Y luego soy yo el mendigo inadaptado, drogadicto y borracho. ¿sombras? ¿de verdad? no sé si me están tomando el pelo. Vuelve a encogerse de hombros otra vez en ese gesto tan característico suyo -no he visto nada raro. Y lo de la espada... bueno es policía. Es normal que le guste, lleva una pistola, las espadas modernas. No veo nada raro en la policía. Volviendo a lo del hombre del parque.. ¿has visto cosas que no son humanas? me cuesta trabajo creerme eso -ahora cambia de tema para no ahondar en eso -¿podríamos acercarnos a casa del tal Starker?
Mi suposición sobre la autenticidad de la espada se vio confirmada en las palabras del agente. Inmediatamente mis ojos se desviaron de nuevo hacia el arma, admirando su hechura y fijándome en la sangre que ya se había secado en su hoja mientras pensaba en la efectividad del gladius.
—¿Los museos exhiben las armas afiladas? —No me daba cuenta que la pregunta que me hacía a mí mismo la había formulado en voz alta.
Desvié la atención de la espada cuando el agente nos habló de Starker. Hacía tiempo que había dejado de creer en las coincidencias y empezaba a sospechar que todo aquello era algún tipo de plan macabro para... Exacto, ¿para qué? Negué con la cabeza para apartar esos pensamientos pues, entre el dolor punzante en las sienes y el cansancio que arrastraba desde hacía días, mi mente ya no parecía funcionar como debería. Incluso me daba la sensación de que empezaba a delirar pues, cada vez que el agente se movía, las sombras que proyectaba la lámpara realizaban extraños e inquietantes efectos.
—En principio no tengo pensado abandonar la ciudad. No tengo ningún artículo en perspectiva que me obligue a ello —aseguré, pensando en la oportunidad que se presentaba de investigar un caso bastante... extraño. Ni siquiera presté atención a la vehemencia que Tiffany mostraba con aquel caso. De sobra conocía su gusto por los asuntos más escabrosos y morbosos de la actualidad, algo que yo no compartía con ella.
Una vez me despedí del agente y ya en el exterior de la comisaria, miré a mis compañeros con extrañeza, en especial a las dos chicas que parecían mostrar mucho interés en las sombras que habían llamado mi atención. Pero las sombras no dejaban de ser solo eso... sombras.
—¿Confiar en algo que no es humano? —pregunté, sin llegar a comprender cómo Tiffany había llegado a una suposición tan alocada como aquella. Sin lugar a dudas lo sucedido en el embarcadero la había afectado más de lo que yo había imaginado en un primer momento y, sobre todo, más de lo que ella quería mostrar—. Me parece una buena idea —me giré hacia Isaiah aceptando su sugerencia de visitar la casa de Starker—. Aunque la policía ya la habrá revisado de arriba abajo quizás nosotros veamos algo que a ellos se les ha escapado.
Ya fuera de la comisaría, los cuatro inesperados compañeros se reúnen en una improvisada conversación. Tiffany Clark muestra su extrañeza por las extrañas sombras que parecían moverse con el agente de policía. Algo que, a buen seguro, debía trataba de un mero efecto óptico incrementado por el nerviosismo pero que en su mente ha tomado una dimensión ominosa. Al menos, su intervención convenciendo al agente de su «necesidad» de permanecer en la ciudad por motivos laborales sirvió para calmar toda sospecha de este por su marcha. O eso había parecido. El mismo argumento había sido empleado por Liam Gallagher el cual, en su sagacidad, comenta el hecho de que la espada estuviese afilada. Los museos, generalmente, conservan las piezas conforme han sido encontradas, lo que quiere decir que esa arma ha sido conservada por alguien y empleada para la agresión. No se ha tratado de un robo y, si es que lo hubo, el agresor había afilado el arma para un ataque letal.
Pero la desconfianza hacia el representante de la ley se hace patente a la salida de la comisaría. Isaiah Green, con la sabiduría de la calle, desconfía de la totalidad del mundo. Pero también parece que el agente de la ley le ha provocado un rechazo especialmente notable. La entrega de la nota pareció tranquilizar al agente de policía, el teniendo Dwight, que había desdoblado el papel con gran interés y lo había metido en una carpeta con el nombre de «Central Park, asalto nocturno». El estado físico y psicológico del hombre va mejorando lentamente. Su duda acerca de las sombras del despacho del teniente Dwight provoca una sentencia de Tiffany Clark que resulta muy críptica «hay cosas rondando por ahí que no son exactamente humanas», lo que provoca que todo el grupo la mire y ella trata de justificarse ante algo tan categórico.
Lidia Rivers había cogido la espada y comprobado su peso. Los soldados romanos tenían una importante fuerza física para poder cargar con una espada de ese estilo en combate, pero su esfuerzo era mucho menor que el que se realizaba en la Edad Media con la creación de los mandobles y las espadas a dos manos, auténticos pesos pesados de las armas de entonces. ¿Es la gladius un objeto digno de una atención mayor? Más adelante se vería. Pese a la racionalidad propia de su trabajo, ella también ha contemplado las extrañas sombras. ¿Era un efecto óptico o se trataba de otra cosa? ¿Procedían del teniente o sólo le rodeaban para estar atentas a lo que hacía? Las preguntas sin respuesta siempre se amontonan, especialmente cuando no hay nada claro.
Algo más tranquilo, Isaiah Green comienza a pensar que todo tiene una explicación más racional: las sombras en un espacio pequeño con una única iluminación y cinco personas, un hombre entre la bruma y la noche que ataca con una espada… ¿nervios por la tensión? En cualquier caso, lo que parece sin resolver es la desaparición del pintor. Y entonces menciona la piedra de toque de la conversación:
—¿Podríamos acercarnos a la casa del tal Starker?
La confirmación de Gallagher es aplastante.
—Me parece una buena idea. Aunque la policía ya la habrá revisado de arriba abajo quizás nosotros veamos algo que a ellos se les ha escapado.
Sin embargo no es tan fácil: el hogar de Starker no es de conocimiento público, cosa que sí es su estudio, situado a las afueras de la ciudad, que ha aparecido en numerosas publicaciones.
- Estupendo entonces. A su casa -pone una expresión bobalicona-¿dónde vive? -claro ahora que lo pensaba, no tenía ni la menor idea de dónde vivía ese personaje. Claro su casa, su dirección no sería de dominio público, era absurdo, la gente tenía derecho a la intimidad. Recordaba ahora su época de jugador cuando vivía en Queens y luego en Monmouth county, que alguna vez algún curioso o fan se acercaba a darle el coñazo, era horrible y eso que en su época no había tanto fanatismo ni eran tan estrellas como ahora...
Pero entonces cayó en la cuenta -no lo sabemos. No será público. Pero su estudio... si es un artista. Seguro que tiene una tienda o un estudio donde exhibe. ¿A alguno le suena? si no podríais mirar en los archivos de los periódicos -creo que se dice hemeroteca o algo parecido.
Aunque realmente los periodistas, sobre todo la reportera, tenían pinta de conocer todos los cotilleos de la Gran Manzana.
Los dos periodistas del grupo conocen la dirección del estudio de Starker o pueden obtenerla con muchísima facilidad. Se encuentra situado en Troy Hills en el 616 de Tory Medows Road, y es necesario ir en coche a una hora y media de viaje.
-Es verdad -observé- Si supiéramos dónde vive, habría un campamento de reporteros (y fans) justo en la puerta. Pero su estudio sí es accesible a la prensa. Podríamos empezar por ahí.
Pese a no ser una entusiasta de las investigaciones - demonios, no soy periodista, no me van estas cosas - tenía cierto interés por averiguar qué había sucedido en el lago y cómo, si estábamos esperando a una persona más o menos reconocible, había aparecido aquel individuo azulado, con la herida del cuello, las pezuñas y aquella piel tan extraña y nos había intentado asesinar. Por lo que, asentí en tratar de esclarecer por nuestros propios medios qué había sucedido sin esperar a que la policía hiciese su trabajo al ritmo que solía llevarlo a cabo.
- De acuerdo, vayamos a su estudio. ¿Habéis venido en coche o... Os llevo - en cuanto a averiguar datos de un personaje público estaba claro que no iba a ser tan sencillo, pero al menos teníamos la pista de su estudio - a ver si allí obtenemos respuestas.
tengo coche
Empezaba a tranquilizarme poco a poco, analizando y racionalizando todo lo sucedido. En mi cabeza buscaba la explicación más pausible a lo que habíamos vivido y empezaba a bosquejar una idea del tipo que nos había atacado. Seguramente era alguien con recursos y dinero, un tipo al que le gustaba disfrazarse y coleccionar objetos caros e históricos, pero sobre todo una persona que necesitaba tratamiento psiquiátrico urgentemente.
—Tengo el coche a la entrada del parque así que iré a buscarlo —comenté a mis compañeros, ya una vez todos habíamos decidido investigar qué le había sucedido al excéntrico artista—. Podemos reunirnos dentro de una hora en la puerta de su estudio. Con una llamada conseguiré la dirección enseguida.
Debería buscar una cabina para llamar al periódico y que alguien me pasara la dirección, y fue precisamente eso lo que me dio una idea.
—Quizás en la guía venga la dirección de su casa... —era una posibilidad que no podía pasar por alto. Seguramente no aparecería pero tampoco perdía nada por mirar.
Ni en la guía telefónica, ni en el servicio de información de usuarios del servicio de telefonía de New York, ni tampoco en el periódicos son capaces de darte la dirección del hogar de Christian Starker.
-Déjenme ver -dije mientras consultaba mi libreta de apuntes- Aquí está: Troy Hills en el 616 de Tory Medows Road. Es una hora y media en auto. Yo dejé el mío a unas calles de aquí. ¿Alguien necesita que lo lleve?
Levanta la mano tímidamente. No llevaba muy bien lo de meterse en un espacio cerrado con alguien, ya se había acostumbrado a vivir solo entre cartones y desconfiaba de la gente, pero ... ¡qué demonios! estaban todos juntos en esto y aunque les fuese a dejar una buena peste en el coche, tenía que ir con ellos y llegar hasta el fondo de todo aquello.
- No tengo coche. Si no te importa...
Tendríamos que ir al estudio ya que, no sin cierta frustración, tuve que rendirme ante la evidencia de que no había ni rastro del domicilio de Starker.
—Allí nos veremos entonces —dije, sin preocuparme en apuntar la dirección ya que yo también la había conseguido.
Me despedí de mis compañeros para dirigirme a mi coche, aparcado en los alrededores del parque.
- De acuerdo, voy a coger el coche y les sigo - y de paso compro algo para comer, igual esta gente está acostumbrada a pasar varias horas sin alimentarse pero una buena salud pasa por cuidarse. Compro en alguna tienda comida y bebida.
Tentada estuve de pasar por casa, aunque ya habría tiempo de volver después de hablar con el presunto autor de la nota que ha provocado todo ésto.
Fui a por el coche y no noté nada extraño, en plan de que la policía me hubiera puesto vigilancia.