El comerciante elfo rechazó las palabras de Shiral con una sonrisa nerviosa. Se le veía apurado, como si aquella parada le supusiera algún tipo de problema, como si tuviera prisa. A su lado, Eriel parecía más preocupada por el joven caballero, aunque igualmente decidida a marchar junto a Bildari.
Oh, no, no, por favor... Eres tú quien me hace un favor al ocuparte de él, Shiral. En otras circunstancias yo mismo me quedaría con él hasta que estuviera restablecido, pero lamentablemente... -Su mirada se desvió casi imperceptiblemente hacia un costado, el lado en que Eriel le tomaba de la mano- ...no nos es posible. Tenemos un tiempo... limitado. -Las palabras de la posadera le hicieron endurecer ligeramente el gesto, frunciendo el ceño un instante antes de sonreír a la mujer- No será necesaria ninguna manta, siempre que ese fuego esté encendido como debe. Yo me haré cargo de la cuenta de estas dos personas, estancia y manutención durante cuatro... -Bildari enmudeció al sentir la mano de Eriel apretando la suya. La elfa se acercó a susurrarle algo al oído, y el elfo, mirándole directamente a los ojos durante un instante, terminó asintiendo- Siete, siete días, una semana completa. Con tres comidas diarias. -Informó a la posadera, que se mostró gratamente sorprendida por el negocio que acababa de hacer- Podéis bajar y acomodarle, mientras voy pagando. -Les dijo a sus compañeras, haciendo un gesto a su pareja para que se apresurase.
Nayí ejecutó un silbido que demasiadas veces había entrenado con su caballo, Thor. El jamelgo, adiestrado para tales situaciones, relinchó sacudiendo su cabeza, haciendo que sus crines se agitasen, y se acercó inmediatamente al trote. Sin embargo, el loco se negaba a cooperar. Miraba a ninguna parte, con ojos vidriosos, mientras mantenía la boca abierta y un hililo de saliva espumosa caía sobre su ropa.
T-todos... todos muertos... E-eran mis amigos, y-y... y ahora... -Balbuceaba- S-se-los comieron... Se l-los comieron aún con v-vida...
El temblor en el suelo fue suficiente para saber que se estaba volviendo tarde para huir. El gigante azul descendía la colina a grandes zancadas, enarbolando aquel inmenso martillo con cabeza de piedra. Sin embargo, su aspecto y sus gestos eran más amenazantes que cargados de verdadera intención de atacar. Así lo hizo saber en cuanto se detuvo ante las dos figuras, elevando su martillo sobre la cabeza, dispuesto a descargar su potente furia a la menor ocasión.
¡Territorio de Nrog! -gritó, con un vozarrón impresionante que helaba la sangre y desvanecía el ímpetu de enfrentarse a él- ¡Fuera!
Fue ese grito el que hizo al hombre tendido en el suelo girar la cabeza, por un instante capaz de enfocar una mirada anclada en el mundo real. Vio al gigante azul, y su expresión se tornó aún más desencajada que antes, rompiendo a llorar mientras gemía y se arrastraba de espaldas, desesperado.
¡¡NOOO! ¡¡EL GIGANTE MUERTO NOOOO!! -Gritó con todas sus fuerzas- ¡¡ÉL SE COMIÓ A GURSH, ÉL DESTROZÓ EL REFUGIO!! ¡¡NO QUIERO MORIR ASÍ!! -Exclamó, girándose para tratar torpemente de ponerse en pie, tropezando varias veces mientras se alejaba cuesta abajo.
- No tenemos más opciones. - Contesto seria a la posadera, quien entonces nos informa de las tarifas y las condiciones del alojamiento.
Bildari rechaza mi agradecimiento, claramente apurado, para entonces disponerse a pagarnos, rectificando su primera decisión, siete días de alojamiento y comida.
- Gracias. - Insisto a los elfos una vez Bildari se dispone a realizar el pago, instándonos entonces a bajar y acomodar al camarero, lo cual acato de forma inmediata. - Vamos. -
Va a ser una semana larga, pero no puedo ignorar esta situación, ni por mi propia conciencia, ni por Cairn, ni por las molestias que he causado a estos mercaderes.
Demasiado tarde para huir. Imposible esconderme. Y enfrentarme a él sería un suicidio. - Pensé mientras tenía al gigante frente a mí, con su martillo... su enorme martillo, elevado en una clara postura ofensiva. El viejo entró en estado de pánico y salió corriendo, lejos nuestra. Quizás debí seguirle y huir con él, pero algo me decía que si hacía un movimiento brusco, aquel martillo acabaría dejándome aplastada sobre la nieve.
Con calma le mostré mis manos cubiertas con mis guantes al gigante azul. - Vale... vale... tranquilo. Tu territorio. Entiendo, ¿Norg?... - Le hablé con toda la calma que me podía permitir debida la situación. - Thor y yo nos vamos ya de tu territorio. - Le dije señalando al caballo negro que estaba a mi lado, más inquieto que nunca.
- ¿Puedes bajar el martillo? ¿Por favor? - Pregunté nerviosa. - Das mucho miedo así y no me atrevo a moverme. - A pesar de tener las manos a la vista, mis pies estaban listos para saltar y tratar de esquivar un posible martillazo si llegase el caso.
Esperaba que aquello funcionase. Tan solo debía montar en lomos de de Thor y salir de allí. En la posada estaría tranquila esa noche y... me tocaría alejarme de aquellas tierras al día siguiente. Si en la ciudad se enterasen de que un gigante azul campa por esa zona de la montaña matando a campesinos, no tardaran en enviar un pequeño batallón para matarle. Y tener guardias de la ciudad por allí después del asesinato de aquel hombre, no era algo que me gustase ver...
El gigante escuchó con atención las palabras de aquel pobre loco cargadas de pavor. ¿El gigante muerto?¿Se refería acaso a él? Nrog estaba seguro de no haberse comido a ningún humano escuálido. ¿Significaba eso que otro gigante rondaba su territorio? ¿Tal vez de la tribu que le había desterrado? Aquello no hacía más que precipitar aun más su marcha de aquella montaña. A pesar del odio que sentía por sus antiguos compañeros, no creía poder combatir de igual a igual en su estado de hambruna actual.
El humano cobarde salió corriendo a la menor oportunidad mientras el otro ser, del que no podía reconocer su raza debido a sus ropajes, se quedó con las manos a la vista, mostrando clara su intención de evitar un conflicto en el que a todas luces estaría en desventaja. – Ser Nrog, no Norg – Dijo el gigante, bajando lentamente su martillo sin perder de vista las manos de aquella pequeña criatura. -¿Qué decir humano cobarde? ¿Otro gigante aparte de Nrog?
Mientras preguntaba, el gigante miraba aquella montura de color azabache. Al contrario que la débil criatura a la que se dirigía, aquel caballo podía ser un buen almuerzo. Sin embargo, si la respuesta a sus preguntas resultaban afirmativas, el gigante no iba a quedarse en la montaña ni un día más y tal vez aquella criatura y su caballo tuviera alguna utilidad después de todo.
Parecía mentira la cantidad de arrogancia que podía caber en un ser como aquel, y es que la mujerzuela no se cortó ni un pelo en mirarme de arriba abajo como si no fuera más que una alimaña que había osado interrumpir su rato de disfrute junto a aquel hombre. Poco me importaba su mirada, como poco me importó que repitiera lo que ya le había dicho, que aquello no era asunto mío. No tenía intención de entrar en guerras innecesarias, sobre todo por la petición que Nules me había hecho.
Aunque a decir verdad, me pidió que dejara vivo al posadero, no me dijo nada de su esposa…
Apreté los labios al escucharle advertirme sobre que su marido no hacía negocios sin su aprobación. Bueno, en realidad dijo mucho más que eso, describiendo a su marido como si fuera un despojo sin voluntad; definitivamente aquella mujer no le tenía aprecio alguno. Ni siquiera respondió al gesto cariñoso que le dedicó este del mismo modo. Le sonrió con desdén, y tras ello, me regaló otra de sus miradas de desprecio antes de irse.
Para mi sorpresa, el hombre me miró de forma muy diferente, con expresión amable; tratando de confirmar si era la primera vez que iba por allí y preguntándome en qué podía ayudarme.
- Sí, es la primera vez que paso por aquí. Me planteaba tomarme un descanso y hacerme con algunas provisiones, aunque también hay un par de cosas que me gustaría enseñarle. – comencé a explicar, apenas deteniéndome antes de proseguir. – Aunque antes… Hay algo que necesitaría saber. – dije pensativa, mirando hacia arriba antes de clavar mis ojos rosados en los del hombre. – Me han advertido de los Caballeros de Stumland y del fuerte que estos tienen en Eras-Har, ¿Podría decirme dónde se encuentra este exactamente para poder evitarlo? – pregunté con fingida preocupación.
Nunca la aventurera de Lidtanast hubiera imaginado que la planta inferior pudiera haber sido tan acogedora. Bien es cierto, como ustedes buenas gentes comprenderán, que al contraste con el gélido exterior cualquier lugar habría sido bien valorado. Pero aún así el lugar estaba bien caldeado por la chimenea que reposaba en un extremo de aquel salón rectangular, cerca de las escaleras de acceso, de forma que su calor se repartía por la estancia y además ascendía si la puerta se dejaba abierta hasta la planta superior. El lugar, subterráneo y por tanto sin ventanas, estaba iluminado mediante velas sobre las mesas bajas y con bancadas cubiertas por pieles de oveja, así como por lámparas de techo metálicas que sostenían cirios cuya cera colgaba como una suerte de estalactitas. Había sacas, ramas y hierbas de diferentes aromas colgando de las paredes, confiriendo al lugar un tenue olor a naturaleza que disimulaba otros eflubios menos agradables, y al fondo del salón numerosos toneles amontonados junto a un mueble que parecía hacer las veces de despensa, cerrado a buen seguro con llave.
En aquel momento no había nadie en el salón, por lo que pudieron elegir el lugar que quisieran para depositar y acomodar al caballero. Eriel se afanó con esmero en depositar al humano con un gran cuidado a su estado de salud. La elfa ya había dado muestras de quién y qué era, un secreto que había requerido que Shiral guardase. ¿Cual era el motivo? Les aseguro, señores, que antes de que esta historia toque a su fin esa duda quedará satisfecha. Pero Eriel no protagonizará esta parte de la historia, pese a que terminará teniendo un papel fundamental. No, fue Shiral quien se quedó con aquel caballero, mientras los dos elfos se reunían al pie de aquellas escaleras, conversando con preocupación. Shiral pudo confirmarlo con tan sólo una mirada: Eriel deseaba quedarse y atender al humano, pero Bildari insistía en partir cuanto antes. En su rostro no detectó la avezada exploradora una determinación nacida de la ambición de un hombre de negocios, pendiente de sus cuentas y beneficios.
Más bien, parecía tener miedo.
Como la noche y el día, aquellos dos héroes que no se consideraban tales, y que nunca habrían ustedes catalogado de tal manera, no podían ser más diferentes. Donde uno era grande, la otra era pequeña; donde una era veloz y diestra, el otro era enorme, tosco y fuerte. Y sin embargo, allí estaban, uno frente a la otra, tratando de dilucidar sus diferencias y extraer una verdad de la que, sin que ellos fueran conscientes, dependía no sólo su vida, sino la de tantas y tantas personas.
Mientras tanto, el pobre desgraciado continuaba corriendo colina abajo. cada poco tiempo, tropezaba con alguna rama, resbalaba en la nieve o pisaba su propia capa, cayendo al suelo torpemente. Ya no podían los dos desconocidos comprender sus balbuceos incoherentes, cuando de repente se hizo el silencio. Ambos pudieron ver cómo el hombre se encontraba desplomado en la nieve, junto a un estrecho árbol con el que podrían asegurar que había chocado.
En principio, tenéis libertad para "resolver" vuestros asuntos ;)
El posadero pareció genuínamente sorprendido y extrañado por las palabras de Luelar. La elfa oscura pudo darse cuenta de que el cambio de actitud del orondo humano sucedió en el preciso instante en que había mencionado su deseo de tomarse un descanso en su posada. Su ceño se frunció ligeramente, mostrando esa extrañeza, y sólo volvió a abrir atónito su mirada cuando nombraste Eras-Har. El posadero mostró entonces una expresión pensativa que resultó ligeramente bobalicona, mientras se rascaba su cabeza carente casi de cabello apreciable, antes de volver a limpiarse las manos en su mandil.
¿El fuerte de Eras-Har? Hay fuertes de los caballeros en estas montañas que deberían preocuparte más, pero el de Eras-Har... No lo conozco, nunca he estado en esa ciudad. ¿Pero tan lejos vas a viajar? -Te preguntó, extrañado- Esa ciudad no está a tiro de piedra, precisamente. Necesitarás algo más que "unas provisiones" para llegar hasta allí. -Añadió, disimulando una tenue sonrisa, habiéndose percatado de la oportunidad de negocio que aquella visita le podía ofrecer- Tendrías que cruzar las montañas de Terasdur y tomar la ruta que va hacia Stumlad. Eras-Har se encuentra a orillas del Durn, entre las Kehalas y las Llanuras Grises. Son unas cuantas jornadas de camino. Si necesitas provisiones y equipo para tal viaje, te lo podría conseguir, pero me llevará algo de tiempo... y no será barato. -Indicó, agachando su rostro sin quitar ojo a la clériga, insinuando de forma clara la necesidad de obtener garantías de cobro- ¿Piensas... descansar aquí, en la posada? -Preguntó, no sin cierto reparo, visiblemente inquieto- Los tuyos no suelen quedarse. Los lugareños no son especialmente amables con tu gente, ya sabes. Demasiados problemas entre vosotros... -Indicó, meneando su mano de izquierda a derecha, recalcando los distintos bandos, el de los elfos oscuros que acostumbraban a asaltar y saquear, y el de los humanos que terminaban siendo sus víctimas.
La conversación del gigante fue interrumpida por el sonido de la carrera de aquel cobarde hombre que huyó nada mas atisbar la piel azul del gigante. Nrog no sabía si la torpeza de la que hacía gala era algo innato en él o era provocado por el pavor que sentía en aquel momento, pero una cosa si tenía clara, resultaba patético verlo. Lo siguiente que vio el gigante fue el cuerpo de aquel individuo tumbado en el suelo al lado de un árbol. Si el gigante tuviera que apostar que había ocurrido, lo más probable es que se decidiera por un choque frontal con aquel enorme y grueso tronco. Pero al gigante no le interesaba apostar, sino salir de aquella montaña.
Aun con el martillo en la mano volvió a dirigirse a aquel ser que ocultaba su rostro con una capucha y una máscara. – Norg perdonar intrusión de ti y caballo – Señaló al Thor con el martillo mientras lo hacía. – Con condición. Nrog ir con vosotros. – El gigante detestaba la compañía casi de cualquier criatura racional, pero la verdad es que su intención de abandonar la montaña siempre se había pospuesto por el desconocimiento. Si bien conocía la montaña y su terreno como la palma de su enorme mano, no sabía cómo salir de ella, pues sus pasos nunca le habían llevado más allá de sus escarpadas tierras.
El gigante dirigió su mirada al caballo y después volvió a mirar al ser encapuchado. – Si no haber trato, Nrog comerse Thor. - Proclamó el gigante, mas como amenaza para conseguir el trato que como una intención real. Sin embargo, si el extraño se negaba, podía ser para él una alternativa real para saciar su apetito, ya que aquellos gritos le habían dirigido hasta ese sitio en lugar de hasta una gran presa que cazar.
Miré al gigante con cara de sorpresa cuando me indicó sus intenciones. Por supuesto, no pudo verme pues la capucha y la tela que cubrían buena parte de mi rostro se lo imposibilitaban, pero seguramente lo pudo notar en mi mirada. Observé a Thor unos instantes, me tentaba azotarle para que saliese huyendo de allí y aprovechar para huir en otro camino. Seguramente el gigante se quedaría bloqueado un rato pensando a quien perseguir.
Pero por otro lado, era la primera vez en mi vida que me cruzaba con un gigante azul y, a pesar de lo intimidante que era y que se valía de amenazas para acompañarme, me sorprendía aquello, era como si quisiera irse de la montaña. Su territorio. Su hogar. - Está bien... no me queda más remedio que aceptar tu oferta, Nrog. - Me esforcé en decir su nombre correctamente, aunque sabía que volvería a pronunciarlo mal unas cuantas veces más.
La verdad es que llevarle de compañía no formaba parte de mis planes. Mi idea era pasar unos días en la posada, pero con él a mi lado, debería dar gracias si me permitían pasar una noche. Pero debía intentarlo. Las noches en la montaña eran duras y frías y ya había perdido demasiado tiempo como para seguir allí parada. Miré hacia donde había huído el viejo loco, seguía tendido sobre la nieve. - Pobre diablo... morir de frío por la locura. - susurré sin apartar mis ojos de su cuerpo.
Por un instante me tentó acercarme a él y adelantar el trabajo que sin duda haría esa misma noche la montaña, como un acto de caridad hacia una muerte cruel y agónica. Negué con la cabeza y me giré hacia mi montura. - Será mejor que nos marchemos ya. - Le dije al gigante mientras caminaba hacia Thor. - Quizás tenga suerte y viva para narrar sus locuras a otros viajeros, pero yo no sobreviviré una noche sin cobijo. - Me monté a lomos de Thor, gracias a ello, estaba un poco más a la altura de la cabeza Nrog.
- Por cierto, me llamo Sombra. - Me presenté ya bien colocada en la silla de mi montura. - Hay una posada bastante más adelante. Pasaremos la noche allí y... ya me dirás a donde te diriges.
La propuesta del gigante pareció sorprender al pequeño ser que tenía delante, pero fue algo de lo que Nrog no se percató. Llevaba varios años solo y además, la capucha y tela que cubrían el rostro del pequeño ser le impidieron apenas ver algo más que sus ojos. Lo único a lo que el gigante prestó atención fue a las palabras que le dirigió aceptando su propuesta.
Mientras hacía mención a la casi segura muerte de aquel desgraciado que seguía tendido en la nieve, el encapuchado se subió a su caballo. Segundos después, este se presentó como Sombra, un nombre que al gigante le pareció una aberración. - ¿Sombra? ¿Qué clase de nombre ser Sombra? – Dijo mientras volvía a colocar su gran martillo en su lugar de reposo, a su espalda.
A decir verdad, a Nrog le importaba bien poco el nombre de aquel extraño, lo único que buscaba de él era el camino que le llevara fuera de aquellas montañas. Si bien habían sido su hogar desde que había nacido, el destino le había dejado claro que ya no era su lugar. Y tal vez la llegada de aquel encapuchado fuera la señal que estaba esperando para salir de allí.
Eriel y yo bajamos al caballero para, cuidadosamente, acomodarlo cerca de la hoguera. - No está tan mal para ser el culo del mundo. - Comento una vez he dejado al hombre y puedo observar el lugar con mayor detenimiento. Teniendo en cuenta el desdén con el que la posadera nos había presentado la estancia, imaginaba algo bastante peor.
Los elfos se reunen para hablar con cierta consternación, lo cual no termino de entender. Tras lo que ha ocurrido, este debería ser el momento de mayor alivio. ¿Tanto hemos retrasado la entrega de Bildari? Preocupada, me acerco a ellos.
- No os preocupéis, yo me encargaré de que el caballero se recupere. - Trato de transmitirles tranquilidad, sonriendo a Eriel. - ¿Está todo bien? Si os parece, puedo ir acercándome al carro a traer las pertenencias del hombre. No quisiera retrasaros más. -
El posadero se mostró extrañado por mi intención de descansar allí, aunque no me dijo nada en un principio, pues mi pregunta sobre el fuerte captó entonces toda su atención. Pronto me hizo saber que el lugar no estaba precisamente cerca, ante lo que tuve que aguantar una mueva de fastidio, pues eso significaba que tardaría bastante en encontrar a mi objetivo.
Si es que continúa allí.
Tomé nota de sus indicaciones, así como de que podría conseguirme lo necesario, ante lo que apuntó que le llevaría un tiempo y no sería barato. Tampoco esperaba que lo fuera, y es que ya partía de la premisa de que un hombre que hacía negocios con los míos debía ser ambicioso.
Tras ello me preguntó si de veras pensaba descansar allí, inquieto, remarcando lo que ya sabía; que los humanos y los elfos oscuros no se llevaban precisamente bien. Sonreí de forma maliciosa, divertida, dando un paso hacia él.
- No haré que corra la sangre, si es lo que le preocupa. Me conviene que su negocio siga siendo próspero. – señalé. – Soy discreta, haré mío cualquier rincón. – añadí, mostrándome pensativa un instante. – Sobre ese equipo… ¿Cuánto tiempo cree que tardaría? ¿Y de cuánto dinero hablamos? – si no disponía de todo, quizás pudiera conseguirlo.
¿Pueden ustedes, nobles gentes, imaginar una pareja más atípica que la que formaron en aquel día nuestros dos héroes? ¡Claro que no! Ni siquiera les llamaríamos héroes, si no supiéramos lo que estaría por venir. Bueno, lo que ustedes sabrán cuando este humilde juglar se lo relate. Porque sí, hay una gran historia por delante, más allá de aquel instante en que Nayí y Nrog decidieron continuar su caminar juntos, en dirección a aquella posada. Ella a lomos de su caballo Thor, él a pie, dejaron tras de sí a aquel pobre demente, que a buen seguro sería engullido por el frío y la oscuridad de aquellas inclementes colinas de Terasdur. ¿Tenía algo de sentido lo que arrastraban sus palabras? ¿Qué había llevado a aquel hombre a su deplorable estado? Lamentablemente, era algo que descubrirían tiempo después.
Sin embargo, la historia habrá de esperar por hoy. Este humilde juglar se encuentra ya agotado, y precisa descansar y disfrutar de la generosidad que sus buenos oyentes han tenido a bien compartir con él. Estas hermosas monedas le depararán un buen lugar de descanso y una comida caliente. ¡No obstante! mañana por la noche, en este mismo lugar, este juglar continuará relatando las increíbles aventuras del Cantar de la Gran Compañía. Una historia en la que no abandonaremos Terasdur, pero sí la seguridad y el cobijo, pues el horror alcanzará a nuestros héroes, los someterá a su cruel inclemencia, los pondrá a prueba como nunca se habían sometido. La muerte teñirá de escarlata la nieve, de modo que, les recomiendo, no se encariñen demasiado con los protagonistas de este Cantar.
Puede que no todos alcancen el final de la historia...
¡BUENAS NOCHES, CABALLEROS!
Puede que las palabras de Luelar templasen un poco el ánimo del posadero, junto con su compromiso de permanecer oculta bajo un manto de discreción y la garantía de mantener su interés en la prosperidad del negocio, pero su incomodidad ante la mención de la sangre fue más que evidente. Volvió a limpiarse las manos en su delantal, algo que la elfa oscura ya podía asegurar era más una manía que otra cosa, un tic nervioso prácticamente inconsciente. Suspiró, y de sus labios brotó una bocanada de vapor perfectamente visible, que fue difuminándose lentamente, tal era el frío exterior.
Bueno... -Finalmente, el posadero se centró en lo material y objetivo, rascándose la calva en un gesto pensativo que le hacía parecer ligeramente estúpido por la expresión de su rostro- ...digamos que un par de días, a lo sumo. Aquello de lo que no disponga puedo hacerlo traer desde lugares cercanos, pero para eso tengo que pedirle el favor a algunos de mis parroquianos de que transmitan el pedido. -Explicó con cierto malestar, echándole a la clériga un descarado vistazo de arriba a abajo. No había lujuria ni picardía en su mirada, que podría haberse definido más bien como bonachona, sino que tal vez quisiera determinar si el aspecto de la elfa oscura le permitiría pasar desapercibida tal como ella afirmaba- Acompáñame, puedes acceder por las cocinas. Es más discreto que entrar por la puerta principal... Te buscaré un rincón tranquilo donde no te molesten.
Era evidente que la posibilidad de que alguno de sus clientes molestase a Luelar no era lo que más le preocupaba. Más bien era todo lo contrario, que su presencia incomodase a la clientela, y provocase algún altercado. De modo que el posadero la invitó a seguirle por aquella puerta, para acompañarla a una mesa que él pudiera controlar.
¿Que destino aguardaba a la aspirante a Señora Negra, en aquella remota posada alejada de todos los dioses? Seguramente se lo estén preguntando... Sin embargo, la historia habrá de esperar por hoy. Este humilde juglar se encuentra ya agotado, y precisa descansar y disfrutar de la generosidad que sus buenos oyentes han tenido a bien compartir con él. Estas hermosas monedas le depararán un buen lugar de descanso y una comida caliente. ¡No obstante! mañana por la noche, en este mismo lugar, este juglar continuará relatando las increíbles aventuras del Cantar de la Gran Compañía. Una historia en la que no abandonaremos Terasdur, pero sí la seguridad y el cobijo, pues el horror alcanzará a nuestros héroes, los someterá a su cruel inclemencia, los pondrá a prueba como nunca se habían sometido. La muerte teñirá de escarlata la nieve, de modo que, les recomiendo, no se encariñen demasiado con los protagonistas de este Cantar.
Puede que no todos alcancen el final de la historia...
¡BUENAS NOCHES, CABALLEROS!
El comerciante parecía turbado, una turbación que aumentaba con cada palabra de Shiral que le facilitase su tarea. Una incomodidad que la exploradora no terminaba de entender. ¿Culpabilidad, tal vez? El elfo negó con la cabeza ante su ofrecimiento, agachando su mirada, como si no quisiera cruzarla con la de la montaraz.
N-no, no te preocupes, Shiral, yo me ocuparé...
Bildari se alejó escaleras arriba, dejando a Eriel junto a Shiral. La elfa de cabellos rubios agurdó a que su compañero desapareciera de su vista, y también agachó la mirada un instante. La exploradora pudo oír un suspiro, antes de que la sanadora de Rael se girase hacia ella. Sus ojos estaban ligeramente húmedos, y aunque sonreía, se le notaba un gran pesar.
De veras nos gustaría poder hacer más, Shiral. -Reconoció con intensa sinceridad, tomando las manos de la exploradora entre las suyas en un gesto agradecido- Te agradezco sinceramente el favor que nos haces, especialmente a mí. Es mi deber velar por toda forma de vida... Él lo sabe, y le parte el alma, por eso está así. -Confesó, mirando fijamente a los ojos de la montaraz, una mirada brillante que titilaba ante el fulgor de las velas presentes en la estancia- No podemos permanecer demasiado tiempo en un mismo lugar, especialmente fuera de las abarrotadas ciudades. Alguien nos sigue... -No pudo sostener la mirada de su interlocutora por más tiempo, agachando su rostro lleno de pudor y miedo- N-no puedo decirte quién ni por qué, Shiral, ni quiero involucrarte más. Tan sólo quisiera pedirte un último favor, que si alguien viniera preguntando por nosotros no le dijeras nada. -Sus manos se cerraron con mayor fuerza en torno a las de Shiral, con cierta ternura, antes de que alzase de nuevo su rostro y la mirase a la cara- Pero si fueras tú quien quisiera dar con nosotros, ve a Eras-Har, a la taberna La Lira. Marsia sabrá de nosotros. Te debemos mucho, Shiral de Litdanast... -Le dijo, elevando sus manos y besándoselas con cuidado, antes de despedirse para marchar escaleras arriba.
Aquellos dos elfos, cuya historia quedaba envuelta en el misterio, dejaron en la posada los enseres del caballero y dejaron pagada la cuenta, antes de marchar. ¿Volvería Shiral a saber de ellos? Seguramente se lo estén preguntando... Sin embargo, la historia habrá de esperar por hoy. Este humilde juglar se encuentra ya agotado, y precisa descansar y disfrutar de la generosidad que sus buenos oyentes han tenido a bien compartir con él. Estas hermosas monedas le depararán un buen lugar de descanso y una comida caliente. ¡No obstante! mañana por la noche, en este mismo lugar, este juglar continuará relatando las increíbles aventuras del Cantar de la Gran Compañía. Una historia en la que no abandonaremos Terasdur, pero sí la seguridad y el cobijo, pues el horror alcanzará a nuestros héroes, los someterá a su cruel inclemencia, los pondrá a prueba como nunca se habían sometido. La muerte teñirá de escarlata la nieve, de modo que, les recomiendo, no se encariñen demasiado con los protagonistas de este Cantar.
Puede que no todos alcancen el final de la historia...
¡BUENAS NOCHES, CABALLEROS!