.
Observo en silencio y luego me dirijo al sacerdote, aunque también me dirijo al anciano, pues no sé seguro si me entiende o no y sería una grosería ignorarle. Así que voy repartiendo la atención entre ambos.
- Mientras se limitara a una rebelión algo focalizada y sólo contra algunas tripas redondas sin escrúpulos, creo que se hubiera podido parar la mano. Ahora, las tropas no distinguirán culpables de inocentes y si llegan a venir gente más mercenaria para apoyar a la Corona por el saqueo, ya nadie podrá parar la sangre. -
Miro pensativo a los nativos.
- Tienen que elegir, si ayudar para detener a los que hicieron la brujería, o ponerse en contra de la corona. Si no eligen, elegirán los soldados. -
.
El franciscano trató de hacer de lengua de Lucca, y a cada palabra que decía el líder tlatoani parecía no cambiar de rostro hasta que el genovés mencionó el ritual y las mujeres.
Después el líder chichimeca respondió.
Esas mujeres están malditas, malditas... -traducía fray Antonio-. No son de aquí, caídas en desgracia, escupidas por los dioses. Ninguna relación, según dice, tienen con ellas.
Por otro lado, tanto Beatriz como Diego apoyaron las palabras de Lucca, haciendo de avanzadilla precursora y diplomática de lo que, al parecer, les quedaba por esperar de los españoles... Pese a las palabras de ambos, palabras sabias ante aquel panorama, el rostro de aquel hombre no cambió.
Eso sí, cuando escuchó la traducción de la opinión de Apotecario, el Tlatoani volvió a notar que había habido algún ritual de por medio. Fray Antonio lograba reiterar, por boca del líder nativo, que nada de magia habían utilizado contra ellos.
Tras dar vuestro parecer, el líder levantó las manos y escupió unas últimas palabras, que no parecían sino un pequeño grito para que os largárais de allí cuanto antes (o así lo tradujo el franciscano).
Mientras os alejábais de allí, deduciendo que se había llegado a una línea de no retorno en la escalada de tensión entre las dos culturas, tanto Beatriz como Lucca parecieron incidir en aquel nombre minutos antes mencionado por el fraile traductor; nombre del que comentaron algo a sus compañeros:
Tenamaxtle.
Francisco Tenamaxtle.
Según los comentarios el día anterior de uno de los criados de Juan Márquez de Coria, había un líder local al que muchos chichimecas de los alrededores de Tecuila estaban dispuestos a seguir. Por lo visto, había asesinado a varios frailes ya, e incluso algunos conventos e iglesias han sido hostigados, cosa que sabían las autoridades del cabildo de la ciudad.
* * *
Mientras salíais de allí de vuelta a Tecuila, en vuestra mente había sensaciones encontradas. ¿Habría una rebelión más cerca de lo esperado? ¿Se habían juntado los clanes chichimecas para adherirse a un solo bando ante el liderazgo de ese tal Tenamaxtle? Así parecía, o así parecía dar a entender toda esa situación.
Justo entonces, caminando por la selva de regreso, alcanzásteis un claro antes de llegar al monte donde días antes dísteis muerte a los guerreros nativos. En ese espacio de claridad, una refriega de flechas os abordó, saliendo desde los recónditos huecos arbóreos de las proximidades. Los virotes volaron rectos y decididos. Cuando quisísteis correr, vísteis a fray Antonio de Cuellar caer, detrás de vosotros, con tres flechas clavadas en la espalda y otra mas en una pierna...
Y entonces supísteis que esa primera refriega no era sino la inicial de otras tantas: parecía que un contingente primitivo y muy numeroso estaba por las cercanías dispuesto a masacraros.
Huir o morir.
Vuestra vida depende ahora delas tiradas.
Teneís que hacer todos una tirada de Agilidad (+20 a quien tenga Destreza Correr).
-Si la superáis, huís dejando atrás a los nativos que parecen haberos asaltados en la selva.
-Si no la superáis, haced una tirada de Agilidad (+20 a quien tenga Destreza Resguardarse). Un éxito en ella implica escapar por los pelos, y un fallo morir asaeteado por diversas flechas.
Un crítico en cualquiera de ellas es librarse por completo de peligro; pero una pifia es morir irremediablemente. Por supuesto, podéis utilizar puntos de aventura.
Ya os digo yo que luchar es sinónimo de muerte. Suerte a todos :)
Motivo: Agilidad dice, je, veamos.
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 76 (Fracaso) [76]
Motivo: Gastando punto de aventura.
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 66 (Fracaso) [66]
Quedo a la espera si se puede gastar otro punto de aventura, o escribo esquela.
El último lo reservo para "ser dado por muerto" por si se falla todo.
Si Apotecario, creo que te aún puedes gastar otro (sería repetir tirada).
Con mucha pena y congoja, pudo ver como aquel anciano nada parecía poder hacer para frenar lo que se estaba montando en la región. Negó que aquellas mujeres fuesen de los suyos, más bien dijo que eran renegadas. Pero al final nos dijo que nos fuésemos de allí. Y eso hicimos, ya en la selva pensado en aquel tal Francisco Tenamaxtle al parecer el líder de los nativos y que parecía querer llevarles a la guerra.
Más pronto fueron interrumpidos los pensamientos, ya que fueron atacados sin mediar palabra. Allí eran el enemigo, y los indios no tendrían ninguna piedad de ellos. Ir hasta el poblado había sido un terrible error, de nada había servido, y ahora el pobre fraile estaba muerto en el suelo con un montón de flechas saliendo de su ya paralizado cuerpo.
-¡Corred y no miréis atrás! ¡Corred por vuestras vidas!- Dijo a sus amigos, mientras salía a toda velocidad de allí. Estaban en medio de una trampa, imposible luchar, tan solo quedaba correr. Tenían que llegar al pueblo, y avisar, la guerra ya estaba en marcha.
Pobre fraile, era buena gente y había sido muerto sin motivo, nada había hecho contra los indios, sino tratar de ayudarles. Pensó mientras corría tanto como podía, sabiendo que en sus prisas podría estar su salvación.
Motivo: Agilidad
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 11 (Exito) [11]
La emboscada se la esperaba a medias, era un riesgo calculado en la misión pero no esperaba que fuera tan densa ni que el asunto se pusiera tan mal y tan rápidamente.
Cayó el fraile y aunque le dio pena también era de esperar, hacía tiempo que estaba buscando el martirio.
Pero el, que no tenía la intención de llegar a santo parecía que iba a seguir el mismo camino y recordó las palabras de su confesor allí en Genova.
-Lucca, ese egoísmo que corroe a tu familia y que corre por tus venas te llevara por mal camino y al final al infierno.
Parecía que así iba a ser.
Motivo: agilidad
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 62 (Fracaso) [62]
Motivo: agilidad repetir punto de aventura
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 63 (Fracaso) [63]
Que molesta la tirada que no la puedo voltear para Hacerla valida.
No lo consigo y yo juraria que no tengo mas puntos que gastar.
No había servido de nada ir hasta allí para intentar apaciguar los ánimos, como ya había previsto. Solo habíamos verificado lo que ya habíamos constatado con el ataque nocturno, que la guerra era inevitable. Ahora volvíamos a toda prisa a Tecuila para informar de que un ejército de chichimecas, compuesto por varias tribus comandadas por Tenamaxtle, iba a arrasar la región. Si nos pillaba a nosotros en medio, el desenlace ya era sabido.
En medio de un claro, cerca de la base de la colina donde tuvimos el encontronazo con los nativos, nos atacaron desde la espesura. Fray Antonio vio su final inesperadamente, acribillado por proyectiles. Nada se podía hacer por él ya. Miré a los demás y la opción era clara: correr, correr como alma que lleva el diablo hasta llegar a Tecuila. Sin mirar atrás, salí disparada hacia el borde del claro para internarme en la espesura de la selva y evitar así ser un blanco fácil para los indígenas agresores. No sabía si los demás harían lo mismo, pero quedarse allí era quedarse a morir. Los pulmones me ardían por la carrera y me faltaba el oxígeno, pero no podía parar. El miedo me invadió y lo único que quería era salir de esa maldita selva y volver a España. Las aventuras que soñaba tener en América se habían tornado en pesadillas.
Motivo: Agilidad
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 37 (Exito) [37]
.
Salgo corriendo, pero pareciese que me adelantan hasta los caracoles y las flechas empiezan a caerme a un lado y a otro y una me hace una rozadura en el coleto sin llegar a herirme. En esas que tropiezo y caigo al suelo rodando y eso evita que me ensarte unas cuantas emplumadas que pasan silbando donde allende tenía espalda.
Recurriendo por segunda vez a todo mi ser, me pongo de pie, medio arrastrándome, medio gateando, y una vez caminando como los buenos cristianos y no como un animal empiezo a correr todo lo que me daban de si los calzones, ignorando los cortes y magulladuras de ramajes, zarzas y lo que se tercie.
.
Motivo: Repetición, segundo y último intento de correr (el último punto de aventura lo guardo para "darme por muerto")
Tirada: 1d100
Dificultad: 25-
Resultado: 11 (Exito) [11]
Por los pelos de un calvo... buff.
Las flechas comenzaron a silbar, y Beatriz confirmó que aquello era un infierno. Unas cuantas varas atrás había quedado, tendido en el suelo, el joven fraile franciscano; Ratona se echó a un lado del sendero y trató de esconderse en la espesura, y Diego arengaba a sus compañeros, instándoles a correr tanto como dieran sus fuerzas en aquellosm momentos.
Apotecario se trastabilló, cayendo de bruces al suelo y rondando un poco, pero enseguida se repuso y comenzó a gatear un poco en medio de la hojarasca, viendo a los persecutores muy cerca de ellos. Las flechas silbaron cerca de él (tal vez le rozaron la ropa que portaba), pero consiguió alejarse de aquel lugar, haciendo espacio entre el malogrado fraile.
De lo que aconteció con Lucca, ninguno de vosotros tres pudo saberlo. Dejásteis de verlo durante un instante y, cuando estuvísteis lo suficientemente a resguardo de los virotes como para acordaros, ya os habíais alejado bastante de él.
Volver sería una locura, un suicidio, por lo que Apotecario, Diego y Beatriz regresaron a Tecuila sin mirar atrás...
Chicos, de momento no posteéis. Tengo que componer el final y resolver una cosa.
Quedaste allí, postrado en la selva.
Más atrás estaba el cuerpo de Antonio de Cuellar, muerto por quien hasta ahora habría dado su vida...
No podías mover tu cuerpo, y al incorporarte un poco te inundó un dolor lacerante: siete flechas había incrustadas en tu espalda y extremidades. Estaba claro que aquello era tu final, y eras consciente de ello.
Justo entonces llegó un grupo de indios chichimecas. Te rodearon mientras aún yacías en el suelo, y de entre ellos apareció el líder que los gobernaba: vestía apenas sin enseres y tenía el cuerpo horadado y pintado. En su mano portaba una macana (un arma de hasta con un extremo como un martillo, pero con filos en forma de estrella. Supiste que era el tal Francisco, Francisco Temanaxtli; tal era su porte y su liderazgo sobre los demás que debía ser ese guerrero que ahora estaba en boca de tantos.
El tipo levantó la macana delante de tí, dispuesto a estamparla en tu rostro, pero entonces alguien apareció detrás de ello, tocándole el brazo para que se detuviera.
Tanu chepei, ¡chepei! Il naktu amohei tal wasicca...
Tras hablar unas palabras, Temanaxtli se detuvo y bajó su arma (no sin dedicarte una terrible expresión en su su rostro). El tipo que te acababa de salvar se giró y miró apenado allá el cuerpo del de Cuellar, bajando su cabeza, y luego volvió a mirar a tí. Era el Tlatoani de Huazamota, aquel que habíais visitado antes.
Irse... y contar de la guerra, ya esta aquí... luchar nos, nos luchar... -¿ESTABA HABLANDO AQUEL HOMBRE EN EL IDIOMA DE CASTILLA? Sin duda que la única explicación es que algo habría aprendido de boca del fraile franciscano cuando todo ésto aún ni se percibía-.
Sin embargo, y pese a la piedad del Tlatoani, tu cuerpo estaba lleno de flechas. Los hombres de Temanaxtli te las extrajeron del cuerpo tirando de ellas, y fue entonces cuando sentiste un dolor inimaginable. A causa de las severas heridas y la pérdida de sangre te desmayaste, pero antes de hacerlo notaste calor. Un calor desprendido por un súbdito del Tlatoani, quien puso sus ancianas manos sobre las hendiduras de las flechas. Y éstas se cerraron, como por arte de...
Después la oscuridad.
CONCLUSIÓN
Una vez en Tecuila, Apotecario, Diego y Beatriz dieron cuenta de los hechos que habían vivido a Juan Márquez de Coria, y vieron el terrible panorama que se acontecía en la ciudad (y que era la comidilla de cualquier vecin): igual que los españoles solicitaban tropas desde otras regiones, los indios las recorrían buscando arengar a otros indios a levantarse contra la dominación española y la religión cristiana. Otros, en pequeños grupos, se escondían también por los caminos preparados con sus arcos y cuchillos para emboscar a las caravanas o a aquellos que trataran de huir sin la capacidad de defenderse de ellos.
Por su parte, las tropas españolas comenzaron a fortificarse en la ciudad como buenamente podían hasta que las tropas de Cristóbal de Oñate llegaran para ayudarles y organizar los primeros ataques. Emboscadas indígenas, habitantes que trataban de huir y las dificultades para encontrar suministros, como comida, caballos o guías. El caos comenzaba a ser generalizado.
Por su parte, unos días después, Lucca apareció en la ciudad de Tecuila.
Su maltrecho aspecto no era sino fruto del vagar por la selva próxima durante días. Sus prendas rasgadas estaban impregnadas de sangre. Con un vaivén en su deambular, logró golpear la puerta del alférez de Coria y acceder al interior. Allí se reencontró con sus compañeros, que lo creían muerto.
Contó que se había topado en Francisco Temanaxtli, nombre ahora muy conocido en la ciudad por la rebelión que se estaba fraguando en esa zona de Nueva Galicia. Éste casi le mata, pero no lo hizo.
Os dejo un último post.
Estáis en casa del Gobernador. Después acabaremos la partida.
No sabía bien como había logrado escapar de allí, aquella visita al poblado se había convertido en una trampa mortal. Y luego, tras un rato de loca huida, se dieron cuenta de que no estaba Lucca. Nada podían hacer por el, regresar tan solo serviría para que ellos también muriesen.
-Nada podemos hacer por el. Tratemos de regresar a la ciudad para avisar de lo que esta pasando.- Les dijo a sus compañeros, reanudando la larga marcha.
Lo consiguieron, y de alguna forma Lucca también escapo de la muerte. Todo a su alrededor indicaba la proximidad de grandes penalidades, de luchas y muertes. Todas inútiles, pero que ya era imposible poder evitarlas. Al menos ellos estaban vivos, casi de milagro pero los cuatro habían salido bien parados de aquella locura que asolaba aquellas tierras, locura que ocasionaría el derramamiento de mucha sangre.
-Lo único bueno es que los cuatro estemos vivos, y bien, ya que no tenemos graves heridas. Y en las situaciones en las que nos hemos visto, pues es algo hasta para celebrar, a pesar de la situación de guerra en la que nos encontramos.- Y la verdad es que todo parecía prepararse para los enfrentamientos, españoles moviendo sus tropas, pero los indios también estaban haciendo lo mismo. Todo se alzaba, aquello podía acabar muy mal.
Y en aquella situación, una pregunta que no pudo evitar, le picaba la curiosidad y era un gran misterio.
-Y podría usted señor Lucca decirnos como logro salir con vida. La verdad es que le dimos por perdido.-
La experiencia en la selva había sido confusa y profundamente turbadora, tenia grandes lagunas y no tenía claro cómo explicarlo.
-Durante la emboscada creí que llegaba mi hora, todo ocurrió muy deprisa, Cuellar murió y varias flechas se clavaron en mi cuerpo. Os perdí de vista y cualquier esperanza que este lance acabara bien, es más desconocía si habías tenido mejor fortuna. Cuando estaba agonizando aparecieron varios guerreros y entre ellos el tal Francisco Temanaxtli, estoy seguro que era el. Un líder natural que les comandaba iba a rematarme cuando Huazamota le detuvo y me dijo en castellano que viniera a decir que estaban en guerra y que lucharían contra nosotros. Creo que estaba sinceramente apenado por la muerte del fraile y quizás, por su recuerdo, me dejo con vida. Por si este gesto de piedad ya fue extraño, pero no hubiera bastado, me estaba muriendo, no hacia falta haber estudiado medicina en Bolonia para saberlo, pero algo hicieron, justo antes de desmayarme note algo que me daba bienestar, que me curaba…
Dudaba en como explicarlo, no encontraba las palabras.
-El resultado es este, estoy aquí vivo, cuando lo normal es que estuviera purgando mis pecados en el infierno. Como llegue aquí es una historia confusa de la que poco recuerdo. Lo que tengo claro es que la voluntad de los indios es clara, van a luchar, no creo que crean que van a gana, no los mas listos de ellos desde luego, pero les da igual, luchan por dignidad, Quizás por nuestros pecados, les hemos empujado a ello, Dudo que haya posibilidad de un entendimiento, demasiadas cosas han pasado. Va a correr mucha sangre y a mi, que esas cosas nunca me han arredrado, en este caso, me da reparo seguir sirviendo con el fin de buscar la perdición de estas gentes. Las autoridades terminaran venciendo, al fin y al cabo es la palabra de Dios la que llevamos y si han caido imperios antes las armas de Castilla no serán estos indios quienes las hagan fracasar, Pero a mi me han perdonado la vida y no tengo estomago para ver como los masacran y mucho menos contribuir a ello. Algo hemos sacado, en lo material y yo, además, muchas cosas en las que pensar delante de unas jarras de vino. Habrá que brindar por ese buen padre que consiguió, al final, el martirio. Con mas como el lo que vendrá ahora no hubiera pasado.
De milagro o por intervención divina, llegamos sanos y salvos a Tecuila... menos Lucca. La cosa estaba poniéndose muy fea, con la gente armándose y esperando refuerzos. Nosotros estábamos en todo el medio del fregao, sin posibilidad de escapar de la contienda que se avecinaba. Me iba haciendo a la idea de que finalmente, aún con toda la suerte del mundo a mi favor, terminaría muriendo en estos lares, alejados de mi patria y mi hogar. Con estas, Lucca apareció a los pocos días, desorientado y herido, pero vivo. Su historia me dejó perpleja. Ahora la cuestión era que qué íbamos a hacer: luchar o huir.
Ciudad de Tecuila, varios sustos y maldiciones masculladas por el apotecario después.
Malrrayo les parta, ¡ahí se pudrán en su provinciana agonía!, estos pensamientos y algunas cosas parecidas masculladas en voz baja creo que fue el mejor pensamiento que dediqué a los indios. Ya de vuelta a su señoría Juan Márquez de Coria, di cuenta de lo sucedido al gobernador y aunque el fraile cayome simpático, mi informe no le hubiera agradado pues aconsejé mano dura, visto lo visto, con la rebelión. La razón que tuvieran a mis ojos se diluyó cuando usaron brujerías en aquelarres para llamar a diablos y atacaron a gentes inocentes en sus enredos.
Después del informe, puse mi pulso en medicina y cirugía al servicio de los heridos que estarían por llegar, que lo de las armas no era para mí, mientras esperaba mi regreso al Virrey Antonio Mendoza en lo que eral la antigua Tenochtitlán.
En ello estaba, mientras observaba los trabajos de fortificación mientras esperaba la orden de regreso al virrey cuando con gran alegría de mi parte regreso Lucca, por cuya vida no daba ni un real. Antes de que abriera la boca ya le estaba llevando a la enfermería y examinado heridas y enfermedades, amén de encargar alimentos y agua al primer criado que pasara por allá, aunque tuviera que traer tirando de las orejas, tanto al criado con la comida como al enfermo. ¡Y que trajeran ropas limpias, por dios!
Tras escuchar lo sucedido, negué, con la cabeza.
- Ya se ha intentado las palabras, ahora hablarán las armas. Al no querer tomar partido los indios que no tuvieran culpa, para bien o para mal, han quedado en el bando rebelde. Cuando llegue la guerra a sus chozas, los arcabuces no distinguirán inocentes de culpables, que el poder en el que crean tenga piedad de sus almas. Ahora, deberíamos pensar en volver con el informe al Virrey, aunque de seguro ya le habrán llegado noticias. -
Una vez todos reunidos, descansados y con el temple recuperado, ya que nada nos ataba al lugar, sugiero terminar lo empezado y volver a dar fe de lo aquí sucedido al Virrey.
.
El relato de penurias de Lucca Alciato era harto extraño, pero verdad todo él. ¿Aquel cacique había tenido piedad de él? ¿Se había encontrado con uno de los líderes de las rebeliones locales? ¿Y dónde estaban las marcas de tales flechas? Sea como fuere, allí estaba, y por orden del alférez de Tecuila, Juan Marquez de Coria, no tardásteis en salir de la ciudad y poner rumbo a cumplir los mandatos del Virrey, a quien teníais que informar. Puestos ya, añadiríais la muerte de su otro enviado, el franciscano Antonio de Cuellar.
Lo cierto es que, aunque ninguno de vosotros lo supo, la magia chamánica de uno de los miembros de la comunidad Huazamota logró cerrar las heridas al comerciante. El Tlatoani sabía que Lucca era hombre de buen corazón; y aunque no siempre era así, la piedad abrazó el corazón del Tlatoani y le mandó curar como antaño solía hacerse. Su regreso a Tecuila ya fue otra proeza más, fruto de su fuerza interior.
La rebelión abierta estalló en 1541, en un movimiento general de rechazo a los españoles a la cultura y religión local. Los rebeldes se hicieron fuertes en la fortaleza de Mixtón y allí se hicieron invencibles. El veterano Pedro de Alvarado, el san guinario capitán de Cortés, murió de las heridas sufridas en el Mixtón el 4 de julio de 1541 y Francisco Tenamaxtle llegó
incluso a tener la audacia de atacar la ciudad de Guadalajara el 27 de septiembre de ese mismo año y tratar de sitiar la ciudad. Finamente, el virrey Antonio Mendoza tuvo que atacar personalmente Mixtón. Las crónicas dicen que, entre soldados españoles y aliados indígenas, hicieron falta cincuenta mil hombres para vencer a los rebeldes. Mixtón cayó en 1542, pero la lucha continuó en la zona septentrional de Nueva Galicia durante nueve años más, hasta que en 1551 Francisco Tenamaxtle, el último cacique que resistía, se rindió al obispo de Guadalajara Pedro Gómez Marave.
Sin respetar el amparo del eclesiástico, Tenamaxtle fue acusado de ser un vulgar bandido y salteador de caminos, fue llevado preso a España y encarcelado en Valladolid, donde murió en los calabozos esperando un juicio que nunca se realizó.
Por vuestra parte, el Virrey Antonio Mendoza os recompensó como era debido, y no fue la última vez que requirió de vuestros servicios, pero eso es otra historia para otra ocasión.
FIN