Partida Rol por web

Vlad corre a la parte trasera de la casa con la intención de salir por la puerta de la cocina al patio trasero y, desde ahí, intentar llegar a alguna calle transitada.

-No sabes muy bien como, pero has conseguido zafarte a través de todos los trastos que tu tía muy diligentemente ha ido colocando por todas las partes de la casa (jarrones horteras, fotos y cuadros nostálgicos de la Unión Soviética, perros de porcelana, paragüeros...). Además has tenido la brillante idea de ir tirando todo lo que estaba a tu alcance en un intento desesperado de retrasar al Sonrisas en su intento de alcanzarte. Pasas por el pasillo a todo correr, llegas a la cocina y sales por la puerta que da al patio. Esta muy descuidado, con la hierba alta creciendo salvajemente por doquier. Solo un murete de ladrillos de unos 2 metros te separa de la salvación... Mientras tanto oyes al Sonrisas vociferando insultos detrás de ti (¡Maricona, voy a sacarte el hígado y se lo voy a echar a los perros! ¡Puta rata traidora! entre otras lindezas escuchas). No anda muy lejos.

Vlad intenta saltar el murete mientras grita "¡Socorro! ¡Auxilio!". La escena, al margen de su patetismo, se revela como una suerte de "hora de la verdad": Vlad podría comprobar si el gimnasio ayudaría de alguna forma a enfrentarse al murete...

-Saltas y te cuelgas del extremo del muro, intentas flexionar los brazos para elevarte sobre el muro, pero no lo consigues y te quedas colgando de tus brazos como un embutido barato. No sabes si ha sido falta de coordinación o simplemente es que eres un enclenque paliducho. Eso ahora da igual, porque sabes que vas a morir. El sonrisas se cierne sobre ti triunfante. Su risa te taladra el cerebro mientras te das por vencido...

-JAJAJAJAJAJA. Eres penoso y por ello vas a morir, señor Destructor. Te estampa la cabeza contra el muro mientras estás colgando penosamente. El golpe es tan fuerte que te muerdes la lengua, sientes el sabor de la sangre en tu boca. Te tira al suelo y te pone el pie en el cuello con la intención de rompértelo. -¿Últimas palabras?

Vlad estaba acostumbrado al maltrato. Años de ser víctima del bullying más despiadado le habían preparado para casi todo, exceptuando tal vez una salvaje violación anal -asumiendo que alguien pudiese tener el más mínimo interés en realizar tal acto-. Evidentemente, no es que la presente situación se asemejase a las vejaciones típicas de la vida de nuestro resignado héroe; después de todo, las prospecciones de nauseabundos retretes a las que había sido forzado nunca empezaban con la desesperada huída de un camello maniaco y hábil en el arte del desmembramiento más truculento. Sin embargo, téngase en cuenta que el pavor, aunque sincero, admite grados en lo tocante a su efecto sobre el comportamiento visible, y que por ello el sufrido Vlad, que no deja de ser un superviviente, mantuvo un mínimo de compostura en su alegato para salvar la vida.

Así habla Vlad a través de la borboteante sangre de su lengua medio amputada:

No, poz favoz, no me matesh. Yo no quería vendezte, !lo sabesh, maldita sea! Intenté negazme. Pregunté... TE pregunté, Batrán... que qué pasaría si me negaba a entregaz al Sonrisas. Sabesh tu rezpuesta. ¡Me azuztazte, jodez! ¿Qué queriaz que hiciese? ¿Buzcarte y decirte que nos habían pillado? Me hubieses matado para cubrir tu raztro. Poz favoz, te lo zuego, no me matesh... haré lo que me pidash...
 

-¡Maldita rata! ¡Te voy a destripar como a un gorrinoooo!

De repente comienza a llover. Un relámpago se oye a lo lejos. Ahora llueve con más intensidad. Cae una cortina de agua que apenas deja visibilidad. Estás empapado. Pero lo más asombroso es que el sonrisas comienza a disolverse. Se le empieza a escurrir la piel a lo largo del cuerpo. Le puedes ver los músculos, justo antes de consumirse como en un baño de ácido. Luego distingues el hueso. Blanco como la leche. El sonrisas no hace ningún ruido aparente.

Y DE REPENTE TE DESPIERTAS

Te despiertas con la cabeza apoyada en el teclado. Te das cuenta de que tienes húmeda la entrepierna. Te has meado encima...

Un... un... un sueño. ¿Ha sido un sueño?

Reparando en la humedad de su entrepierna, Vlad, con aspecto conmocionado y una ligera taquicardia, se cambia de calzoncillos. Distraídamente abre el cajón de la ropa interior y, sin mirar, saca uno de sus calzoncillos preferidos: unos con un amedrantador estampado que simula el taparrabos de Conan el Bárbaro -esto, evidentemente, es un detalle sin la menor importancia-. Mientras se cambia de ropa íntima -¿existía alguna diferencia entre la indumentaria de Conan el Bárbaro y Conan el Destructor? De nuevo, no es que importe, pero a un Vlad en estado más sosegado le gustaría pensar que hoy vestiría como el segundo, más que como el primero-, toda la atención de Vlad se centraba en determinar si el sabor a sangre en su boca se debía a una amputación real de su pálida lengua o a un desagradable eco onírico. Sin embargo, pronto comprendió nuestro querido Vlad que la prueba definitva que separaría realidad de la terrorífica ficción engendrada por una psique paranoide y hasta arriba de anfetaminas sería la existencia o no de un festival de vísceras en el vestíbulo o, visto desde otra perspectiva, la constatación empírica de la integridad anatómica de la tía Sveta. Así, Vlad baja las escaleras, atento a lo que podría encontrarse...

Bajas las escaleras y te encuentras a tu tía en el rellano.

-¿Qué haces por aquí, Vlad? ¿Ya te has cansado de aporrear las teclas de ese invento del diablo?

Te mira con desaprobación.

Llaman a la puerta. Tu tía se acerca a abrir. Oyes a un extraño preguntar por ti. Tu tía lo invita a entrar. Aparece seguida por el extraño...

Hola, Vlad. Vengo de parte un amigo común. Batrán. Es hora de ponerse en marcha