Partida Rol por web

Orion corrió por encima de la barra huyendo de Mishka y de Yurga, en dirección al escenario. Se había quedado medio sordo con el estampido del escopetazo que había dado Yakub, pero le daba infinitas gracias por haber detenido la carga de aquella mala bestia. Pelearse con el padre y la hija al mismo tiempo no encajaba en su idea de un combate justo.

—¡Aaaaaah, aléjate de mi bicho inmundo! —gritaba Orion cuando alcanzó el final de la barra. De allí saltó al escenario y de la pared más cercana descolgó un hacha anti incendios de la caja donde estaba alojada, junto a la manguera preceptiva.

Agarró el arma fuertemente con las dos manos y su rostro mudó del pánico a una sonrisa siniestra. A continuación apuntó con el hacha en plan luchador de wrestling americano (benditos años 90) a Mishka, que se enrollaba sobre sí misma para tomar impulso y saltar de nuevo contra él.

—¡No puedes matar lo que ya está muerto! —le espetó, citando a The Undertaker* y saltó sobre ella golpeándola con furia entre aquellas fauces abiertas que parecían infinitas.

Yakub observó como el brazo se le regeneraba mientras la nube de moscas comenzaba a rodearlo, morderlo y hacerle sangrar con diminutas heridas que no tardaron en llenarlo entero. El grito de los nuevos invitados le hizo replantearse la situación... amén del talisman sanador que todo lo cura.

— Joder... estoy viejo para estas mierdas... —

Se dio la vuelta dejando que la nube de moscas cayera al suelo^[1] por el peso del agua que salía con abundancia de los rociadores del techo y mientras recargaba la escopeta saltó haciendo uso de una destreza que hacía años había perdido por encima de la barra, deslizándose sobre ella y por desgracia cayendo de una forma mucho menos elegante de lo que recordaba hacía años atrás, chocando contra el armario de los vasos y haciendo que varios de ellos cayeran al suelo rompiéndose en unos cuantos cristales. Por suerte... ninguno clavado en su propio cuerpo.

Yakub miró a Cleo, indicándole que no se preocupara por sus heridas. En ese momento la chica le dijo lo de la posible salida detrás del escenario^[2]. El viejo asintió con la cabeza y la dejó pasar primero. 

— De rodillas... rápido —

Estaba claro que no podían con Yurga mientras tuviera esos talismanes, o al menos hasta averiguar más de ellos. Y los nuevos rakshasas no eran tampoco buenas noticias. Tendrían que escapar^[3]... 

Los dientes de la vampira brillaban cuando se abalanzaron sobre él. Eran las fauces de la muerte. De su muerte. El final del camino y, con sorpresa, Bayhas sintió una especie de alivio. Por el fin de la lucha. Por la promesa del descanso al fin.

Y después, sintió la rabia. 

La rabia de ser un peón en los planes de sus enemigos. ¡Enemigos a los que no había hecho nada! Y utilizó esa rabia para seguir luchando hasta el final. 

En el momento en el que Eva se arrojó contra él, Bayhas levantó su mano y declaró una palabra de poder. Al hacerlo, una de las serpientes negras se movió para interceptar a la dueña del Dragon Hotel. Su cara reflejó la sorpresa que sentía, y aún se sorprendió más cuando el mago movió la otra mano, dio otra orden, y la segunda serpiente golpeó a la vampira en el estómago, lanzándola hacia atrás y alejándola del hechicero. 

Bayhas se levantó, jadeando, recuperando el aliento. Movió su mano izquierda haciendo un círculo, mientras musitaba una invocación y una de las serpientes comenzó a girar en espiral a su alrededor, como un humo negro con cabeza serpentina que actuara como un escudo. Alzó la mano derecha y la segunda serpiente se enroscó alrededor de su brazo, presta a lanzarse contra aquel que el mago designara.

El dolor del veneno le laceraba, así que Bayhas movió su mano izquierda hacia su boca y arrancó el gemelo que llevaba en la muñeca de su camisa: aunque parecía una pequeña piedra en realidad era una ampolla con una panacea elaborada por el viejo Yakub. Parecía que esta vez el anciano sí había pensado en todas las eventualidades. Mordió la ampolla y se bebió el líquido. Esperaba que hiciera efecto cuanto antes.

- Mi vida no le pertenece a nadie, y menos que a nadie a ti, Eva Von Sacher-Masoch... - Escupió las palabras con rabia y furia. Con odio. Con el deseo innegable y absoluto de que la vampira cayera muerta allí mismo, quisiera lo quisiera Orion, Bleeder o cualquier otro que se interpusiera en su camino.

-¡Tu linaje moribundo termina aquí y ahora!-rugió la Von Sacher-Masoch mostrando los colmillos. 

Yurga levantó una nube de cristales rotos y gotas de agua al aterrizar tras la barra. Un montón de serpientes habían surgido del muñón de su brazo y se estaban entrelazando para formar uno nuevo. 

Sus sicarios empezaron a abrir fuego.

La mole del señor de los rakshasas se cernió amenazadora sobre Yakub y Cleo...

El hacha se clavó en el cuello de la serpiente pero era como si estuviera hecho de acero. Sin embargo, los colgantes de Mishka se esparcieron por el suelo mojado.

Orion cogió uno al vuelo, un chisme desagradable hecho con huesos de dedos y orejas secas. Sólo sujetarlo entre sus dedos le provocó nauseas. 

Aquello ya se les había escapado de las manos. Casi en cámara lenta, Cleo vio cómo todo se iba desencadenando alrededor. Todo el sonido pareció desaparecer, quedando sólo un pitido agudo en su oído. El ser humano, aún al ser racional, sigue siendo un animal en lo más profundo de su ser. Y en este caso, el instinto de supervivencia fue mucho más fuerte en la fotógrafa.

Fijando el escenario como su objetivo, la chica comenzó a correr llevando por delante el aerosol y el mechero, con los que fue haciendo pequeños fuegos para intentar evitar que los insectos que pudieran ser lanzados nuevamente por Yurga llegaran a tocarla. Una de las balas de los recién llegados atravesaron su hombro, pero aunque la chica gritó, no dejó de correr, apoyando su mano con el aerosol contra su hombro.

No paró hasta subir los escalones. Hasta cruzar el escenario. Hasta dejar todo, y a todos, atrás...

Yakub vió como Cleo corría. Era sin duda alguna y dada la actual situación la mejor opción.

— ¡¡ Nos vamos !! —

Gritó mirando a Orion y Bayhas, y esperando que hicieran lo propio. Esquivó con cierta agilidad los fuegos que la joven iba dejando y cuando fue a girar la esquina hacia el escenario vio como su colgante con el anillo de Midori no estaba. Se detuvo miró el suelo. Cristales, sangre, fuego... y el anillo. Justo a los pies de un Yurga que avanzaba a toda velocidad hacia ellos.

Dudó un segundo, y con todo el dolor de su corazón se dio la vuelta disparando después de disparar a uno de los barriles de cerveza, esperando ganar cierta ventaja y tiempo para escapar de allí.

Orion vio pasar a Cleo y a Yakub por su lado, subir al escenario y atravesarlo por detrás. Por allí debe estar la salida, sin duda. Estaba realmente ocupado esquivando las fauces pestilentes de Mishka y los disparos de los demonios recién llegados para tratar de cubrir su retirada. No había lugar para heroicidades, solamente quedaba huir y salvar el pellejo a toda costa.

Se enganchó al cuello de Mishka, evitando por poco una dentellada que podría haberle arrancado medio cuerpo y giró sobre el mismo utilizando el mango del hacha como estribo. La serpiente trastabilló y perdió la verticalidad debido al impulso y a la masa del vampiro. Quedó tendida sobre el suelo, delante del escenario, impidiendo momentáneamente que los rakshasa le persiguieran.

Desafortunadamente, mientras aterrizaba de manera poco ortodoxa en el centro del escenario, el amuleto que había arrancado del cuello de Mishka se resbaló de sus manos como si alguien hubiera tirado de él y desapareció de su vista. 

Miró un instante de reojo en dirección a Bayhas. Eva parecía tenerlo a su merced, pero sabía que su compañero era un tipo de recursos. Espero que esta vez también se saque un as de la manga, dijo a modo de despedida antes de salir, él también, por la parte de atrás del escenario, alcanzando a sus compañeros en su carrera.

—¿Hay salida por aquí? —fue lo único que acertó a preguntar.

Interpuso una de las serpientes entre la vampira y él. Golpeo al monstruo con la segunda, mientras hacía girar más y más a la primera. Nada de esto era suficiente, y sentía que la próxima dentellada de Eva sería la que por fin impactaría en él. 

Vio pasar a Cleo, corriendo como alma que lleva el diablo. Escuchó silbar las balas mientras Yakub corría hacia el escenario. Llegó incluso a vislumbrar una sombra veloz que saltaba desde encima de la serpiente gigante en la que se había convertido Mishka. ¿Orion? Vamos a suponer que es Orion. 

Todos fuera. Todos fuera. Venga. Movió las serpientes de sombra a su alrededor, las alimentó de furia y miedo. Hizo que se convirtieran en una nube oscura de suciedad y terror y ante de que le cubrieran como un torbellino de oscuridad, sonrió, le lanzó un besito a Eva. Y desapareció.

* * *

La alarma de incendios seguía sonando. Las puertas del Dragon Hotel se habían abierto para dejar salir a todos los invitados que se dispersaban lentamente en la noche lluviosa.

-Pues vaya con la fiesta-dijo José Antonio-Había oído que a las doce hacían no sé qué espectáculo. Se ha aguado la fiesta...

-Mira el lado positivo-dijo Dennis mirando su móvil-Ahora sé de unos cuantos nuevos objetivos para la causa...

-La causa, la causa... ¿es que no piensas en nada más? ¡Joder, esperaba que por lo menos hoy no sacarías el puto tema!

Dennis puso los ojos en blanco. Algo llamó su atención en el suelo y lo cogió: era una tarjeta de visita.

-Vamos, no seas así. Mira, cogemos un taxi y... vaya, lo han pillado-alzó una ceja y miró su móvil. Sonrió y asintió lentamente-Este tipo estaba en la fiesta.

Un hombre alto y de tez morena estaba metiendo a una chica pelirroja en un taxi recién parado. La chica parecía totalmente borracha.

-¿Necesitan un taxi, caballeros?-el hombre de tez morena les dedicó una amplia sonrisa-No hay muchos esta noche. Yo necesito llevar a esta señorita a su casa, pero luego podemos ir a donde deseen...

José Antonio iba a decir que no, que muchas gracias pero su marido le apretó la mano para hacerle callar.

-Será un placer, señor...-miró la tarjeta. Era holográfica, con dibujos de tigres-... Yibul.