguiente pregunta al gladiador - ¿Dónde suele estar Glothus? - aunque por un milagro lograran escapar, si aquella historia de los turicios era cierta... la idea de matarlo, como sugería Lyra, no le desagradaba, ya solo por el hecho de ser el que los había metido allí y por ser el bastardo que era.

- La libertad... - empezó a decir - puede asustar cuando se ha estado privado de ella tanto tiempo. Pero es algo a lo que uno se vuelve a acostumbrar con rapidez. Hemos nacido para ser libres. Esta en nuestra naturaleza. Incluso si los hay que intentan hacernos creer lo contrario - dijo con firmeza - Llegué a Pontia hace dos o tres días... pero no parece de esos lugares que cambian en poco tiempo - después de todo, ¿Qué podía ser distinto cuando la misma gente había permanecido en el poder durante todo ese tiempo? No se había mantenido el orden a base de cambios.

Dudó sobre si hablarle a Gubra acerca de lo que había vislumbrado en los túneles cuando los habían hecho salir a la arena. Había sido solo un segundo, pero recordaba la sensación que había sentido. Al final decidió callar por el momento.

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18/05/2019, 05:46

—Creo que yo soy el primero en ganar la libertad en la arena —contestó Gubra, ni el tajo del verdugo habría sido tan inclemente —. Pero no tiene porque ser la única manera. Puede que haya otras formas y yo no haya sabido verlas. Este lugar te termina por atrapar. Su forma de vida, de supervivencia, te envuelve. Te hace desear no marcharte nunca. Los aplausos, la gloria, las recompensas. Una parte de mí vendió su libertad hace tiempo. Nunca pensé en llegar tan lejos —meditó unos momentos.
No era un hombre dado a la palabra. Asestar el mejor golpe en el peor momento para su adversario era una especialidad que había desarrollado con el paso del tiempo. Las palabras eran más esquivas.
—Si aceptáis que no hay otra manera os quedaréis aquí hasta que la arena os devore u hasta que la doméis como yo he hecho —miró sus callosas manos, luego el entramado de grietas y suciedad de la mesa; no encontró gran diferente —. No sé cuál opción es peor.
Otro trago, una mirada hundida y cansada. Lyra escuchaba, se apretaba contra el cuerpo caliente de Bria. Apenas comía. Rumiaba sus propios pensamientos. Jah’Tall devoraba un plato tras otros. No era hablador. Además, seguramente tampoco les estuviera entendiendo. Su jerga no era muy avanzada.
—Glothus suele estar en la sala de guardias, pero no sé dónde queda. Nadie lo sabe. Cuando no está ahí suele visitar un lugar llamado el Cerdo Volador. No sé dónde vive. Los guardias esconden con celo sus vidas fuera de aquí.
Asintió ante las palabras de Bria; la libertad. Aquello le animó visiblemente.
—Brindo por esas sabias palabras —pero en su voz no había alegría, solo tensión y agotamiento.

Notas de juego

Podéis seguir haciendo preguntas. Sino, en un par de días avanzo con el turno. Sed buenos. Yo no lo seré.

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21/05/2019, 04:14
Oggo

El plan de Vanussa no había dado resultado, le había dicho Edgtho, y él había asentido, resignado. Y aunque parte de él pensaba que no había estado mal plantar la semilla, no insistiría más con eso. No quería seguir arriesgando a Lyra, y los demás no parecían encontrarle utilidad a la estrategia.

De cualquier forma había que pensar en algo más. Gubra se había tenido que transformar en El León y ganar 100 combates para ganar su libertad. Había visto en sus ojos y en su voz a los compañeros que no lo habían logrado. De ellos tal vez lo lograra Edgtho, o con mas probabilidad Bria, pero Lyra, Jah´Tall y él mismo no tenían muchas posibilidades. No, había que buscar otra forma, y la mas obvia, que también era la mas peligrosa, era probar suerte sumergiendose en las entrañas del coliseo.

Eso, aún en el caso que se pusieran de acuerdo, era una tarea titánica de por sí. Primero, porque debían arreglárselas para escapar de los guardias, segundo, debían conseguir luz. Tercero, y mas difícil, debía obtener consenso, y dada la actitud de Lyra, era casi imposible. Con toda probabilidad los planes de escape de la chica implicaban su única arma disponible y el único oficio que Oggo suponía que conocía. No veía un plan de ese estilo llegar a buen puerto, pero no quería forzarla a seguir sus decisiones. Por más que le hubiera dicho eso, quería dejarla tomar sus propias decisiones, y vivir o morir con ellas.

La parte de encontrar el camino hacia abajo parecía ser lo más fácil. Según distintas versiones, todos los pasillos parecían conducir allá. Eso no auguraba nada bueno.

Pensó en si podía utilizar la libertad de Gubra a su favor, pero no tenía aliados afuera. Y así los tuviera, dudaba que el León se arriesgaría a poner su libertad en riesgo por un puñado de esclavos sin muchas posibilidades de supervivencia. Podía intentar enviar un mensaje a su familia, pero sin duda sus enemigos se enterarían y vendrían a cobrarse su vida, y éstos tenían muchas mas posibilidades de conseguir su objetivo que los primeros. No, estaba solo. No completamente, pero no obtendría ayuda del exterior. Desearía suerte al recién liberado con sus mejores deseos, habían tenido mucha suerte al no haberse enfrentado a él.

Cuando Gubra y el cocinero se fueran, expondría sus intenciones a sus compañeros. 

- ¿Que dicen de probar suerte en los túneles inferiores? -consultó en voz baja. 

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26/05/2019, 11:09
Edgtho

Cuando Lyra reaccionó ante sus palabras, cuando caminó hacia él contoneándose, cuando se estaba acercando a sus labios, Edgtho la detuvo sujetándola por los hombros.
-Tal vez- Dijo con serenidad como respuesta a su sonrisa burlona -No conoces el mundo tan bien cómo crees-
Hizo caso a la mirada de Bria. Asintió. Probablemente tenía razón, ya era suficiente. Desde luego Edgtho no pretendía aleccionar a la muchacha. Comprendía la visión de la vida que debía tener. Una visión que él no iba a conseguir cambiar con palabras. Cómo le había dicho, la confianza hay que ganársela.

Gubra les describió una situación bastante descorazonadora. A Edgtho no le preocupaba tanto el hecho de tener que eludir a toda esa gente, como conseguir encontrar el camino. Era evidente desde el principio que se encontrarían con guardias, la única diferencia es que habría muchos más. Bueno, eso y que no podían ponerse a pelear con todos durante la fuga, porque muchos de esos ojos indiscretos tan solo serían otros pobres diablos intentando llevar algo de pan a sus bocas. Aún así no era nada con lo que no pudiesen lidiar, o eso creía. Los verdaderos problemas eran otros. ¿Cómo salir de la celda?, ¿Cómo guiarse por esos túneles? Eran cuestiones importantes a las que por supuesto había que añadir que Glothus les perseguiría si tenían éxito. Sorprendentemente Lyra intervino para aportar una sugerencia al respecto.
-Antes o después teníamos que estar de acuerdo en algo- matar a Glothus era una gran idea. O bien cuando les estuviese persiguiendo, o bien antes de salir. De un modo u otro tendrían que librarse de él.
Por el momento tocaba seguir esperando. Disfrutar de la cena. Volvió a brindar con Gruba, quien parecía llevar una gran carga sobre sus hombros.
-Gruba. Te has ganado la libertad. Te la mereces. Aunque asuste y abrume, disfrútala-

Después, cuando quedaron solos, se hizo evidente que Oggo también estaba pensando en fugarse. Probablemente Bria también. Ambos debían pensar lo mismo que Edgtho. Era muy poco probable sobrevivir durante cien combates. Da igual lo bueno que no uno sea, cien enfrentamientos en los que las condiciones de la batalla las dicta otro, son demasiadas para que todo salga bien.
-Los túneles...- La idea le gustaba. Encontrarse con unas antiguas ruinas inexploradas resultaba emocionante. Eso no significaba que estuviese exenta de problemas. -No sabemos cómo de grandes son. Necesitaríamos agua y quizás comida, pero no es mala idea. Los guardias parecen temer esa parte de abajo- convenientemente decidió omitir que debía haber algún buen motivo para temerla. -También hay otras soluciones. Alguien tiene que entrar la comida y la bebida. Son muchas bocas que alimentar. Quienes la entran tienen que salir.- Era otra idea válida, pero requería ocultarse a plena vista, lo cual no solía ser demasiado fácil. -Como sea, el primer paso es salir de las celdas. Creo que podremos hacerlo. Ahora Bria es importante. Si una de sus heridas se infectase, enviarían a alguien para intentar sanarla. Durante la noche habrá menos guardias, podríamos intentar aprovechar entonces. Pero necesitaremos sacarles algo de información. No sé cómo demonios consiguen guiarse aquí dentro.-

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26/05/2019, 14:54
Bria

Bria entendió a qué se refería Gubra. Ella, si bien de manera muy breve, había sentido algo parecido cuando la gente había empezado a vitorearla tras la victoria en la arena. Podía apreciar el hecho de que alguien acabara por entregarse aquellas sensaciones. Puede que no fueras libre fuera de la arena, pero si te ganabas al público, podías ser un rey dentro de ella. Por supuesto, los casos como el de Gubra eran uno entre mil. Aquella opción no figuraba entre los planes de Bria ni entre los de los demás.

Brindó junto a los demás y le deseó la misma suerte a Gubra, pero su mente estaba distraida en otra parte, pensando en lo que les esperaba más adelante. La situación no pintaba fácil ni mucho menos. Intentar salir por la superfície era poco menos que un suicidio con tanto guardia, incluso si lo intentaban de noche. Pero los túneles tampoco es que fueran más atrayentes, con aquella descripción que el León hacía de ellos. En cualquier caso, una cosa estaba clara. Tenían que asegurarse de que Glothus no les perseguiría, implicara lo que implicara aquello.

En cuanto estuvieron solos, empezaron a trazar su plan — No me gusta nada la idea de los túneles — dijo — pero cualquier otra opción parece aún peor que esa, y de todas maneras todo parece estar encaminándonos hacia ellos — desconocía hasta que punto creerían en algo o no Oggo y Edghto, pero ella confiaba en que, a pesar de la tenebrosa reputación de aquella zona de los túneles, la Gran Madre le estaba indicando que aquél era el camino que debían seguir — Así que creo que es nuestra mejor opción.

Ambos hombres estaban también de acuerdo con ello, Edghto fue diciendo pasos que tendrían que tener cubiertos antes de intentar nada — Podremos sacar comida y bebida de aquí, la despensa no puede estar demasiado lejos — en algún lugar tendrían que almacenar las provisiones, aunque fueran de las perecederas. La idea de fingir que alguien en la celda no se encontraba bien también era buena, aunque temía que los guardias pudieran tener previsto algo así — Esperar a la noche será lo mejor. Tendremos que hacernos con antorchas y algo con lo que poder hacer luz también, ya habéis oído lo que ha dicho Gubra. No sé hasta que punto los guardias sabrán algo sobre los túneles, teniendo en cuenta que evitan la zona completamente — luego estaba el otro asunto — Y...  ¿Qué haremos con él? dijo, señalando discretamente a Jah'Tall con la cabeza. El bárbaro no parecía nada a disgusto en la arena, pero hasta el momento había compartido su destino. Que no pudieran entederse era no poco problema, pero estaba segura de que su fuera no les vendría mal durante aquella peligrosa travesía.

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26/05/2019, 17:07
Edgtho

Fuego. Claro. También necesitarían fuego. Edgtho sabía que por oscura que fuese una noche, mientras el cielo no estuviese también cubierto de nubes, los ojos siempre acaban adaptándose a la oscuridad. En los túneles suponía que sería más complicado. Eso sin contar que tampoco sabían cuanto frío podía hacer allí dentro. Asintió ante las palabras de Bria.
Por mala idea que fuese, todos estaban más o menos de acuerdo en probar suerte con los túneles, aunque no acababa de entender eso de que todo pareciese estar empujándolos hacia ellos.
-¿Qué quieres decir?- preguntó con curiosidad.
Su compañera también había mencionado otro punto importante. Jah'Tall. No había forma de saber lo que el grandullón tenía en mente.
-No creo que sea un problema. La arena le gusta, pero no parece la clase de persona que se conforme con la esclavitud. Seguro que también quiere salir de aquí. Oggo ha conseguido comunicarse con él durante la batalla. Seguro que conseguiremos entendernos con algunos gestos.- Lo cual les llevaba al siguiente problema. Del mismo modo que Bria había señalado a Jah'Tall con la cabeza, Edgtho hizo lo propio con Lyra. No iban a dejarla abandonada a su suerte, pero necesitaban que colaborase con ellos o todo se complicaría más. Al final, decidió preguntarle sin más a la propia muchacha. -Si conseguimos salir de las celdas, ¿vendrás con nosotros?-

Más o menos la idea estaba clara. Intentarían escapar cuanto antes. Por eso repasó los puntos que ya habían mencionado.
-De acuerdo. Intentaremos conseguir algo de agua, comida, y algo para hacer fuego. Tal vez Podamos llevar un poco de todo esto- dijo refiriéndose a la mesa -al salir. Quizás a los guardias no les importe demasiado. Por la noche intentaremos que al menos un guardia entre en nuestra celda. Habrá que actuar rápido porque probablemente el que entre no llevará las llaves. Necesitaremos su arma y cuantas podamos conseguir. ¿Nos estamos dejando algo?-

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26/05/2019, 18:40

La distendida charla con Gubra no duró mucho más. Las puertas se abrieron y con ellas, nuevas esperanzas entraron en la estancia. Esperanzas cargadas de miedos, sueños rotos y promesas envenenadas que se desparramaron sobre las sucias mesas, las desvencijadas sillas y los gladiadores. Los ojos de Gubra se abrieron de par en par al ver a la colorida y letal guardia del emperador entrar en el comedor. Uno a uno, en formación militar, asegurando el perímetro como si de cualquier lugar de aquel cochambroso lugar pudiera provenir un peligro. Especialmente, se fijó Edgtho, miraban a las sombras, las cuales parecían tener cuerpo propio allí donde la luz no podía alcanzarlas.
Enather no tardó en aparecer. De nuevo pomposo, con un andar propio de aquellos que consideran el suelo que pisan suyo en exclusiva. Se dirigió hacia ellos con gesto serio. Gubra abrió los ojos más aún. En su rostro se reflejaba algo poco común dentro del coliseo; felicidad. Enather se detuvo delante de ellos, siempre a una distancia prudencial. Debía de ser complicado relacionarse con el mundo estando siempre escondido detrás de un muro de escudos y espadas.
—Hoy no habrá ninguna puesta en libertad —indicó.
Quizás no era complicado vivir con escolta a diario. Quizás era más fácil. Podías hacer y decir lo que querías sin que las consecuencias te alcanzasen. Insultos, golpes y amenazas impactarían contra los escudos de sus guardias custodios. Su mano era el poder y su voz, la ley.
El rostro de Gubra pasó de la más inocente de las alegrías a la más profunda de las iras. Su rabia nacía de dentro, de los posos de sus esperanzas muertas, alimentado por las mentiras que durante los últimos cinco años le habían contado. Los custodios se tensaron. Podían percibir la violencia en el aire. Aquel hombre era una fiera, un animal salvaje; le habían despertado y ofendido, no podía esperarse otra cosa que un ataque.
—Lo prometió —casi gruñó el león de Ponthia.
—Lo sé, lo sé. Pero una parte de la profecía que permanecía en la tiniebla se ha aclarado hoy ante mis ojos.
—Me dio su palabra. La palabra de un emperador — su voz sonaba cada vez más distorsionada, más propia de una bestia que de un hombre.
—Y mantengo mi promesa. Pero falta una victoria más.
—Cien victorias, ese era el precio
—el león se puso en pie, los hombres que se encontraban delante del emperador tensaron los tendones de sus manos sobre las empuñaduras de sus armas; podían jurar que estaban deseando tener el acero desnudo en sus manos.
—Una más y serás libre. Y rico. Te cubriré de riquezas, pero debes luchar una vez más. Así lo mandan los astros. El hijo no nacido se mostrará ante el rugido del león. La profecía es clara. Aquí solo hay un león. Debes pelear una vez más. Y rugir. Para encontrar al hijo no nacido, aquel que no ha muerto ni ha vivido, aquel que vive entre dos mundos.
El león apretó los puños, sus ojos estaban inyectados en sangre, sus poderosos músculos estaban rígidos, cargados de violencia.
—Lo promet...
—No he venido a escuchar palabras, sino a decirlas
—señaló el Falso Emperador. Allí su voz sonaba tan real como el crujir de la guadaña—. Puedes pelear una vez más. Para mí, por ti. O morir ahora a manos de mi guardia.
Gubra lo estuvo sopesando. ¿Podía alcanzar a ese pomposo hombre antes de que los guardias le dieran muerte? ¿Serviría de algo? Todas las muertes que había tras sus espaldas habrían sido en vano. Todas las muertes que su espada había causado también. Porque podía matar a Enather, pero no podría escapar del coliseo. E incluso un gladiador tiene que saber que batallas debe pelear para escapar. Desgraciadamente, para una vez que pudo elegir, las condiciones no fueron nada justas.
—Ya me parecía. ¡Mañana, cuando el coloso de fuego guiñe su ojo ciego, se peleará! Y por fin, la profecía se cumplirá.
Parecía extasiado, igual que un demente que hubiera esnifado demasiado loto negro o chagga rojo. O ambas cosas.
—¿Contra quien peleo? —la voz de Gubra era sombría y triste, grave como una caverna que hubiese quedado hueca por dentro.
—Por supuesto, con aquellos que traerá al hijo no nacido a la no vida. Contra todos ellos —dijo señalando a los demás.
A pesar de haberlos conocido hace unos momentos, la breve charla que habían mantenido y la cerveza que habían compartido había sido suficiente para que el hombre destrozado que era Gubra les cogiese afecto. Para él eran las primeras personas que habían conocido en aquel lugar que no estaba obligado a matar. Hasta ahora.
—Ya no quiero beber más.
El león traspasó la fila de soldados por un flanco y abandonó el lugar sin mirar atrás. Su expresión era un rictus de dolor.
—Peleará —dijo satisfecho el emperador —. Vosotros también;el tullido, el soldado, el gigante y la diosa. Así está escrito. Mañana es el gran día. Armaremos a Gubra como él desee. A vosotros no. La profecía solo habla de vuestra presencia, así que iréis tal cual —una sonrisa pastelosa llenó su grasiento rostro —. La profecía se cumplirá.
Antes de que pudiera girarse, Lyra se puso en pie. En sus ojos brillaba la desesperación. Ella, como todos, veía que enfrentarse al león de Ponthia era menos que un suicidio, máxime cuando se encontrarían desarmados. Solo Jah'Tall contemplaba la escena sin preocupación dado que no entendía lo que estaba sucediendo. Los guardias la interceptaron antes de que pudiese llegar al emperador.
—¡Mi señor! ¿Habla esa profecía de la buena Lyra?
—No, no recuerdo instrumentos ni nada musical. ¿Quién es Lyra?
—Yo soy, mi señor. ¿Por qué he de participar en la pelea? ¿Acaso no seré un tizón negro que puede emborronar vuestra profecía?
—su voz se tornó dulce, melosa, y sus palabras atinadas como certeros dardos; había pasado mucho tiempo diciéndole a los hombres lo que querían oír —. Quizás podría complaceros de otra manera.
—Ya tengo muchas distracciones.
—Pero no como yo. He trabajado en el Cerdo Volador, mi maestra era Marissa, la de la Danza del velo de seda. Seguro que habéis oído hablar de ella.

Por la expresión de Enather, era muy posible.
—Está bien. Que la laven y que la vistan, y mandadla a mis aposentos. Veremos si sabe bailar. Después de todo, no hay que malgastar el talento.
El emperador abandonó la estancia, la guardia también. Y Lyra, junto con los guardias, los siguió. Miró con altivez a los hombres, ella había encontrado su propio camino, pero cuando sus ojos se toparon con los de Bria, agachó la cabeza, avergonzada.

Una segunda hornada de guardias no tardaron en aparecer para conducirles a las celdas. El jorobado que hacía de mesonero y médico le aconsejó, mediante gestos, que no se llevasen nada de comida. Apenas podían ocultarla entre sus ropajes y de ser descubiertos...bastó enseñarles una feas cicatrices, de fuego y acero que tenía en un brazo.*
De nuevo fueron conducidos a la celda. La misma celda maloliente y apestosa. Por la cara de asco que puso el norteño quedó claro que no le agradaba nada. Pelear bajo el sol era una cosa, pero dormir encarcelado no estaba hecho para almas como la suya. Pronto caería la noche y con ella, el cambio de guardia, los hombres de Glothus vendrían a velarles. Si no conseguían escapar, mañana deberían enfrentarse a una muerte más que segura. Nemeo y Auro ya les habían demostrado que los gladiadores eran duros de pelar. Gubra, el león, era bien distinto. Cien victorias en la arena lo avalaban como un campeón incansable, y la promesa de una libertad, que quizás no llegase, era motivación suficiente. Cuatro vidas más no debían significar mucho más para alguien que debía haber matado a cien veces más su número.

Notas de juego

*Aunque podéis internarlo, claro.

**Podéis seguir hablando y tramando, por supuesto. Aunque ahora sin Lyra.

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30/05/2019, 17:18
Bria

La conversación con Gubra quedó interrumpida cuando las puertas del comedor se abrieron una vez más, esta vez para dejar pasar a alguien que jamás habría esperado ver por allí. Enather, el emperador de Ponthia, se les acercó de nuvo, acompañado de su guardia pretoriana. Habló para todos los presentes, y aunque sus palabras solo iban dirigidas a uno en realidad, Bria también sintió como si le hubieran echado encina un jarrón de agua fría.

Obviamente, el que había sido el León no se esperaba para nada aquello. Después de cinco años y cien combates, después de matar y ver morir a docenas de hombres, había creído que por fin podría descansar de todo aquello, para que ahora le dijeran que tenía que regresar una última vez más de lo acordad. Por un momento, pareció que el gladiador se abalanzaría sobre los guardias aun con las manos desnudas, pero prevaleció la cabeza fría que sin duda le había dado tantas victorias.

Enather siguió hablando de su profecía que nadie más aparte de él entendía. Esta vez no prestó mucha antención, no hasta que el emperador dijo que sería contra ellos contra los que Gubra tuviera que pelear por última vez. Una pelea a muerte. Bria abrió los ojos como platos durante un segundo al entenderlo, pero el gladiador salió de allí antes de que nadie pudiera decir nada o detenerlo.

Luego el soberano de la ciudad siguió hablando, a ellos directamente esta vez, aunque si bien no había esperado que les dijera nada bueno, jamás se habría imaginado aquello. ¿Pelear desarmados? Contra el guerrero más veterano del Circo, con cien victorias e incontables muertos a sus espaldas? Bien podía ordenar a su guardia que los trincharan en ese mismo momento, que el resultado sería el mismo.

Aquella maldita profecía... Sintió como la rabia la llenaba por dentro, pero se contuvo antes de decir nada. No importaba mucho de todas maneras. Entonces Lyra se puso en pie y corrió hacia el emperador. Bria trató de agarrarla de la túnica para impedirlo mientras murmuraba un ¡No!, pero se le escurrió entre las manos. La muchacha fue frenada por los guardias, pero aquello no la detuvo.

Y cuando escuchó lo que le decía a Enather y lo que este le respondía, se le cayó el alma a los pies. No la culpaba, no demasiado. La joven era una superviviente nata, y a ellos acababan de condenarlos a una muerte segura. A pesar de que estaban allí por ella y la habían protegido, no tenía por qué compartir su destino. La observó con tristeza cuando pasó por su lado y se marchó junto a los pretorianos. Espero que te merezca la pena, pensó.

No estuvieron solos mucho tiempo. Más guardias acudieron para llevarlos a su celda por aquella noche. Bria no trató de llevarse nada de la cocina, no valía el riesgo en aquél momento, tal y como les indicaba el curandero. Entró en la celda, la misma en la que habían estado la noche anterior, y se sentó apoyada en la pared.

- Tiene que ser esta noche - dijo, cuando estuvo segura de que los guardias se habían marchado - No podemos vencer a Gubra, no desarmados, y tampoco quiero luchar con él. Así que ese emperador se puede meter su profecía por el culo. Sabemos donde conseguir algo de comida, y tendremos que usar las armas de los guardias. Alguna antorcha podremos arrancar de las paredes, aunque si nos llevamos algo con lo que poder hacer fuego por nuestra cuenta mejor - creía que no se estaba dejando nada de lo que habían previsto - Y hay que acabar con Glothus. ¿Cómo lo hacemos?

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31/05/2019, 17:59
Edgtho

Tenía que haber alguna trampa. Tenía que llegar antes o después. Si se paraban a pensarlo. El emperador no pensaba liberar a Gubra. Tan solo lo conocían desde hacía unos pocos instantes, pero aún así dolía ver la escena. Esos instantes habían sido suficientes para conocer un poco a aquel hombre, su determinación, su tesón y su valor. A veces bastaba con una jarra de cerveza para comprender un poco a los demás. Quizás esa era una cualidad que solo los guerreros tenían. A fin de cuentas tanto Bria, Oggo y él mismo, habían pasado por situaciones similares. Luchar hasta el último aliento, sobrevivir cuando la muerte ya estaba llamando a la puerta, ver a los demás morir sin poder hacer nada para evitarlo, triste por la pérdida pero aliviado por seguir respirando un día más. Explicar todo eso podía costar años a no ser que se hablase entre iguales, ante ojos que han contemplado los mismos horrores y oídos que han escuchado los mismos lamentos.
Por todo eso, bastaban solo aquellos breves instantes para sentirse igual de dolido y traicionado que Gubra. Edgtho ya se lo había advertido a Lyra en la arena, quienes empuñan las armas nunca son quienes se alzan con la victoria. La victoria es para otros. A ojos de Enather, gente como ellos tan solo eran herramientas, pequeñas figuras en su juego de ensoñaciones místicas. Si los hados decidían que algunas de esas figuras luchasen contra otras, se las hacía luchar.
Edgtho no dijo nada. Las palabras de poco servirían. Aquella decisión ya estaba tomada, por un demente nada menos, por lo que cualquier argumento caería en saco roto. Se limitó a mirar y a pensar. No quería luchar con Gubra. No es que le diese miedo, cualquier rival puede matarte en cualquier lance, cualquiera es peligroso. Si el miedo te domina, el campo de batalla no es para ti, eso había pensado siempre. Simplemente le desagradaba la idea de verse en la tesitura de tener que matar a alguien que le caía bien. Su postura tampoco era fruto de una arrogancia ciega. Sabía que perder contra un gladiador superviviente a cien combates era más probable que ganar, pero Edgtho disfrutaba en cierta medida cuando sentía el peligro acechándole.

Lyra aprovechó la ocasión para actuar. Era cierto que tenía un plan. Elegía seguir siendo la esclava de otro. No podía recriminarle nada. La chica buscaba la forma de escapar a lo que consideraba una muerte segura. Edgtho quiso decirle que en una celda junto a ellos, o en una habitación con las paredes cubiertas de seda y tapices, seguiría siendo una prisionera. Quería animarla a resistir, a buscar la libertad, esa que es tan grande que asusta y tan brillante que deslumbra. No hizo nada de eso. La habían salvado del látigo, le habían dado la oportunidad de elegir su camino. Elegir, esa era la clave. Al menos para Edgtho resultaba admirable que Lyra hubiese tomado el timón de su vida. Sí, quizás le resultase doloroso que la joven no tuviese ningún reparo en abandonar a quienes lo habían arriesgado todo por ayudarla, pero a fin de cuentas Lyra solo intentaba sobrevivir. Ante eso no podía enfadarse o sentirse ofendido.

Una vez más en la celda. La situación había ido a peor. Bria fue la primera en hablar. Edgtho asintió cuando la guerrera dijo que debía ser aquella misma noche. Ambos parecían estar de acuerdo en no querer luchar contra Gubra, sin importar quien fuese a ganar ese combate.
-No creo que podamos encontrar a Glothus- dijo tajante. –Por lo que sabemos puede estar de nuevo emborrachándose en el Cerdo Volador. De todos modos, aunque estuviese aquí, no sabemos guiarnos por estos pasillos. Pero no necesitamos preocuparnos tanto por él. Sabemos que nos seguirá. Si conseguimos salir de esta fortaleza, le esperaremos donde nosotros decidamos, donde la ventaja sea nuestra-
Tampoco estaba seguro de que pudiesen encontrar el camino de vuelta al comedor. El hecho de que los pasillos resultasen tan confusos seguía resultándole frustrante. Muy frustrante. Se acercó a Bria e hizo gestos a Oggo para que se acercase también. Incluso al bárbaro para que no se sintiese excluido. Luego habló solo entre susurros.
-Si hacemos que alguien venga, probablemente no llevará las llaves consigo. Tenemos que actuar o bien en cuanto entre o bien en cuanto vaya a salir. Tendremos que reducirle y evitar que cierren la puerta al mismo tiempo. Eso sí solo entra uno de ellos-
No quería decirlo, pero en realidad no tenían ningún control sobre lo que fuese a ocurrir. Podía entrar una veintena de guardias, o tal vez ninguno se dignase a ir.
-Gritaremos que has vomitado y que tus heridas se han vuelto negras como la noche, que necesitas agua. Tienen que creer que necesitas a un médico, para que crean que es grave, pero también tienen que creer que pueden hacer algo de inmediato sin necesidad de llamar al sanador. Agua para limpiar las heridas. Quizás funcione. Si entra alguno, tu y yo- dijo señalando a Bria con un gesto rápido –intentamos agarrar y desarmar a quien entre, mientras que Jah’Tall y Oggo se lanzan contra la puerta. Si somos rápidos nos uniremos a ellos con un arma. Con suerte podremos hacer que alguno de los guardias nos guíe. No es un buen plan, para nada, lo sé. ¿Se os ocurre algo mejor?-

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06/06/2019, 04:28
Oggo

Oggo escuchaba. Analizó las palabras del lunático al que el poder había cegado y desvariaba. Pero se permitió pensar ¿Y si no desvariaba? 

En realidad él nunca había creído en profecías, y de alguna retorcida forma creía y no creía a la vez en las cosas que se contaban que escapaban a la vista y a la razón. De cualquier forma, se permitió entrar en la pegajosa prosa del falso Emperador para intentar adivinar si podía utilizarla para sus fines.

No había sacado casi nada en claro, pero en esa maraña de palabras sin sentido tenía que llegar alguien, un no nacido. Que quería ganar algo. Para ganar tenía que existir un conflicto. ¿Contra quien luchaba? ¿A quien temía? La única posible respuesta con los datos con los que contaban era contra el propio Coliseo, contra los moradores de sus entrañas. 

Oggo estaba bastante convencido de que Enather había perdido la razón, pero debía haber algo que pudiesen hacer para usar su locura a su favor. Había una sola cosa que tenía posibilidades de funcionar. Esperó a que terminaran de hablar, y cuando Gubra se retiraba habló en voz alta. A nadie en particular. A todos.

- Es decir que si el león no ruge, el no nacido no se mostrará -reflexionó en voz alta.

La reacción ante aquello le daría mas de una pauta de lo que podía esperar. Por un lado, le daba una palanca a Gubra. Si se mantenía en un papel pasivo Enather se vería obligado a cambiar la profecía, si es que la había inventado, o a presionar de otra forma, si realmente creía en ella. De cualquiera de las dos formas perdía poder ante sus subordinados. Y los rumores corrían rápido. Por otro lado, la reacción del propio emperador revelaría algo más. Ya fuera su enojo, su indiferencia o su favor, era un dato importante que podía servir mas tarde.

- Descuida campeón -se cuidó de no llamarlo por su verdadero nombre, ni por el que detestaba. Hagas lo que hagas, nadie te culpará.

Eso al menos plantaría la duda en su corazón, si es que no lograban escapar esa misma noche. "Hagas lo que hagas" suponía que tenía una opción además de pelear. Peor era enfrentarse a él de otra forma.

Pasase lo que pasase, estaba decidido a intentar la fuga. Afortunadamente Bria y Edgtho pensaban igual. 

Respecto al plan, Oggo no pensaba que fuera a funcionar. Al menos no así.

- Creo que estos guardias han visto mas de una vez intentos de fuga. Debemos ser mas cuidadosos. Y lamentablemente -dijo mirando a Bria-, coincido en que debe ser ella el señuelo. Pero por un lado, debe ser mas real, debe vomitar en serio, verse lívida. Y los guardias se ocuparán de ver las posiciones de todos antes de entrar. Propongo que todos nos pongamos en una posición sumisa, mirando la pared, incluso, y la sorpresa debe venir de ella. Cuando ella ataque, ahí es donde debemos ayudar los demás, y luchar como si no hubiese un mañana. Porque probablemente no lo haya si fallamos.

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10/06/2019, 04:16

La voz alzada de Oggo detuvo a la altiva figura del emperador. Durante unos instantes el regente contempló la posibilidad de lo que se le sugería. Sus puños se crisparon y su aliento se quebró igual que el de un hombre que tratar de resistir el envite de una avalancha agarrándose a una rama muy fina.
—El león rugirá. El no nacido se mostrará. Y entonces, acabaré con él. Y toda esta locura, toda esta demencia, habrá tenido su significado —su rostro contorsionado por la emoción se giró hacia el tullido —. Y tú serás parte de la obra, como todos.

***

Tan ensimismados se encontraban en sus propias cábalas, salvo Jah’Tall, que había limitado su participación a mirarle las piernas a Bria y a sonreírla de forma bastante bobalicona, que no se percataron de que afuera otros planes estaban siendo urdidos. Escucharon unos susurros, una risa entrecortada y el cambio de manos de una bolsa tintineante. Y la puerta de la celda se abrió.
Cuatro soldados entraron en la celda. Se quedaron en la puerta, flanqueándola. Vestían como guardias, pero el tono ocre de su piel no les señalaba como guardias que ya hubieran visto. No se trataban de os hombres de Glothus, tampoco de los hombres del turno de día. Aparte del equipo reglamentario uno de ellos llevaba un pesado martillo, otro un hacha, el tercero un sable curvado. Había algo en ello que los delataba como algo más que guardias. O como algo menos.
—Tú, el manco —dijo el que parecía ser el cabecilla, un hombre de edad madura con la piel curtida —. Vienes con nosotros, ahora. Alguien quiere conocerte.
No hubo más preámbulos. Dos de los “guardias” escoltaron a Oggo. Jah’Tall se había puesto en pie; entendía la violencia mejor que las palabras. Pero una ojeada al exterior de la celda les hizo ver que había media docena más de aquellos hombres ahí afuera. Aquello le hizo desistir. Aunque pudieran conseguir algún arma de aquellos hombres, eran demasiados. Y podrían cerrar la puerta en cualquier momento.
Impotentes, vieron como Oggo fue sustraído de la celda.

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10/06/2019, 04:31

—Ese no es el camino —dijo uno de los hombres de piel tostada.
—Sí que lo es —indicó otro, que iba justo pegado a Oggo, con un puñal demasiado cerca de su espalda para su gusto.
—Callaos los dos, no podemos estar muy lejos —señaló el líder —. Solo eran veinte maldito pasos. Pero este maldito lugar —se detuvo, oteó la oscuridad, las llamas danzantes —. Ahí está. Camina —ordenó.
Oggo entró primero. Era otra celda. O en alguna otra ocasión lo había sido. La puerta había sido arrancada de los goznes por una fuerza prodigiosa. Había sido excavada en la tierra para albergar a un grupo numero; cincuenta, puede que sesenta persona. En su interior había al menos unas quince personas más. La mayoría iban ataviados como los guardias que le acompañaban, pero también había siervos, esclavos y algún obrero. Gente del coliseo. Formaban un semicírculo y en el centro, tres figuras.
Uno de ellos, a la izquierda era un hombrecillo bajo y enjuto que vestía con una fina túnica granate. Tenía unos ridículos bigotillos que se rizaban en la punta. Un gorrito del mismo tono que su túnica le conferían un aspecto distinguido según la moda actual. Un noble menor o un mercader, pensó Oggo.
A la derecha se encontraba una mujer de edad madura. Sus manos eran callosas y su cuerpo, desde su busto hasta su cuello, así como su porte, parecía haber sido esculpidos en mármol. Poseía una belleza difícil, áspera. Sus ojos eran dos pesados martillos y sus labios, aún ribeteados con un rojo pasión, se mostraban siempre fruncidos.
En el centro de las dos figuras se encontraba un hombre sentado en un pequeño trono de madera. Era evidente que quería que supieran quien era el jefe allí. De hombros anchos, calvo, manos grandes, iba ataviado con una fina túnica, botas de piel y una espada en el cinto. Aquel hombre tenía tanto de guerrero como de pensador, pues su espada parecía desgastada pero afilada, igual que su entendimiento.
Los guardias cerraron posiciones tras Oggo. No había escapatoria. Todos allí le miraban, aunque no directamente. El mercader se frotaba las manos con un pañuelo, sudaba en exceso. De vez en cuando una nerviosa mirada se escapaba hacia la mujer cuyo temple era digno del mejor acero, pues ni la situación, ni el coliseo, ni la compañía parecían perturbarla lo más mínimo.
—Adelántate, gladiador —bramó el hombre, su voz era rasposa como un rastrillo arañando una roca —. Tú eres ese que grita a la multitud y que no es oído. ¿Y quién eres tú? ¿Quién eres tú para pronunciar el nombre de Vanussa? Hoy ha habido muerte en la arena, como siempre, y a mis oídos han llegado rumores. Rumores de un tullido que clama un nombre como si fuera su campeón. ¿Eres tú el campeón de Vanussa? —sus ojos lo observaron detenidamente, estudiándolo. El mercader hizo lo mismo, pero había miedo en él. En la mujer no encontró más que el habitual desprecio, y una gota de curiosidad —. Dicen que has matado a Auro. Dicen que es mejor que te falte una mano porque así los demás tienen una oportunidad. Puede que en verdad seas uno de los campeones de la casa de la Daga Carmesí. Si es así, arrodíllate ante Vanussa y muestra tu lealtad. O muere.

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10/06/2019, 04:47

Definitivamente aquel lugar tenía algo de embrujado, de endiablado. Edgtho era capaz de realizar largas guardias, o marchas, sin caer presa del sueño. Y, sin embargo, lo último que recordaba antes de caer dormido era como se habían llevado a Oggo y como Jah´Tall, Bria y él se había quedado a solas en la celda. Recordaba también el frío. Algo diferente al que trae el inverno. Un frío seco, que se pegaba a los huesos y hacía estremecer al alma. Vagamente también recordaba una figura más dentro de la celda, pero aquello debía ser ya parte del sueño, porque no recordaba que la puerta se hubiera abierto.
Ahora, estaba despertando y la cruel realidad lo estaba sacudiendo. Su sueño había sido tan profundo que no había escuchado como sus carceleros entraban en la celda y lo sacaban a rastras. Aún entumecido, mordió el polvo. Sintió el dolor relampagueando por su espalda cuando una pesada bota le pateó allí mismo. Volvió a ser zarandeado. Jah´Tall estaba a su lado, tan entumecido como él.
Cuando sus mentes se aclararon se encontraron rodeados. Siete hombres; uno de ellos enorme. No como Jah´Tall, que era todo músculo. Glothus poseía fuerza pero la decadencia de Ponthia también había colocado grasa en su estómago. Su aspecto seguía siendo tan feroz y malvado como la primera vez que lo vieron en la taberna.
—¿Creéis que podéis escapar de mí? ¿De mi coliseo? ¿Dónde están los otros dos?
La primera respuesta de Jah´Tall fue escupir al suelo. Glothus movió al dedo y uno de sus matones, porque poco tenía de soldado, se acercó al gigante y le abofeteó la cara. Tuvo que hacerlo tres veces para que el bárbaro sangrase por la nariz.
—Joder, tiene la puta cara de piedra —gruñó el matón.
—Esto no va a ser fácil. Pero tengo toda la noche. Todo mi turno —sus ojos de carroñero se posaron en Edgtho —. Tu amigo no me entiende, aunque entenderá los golpes. Él no puede hablar, así que hablarás tú. El tullido y la mujer. ¿Dónde están?
Los hombres de Glothus no eran los guardias que los habían velado hasta ahora. Tenían un aspecto tan pendenciero y camorrista como el propio Glothus; cicatrices, tatuajes y una mirada torva que decía que matarían a su propia madre por un puñado de monedas, o incluso por un trago y una puta. Iban bien armados; porras y hachas. Glothus, aparte de una pesada maza, llevaba un látigo. Lo desenrolló mientras se alejaba unos pasos de Edgtho.
—No puedo mataros, el jefe os quiere vivos. Pero no dejaré que nadie se escape. No en mi turno. Así que te diré lo que va a pasar. Voy a desollarte, golpe, a golpe, lentamente. Ya sabes cómo va esto —el látigo restalló e impactó en la mejilla del explorador, levantando la piel y arrancando sangre y un alarido —. Uno. Voy a contar hasta cien, ya lo sabes también.
Jah´Tall estaba tenso. Había analizado la situación y sabía que tenían pocas posibilidades de salir de allí peleando. Las mismas que cuando se llevaron a Oggo. Pero aquello era diferente. Si el objetivo era vivir, quedarse sentado no era quizás la opción que más posibilidades ofrecía. Le lanzó una mirada a Edgtho; él no entendía lo que estaba sucediendo pero seguiría al explorador fuese cual fuese su decisión.

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10/06/2019, 05:32

Se encontraba fuera de la celda, sola. Sentía frío sobre su piel. Había escarcha en sus manos y su aliento se elevaba hacia la oscuridad del pasillo como si fuese su alma escapando de sus torturados pulmones. El frío provenía de dentro, no de fuera.
Estaba en un sueño. O puede que no. Aquello podía considerarse una alucinación, una visión o una pesadilla. Había vistos unos bultos grotescos y difusos sacar de la celda a dos bultos difusos que debían ser sus compañeros. Estaba habiendo violencia pero ella sentía paz en su interior. Y vacío.
—La muerte es similar —la voz cortó su mente como una espada; era gélida y a la vez tan sensual que una parte de su ser deseó volver a escucharla —. A ellos les harán daño, tal es la voluntad de estos hombres. A ti te hubieran hecho algo más. Las mujeres no duran mucho en estos túneles precisamente porque son un bien escaso.
La figura que le estaba hablando parecía formar parte de las sombras. La oscura capa que apenas la cubría se fundía perfectamente con el entorno. Era una mujer, alta y esbelta, cuyos ojos estaban hundidos en una insondable oscuridad. La capa, que caía con brusquedad sobre su fina piel, cubría a duras penas dos generosos senos, dejaba a la vista un vientre listo sin mácula y un sexo que también se hundía en las sombras. Sus piernas, visibles en todo momento, hubieran sido la envidia de cualquier bailarina.
La imagen era agradable pero Bria percibía el mal en ella. Un mal antiguo y terrible. Ese era el frío que estaba haciendo temblar su alma.
—Antaño, este lugar era un templo, una morada. Hoy, los hombres modernos lo han convertido en un entretenimiento, una blasfemia. Y todo lo sagrado muere aquí. Nacer en las sombras, morir en las sombras. Hasta tu llegada —la voz poseía un timbre perfecto; elegante, frío y sensual, pero Bria creyó percibir algo más grotesco, y podrido, detrás de aquella armonía angelical —. Ya te han bautizado. Eres la nueva diosa del lugar. Hasta que te maten. Vitorearan tu nombre hasta que te lo hagan olvidar. Entonces serás uno de ellos. Vivirás y morirás en la arena. Y era moderna habrá ganado —se giró muy lentamente para darle la espalda. Aquel movimiento fue percibido por Bria como si alguien hubiera sacado su arma ante ella y la estuviera apuntando —. Recuerda quien eres, sacerdotisa de Modron. Tus manos traen la vida al mundo. Hay un no nacido en las entrañas de las ruinas. El último. Él último que no han podido asesinar. Pero es también, el más débil de los hijos. No puede haber venida sin ayuda —ahí, estiró su delgada mano hacia ella, se la tendía —. Acompáñame. Hay un niño que te espera. Hay un parto en el que debes mediar. A cambio, te prometo lo que no puedes obtener por ti misma; la libertad. Y un medio. Poder.
Hizo ademán de andar. La misteriosa mujer quería que Bria la siguiese hacia un corredor. Allí no había antorchas, ni guardias, ni marcas en las paredes. Allí solo había oscuridad.
—Percibo tus dudas. Puedes preguntar si eso afianza tu camino hacia tu verdadero deber.

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12/06/2019, 14:12
Oggo

Oggo había quedado mas confundido luego de la respuesta de Enather, pero si se podía sacar algo en claro. Fuera invento o lo creyera de veras, aquel no nacido le quitaba el sueño. ¿Cómo se muestra un no nacido? Era algo que no llegaba a comprender. Lo llegó a pensar tanto que le dolió la cabeza.

Sin embargo, la cabeza de Oggo había cambiado. Aquel enjambre de túneles, oscuridad y muerte habían revertido en él un estado de abandono en el que se encontraba antes. La desesperación y la angustia habían dejado paso a un sentimiento de supervivencia que lo mantenía vivo, mas vivo que en los últimos años. No sabía si se debía a que había encontrado algo de su autoestima al defender a Lyra, o en el compañerismo en batalla junto a aquel grupo desperejo pero que hasta el momento se había complementado tan bien. 

Mientras planeaban y esperaban la oportunidad de fuga, quienes ingresaron fueron unos hombres que luego de una segunda mirada quedaba claro que no eran guardias. Se le heló la sangre cuando lo señalaron, como quien escucha una sentencia de muerte. Evaluó las posibilidades de escape a un ritmo vertiginoso, pero no se le ocurrió nada con alguna posibilidad de resultar. O al menos sin que sus compañeros resultaran heridos o peor. No merecían morir después de lo que habían vivido en la arena. Hizo una seña de calma a Jah`Tall. Al final el bárbaro había resultado un aliado invaluable. Si intentaba una fuga, sería solo, en los pasillos.

Dedicó una mirada a Bria y a Edgtho.

- Si no nos volvemos a ver, ha sido un honor combatir a vuestro lado.

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12/06/2019, 14:42
Oggo

Los túneles estaban oscuros, y Oggo se dejaba guiar por ellos como un condenado. Intentar algo con una daga tan pegada a su cuerpo era lo mismo que suicidarse. Y lo hubiera intentado, pero algo sospechaba mientras recorría los pasadizos.

Cuando llegaron a destino se preguntó que era lo que había arrancado aquella puerta de sus gozones, esa pregunta quedaría en su mente incluso mas adelante. Recordó rumores sobre bestias en los túneles inferiores, y cosas peores. No había muchas posibilidades de sobrevivir enfrentándose a algo así.

La presencia de una muchedumbre si que lo sorprendió. Esperaba un grupo mucho mas reducido. Intentó observar a todos, determinar quienes eran, y la chance mas elevada era que fueran del mismo coliseo. Lo que escuchó luego lo hizo atar cabos. La Casa de la Daga Carmesí. Entonces era cierto.

Escuchó al hombre, observó detenidamente a las figuras principales y siguió sus instrucciones, se adelantó cuando lo solicitaron, se quedó en una actitud pasiva, sin ser desafiante. 

Comenzó a atar cabos, a recopilar lo que sabía, o sospechaba, de ese grupo. Un grupo de mercaderes que rivalizaba en las sombras con Enather por el poder comercial de Ponthia. Pero no era sólo eso, había mas. Espías, confabulaciones, disputas por el poder real. Finalmente había resultado que su estrategia había dado frutos, lo que no estaba seguro ahora era que haría con ellos. 

Reflexionó. En principio sospechaba que las únicas formas de escapar a su destino en el Coliseo eran, por un lado resignarse y combatir. Cien combates a muerte. Era la peor opción. Sólo Gubra lo había conseguido en toda la historia, y hacía unos momentos había comprobado que ganar cien combates tampoco garantizaba la libertad. Otra opción era intentar el escape. No conocía historias acerca de eso, pero la información de la que disponía era que había una mínima chance escapando hacia los túneles inferiores, pero si los guardias, entrenados, en grupo, bien alimentados y armados temían enfrentarse a lo que fuera que estuviese allá abajo, las chances de sobrevivir serían escasas.

Quedaba esta tercera vía. Por lo que había escuchado, si el tal Vanussa tenía poder y éste estaba enfrentado al de Enather, de estar frente a él podría negociar algo. Y allí estaba, y la arena le había dado un elemento de negociación. La pregunta era a cuantos combates podría sobrevivir. Tratándose de Gubra como rival, la respuesta parecía ser cero. No obstante, allí estaba y tenía que responder de la mejor manera que pudiera. Había llegado su momento de contestar.

- Seré el campeón de Vanussa, si lo necesita -respondió, escueto. Aunque luego agregó: Debo decir, sin embargo, que aunque no había escuchado de la Casa de la Daga Carmesí hasta pisar el Cerdo Volador estoy comprometido con la causa, y es porque tengo una humilde petición. Seguiré las indicaciones de Vanussa a cambio de que Lyra, una chica con la que he sido encarcelado, sea puesta en libertad.

Tras esas palabras hincó la rodilla, pero realizó un salto de fe. Ya había aclarado su posición de recién llegado para disculparse ante la confusión, así que en vez de arrodillarse ante el calvo del trono, lo hizo ante la mujer. 

Si resultaba, elevaría una oración al loco de la toga. Si no, sólo se jugaba su cuello.

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12/06/2019, 23:40
Edgtho

Normalmente se avergonzaría bastante de sí mismo por quedarse dormido en la noche en que se había propuesto escapar. Cualquiera de sus antiguos compañeros se habría reído a carcajadas ante semejante estupidez. Ni siquiera un niño debería perder la lucidez con tantísima facilidad, mucho menos cuando debe permanecer alerta. En realidad, se recordó a sí mismo, siempre hay que permanecer alerta. Por algún motivo no lo había hecho. Era la primera vez, según recordaba, que le había podido el sueño. Por supuesto que fuese la primera vez no lo hacía mejor, pues Edgtho sabía bien que basta un descuido para morir. Sin embargo allí había ocurrido algo extraño. Debía contemplar la posibilidad de estar intentando buscar una excusa para sí mismo. No tenía la sensación de estarlo haciendo. Recordaba de forma borrosa una figura más en la celda. Resultaba imposible ponerle cara, visualizar una sola de sus facciones. ¿Un sueño?, ¿Una pesadilla? Eran las explicaciones más razonables, y ninguna de las dos explicaría ese frío seco, repentino, que se había apoderado de él. Los recuerdos eran confusos en ese punto, como siempre que uno comienza a quedarse dormido, pero casi juraría que la fatiga había llegado justo al mismo tiempo.
Todas esas ideas fueron interrumpidas por el dolor que produce una buena bota al hundirse en la espalda. Tampoco iba a ponerse tremendista pensando que era la primera vez que alguien tenía a bien devolverle la consciencia de un modo similar, aunque desde luego preferiría haber evitado esa sensación. Sus sentidos aún estaban saliendo del embotamiento* en que se encontraban cuando alguien empezó a zarandearle. Era curioso, casi podría jurar que le estaban interrogando. Finalmente abrió los ojos, miro alrededor y suspiró con resignación. Definitivamente le estaban interrogando. Lo peor del asunto es que ni siquiera podía decidir sus respuestas porque aún no era del todo consciente de la situación en que se encontraba. Guardó silencio unos instantes más, mirando alrededor como un niño recién levantado que aún no se ha limpiado las legañas.
-Vaya...-
Glothus estaba allí junto a algunos de sus hombres. Siete en total. Entre zarandeo y zarandeo escrutó los alrededores. No esperaba encontrarse al capitán tan pronto. Valoró la situación mientras contaba mentalmente a los guardias. Jah´Tall seguramente lucharía al menor signo de violencia. La inferioridad numérica era importante, pero podía compensarse con el tamaño de la habitación. Si se revolvían como es debido podrían usar de escudo humano a los guardias más cercanos. Podrían tener la oportunidad de hacerse con un arma, de luchar. En el mejor de los casos serían dos contra cinco o seis, asumiendo que al menos hubiesen abatido a uno de los guardias antes de empezar a pelear de verdad. Dos contra seis no parecía una proporción tan mala, o no lo habría parecido de estar esos dos en buena forma. Edgtho sabía que su cuerpo aún estaba demasiado entumecido, al igual que el del bárbaro. Aquella situación anulaba la posibilidad de un ataque rápido. Volvió a mirar alrededor. Desde luego no iba a dejarse matar, pero tal como estaban las cosas, el combate debía ser definitivamente la última alternativa.
-¿Dónde están? Son tus hombres quienes estaban de guardia, ellos sabrán-
Evidentemente eso le iba a acarrear otro golpe, quizás dos o tres, pero solo estaba constatando la verdad. Tenía un propósito, que Glothus fuese consciente de quien era el responsable.
-Al tullido lo sacaron otros guardias tras llegar a un acuerdo con los tuyos. Imaginaba que te habrían dado cuenta del asunto, porque se escuchó claramente el tintineo de monedas pasando de un bolsillo a otro. De todos modos, era obvio que se trataba de otra gente. Vuestros uniformes, sí, pero no he visto a más de los vuestros usar un martillo, un hacha, ni mucho menos un sable curvo. Tampoco eran de por aquí. ¿Crees que tus hombres te han traicionado? No se tú, pero yo detesto a los traidores.-
Esa información no debía ser demasiado perjudicial para Oggo, porque no parecía demasiado contento al salir de la celda.
-En cuando a la chica, si se ha escapado lo ha hecho sin nosotros. Pregúntales a tus hombres si nos han encontrado en buenas condiciones. Ya sabes como son esa clase de mujeres. Seguro que llevaba algún tipo de droga encima. Oculta. Si tus hombres se concentrasen más en buscar armas y menos en manosear las tetas de las gladiadoras, quizás la habrían encontrado y no estaríamos todos nosotros en este problema-
Hizo gran hincapié en la palabra “todos”. En realidad Edgtho no creía en esa versión de los hechos. Volvió a recordar esa otra figura. Había ocurrido algo raro. Si Bria había conseguido escapar, bien por ella, no la culparía, pero temía que no hubiese ocurrido así. Tanto Oggo como ella podían estar rumbo a la libertad, pero también podían estar en camino a un peligro mucho mayor.
-Verás, a mi los cien latigazos no me hacen ninguna ilusión, pero estoy seguro que al emperador le hará menos gracia saber que su profecía quedará incompleta mañana en la arena. A mi podéis matarme a golpes, pero no soy yo quien vigilaba la única puerta cuando Kalipso escapó antes del duelo con el León de Ponthia. Por otro lado, lo entiendo. Uno no puede confiar en que todos sus hombres vayan a hacer el trabajo por el que les pagan. No me cabe la menor duda que Enather será igual de comprensivo.- Se encogió de hombros. -Aunque tal vez sería buena idea intentar encontrarlos antes del amanecer. Seguro que tus hombres pueden seguirles el paso, hasta ahora lo han hecho muy bien. O tal vez… podrías necesitar otro par de rastreadores, unos a los que sus compañeros de celda han dejado tirados en lugar de invitarles a huir, y a los que no les hace ninguna ilusión ir a luchar sin ayuda contra el vencedor de cien combates. No es que puedas fiarte mucho de nosotros, pero al menos sabes lo que esperar. Visto lo visto, no se puede decir lo mismo de los guardias. -

Si le hacía algo de caso, desde luego que pensaba buscar a Bria y a Oggo. Pensaba ayudarles si tenían problemas, o proseguir con la fuga en caso contrario.

Notas de juego

*Embotamiento, porque le han despertado con una bota… embotamiento xD. Lo sé, es genial.

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12/06/2019, 23:56
Edgtho

Cuando los guardias entraron en la celda, Edgtho no podía creer la mala fortuna que parecía perseguirles. Estaba claro que ese nuevo grupo no formaba parte de los hombres de Glothus. Su primer impulso fue hacerles frente, pero sabía que no había forma de vencer en aquella situación. Aunque detestase la idea de dejarles llevarse a su compañero, no tenían ninguna otra opción. Escupió al suelo, consternado. Miró las armas varias veces. Miró la puerta. Nada.

-Ha sido un honor- respondió al final. -Nos veremos de nuevo-
Porque pensaba fugarse esa misma noche, y confiaba en que sería capaz de encontrar a Oggo… a tiempo. O al menos se mentía a sí mismo con esa idea.

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14/06/2019, 00:53
Bria

Siguieron hablando un rato, viendo qué hacer y cómo, discutiendo cuál sería la mejor manera de salir de allí. Bria arrugó la nariz ante la sugerencia de Oggo, aunque estaba dispuesta a provocarse su propio vómito si aquello iba a darles mayores probabilidades de tener éxito. Pero al final, todos sus planes quedaron en poco más que nada. Un nuevo grupo de guardias, o al menos de gente que fingía serlo, vinieron a buscarles. A uno de ellos, al menos. No tenía claro quién podían ser, porque desde luego no eran hombres del Circo. De todas formas, eran demasiados como para intentar hacer algo en ese momento, de modo que no pudieron hacer más que despedirse de Oggo cuando le ordenaron salir.

Asintió con la cabeza ante su frase, no hacía falta que lo dijera en voz alta para que él entendiera que opinaba lo mismo. Esperaba que no lo hicieran pasar muchas penurias, pero de todos modos, rezó por él a su diosa. Gran Madre, cuida de tu hijo que se marcha, protégelo para que pueda encontrar el camino de nuevo hasta nosotros... o nosotros hasta él. Dudaba de que Modron pudiera hacer mucho en aquél laberinto bajo tierra, pero aun así, tenía que intentarlo, por su compañero.