Ocuparnos de aquel asunto podía llevarnos un tiempo, que retrasaría sin duda el viaje a Eras-har. Sin embargo, tampoco podía desentenderme de aquella situación y marcharme sin más. Era posible que no fuera nada, desvaríos de un loco o enfermo, pero si existía un peligro real en aquellas montañas... Conocía aquel tipo de campamentos. Eran itinerantes, iban cambiando de lugar en función de la mayor o menor presencia de madera, talando árboles de gran tamaño y trasladándose cuando la leña escaseaba. Con mi destacamento había visitado varios lugares así. Allí se agolpaban buenos hombres, mujeres e incluso niños, trabajando duramente en unas condiciones paupérrimas para sacarse una paga no demasiado generosa, la verdad. Eran gente humilde, y si estaban en peligro debía hacer algo.
Además, Craugan ofrecía una paga por el encargo. Eras-Har quedaba algo lejos, y yo poseía un limitado presupuesto para un viaje así. Ese dinero, aunque no fuera demasiado, podría venir bien para sufragar el viaje.
Si esa buena gente puede estar en peligro, puede contar con que iré. -Indiqué al hombre- Lo habría hecho igualmente sin compensación económica, pero ya que la ha ofrecido, no la rechazaré. Me hace falta el dinero. -Admití, sin pudor alguno. No había nada deshonroso en cobrar un sueldo justo por un trabajo- Supongo que tendríamos que regresar con nuevas para recibir la paga, ¿no es así?
Yo os esperaré aquí. -Indicó Shiral de repente, mirando especialmente a Tyron al hacerlo. En su rostro se reflejaba la preocupación, mientras permanecía con una rodilla en el suelo junto a aquel hombre enfebrecido- Este pobre hombre precisa cuidados...
PNJotizado
Ehm, sí, por supuesto... -Replicó Craugan a las palabras del caballero, como si le pareciera absolutamente innecesario decirlo- No voy a darle a unos desconocidos una buena suma de dinero simplemente depositando en ellos la confianza en que cumplirán el encargo. No me gano la vida siendo un necio. -Dijo con aire de suficiencia- Vais a ir... cuatro, ¿no? Dejadme ver... -El capataz tomó su bolsa del cinturón y la abrió, comprobando su interior, y permaneció pensativo unos instantes- Os pagaré cinco monedas de plata a cada uno, cuando regreséis y me informéis de lo que hayáis encontrado. Es una paga generosa...
En efecto, si el encargo resultaba tan sencillo como parecía en un principio, acudir al campamento, comprobar que todo estuviera bien, e informar de lo que sabían para que tomasen precauciones, la paga era bastante generosa. Seis monedas de plata podían costear una noche en una posada de lujo, en una gran ciudad. El precio de una posada de gran calidad en el camino, si es que entre aquellas montañas y la ciudad de Eras-Har había alguna, se medía en monedas de cobre, ni hablar si era una taberna mediocre. Estirar aquel presupuesto durante el viaje podía conceder bastantes comodidades.
De modo que vais a ir hasta el campamento de Malere, ¿no? -Preguntó Perdest con desgana, encogiéndose de hombros.
El explorador cogió su mochila y la dejó sobre la mesa, abriéndola y sacando un portarrollos y una pequeña cajita. Extrajo del portarrollos un pergamino y de la cajita un pequeño trozo de carboncillo, que tomó entre sus dedos con cierta soltura. Comenzó a dibujar sobre el pergamino, con rapidez pero dejando buenas muestras de su experiencia en aquellos menesteres. Pronto las siluetas y sombras de grandes montañas se dejaron ver sobre el papel, así como colinas, árboles y algunas edificaciones. Cuando creyó tenerlo listo, giró el pergamino y se lo mostró a quienes quisieran acercarse a comprobarlo.
Aquí estamos nosotros. -Indicó, señalando una edificación solitaria en la parte inferior izquierda del conjunto dibujado- Lo que hay a su izquierda es el paso de Solere, que lleva hacia el sur, hacia Shalanest. Lo de más arriba, estas casas, es un conjunto de casas de cazadores. No está lejos de aquí, y seguramente la elfa oscura haya pasado por allí, o cerca, pues dicen que el acceso a su mundo está algo más arriba. -Señaló mirando durante un instante a Luelar- Esto de aquí... -Indicó, señalando con el dedo un conjunto rectangular que se encontraba en el costado derecho inferior- ...es el campamento de Malere. Desde ahí, a la derecha, hay un paso que lleva a las Kehalas y se desvía hacia las Llanuras Grises. Conecta con otro que pasa por aquí... -Indicó, señalando una especie de camino entre colinas algo más arriba, junto a aquella torre dibujada- ...aunque éste está más alto y es mucho más escarpado, peligroso en esta época del año. La torre es un antiguo templo de retiro espiritual, hace tiempo que no paso por ahí y, la última vez que estuve, quedaban sólo unos pocos monjes devotos de Korth. Puede que esté abandonado. -Se encogió de hombros- Por cierto, en esta arboleda que he dibujado aquí en el centro hay una casa. Como tendréis que pasar por allí, decidle al viejo que vive en ella que voy a viajar a Shalanest, para que sepa que tardará en volver a verme el pelo. Podéis hacerme ese favor a cambio del mapa.
Cualquier duda acerca del mapa, preguntad sin miedo ;)
Belona aún no regresaba, así que tuve que usar mi propio material para limpiar la herida de aquel hombre, tras lo que comencé a coserle la pequeña brecha. Mientras lo hacía, escuché cómo el caballero de Stumland también se apuntaba a aquella expedición. Dejó clara una vez más su bondad antes de aceptar el dinero, aclarando también que lo aceptaba porque le hacía falta. ¿Qué necesidad había de algo así? ¿Se trataba de alguna especie de norma entre los Caballeros de Stumland? ¿Acaso trataba de engañar a los demás como hacía la elfa del bosque? ¿O era a sí mismo a quien trataba de convencer?
Entrecerré los ojos un instante pensando en aquello mientras miraba a Tyron, terminando por apretar mis labios, sintiéndome frustrada. Y es que por más que intentaba encontrar algo de maldad en aquel hombre, la verdad era que sus palabras y actitudes me parecían completamente sinceras. Sonreí y volví a dirigir mis rosados ojos hacia la herida cuando escuché a la miserable aquella decir que se quedaba, por fin una buena noticia.
Craugan respondió pronto a la cuestión formulada por el caballero, confirmando que tendríamos que regresar para recibir el pago de cinco monedas de plata, lo cual era una buena cantidad por lo que tenía entendido.
Terminé de cerrar aquella herida y apliqué un ungüento sobre esta, limpiándome las manos antes de guardar mis cosas y ponerme en pie.
- Todo tuyo. – le dije a la elfa del bosque antes de poner rumbo hacia la mesa sobre la que el explorador había comenzado a dibujar algo.
Se trataba de un improvisado mapa de la zona que comenzó a explicarnos al terminar de dibujar. Perdest me miró al mencionar que podría haber pasado por la zona de las casas de los cazadores, pues la entrada a la Infraoscuridad se encontraba cerca, cosa que no quise confirmar ni desmentir. Además de darnos explicaciones sobre el terreno, nos habló de un templo, terminando por pedirnos un favor a cambio del mapa.
- Me parece justo. – dije confirmando que cumpliríamos con el encargo. - ¿Se te ocurre alguna precaución que debamos tomar? ¿Hay algún tipo de animal o criatura que sea peligroso encontrarnos? - pregunté al explorador.
El explorador asintió con sobriedad al recibir afirmativa respuesta a su petición por parte de la elfa oscura. No obstante, acto seguido dedicó una larga mirada al resto de los miembros de aquel grupo, esperando que se manifestasen también. Nadie con un mínimo de sentido común confiaba en la palabra de un miembro del pueblo de la Infraoscuridad, y Perdest no había vivido tanto tiempo siendo un necio.
¿Precaución...? -El rostro enjuto de Perdest miró a la clérigo de Izz con cierta suspicacia, como si no entendiera la pregunta. Finalmente, torció el gesto y se encogió de hombros- Lo normal... Osos, lobos, mucho me extrañaría que alguna araña horrenda bajase tan al este pero todo es posible, algún grupo de orcos, los "amigos" que haya hecho el "rizos dorados" aquí presente... -Indicó, señalando a Tyron, antes de volver a encogerse de hombros- Si alcanzáis la arboleda, tal vez podáis convencer al viejo Ivar de que os acompañe hasta el campamento, y el camino de vuelta. Él se conoce bien estas tierras...
La paga que Craugan ofrecía era, en efecto, generosa. No suponía una auténtica fortuna, pero bien administrada podía facilitarnos enormemente el viaje hasta Eras-Har, y eso era un tesoro en los tiempos interesantes que me estaba tocando vivir. Para mi sorpresa, el explorador decidió esbozar un mapa con el que podríamos orientarnos en aquellos parajes, demostrando una gran habilidad manual. Siempre había admirado a los hombres con capacidades artísticas, quizás porque mis talentos nunca había llegado más lejos que el manejo de una espada, y no poseía auténtico ardor guerrero. Era un hombre de paz, y concebía la guerra de ese modo, como una herramienta necesaria para alcanzar la ausencia de guerra, de conflicto, de dolor. Deseaba que en el mundo no fueran necesarias las espadas, un mundo con orden y ley, donde valiera más la labor de un artista que la de un hombre de armas.
Me acerqué a la mesa e inspeccioné aquel plano detenidamente, lamentando que Shiral hubiera decidido no acompañarnos. Su experiencia a buen seguro nos habría sido de gran utilidad en esas tierras silvestres. Sin embargo, ¿qué derecho tenía yo a tratar de convencerla para cambiar de idea? Mientras Perdest explicaba rutas y lugares, mencionó aquel conjunto de casas, una especie de aldea de cazadores, por la que probablemente Luelar había pasado de camino a la taberna. Miré brevemente a la elfa oscura, aguardando alguna mención al lugar, pero la mujer decidió guardar silencio al respecto.
¿Por algún motivo en especial?
Fruncí el ceño ante aquella idea, aunque no le dediqué demasiado tiempo. Perdest mencionó otro lugar, dibujado en el plano como una torre de planta cuadrada, y cuando habló de monjes y mencionó al dios de mi fe, le miré con sorpresa, ignorando su comentario acerca de los peligros que podíamos encontrar por mi culpa. También la forma de referirse a mí, por mi cabello.
¿De verdad? -Me sorprendí abiertamente- Desconocía que hubiera un lugar de devoción a El Salvador en estas tierras... Me resulta extraño que nadie en el fuerte lo comentase, siendo la religión oficial de Stumlad... -Aquello era raro, muy raro- Dinos, Perdest, ¿cuanto tiempo debería llevarnos ir y volver a ese campamento?
El explorador parecía haber permanecido expectante tras llamar a Tyron "rizos dorados", quizás tratando de comprobar su reacción. Al ver que el caballero de Stumlad lo ignoraba, se recostó en su asiento con calma. Si le satisfacía o no la reacción del chico, no lo dio a entender.
Si salís de inmediato y camináis a buen ritmo, deberíais poder estar aquí antes de la noche. -Sentenció con calma- Eso me recuerda que también yo debería partir, si quiero cruzar el paso de Solere antes de la noche. Es peligroso en esta época, y ha nevado bastante. Podría quedar bloqueado en cualquier momento, así que mejor cruzarlo hoy que mañana. -Indicó poniéndose en pie y colocando su mochila sobre la mesa, comenzando a comprobar su contenido para asegurarse de que no le faltase nada necesario para el trayecto- Pocos habrá en ese fuerte tuyo que sepan de la torre, porque los clérigos no dejan a los caballeros pernoctar allí desde hace unos cuantos años. Tu orden acostumbraba a acudir de cuando en cuando a ver cómo estaban, pero abusaban de su hospitalidad y ya se sabe, cuando eso pasa hay que cortar por lo sano. Se les prohibió el acceso, y los caballeros a cambio dejaron de incluir la torre en sus rondas de reconocimiento por el territorio. Un asunto feo, ese de retirar su protección a los representantes de su propia fe...
Había permanecido en silencio, sopesando las acciones de cada uno y viendo con sorpresa, como aquella elfa oscura ayudaba al pobre loco curando sus heridas. La elfa de los bosques decidió no acompañarnos, prefiriendo quedarse allí al cuidado del viejo. Algo muy noble por su parte pero ridículo a la vez, puesto que los cuidados que requería el anciano ya se le habían dado. Ahora solo necesitaba calor, descanso y la ayuda de los dioses para salir de aquella. Me resultó también curioso que aquel solitario hombre ofreciese su ayuda de aquella manera, pidiendo a cambio que pasásemos por una casa. Jamás se me había expuesto una misión tan fácil delante. - Quizás demasiado...
Miré al gigante, quien parecía que ya no temía comer, aunque por sus palabras referente a los suyos entendí que no quería que fuésemos. - Ya has oído Nrog. Es un día perdido solamente. Ir, mirar y volver. Si no quieres ir, te indicaré antes de partir el camino más rápido para salir de estas montañas. - No olvidaba lo que aquel ser azulado me había pedido y como lo había hecho, pero hasta una asesina como yo tenía un código que seguir y unas promesas que cumplir y esas no incluyen ayudas bajo coacción o amenazas. - Lo habitual entonces. - Respondí a Perdest al respecto de los males de aquellas tierras.
Pero entonces el explorador habló de la torre de Korth ante la petición del caballero. Miré a los ojos de Tyron y pude leer claramente en ellos su intención y necesidad de ir a aquella torre a comprobar el estado de los devotos que allí habitaban. Pero no dije nada al respecto. - Esta bien, tenemos una misión, un mapa y un día de viaje de ida y vuelta. Voto por ir a descansar y partir antes del amanecer. Cuanto antes nos marchemos, antes estaremos de vuelta.
¿Un día? -El explorador alzó la mirada de su mochila, con un gesto de suspicacia- Unas horas, más bien. No creo que pretendáis poner rumbo Eras-Har ahora y que os pille la noche en esos desfiladeros, la ruta que cruza estas montañas es tortuosa. Supongo que saldréis mañana temprano, para que os de tiempo a alcanzar las colinas del oeste en una jornada. -Se atrevió a conjeturar, volviendo a meter sus narices en la mochila, recolocando algo que llevaba dentro- Os da tiempo a ir hasta Malere y regresar antes de que se cierre la noche, cobrar, cenar y dormir para partir mañana.
Perdest cerró las cinchas de la mochila y se la colgó a la espalda, colocando el carcaj a su lado y tomando su arco en la mano derecha.
Y a mí me da tiempo a cruzar el paso y descansar en un buen refugio antes de que regreséis, si es que decidís no posponerlo a mañana. De modo que, si no tenéis más preguntas...
¡¿Mañana?! -Exclamó el capataz del campamento de leñadores, con un gesto de desprecio. Se puso con los brazos en jarra, negando con la cabeza- ¿Por qué esperar a avisar mañana, si se puede hacer hoy mismo? Mi oferta es para hoy, mañana será una moneda menos por cabeza, ¿me habéis entendido?
Me rasqué la cabeza al escuchar las palabras de ambos hombres. - Lo lamento, os entendí mal. - Me disculpé ante el explorador para luego girarme hacia el gigante. - Ya oíste, no perderemos casi tiempo. ¿Te animas? - No parecía probable que lo hiciese. Seguramente podría amenazar al explorador con partirle en dos y salir mañana temprano de aquí, sin tener que moverse de la posada.
Si esperar respuesta, caminé hacia el captaz. No me gustó nada como me habló ni sus amenazas. - Será mejor que empieces a pensar con quien está tratando. - Le dije con tono amenazante al hombre, pegando mi cara a la suya. - Me gusta jugar con mis presas y oírlas gritar de dolor y por su vida, antes de arrebatársela. - Le susurré muy bajito al oído, tratando de que solo me escuchase él y le mostré una sonrisa bastante sádica.
- Será mejor que tengas esas 5 monedas listas para nuestro regreso. - Dije separándome de él. - De lo contrario lamentarás haberme conocido. - Me acerqué a mi mesa y recogí mis cosas de ella. - Estaré en el establo, preparando a mi caballo. - Dije a todos antes de subir las escaleras.
- ¡Irdon! ¡Necesitaré mi habitación lista para mi regreso! - Exclamé al posadero mientras le buscaba con la mirada. No quería encontrarme con el fuego recién encendido y la habitación helada cuando volviésemos de aquella misión.
Mientras seguía comiendo continué escuchando la conversación que se desarrollaba a mi alrededor. Todos parecían dispuestos a ir a aquel lugar a pesar de mis advertencias, todas salvo una pequeña criatura que decidió quedarse a cuidar de aquel hombrecillo. Una perdida de tiempo, sin duda ¿Por qué cuidar a alguien claramente incapaz de cuidar de si mismo? Aquellas criaturas eran demasiado extrañas.
A pesar de la oferta de mi acompañante por decirme el camino y que mi objetivo era salir de aquellas montañas, decidí acompañarlos en su periplo por las montañas. No porque me importara lo que le ocurriera, sino porque sabía que no podria salir de las montañas sin ella. Lo había intentado en multitud de ocasiones y siempre había acabado dando vueltas por los senderos que conocía. Y quedarse allí a esperar su regreso sería demasiado aburrido- Nrog irá, pero Nrog cuidará solo de Nrog. -Comenté, dejando claro que no debían esperar de mi un compañero o un guardian.- Además, si encontrar más comida, Nrog no tener que comer caballo de Sombra. Carne de caballo siempre dura HAHAHAHA - Reí antes de meterme el ultimo pedazo de queso de la mesa en la boca.
Perdest asintió cuando acepté aquel trato que nos propuso, mostrándose extrañado ante una de las preguntas que formulé. Encogiéndose de hombros, terminó por responder, mencionando los peligros que podríamos encontrarnos en aquella zona concreta; tranquilizándome el que la probabilidad de encontrarnos alguna araña horrenda fuera pequeña.
¿Rizos dorados?
Miré al caballero al oír aquello y ver cómo el explorador le señalaba, extrañada por aquellas palabras. Me preguntaba si sería algo común el uso de aquel apelativo en la superficie.
Perdest también comentó que el anciano que vivía en la arboleda quizás podría ayudarnos a llegar al campamento, pues conocía bien aquellas tierras, aunque por su forma de decirlo no parecía muy sencillo el convencerle de que nos ayudara.
Tras mostrar su sorpresa porque en la zona hubiera un templo dedicado al que parecían llamar El Salvador, algo que en el fuerte no le habían comentado a pesar de la devoción de Stumland por aquel dios, Tyron preguntó por el tiempo que nos llevaría ir y volver del campamento.
El explorador nos dijo que podíamos ir y volver antes de la noche, recordado que a él también le convenía partir cuanto antes, pues corría el riesgo de que el paso de Solere quedara bloqueado debido a la nieve. Comprobando el interior de su mochila, probablemente para asegurarse de que llevaba todo lo necesario antes de partir, respondió a las palabras del caballero sobre la existencia de aquel templo. No pude evitar esbozar media sonrisa ante lo que el explorador contó, y es que los Caballeros de Stumland no parecían tan buenos después de todo.
La mujer de oscuros ropajes dedicó unas palabras al gigante, queriendo saber si este estaba dispuesto a hacer aquel pequeño encargo, y ofreciéndole ayuda para salir de las montañas si no accedía a partir con nosotros. La verdad es que contar con alguien de su fuerza nos vendría bien de toparnos con otro grupo de asesinos.
Cuando la mujer comenzó a organizar la expedición, Perdest intervino para aclarar lo relativo al tiempo de viaje, pues esta había entendido que el trayecto era más largo de lo que realmente era; como después aclaró. Mientras el explorador terminaba de prepararse y se mostraba dispuesto a irse si no teníamos más preguntas, el tal Craugan reaccionó como un necio ante la pequeña confusión, y tras volver a preguntar al gigante por su asistencia, Sombra se le acercó; hablándole en tono de amenaza en voz alta y dedicándole algunas palabras sólo a él. No sabía qué le decía, pero tan sólo presenciar cómo se lo decía, terminando por mostrar aquella sádica sonrisa; hizo que tuviera que aguantar una risa.
- Yo tengo una pregunta. – dije volviéndome hacia el explorador con una divertida sonrisa. - ¿No te vendría bien tener compañía en tu viaje? Podrías llevarte a Shiral, seguro que estaría encantada de acompañarte. – expuse antes de mirar a la elfa, esperando haberla hecho rabiar. – Sólo bromeaba. - añadí con media sonrisa.
Tras volver a amenazar a quien debía pagarnos, Sombra indicó que estaría en el establo, justo antes de que Nrog aceptara ir; pero dejando claro que sólo cuidaría de sí mismo. Tras ello hizo mención a que si encontraba más comida no tendría que comerse el caballo de la mujer, terminando por reír a carcajadas.
Qué ser tan extraño.
- Entonces nos vemos en el establo. – dije a los demás mientras Sombra subía ya las escaleras, escuchando sus gritos a Irdon.
Tras tomar un trozo más de pan, me dispuse a abrigarme bien, calándome además la capucha para evitar la luz natural; la cual se acentuaba gracias a la nieve de aquel lugar. Tras ello me puse la mochila y comencé a subir las escaleras, poniendo rumbo al establo.
Y ese fue el instante, queridos amigos. Sin saberlo, sin ser siquiera conscientes de ello, la Gran Compañía había aceptado su primer encargo, la primera de las muchas aventuras que vivirían a lo largo de la gran historia con narra este Cantar. Lo hacían por dinero, ¡por supuesto! La mayor parte de los grandes héroes se mueven por ello. El oro, la riqueza, la ambición, llevan a los hombres a realizar grandes gestas. Pero entre aquellos héroes había mucho más que simple avaricia. Cada uno de nuestros héroes tenía sus propios motivos para actuar como lo estaba haciendo, pero el destino o los dioses había querido que terminasen trabajando juntos en una sencilla misión.
¿Sencilla? Lo parecía, a priori... Pero un humilde juglar como yo no entretendría un distinguido público con menudencias y trabajos aburridos... No, esa misión ocultaba mucho más de lo que parecía a simple vista...
FIN DE LA ESCENA
En breve habrá reparto de experiencia y en cuanto pueda abriré nueva escena.