Partida Rol por web

Las Crónicas del Acero

Circo de Sangre.

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11/07/2019, 18:41
Oggo

La mente de Oggo se resistía a pensar en oscuridades que cobran vida, pero si que creía que en los laberínticos pasillos del coliseo había una bestia suelta. 

Lo que no tenía mucho sentido era el mechón de cabello blanco que había traído Edgtho, pero había posibles explicaciones. Cal, por ejemplo. Ahí abajo podía haberse ensuciado sin darse cuenta. El miedo podía entenderlo, pero si iban en grupo serían mas fuertes. 

- Aún creo que nuestra mejor opción es escapar. Esta noche. Aunque será difícil con la guardia reforzada. Si nos enfrentamos a Gubra tenemos pocas posibilidades de sobrevivir, incluso siendo cuatro, incluso teniendo armas, si todo sale bien. En el caso de que nada funcione, debemos intentar convencer al León de que no combata con nosotros. Si lo logramos, es posible que combatamos a su lado contra bestias, u otros gladiadores. Es nuestra mejor opción.

Esperó, a ver que decían los demás.

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12/07/2019, 23:53
Bria

Edgtho pareció recuperarse lo suficiente como para poder hablar, aunque todavía lo hacía con dificultad. La pregunta del explorador la pilló por sorpresa y tuvo que esforzarse por recordar a que se estaba refiriendo con ello, parecía que hacía una eternidad de ese momento, cuando apenas habían pasado unos instantes — Pensaba que, a pesar de todas las advertencias que nos habían hecho, era donde debíamos probar suerte. No parecíamos tener otra salida en ese momento... ni la seguimos teniendo. Pero ahora, ya no estoy tan segura... De hecho, creo que ahora es al contrario — la respuesta era bastante menos mística que la que su compañero seguramente habría esperado. Por contra, lo que había dicho antes sí que le había extrañado a ella — ¿Cómo puede Enather acerar y equivocarse a la vez?

Abrió los ojos como platos cuando el explorador dijo que había desaparecido de la celda. ¿De verdad había desaparecido físicamente? Normal que los guardias estuvieran tan alterados. Entonces lo que había vivido no había sido meramente un sueño suyo.. Siguió escuchando a Edgho atentamente, esperando descubrir más de lo sucedido. Un escalofrío la recorrió por dentro al oír sobre la criatura de oscuridad que absorbía la vida de los que atrapaba. Una criatura que ella creía conocer, una a la que había visto mejor que Edghto.

— Enather tiene razón — dijo, respondiendo a la duda del explorador. Había dudado en si contarlo o no, puesto que le parecía una locura, pero después de escuchar el relato de Edgtho, sabía que tenía que decírselo a él y a Oggo. Llegados a ese punto, confiaba en ellos lo suficiente — Cuando... desaparecí, de la celda, aparecí en un lugar oscuro y frío, un lugar bajo tierra, a mucha profundidad. Había una... mujer, solo que no lo era realmente. Era algo muy parecido a lo que tu has descrito, aunque se mostraba con forma y voz de mujer, pero podía percibir lo que había debajo de ese disfraz.

>>Me dijo que antaño aquí había un gran templo a la "Madre", aunque no especificó más que eso. Dijo que había un no nacido en las entrañas de las ruinas, que yo tenía que traerlo al mundo, que era el último de los suyos y era demasiado débil para nacer solo. Dijo que si no nacía, el mundo estaría condenado. Me mostró visiones de Ponthia, del mal que hacen los hombres cuando no temen a los dioses. Me dijo que su trabajo era mediar en nuestro mundo para evitar aquello... que eran un mal, pero un mal necesario.

>>A cambio me prometió la libertad, y poder para para proteger al no nacido y tenerla. Con su marca — les enseño la palma y el antebrazo derechos, donde se veía palpitar las venas de color negro por debajo de la piel. Estaban heladas al tacto — sería una aliada, y no me harían daño a mí ni a los que yo guíe. Ni siquiera sé que hace o cómo hacerlo... pero dijo que serviría una vez el no nacido llegara. Y Enather dijo que aparecería una vez el león hubiera rugido, ¿Verdad? "Aquél que no ha muerto ni ha vivido, aquel que vive entre dos mundos..." — recordó las palabras del Falso Emperador.

Se quedó callada entonces, esperando la reacción de sus compañeros. Quizás Edghto tenía razón y la arena se había construido para contener a aquellos seres que parecían tan poderosos y a la vez estaban tan cerca de la destrucción. Quizás lo mejor sería que desaparecieran del todo, o quizás si les ayudaba a que llegara el no nacido arreglaban las cosas. No sabía que hacer en ese momento. Quería huir de allí, de todo, pero la aterraba volver a adentrarse en aquellas ruinas. ¿Y si salía a la arena, el león rugía, significara lo que significase aquello y aparecía el no nacido? ¿Para qué lo quería Enather y qué haría con él? Según la criatura, ella tenía el poder de protegerlo, pero, ¿Sería aquello lo mejor? ¿Salvaría Ponthia, o la destruiría? ¿Se merecía siquiera alguno de los dos destinos? Ella solo quería volver a su hogar, a las verdes praderas y los húmedos bosques de Brythunia, y ahora se había convertido en la pieza central de un juego que no entendía en absoluto.

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13/07/2019, 23:36
Edgtho

Edgtho miró la marca en los antebrazos de Bria. Lentamente puso los dedos encima. Era real. Todo era real. De pronto echó a reír a carcajadas. Llevaba tiempo sin reír así. Se sentía un poco más liviano a cada segundo.
-Entonces no estoy loco. No ha sido mi mente jugándome una mala pasada-
Consolarse en pensar que la peor de sus pesadillas era real, podía parecer un tanto estúpido. Quizás lo era. Muy estúpido. Sin embargo era el poco consuelo que uno podía encontrar en semejante situación. Al menos sabía que su mente no había fallado. No del todo.
-Si, esas fueron las palabras de Enather. No pude evitar recordarlas cuando pensé que ya había escapado de esa cosa. El no nacido.-

Guardó silencio unos instantes. Oggo creía que la mejor idea era escapar. Bria no sabía si debían ayudar al no nacido a entrar en el mundo. Edgtho no sabía nada. Absolutamente nada. No creía que algo así debiese estar en sus manos. En las de ninguno de ellos. Sin embargo allí estaban. De poco servía intentar ignorarlo o mirar hacia otro lado.
-Hace unas pocas horas, en la arena, creo que no fui el único con ganas de destripar a cada persona en el público. A todos y cada uno, cuando se reían y aplaudían al ver a los esclavos quemarse vivos. Lo que habría dado por subir a las gradas con ellos, por golpearles hasta que llorasen de dolor, hasta que comprendiesen el sufrimiento que estaban celebrando por todo lo alto. Pero eso fue solo un impulso. Si el no nacido entra en nuestro mundo ¿a cuantos matará? No creo que haga excepciones con nadie. No perdonará a otros esclavos o a prisioneros. Para esa cosa somos todos lo mismo. Por otro lado, si no entra en este mundo, Porthia seguirá siendo igual hasta el fin de los tiempos. Los fuertes aplastarán a los débiles en un ciclo interminable. Quizás en la gran escala de las cosas lo merezcan. No lo sé. ¿Cómo voy a saberlo? ¿Cómo vamos a saberlo?-.
Miró fijamente a Oggo. Al más veterano entre los tres. A quien no tenía razones para creer en semejante locura.
-Puede que no nos creas, lo entiendo. Yo tampoco me creería si me estuviese escuchando, pero compláceme durante un instante. Si lo que decimos fuese verdad, ¿qué te dice tu experiencia?, ¿qué te dice toda una vida plagada de combates y violencia?-
Volvió a mirar a Bria. Ella parecía ser la más espiritual del grupo.
-¿Qué crees que te dirían tus dioses de esto? ¿Les parecería bien liberar un horror así en el mundo a cambio de recordarnos a los mortales que siguen observando?-

Eran preguntas interesantes, o al menos eso creía él. Seguía sintiéndose pequeño. Un soldado cansado, ignorante, enfrentándose a una cuestión de semejante trascendencia. ¿Qué sabía él? Ni siquiera sabía leer. Podía guiarse usando las estrellas, encontrar comida en los más inhóspitos bosques, seguir un rastro tras una noche de tormenta. Eso sí que sabía hacerlo. Las profecías le superaban. Ni siquiera las habría tomado muy en serio dos noches atrás. Sin embargo allí estaba. No podía darle la espalda al problema. Ya estaba metido en ello, ignorarlo sería el camino de los cobardes, y podía ser muchas cosas, pero desde luego no un cobarde.
-Ponthia está podrida. Lo hemos visto. Hemos visto a Glothus matar a golpes a una pobre muchacha. Hemos visto al público aplaudir mientras la gente muere en sus narices. Hemos visto mentiras, traición, maldad. ¿Sabéis que hemos visto también? Hemos visto a gente meterse en una pelea a muerte por una cría a la que no conocen. Hemos visto al mejor de los gladiadores llorar la muerte de los que no han sobrevivido junto a él. He visto a Glothus, a ese maldito bastardo, tirar de una cadena para salvar a alguien que ni siquiera le cae bien. He visto a Jah’Tall luchar a nuestro lado después de recibir los golpes de los tres. Ponthia está podrida, pero también hay mucha luz en ella. No sé si ese mal es necesario. ¿Cómo voy a saberlo? No soy más que un soldado esclavo que escapó de sus amos. Lo que sí sé, es que no puedo sentarme aquí tranquilamente y decidir que toda la ciudad merece ser exterminada. Quizás lo merezcan, pero ¿qué clase de monstruos seríamos nosotros si consentimos algo semejante? Si parte de la elección está en nuestras manos y nosotros elegimos que ha llegado la hora de bañar la arena con la sangre de todos y cada uno de esos malnacidos, ¿No estaríamos igual de podridos que Ponthia? Yo voto por mandar al infierno la profecía, a Enather, al no nacido y la madre que no lo parió. Escapemos, vayamos a las celdas y liberemos a Gubra. Liberemos a cuantos esclavos quieran unirse. Si tenemos que morir de todos modos, que sea haciendo algo bueno. Que signifique algo-.

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16/07/2019, 04:39
Oggo

Su experiencia. Eso lo hizo acordarse de su vida pasada, de quien era. Se miró la mano que le faltaba, la mano fantasma, con la que había matado a mas personas de las que podía contar.

- Mi nombre era Cuervo, era un mercenario -rememoró, un poco para él, un poco para sus compañeros. Robé y maté por dinero. No sé si soy mejor que esos que están ahí afuera. No estoy muerto de casualidad, seguramente porque alguno de los dioses se está divirtiendo conmigo. Perdí a mi hija, secuestrada por un gremio de ladrones a los que le debía. Lyra me hizo acordar a ella, creo que ahora tendría su edad. No soy un héroe, no me importa el destino de Ponthia, si Enather vive o muere, si un monstruo surge de las entrañas de la tierra y los devora a todos. No, no me importa.

Pero si le importaba.

- Cuervo era un bastardo orgulloso -dijo al cabo de unos instantes. No soportaba mierda de nadie. Cuervo hubiese matado a Glothus sin dudarlo, y lo hubiera hecho porque tenía compañeros que cuidaban sus espaldas. Colegas, amigos. Ustedes me han traido esos recuerdos, y algo de ese orgullo perdido. Se sentía bien. Estoy contigo -dijo a Edgtho. Escapemos. Liberemos a Gubra y a los demás. Si morimos, al menos que sea por algo que tenga un poco de sentido. 

Miró a Bria. Jah´ Tall no podría decir mucho. Debían estar todos de acuerdo. No dejaría a nadie atrás.

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18/07/2019, 17:00
Bria

A medida que Edghto hablaba, fue recordando lo que ella misma había sentido en la arena. Desde luego, no era simpatía precisamente lo que tenía por la gente de Ponthia. Pero, hasta el punto de dejarlos a merced de esa... ¿Cosa? La mujer había dicho que su tarea era la de mediadores... pero dudaba de que fueran a distinguir entre culpables e inocentes si eran liberados por la ciudad. El explorador tenía razón, aquello les venía demasiado grande... y aun así no podían escapar de ello.

La pregunta de Edghto le chocó. No se había parado a pensar en ello, tampoco había tenido tiempo a decir verdad. Pensó en su diosa, la Gran Madre. El templo que se encontraba bajo el circo estaba dedicado a la Madre, según la mujer, a una más antigua incluso... una que, presentía, poco tenía que ver con Modron — No — dijo después de pensar un momento, mientras el explorador hablaba sobre la ciudad — Modron es la diosa de la vida, la que nos pone y nos cuida en este mundo... pero lo que hagamos con ella, es algo que nos toca decidir a nosotros. Y no puedo cargar en mi consciencia el provocar algo así — miró a Oggo, a Cuervo con compasión cuando les reveló su historia — No es que no me importe lo que le suceda a la ciudad... pero dudo mucho que el plan de esas... criaturas, vaya a servir de algo. Los humanos somos así, llevamos tanto el mal como el bien dentro de nosotros. En Ponthia impera el primero, sí... pero también hemos visto el bien. Liberando a un mal mayor para acabar con el mal no conseguiremos nada. Pero si hacemos algo bueno, quizás podamos lograr algo, por poco que sea — asintió, mostrandose de acuerdo con el plan — Liberemos a todo el que podamos, y salgamos de este circo de sangre.

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19/07/2019, 17:40
Edgtho

Edgtho no tenía muy claro que fuese posible escapar con vida de la arena. Antes sí porque tenían una ruta de escape. En aquel momento, cuando su plan incluía liberar a esclavos y gladiadores, muchos de los cuales tal vez no quisieran ser liberados, era difícil no imaginarse un baño de sangre en algún punto del camino. Aún así estaba decidido. Era mejor intentar escapar que aceptar sumisamente la muerte. Incluso si la fuga les llevaba a la muerte, quizás frustrasen la profecía. Era una mala idea, un mal plan, pero creía que era lo más justo. Liberar a otros esclavos o morir e impedir que aquel monstruo entrase en el mundo. ¿Qué más podía pedir? Se encontraban en una situación imposible e incluso en esas condiciones habían decidido luchar por algo. Algo mejor que ellos mismos. O conseguían la libertad o salvaban a toda esa desdichada gente de convertirse en el alimento del No Nacido. Pensó que por primera vez había un buen motivo para luchar. Una razón más elevada que la simple supervivencia.

- Bien. Estamos los tres igual de locos. No sé si eso es una buena noticia -
Volver a estar activo le hice sentirse mejor, mucho mejor. Aún tenían que escapar de la celda. Se acercó más a Oggo y a Bria.
- La idea de las heridas ya no va a funcionar, pero tenemos algo todavía mejor. Ahora los guardias creen que puedes desvanecerte de aquí. Si gritamos que has vuelto a desaparecer, tendrán que comprobarlo. No querrán que Glothus les señale como los culpables de una tercera fuga. Tenemos que actuar antes de que lleguen todos los refuerzos. Podemos intentar ocultarte en las sombras de una de las esquinas. - Por la noche y con tan poca iluminación, era factible. –Si pudieses encima de la puerta sería mejor, pero no creo que haya ningún punto donde agarrarse. Una vez que entre un soldado, pase lo que pase tenemos que asegurarnos de mantener la puerta abierta. Lo que ocurra después será imprevisible, pero recordemos algo. No podemos matar a todos los guardias. Necesitamos uno vivo para que nos guíe-.

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21/07/2019, 16:15
Oggo

Oggo asintió ante la propuesta de Edgtho. Era clave interpretar el papel hasta el último instante, creer que Bria realmente había desaparecido. Y tener la determinación, cuando el momento llegara, de actuar sin vacilaciones de ningún tipo, les iba la vida en ello.

- Yo me ocuparé de la puerta.

Si encontraba algo con que sostenerla por debajo sería ideal, le daría algo mas de libertad. Si no, debería mantenerse con su cuerpo contra ella, o al menos con una pierna. A la hora de combatir había que ser implacable. Codos, rodillas, cabeza. Hacia las partes blandas, sensibles.

No había mucho mas que decir, había que actuar con coordinación, pero Oggo confiaba en aquellas personas que apenas conocía, todos sabían que lo que se jugaban, tal vez fuera mas que sus propias vidas.

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25/07/2019, 22:16

Procedieron al engaño, porque en Ponthia nadie era honesto si deseaba vivir suficiente y la mentira se tornaba tan buena herramienta para la supervivencia como unas manos rápidas o tres palmos de leal acero.
Bria se ocultó en las sombras, en la parte más profunda de la cueva donde la luz apenas lograba penetrar. Las tinieblas parecieron envolverla, acogerla, y Bria quedó oculta. Un observador perspicaz habría encontrado a la mujer si supiera donde debía mirar. Los guardias no tuvieron tanta suerte. Cuando dieron la voz de alarma, Dellos se asomó a las rejas y al ver que no mentían exclamó una maldición.
—¡Mierda! ¡Vamos a terminar bailando en la soga!
Buscó con celeridad la llave de la celda en un pequeño manojo que colgaba de su cinturón de cuero.
Al igual que había ciertos hombres que podían intuir la tormenta; el aire cargado, la humedad en el ambiente, el cambio en los vientos, la forma de las nubes, había otros que entendían de guerra, violencia y trifulcas. Jah'Tall no había podido participar en sus planes pero sus músculos estaban tensos y sus ojos poseían la mirada serena y agresiva de un guerrero veterano que está deseando entrar en acción. Las palabras sobraban; el bárbaro les seguiría allí donde hubiera sangre y oportunidad de libertad.
Dellos encontró la llave y la giró en el ojo de la cerradura.
—¡Esa zorra se ha fugado otra vez! —gruñó a la par que entraba.
—¡No entres ahí, idiota! —le advirtió su sargento, quien ya corría hacia su posición.
Dellos desobedeció, entrando en la celda. Era un necio, pero también un sanguinario. El acero desnudo estaba en su diestra y con ella amenazó a los presentes, a los que obligó a retroceder.
—¡Atrás perros, u os ensarto como pollos en el asador! —una parte de él, que se reflejaba en su diabólica sonrisa, quería que intentasen algo. Como un jugador que ha apostado demasiado y que ya no sabe cuando parar; Dellos solo estaba esperando que el vaso llenado hasta el borde de sus desafíos terminase por desbordarse.
Entró con aplomo, sin miedo, con la seguridad que el acero le da a un hombre cuando los demás están desarmados.
—Seguro que hay un agujero en alguna parte —rumió, pero entonces Edgtho saltó sobre él y forcejeó para arrebatarle la espada.
A la par, Oggo se movió en cuanto supo que la espada de Dellos no terminaría con él de un golpe traicionero. El manco trató de ganar la puerta. Sus ojillos de cuervo vieron como el sargento Balimir se encontraba más cerca que él, al otro lado de la libertad. Supo que no llegaría a tiempo. Si Dellos no hubiera utilizado el acero para hacerles retroceder, se habría encontrado más cerca de la puerta.
Tan cerca, pero a la vez, tan lejos.
Balimir llegó a la puerta, pero no la cerró. Sabía que dejar a Dellos solo en el interior supondría su muerte, por lo que decidió entrar cargando con el hombro, derribando a Oggo, quien había tratado de aferrar los barrotes de la entrada. Cuando Jah'Tall se enfrentó a él, el sargento le hizo retroceder blandiendo con rapidez una daga que no lograron ver de donde había sacado. Fue lo suficientemente grande para provocar un par de cortes en los brazos del gigante y una promesa de muerte en su mirada.
Deslizándose entre los hombres como solo podía hacer un soldado veterano que hubiera participado en más de una batalla multitudinaria, Balimir saltó sobre Edgtho y ambos rodaron, enredándose en su caída con Dellos.
Dos guardias más entraron en la celda. Primero fue Soka, el temeroso. La sombra de Jah'Tall se cernió sobre él. Su presencia amenazante hizo titubear al guardia que, de un golpe, desenfundó su espada con energía con tal mala suerte que golpeó el techo con ella. Salto una chispa y su brazo se resintió. Jah'Tall aprovechó para abofetearle la cara con su manaza y luego arrojar al guardia contra una pared, sin piedad.
El guardia que iba detrás fue más cauto. Al igual que Balimir, llevaba una daga en la mano, más práctica en ese terreno. Durante unos momentos él y el bárbaro se miraron. Jah'Tall le hizo una seña a Oggo, le gruñó para que se ocupase de Soka que, a pesar del impacto y de estar revolviéndose en el suelo, no había soltado la espada.
—Debería haberme quedado en casa —se quejó mientras trataba de reincorporarse.
La puerta estaba abierta. Bria seguía en las sombras. No habían dado la alarma.

Notas de juego

*Ninguno se ha percatado de la presencia de Bria. De hecho, si vosotros no supierais que está ahí, tampoco la veríais.

He decidido poneros turnos para no alargarnos demasiado. Ahora que hemos cogido tiempo y que vais a morir muy bien.

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27/07/2019, 11:39
Bria

Asintió ante el nuevo plan propuesto por Edghto. Después del sobretalto de antes, aquél engaño perfectamente podía dar resultado. En cuanto todo estuvo aclarado, Bria se escondió en el lugar más oscuro de la celda, no estaba en completa penumbra a pesar de la escasa iluminación que había en los túneles bajo el Circo, pero sintió que las sombras la rodeaban como un sudario, y que ni siquiera la mirada del cazador más avezado lograría dar con ella. ¿A aquello se refería la criatura con que le darían poder?

Y por supuesto, los guardias distaban mucho de serlo. Sonrió al escuchar el grito de alarma, pero enseguida se puso tensa. Todo dependería de lo que sucediera en los próximos minutos. Vio como, a pesar de haber sido ajeno a la conversación, incluso Jah'Tall se preparaba para lo que estaba a punto de suceder. El bárbaro era más listo y perceptivo de lo que uno se imaginaría a simple vista.

Uno de los guardias, Dellos, abrió la celda para buscarla, espada en mano. Aquél era el que los había estado imprecando durante todo el camino hacia la arena. Quería borrarle aquella sonrisa de la cara a golpes, pero sabía que no podía delatarse tan pronto. Edghto fue el que se enzarzó con él por sorpresa, tratando de hacerse con su arma. Oggo corrió hacia la puerta, pero otro guardia fue más rápido. Jah'Tall fue a por él, pero desarmado, poco pudo hacer por el momento frente a aquella daga.

Entonces la pelea se convirtió en una vorágine de cuerpos y golpes cuando unos cayeron sobre otros tratando de darse muerte mútuamente. Otro guardia, Soka, salió volando por un manotazo del bárbaro, pero quedaba otro en pie, bloqueando la salida. Todavía tenían una oportunidad, y la ventaja de estar ella oculta a la vista, pero no sabía si meterse ya en la pelea o esperar una mejor oportunidad. Lo importante era mantener la puerta abierta, y que al menos uno lograra salir. Si lo conseguían, no podrían volver a cerrarla y ya tendrían eso conseguido, aunque el ver a Edghto enfrentarse de nuevo a dos oponentes armados por su cuenta la hizo dudar.

Pero lo primero era lo primero. Aprovechando que el guardia de la daga que cubría la puerta estaba centrado en Jah'Tall, decidió salir de entre las sombras y saltar sobre él para cogerlo por sorpresa. Salió disparada, queriendo placarlo golpenado su cuello con el brazo y derribándolo al suelo, quizás incluso dejarlo incapacitado si le daba en la garganta. Si lo conseguía, ella podría hacerse con su daga y salir, y Jah'Tall darse la vuelta para asistir a sus otros compañeros.

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29/07/2019, 14:50
Oggo

La estrategia había dado resultado, aunque nada era tan fácil como engañar a los guardias y salir como si nada. No, allí iba a correr sangre. Por momentos Oggo olvidaba eso. No se trataba de algo limpio, de una jugada de ajedrez donde el perdedor golpeaba la mesa con frustración y ya se preparaba para la siguiente partida. No, allí se jugaban la vida.

Como se iba convertiendo en costumbre, Edgtho era el que mas comprometido se encontraba. Sin embargo, había que ganar la puerta. Cuando Oggo lo intentó fue repelido por el sargento, y nuevamente Jah ´Tall acudió a la batalla. Se las arregló muy bien con el llamado Soka, arrojándolo contra la pared, y fijó su objetivo en el que guardaba la puerta.

Oggo respondió por instinto la indicación del bárbaro, y mientras lo hacía reparó en un movimiento, que intuyó era de Bria, aunque no pudo verla claramente. Debía aprovechar la confusión de Soka. Era consciente de que Edgtho necesitaba su ayuda, pero sería mucho mas útil con una espada en la mano que sin ella. Corrió hasta la posición del guardia e intentó propinar una fuerte patada en su muñeca, no debía haber margen de error respecto a que suelte el arma y hacerse con ella.

Si podía hacerse con la espada no mataría a Soka, sólo lo amenazaría con que se quede donde está, aprovechando su situación, y se apresuraría a ayudar a Edgtho. No gastaría su salviva en amenazas con ellos, y aunque su intención no era matarlos, no contendría sus estocadas, en lo posible a los brazos donde tenían daga o espada. Si la soltaban, intentaría interponerse de modo que Edgtho pudiera tomarla.

Todo aquello era mucho mas fácil decirlo que hacerlo, pero esas eran las intenciones que tenía. En una trifulca como aquella, todo podía cambiar en un segundo, pero tenía claro que no se iría solo. Eran todos o ninguno.

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01/08/2019, 23:02
Edgtho

Todo había sucedido muy rápido. Tal vez demasiado. Desde que abrieron la puerta los acontecimientos se habían precipitado uno tras otro de forma caótica. Edgtho sabía bien que todo combate es así. Podría haber intentado esperar una ocasión mejor, comprobar dónde estaban sus compañeros o al menos si se les iban a echar más guardias encima de los que pudiesen manejar. No creía que fuesen a tener tiempo para nada de eso. Eran conscientes desde el principio que una vez la presa entrase en la trampa, no habría marcha atrás.
Se abalanzó sobre Dellos para intentar quitarle la espada. Aquello iba a ser difícil. El guardia se aferró a ella con fuerza. Él tampoco se quedó atrás. Si no podía desarmarlo al menos podría mantenerlo atascado durante algún tiempo. Con suerte lo suficiente para dar la oportunidad de actuar a sus compañeros. En ese momento exacto fue cuando comenzó a reinar el caos. Edgtho escuchó golpes, voces, el metal chocando contra la roca. Por supuesto no podía apartar los ojos de su adversario, así que tan solo tenía una muy ligera idea de cuanto ocurría a su alrededor. Entonces otro cuerpo chocó contra el suyo. Sin saber muy bien como, estaba rodando junto a Dellos y a algún desgraciado más. Ya no había marcha atrás y, peor aún, el plan solo llegaba hasta allí. Lo que ocurriese a continuación sería fruto de la improvisación.

Edgtho no tenía muy claro dónde se encontraban los demás. Ignoraba si podría recibir ayuda o no, lo cual significaba que iba a tener que actuar asumiendo que estaba solo. Desde luego no era lo ideal, pero tampoco le faltaba costumbre.
Apretó los dientes mientras caía. También expulsó el aire para evitar hacerlo por culpa del golpe. Lo último que necesitaba era marearse o quedar sin respiración. Iba a tener que reaccionar muy rápido si quería tener alguna oportunidad. En aquel momento habría sido muy fácil dejarse llevar por el pánico o la desesperación. Al igual que todo el mundo, sintió esa necesidad. No era algo malo mientras mantuviese el control. Su mente siempre parecía encontrar la calma en situaciones en las que su vida estaba en juego. A fin de cuentas era lo que le habían enseñado a hacer, pelear hasta el último aliento. En su cabeza no había lugar para la desesperación porque entendía algo fundamental. Solo había dos resultados posibles en el combate, ganar o morir. Para él esa sensación era como sentirse en casa.

En cuanto estuvo en disposición de moverse, atacó. Sus dos oponentes tenían armas, pero también habían caído al suelo. Pegar desde el suelo no es lo más sencillo. La mayoría de gente, veteranos incluidos, intentan cubrirse y volver a levantarse. Incluso quienes intentan atacar necesitan posicionarse para encarar a su presa. Edgtho no era una excepción, pero iba a necesitar menos recorrido del que esperaban. El primer instinto y la primera reacción es proteger el rostro, con lo cual también cubrirían bien la mayor parte del torso. Por eso Edgtho intentó golpear, reuniendo todas sus fuerzas en un solo puñetazo apuntado directamente hacia la entrepierna de quien tuviese más cerca. Con un golpe directo no podría cubrirse ni siquiera utilizando las rodillas o los muslos. Además, un golpe lo bastante fuerte podía bastar para dejar al pobre infeliz incapacitado durante unos instantes. La clave era moverse muy rápido, tanto al posicionarse como para pegar como al lanzar el puño. Claro que debía estar atento. si iba a encontrarse una espada en el cuello, era mejor tratar de esquivarla que renunciar a todo por asestar un solo golpe. Había visto a muchos guerreros morir por olvidar todo lo demás antes de atacar.
Acabase como acabase aquello, rodaría hacia el lado más alejado del otro soldado, porque estaba seguro que también recibiría un ataque suyo. Lo haría incluso si su propio puñetazo había fallado, porque tenía poco sentido intentar repetir la maniobra teniendo otra amenaza tan cerca. Durante su agresión inicial, había intentado fijarse bien en el enemigo. Parecían llevar dos armas distintas. Si veía alguna daga en el cinturón o la bota, también intentaría agarrarla al mismo tiempo que rodase. Haría lo mismo si la víctima del poco noble puñetazo había soltado su acero.
Si conseguía ganar distancia se levantaría e intentaría encarar tan bien como pudiese a los dos guardias, una vez más moviéndose para que uno siempre estuviese en el camino del otro. Después se vería abocado a la esquiva… o al bloqueo si había tenido la suerte de hacerse con un arma.

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02/08/2019, 04:20

Los bardos tendían a endulzar con sus palabras las contiendas, reyertas y batallas, destacando las intrincadas maniobras que trazaban las espadas, el gallardo valor de los protagonistas del canto y la justa liza que siempre era aderezada con rimbombantes y ocurrentes palabras. La realidad era bien diferente; puñetazos, cuchilladas a traición, golpes en la entrepierna, desde la oscuridad, por la espalda, maldiciones, insultos, pisotones, escupitajos y amenazas. Polvo, sangre, saliva, sudor. Y el hedor de la muerte rondándoles a todos como único ganador. Nada justo, nada heroico, solo un puñado de desgraciados tratando de de sobrevivir en una apretada celda, en las entrañas de la tierra.

Oggo propinó una patada a Soka en la muñeca, no perdió tiempo ni ocasión. Contundente como un golpe de martillo, Soka perdió la espada, la cual se sumergió en la oscuridad reinante. El guardia, aturdido y desorientado, exclamó una maldición que sonó inofensiva en sus labios y se pegó a la pared cuando el manco logró recuperar la espada caída. Con el corazón palpitando como un tambor de guerra y la boca seca como la de un cadáver enterrado en el desierto, Soka fue incapaz de responder a la muda amenaza de Oggo cuando éste le apuntó con la punta de su acero. No hubo palabras, todo en él indicaba que se quedaría dónde estaba por apego a su propia vida.

Oportunidad y ocasión, dos cosas que no casan con la caballerosidad. Edgtho aprovechó el momento para colocar su mejor golpe en la entrepierna del rival que tenía más cerca. Los ojos de Dellos por poco fueron escupidos de sus órbitas mientras una maldición moría ahogada en su garganta. El explorador no se detuvo ahí, sino que rodó a un lado, justo en el momento en el que el sargento usaba su arma para partir el aire justo donde Edgtho se encontraba hace un momento. El sargento le persiguió, decidido a lanzarse sobre el explorador pero se detuvo al ver el brillo del acero en la mano de Edgtho.
No era la mejor daga, estaba sucia y mal equilibrada, pero el arma que le había robado a Dellos tenía peso suficiente y un tamaño considerable para ser un arma corta. El sargento, hombre experto, sabía que no era lo mismo saltar sobre un hombre desarmado que hacerlo sobre otro que tenía un cuchillo, por lo que refrenó su ataque y se puso en pie mientras tiraba de Dellos.
—¡En pie! ¡Te necesito ahora!
Con su mano libre desenfundó la espada. Un movimiento preciso y medido que colocó tres palmos más de acero en sus manos y le sirvió para refrenar a Oggo, quien había aparecido con un arma similar en las manos.
El sargento rechazó al manco. Las armas chocaron mientras Balimir trataba de ganar tiempo. Dellos, tras él, logró reincorporarse. Buscaba su acero largo mientras su sargento le cubría; con la espada trataba con Oggo y con la daga apuntada a Edgtho.
—¡A mí lado, Dellos! ¡Podemos con estos rufianes!
Su voz era látigo y relámpago, pero eso fue antes de que Bria entrase en acción.

Nunca supo lo que le alcanzó.
Bria se deslizó entre los hombres como un riachuelo indómito de aguas negras. Su golpe, certero y veloz, debería haber impactado en el cuello de rival, derribándolo más por la sorpresa y la velocidad que por la fuerza de los músculos de la sacerdotisa de Modron. Y ella habría sentido como su brazo se resentía y al día siguiente hubiera encontrado un feo moratón en su brazo, no en vano el guardia que bloqueaba la salida la superaba en veinte kilos al menos.
No fue aquello lo que ocurrió.
El brazo impactó en el cuello del guardia con una violencia inesperada. Fue como una guillotina. Pero no la habitual; una hoja afilada y pesada que cortaba de forma precisa y abrupta, sino algo burdo y tosco, sin filo, pero que cumplía el mismo oscuro pronóstico de una forma brutal y desalmada.
La nuez del guardia se hundió, las vertebras de su cuello no lograron superar la presión del impacto, se hicieron añicos y la cabeza de la víctima se deslizó hacia atrás momentos antes de ser guillotinada. El cuerpo quedó en pie unos momentos, salpicando de sangre en todas direcciones, igual que una siniestra fuente de aguas escarlatas. La cabeza rebotó varias veces fuera de la celda antes de perderse en la oscuridad.
Jah'tall, con el rostro salpicado por la sangre de su oponente, contempló a Bria igual que si no la hubiera visto nunca. Ya habían medido fuerzas antes y aunque había sido ella quien le había derrotado, había sido mediante la artimaña y la argucia, no mediante la fuerza. Su rostro estaba pálido y sus ojos titilaban con algo parecido al temor, algo impensable en un guerrero de su salvajismo y tamaño.
—Savhalla —musitó, y todos supieron que quería decir "Muerte".

Aquella dantesca escena les detuvo a todos unos momentos, dada su brutalidad. Si la botavara de un velero hubiera impactado en el cráneo de un marinero en mitad de una tempestad, reventándoselo, la impresión habría sido la misma pero el contexto, comprensible. Que Bria hubiera podido decapitar a un hombre únicamente con su brazo, con la misma fuerza que un accidente marino o de construcción tienen, les dejó a todos sin saber muy bien que hacer. Los guardias no querían enfrentarse a un rival así.
¿Y los compañeros de Bria? Aunque no eran tan primitivos como el bárbaro para notarlo a un nivel tan animal, percibían un miedo siniestro reptando por las cavidades de sus almas.
Un miedo que a Edgtho le había granjeado un mechón blanco.

—¡Esa zorra ha matado a Bakins! —gruñó Dellos, aún dolorido pero armado, dispuesto a todo.
Su sargento le frenó.
—Quieto chico —y había algo en esa orden calma y serena que frenó a Dellos, ya que el sargento solía gritar, quizás porque eso era lo que se esperaba de un sargento —. Si soltamos las armas, ¿Nos dejaréis vivir?
—¿Qué? ¡No vamos a rendirnos ante esta basura esclava!
—gruñó Dellos.
—¡Cállate, joder! —le espetó el sargento, era la primera vez que todos le veían tan nervioso —. Os entregamos las armas y nos encerráis en la celda. Pero nos dejáis las antorchas...y vivos.

La sangre aún caliente de su víctima recorría el brazo de Bria, deslizándose hacia sus dedos, de los cuales goteaba con cierto ritmo. Por debajo del rojo se podían percibir las palpitantes venas de sangre negra que ahora infestaban el brazo de la mujer. Ni ella misma lograba explicar que había pasado. Había atacado y su movimiento había sido letal, desmedido. Su poder estaba más allá de su comprensión, más era real. Podía percibirlo, cada vez más; en las sombras de alrededor, en los oscuros pasillos que se perdían en las entrañas del coliseo, en su propia mano. Todo estaba conectado.
La mujer logró armarse con la daga del guardia asesinado, si bien la empuñó, por instinto, con su mano "sana", pues la otra albergaba su propia letalidad.

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03/08/2019, 00:59
Bria

Más incluso que el guardia que justo había perdido la vida, la mayor sorprendida por lo que acababa de ocurrir fue Bria.

Pensaba que los poderes que le había otorgado la criatura servían para utilizar las sombras para ocultarse, como hacían ellos. En ningún momento se le había ocurrido pensar que también pudieran usarlas como un arma. Por eso se quedó atónita cuando sintió como la musculatura del cuello y el hueso de la columna eran segados de manera atroz al entrar en contacto con su brazo. Lo que tenía que ser un simple derribo se convirtió en una grotesca e inesperada ejecución.

La cabeza del guardia cayó rebotando al suelo, produciendo un sonido que para Bria parecieron campanadas más que golpes secos. Lo mismo sucedió cuando las rodillas del cadáver decapitado no pudieron sostenerlo más y cayeron al suelo, arrastrándo con ellas al resto del cuerpo. Una última campanada. Para la brythuna, todo había sucedido a cámara lenta. Y, a juzgar por el resto de reacciones de los de dentro de la celda, una vez pudo apartar la vista del muerto y de su brazo empapado de sangre, así había sido para todos.

Jah'Tall fue el primero en reaccionar, por primera vez con verdadero temor hacia algo. Hacia ella. Los guardias que quedaban perdieron todas las ganas de deternerlos, el sargento, perro viejo, buscó la mejor solución para sus hombres al ver que no podría hacer nada contra aquello. ¿Aquél era el poder del que le había hablado? ¿El terror puro? Sí, lo sentía en su brazo, en cada sombra que existía en aquél lugar bajo tierra. Se sentía capaz de todo con aquella fuerza sobrenatural e imparable.

Y eso la aterraba.

Estaba aterrorizada de ella misma, de lo que pudiera ser capaz de hacer sin saberlo. Ya había matado a un hombre de una manera cruel. Sentía su sangre correrle brazo abajo, las gotas cayendo de sus dedos y formando un pequeño charco debajo de su extremidad. Bajó la vista hacia su brazo, y al ver las venas negras palpitar en él lo echó hacia atrás, como si no formara parte de ella y pudiera lanzarlo lejos. En el suelo, cerca del cadáver, vio otra cosa. Con su otro brazo recogió la daga del tal Bakins y la alzó hasta la altura de sus ojos, observando la hoja. Una daga estaba bien. Sabía qué podía hacer y qué no con una daga, y de qué era capaz. ¡No como con esa maldita cosa!

— Yo... yo... — fue cuanto pudo, o se envalentonó a decir, cuando por fin, se atrevió a mirar más allá, hacia Edghto y Oggo. ¿Cómo la mirarían ahora? Una sacedotisa de... no, ya ni siquiera era eso. Una partera, aquella que traía la vida, con el poder de la Muerte. Entre el miedo y los nervios, no sabía si echarse a reír o a llorar, y fue incapaz de abrir la boca para responderle algo a Balmir.

Notas de juego

La hostia xD

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07/08/2019, 13:34
Edgtho

La pelea iba bien, lo cual siempre había servido para mejorar el humor de Edgtho. Aquella ocasión no era ninguna excepción. Tras golpear a Dellos notó cómo el flujo de la batalla iba a cambiar. Dos oponentes, uno dolorido y enfadado. No podía estar seguro de lo segundo, pero aún no había conocido a nadie que no se enfadase tras recibir un golpe en la entrepierna. Finalmente tenía un arma en la mano. Aunque se tratase de una mala arma estaba seguro que bastaba para desempeñar su función. Solo le preocupaba la situación de sus compañeros, pues no había podido prestar atención al resto de la contienda, y la actitud del sargento. No se trataba de uno de esos guardias bravucones que se ven superados cuando llega el momento de luchar de verdad. Era un veterano, alguien lo bastante hábil para contenerse antes de atacar e invertir el tiempo en reorganizar a los suyos.
Justo en ese momento Oggo hizo acto de presencia. Bien, respondía a una de sus inquietudes. A los demás debía haberles ido bien si uno de sus compañeros acudía en su ayuda. Olvidando por un instante la traumática experiencia por lo que acababa de pasar, se formó una sonrisa en su rostro. Ya no eran simples presos. Eran guerreros, hermanos de armas, luchando por la libertad. Quizás ganasen o quizás muriesen, ¿Quién sabía cómo acabarían las cosas?, lo único importante era que volvían a tener sus vidas en sus manos. Eso sin contar que una buena pelea, sin público ni otras estupideces, era justo lo que estaba necesitando.

De pronto la expresión de sus rivales cambió. Lo hizo tanto que Edgtho no pudo evitar seguir sus miradas. No llegó a ver lo ocurrido, pero Bria estaba en pie, con el brazo lleno de la sangre de uno de los guardias y sin ningún arma en la mano. A poca distancia yacía el cuerpo decapitado de aquel pobre infeliz. Normalmente no se habría molestado en buscar la cabeza, sin embargo estaba en su naturaleza observar todos los detalles. Aquello no había sido un corte limpio. Algo había arrancado la cabeza del cuerpo. Jah’Tall tenía la misma cara de susto que los soldados mientras contemplaba a Bria. Solo había una explicación.
Miró a su compañera. Sus ojos reflejaban miedo, terror. Una sensación fácil de contagiar. Él mismo notó que estaba apretando la empuñadura de la daga con mucha más fuerza de la que debería. Jamás había visto a nadie arrancar una cabeza de un solo golpe, ni siquiera con martillos de guerra. Para hacer algo así habría hecho falta al menos un par de caballos tirando en direcciones distintas. ¿Qué clase de poder oscuro le habían otorgado a su compañera?
Ignoraba cual debería ser la reacción más razonable. Seguro que cualquiera que implicase alejarse lo más posible de Bria. Teniendo en cuenta la forma en la que él encaraba la batalla, analizando fríamente sus opciones y las de sus enemigos, o en la que actuaba cuando debía seguir un rastro, sopesando meticulosamente cada pequeña marca, cada detalle, podía resultar sorprendente lo poco lógico o razonable que podía llegar a ser en ocasiones. Asintió a su compañera. No era un gran gesto ni un gran discurso. Tan solo quería transmitir una idea. Seguimos juntos en esto.

Volvió a centrarse en los guardias. Respetaba la actitud del sargento. Ese tipo se había lanzado dentro de una celda llena de luchadores, poniéndose a sí mismo en peligro, solo por no abandonar a su suerte al menos disciplinado de los suyos. Un buen soldado.
-No tenemos intención de derramar más sangre. Hay trato, pero necesitamos algo más
Lo cierto era que obtener las armas y salir de la celda era más de lo que podían haber esperado hacía unos instantes. Solo con eso ya podía considerarse una pequeña victoria. Claro que siempre había que aspirar a más. Seguían sin saber guiarse por esos pasillos.
-Vosotros sabéis cómo moveros por aquí dentro. Nosotros no. O nos indicáis como llegar hasta la armería, hasta el resto de esclavos, y hasta las salidas, o vamos a tener que llevarnos a uno de los vuestros como guía. Sé que no quieres eso. Tampoco quieres que nos extraviemos y tengamos que volver, así que explícanos cómo guiarnos.

Notas de juego

La próxima vez arranca la puerta y nos dejamos de planes y de historias xD

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10/08/2019, 13:50
Oggo

Los ojos de Oggo se abrieron de sorpresa. ¿Era aquella la mujer que había hablado dulcemente y había contenido a la chiquilla? ¿O esta era otra, venida de las tinieblas? Había algo en ella que había cambiado, y el manco era lo suficientemente prudente como para notarlo. Se mantuvo donde estaba, si bien prestaba atención todavía a sus enemigos. Parecía que la lucha había terminado. Escuchó la palabra pronunciada por el bárbaro con un escalofrío que recorrió su espalda y erizó los vellos de su nuca.

Dudaba ahora de su aliada. ¿Siempre había podido hacer eso? No, estaba casi seguro de que no, lo hubiese utilizado antes, cuando su vida corría peligro en la arena, o antes, en la taberna. Oggo recordó a otro ser de características similares, toda una vida atrás. Si, era eso lo que rascaba el interior de su craneo desde lo mas profundo. Había vislumbrado otro ser que no podía comprender, pero que tenía la fuerza de cien hombres y el salvajismo de mil lobos. No lo había comprendido entonces y no lo hacía ahora, pero su instinto de supervivencia lo impulsaba a mantenerse alejado de aquello en lo que se había convertido la brythuna.

Sin embargo, su deseo de escapar de alli era fuerte. Escuchó como Edgtho logró articular palabras coherentes y precisas, cuando él sólo hubiese podido balbucear incoherencias. Asintió como toda respuesta. Los seguiría como un perro, sin pensar. Trataría de evitar la mirada de la mujer, y seguiría con el plan. Armarse, liberar a los esclavos. Si, seguía siendo un buen plan. Trató de pensar sólo en eso. Aunque sabía que no podría.

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10/08/2019, 18:52

El sargento Balimir sopesó sus opciones. Era perro viejo. Sus opciones eran pocas, pero había opciones. Cuando uno se encontraba contra la espada y la pared, elegía el mal menor. Puede que hubiera tomado otra decisión si no hubiera vislumbrado como las sombras parecían arremolinarse allí donde Bria tenía las venas marcadas, como si algo estuviera llamando a las tinieblas. O puede que fuera el coliseo, tantos años bajo tierra le hacían ver a uno fantasmas en cada esquina.
Accedió a la propuesta de Edgtho.
—Tardaría demasiado en explicarte como funcionan los túneles —espetó —. ¿Por qué te crees que somos tan pocos aquí abajo? Iré con vosotros. Pero, dos cosas —elevó la mano para darle más énfasis a sus palabras —. Mis hombres se quedan aquí. Y quiero una antorcha.

Notas de juego

¿Rumbo a seguir? ¿Imagino que primero a las celdas de los esclavos y luego a la armería para armarlos?

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11/08/2019, 21:38
Oggo

Aún perturbado por la presencia oscura en la que se había convertido su compañera, Oggo asintió cuando el sargento accedió a las condiciones de Edgtho. Si, lo de la antorcha parecía una buena idea, a él le hubiese gustado tomar una, pero prefería utilizar su única mano para sostener el arma. Pero eso sí, se mantendría cerca de quien llevara una, el mismo sargento, por ejemplo.

- Cr.. creo que mejor liberamos al resto de los esclavos primero -logró articular entre titubeos.

Notas de juego

Lo bueno, si breve, dos veces bueno. :)

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14/08/2019, 04:37

El sargento Balimir miró severamente a Oggo cuando expuso lo que deseaba hacer. Liberar a los esclavos del coliseo.
—De acuerdo —maldijo para sus adentros.
—¡Es una locura, sargento! —se quejó Dellos, era un malnacido aficionado al sadismo, pero hasta él se había dado cuenta de lo que el sargento había hecho por ellos —. Recorrer los túneles con ellos. Es...
—Está decidido —sentenció el sargento.
Tomó la antorcha que le tendieron como si la vida le fuera en ello y empezó la marcha. Atrás quedaron los guardias, tanto los vivos como el muerto. Dellos echando espuma por la boca, Soka quizás más tranquilo. También habían pedido algo de luz para mantener en la celda. ¿Y no eran acaso más oscuras las sombras que reptaban por los corredores? ¿No parecían moverse con sinuoso encanto ahora que eran capaces de enfrentar a las tinieblas? ¿Y la luz? ¿No parecía ser devorada poco a poco? Incluso la llama más intensa titubeaba cuando se adentraban en la oscuridad.
El sargento iba en primera línea. Oggo, a su lado, cerca de la luz y del sargento. Vigilaba el camino y al guardia. Edgtho se encontraba con Bria, detrás de ellos. Y mientras que la mujer mantenía su sangre fría, de hecho se sentía más serena que nunca, el explorador sentía como el corazón le palpitaba, bombeando adrenalina y miedo a sus sienes. Detrás se encontraba Jah'Tall. Vigilaba la retaguardia, aunque la mayoría de las miradas eran hacia Bria.
El bárbaro resultaba ridículo empuñando el arma de uno de los guardias; la larga espada parecía un juguete en sus manos. Aún así el metal temblaba de vez en cuando, señal de que el norteño tampoco se encontraba cómodo entre sombras.

Balimir les guió con honradez. Aunque nunca llegarían a saber si fue necesario recorrer todos los pasillos que recorrieron, pues el sargento se guiaba observando unos viejos símbolos que había grabados en la pared. Los símbolos eran diferentes en todo el recorrido e imposibles de memorizar. Había algo turbio en aquellas palabras antiguas y olvidadas. Algo que sus mentes, sanas y cuerdas, no querían retener.
Si bien Edgtho fue capaz de memorizar el camino de vuelta. Quizás debido a que había dejado un pedazo de cordura, y valor, en las entrañas del coliseo.
Resultaba difícil medir el tiempo que pasaron recorriendo los túneles. No había luz natural y las sombras engañaban. En algunos corredores las sombras parecían más densas y amenazadoras. Por algún motivo, a pesar de que parecía el camino correcto, el sargento las evitó.
Finalmente llegaron a la zona de los esclavos. Al menos a una de ellas.
—Esclavos —señaló el sargento.
A ambos lados del corredor, se extendían enormes celdas de gruesos barrotes. Tras ellas, hacinados como boquerones en un tonel, se encontraban decenas, puede que cientos de personas. La mayoría estaban desnutridos, heridos o enfermos. Había mujeres, niños, ancianos. Algunos jóvenes, pero muy pocos. No había hombres fuertes ni chicas de edad intermedia. Difícilmente iban a poder empezar una revuelta con aquellos despojos.
Se parecían bastante al grupo encadenado que había terminado ardiendo en la arena. Ladrones de poca monta, mercaderes y sus familias que no habían podido afrontar un pago, partidarios políticos de Vanussa sin más poder que su palabra o sus cansados músculos. Allí no se encontraban los guerreros que eran arrojados a la arena, solo la carne de cañón.
Vigilando a los presos se encontraban tan solo una pareja de guardias. La situación les sorprendió, pero ver al sargento les tranquilizó. Tardaron en comprender que era un rehén. Las espadas no tardaron en aparecer.
—No —ordenó el sargento —. Tirad las armas y entregarles la llave de las celdas. Es lo que quieren.
—Pero, ¡Sargento! No podemos hacer eso. Glothus nos colgará —dijo uno, el más joven, un tipo pecoso y pelirrojo con el casco mal colocado.
—¡No tenemos miedo de pelear! —dijo el otro, algo más curtido y más bravo.
—No vais a ganar, no contra ella —dijo el sargento —. Rendiros. Es una orden.
Los guardias se miraron, intrigados y extrañados. Terminaron por arrojar el acero al suelo. También la llave de las celdas. Allí no había más oposición.

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14/08/2019, 04:37

Sus compañeros tenían dificultad para ver más allá de las sombras. Pero ella no. La luz dañaba sus ojos y sin embargo en la oscuridad era capaz de percibir perfiles, superficies, formas. Fue desde uno de los corredores más oscuros desde donde le llegó el susurro. Conocía la voz; la Dama de Negro. El mensaje era claro, aunque confuso. "El anfitrión. El mejor, el campeón. Debe nacer...el último de nosotros. Permite que el no nacido rompa su nombre y venga al mundo de los hombres."
El brazo le ardía. Era una sensación molesta pero a la vez reconfortante. Se percató de que tenía todo los músculos del brazo tensos; estaba dispuesta para apuñalar a alguien.

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16/08/2019, 00:42
Bria

A pesar de su estado, el gesto de Edghto la reconfortó, lo suficiente como para que lograra moverse un poco y observar sus alrededores. En cambio, la reacción de Oggo derribó aquella escasa seguridad conseguida. Entendía perfectamente al viejo superviviente, lo que no quería decir que aquello le doliera menos.

Pero tenían mucho trabajo por delante todavía, como para perder más tiempo autocompadeciéndose. Habían ganado la pelea, pero eso era solo la primera parte del plan. Edghto y Oggo lograron convencer al sargento Balmir de que les ayudara a cambio de dejarles vivir. Una oferta que nadie en su sano juicio habría rechazado después de haber visto el poder qque ahora tenía Bria.

Se hicieron con las armas que pudieron, encerraron a los demás guardias, y se dispusieron a seguir a Balmir a través de aquél entresijado laberinto. La celda, y todo lo sucedido en ella, quedó atrás, como si hubiera tenido lugar hacía años, y no minutos. A medida que avanzaban, la brythuna se fue sintiendo más tranquila. Iba por delante de todos, siguiendo el camino que les indicaba Balmir con su voz, caminando algo alejada de la antorcha, prefiriendo ser bañada por las sombras que los rodeaban y que parecían tener vida propia. Ella sentía que la recibían como a una vieja amiga, y que no tenía por qué temerlas, ni los que con ella iban. Así se lo había prometido la criatura, y por el momento estaba cumpliendo. Pero... ¿Aquél sentimiento era suyo?... ¿O era que empezaba a dejarse llevar por las sombras? La intuición la hacía dirigirse hacia los pasillos más oscuros de todos, aunque tuvo que forzarse a seguir las instrucciones de Balmir, que los evitaba.

Finalmente, tras un largo recorrido, llegaron a la zona en la que habitaban, no, hacinaban, a los esclavos. La visión de semejante y bruta injusticia la enervó, y sintió como el brazo en el que palpitaban venas negras se tensó, listo para actuar, listo para atacar de nuevo. Pero no hizo falta. La única pareja de guardias que custodiaba el lugar hizo caso de las órdenes del sargento y se rindieron también.

— Abrid todas las celdas — dijo ella a los guardias — Liberadlos a todos — ordenó, antes de girarse hacia sus compañeros — Esta gente necesita comida y agua, deberíamos pasar por el comedor antes — se volvió hacia el sargento — ¿Cuantas salidas del Circo conoces? ¿Y cuantas entradas a los túneles más profundos? — le preguntó. Luego, esbozó una apenas perceptible sonrisa antes de hablar de nuevo — ¿Y dónde están los aposentos de Glothus? — si podía saldar aquella cuenta pendiente antes de marcharse de allí, ¿Por qué no hacerlo?