Partida Rol por web

Albyn torció la cabeza con un gesto negativo. Resultaba curioso y casi cómico ya que la expresión de incredulidad en su cara hubiese sido comprensible en su forma de mediano.

Sin embargo, sus facciones semi-derretidas fruto de ser mitad roca, mitad lava generaban una visión como poco "pintoresca".

Alzó sus brazos dejando caer goterones de lava en el suelo.

- Ehhhhh amigos!!!!! Es por aquí!!!! ¿Dónde os habéis metido?

Albyn esperaba que sus amigos le escuchasen... Y si no era así... al menos aquella momia se fijaría en él y quizá, sólo quizá daría tiempo a que sus amigos pudiesen huir.

El enano tenía pocas opciones. Estaba a merced de la momia gigante, porque Roark ya había salido corriendo de allí. Tenía pocas opciones y correr no era una de ellas. Eso solo era una opción cuando eras un pícaro humano.

Rápidamente, un plan se trazó en la cabeza del enano. Tal vez ellos no habían podido bajar rápidamente la ladera... Pero igual el gigante sí. Solo tenía que desestabilizarle cuando se lanzase a por ellos. Bueno, más bien a por él. Si cargaba contra su pierna cuando fuese a echarle mano, era posible que rodase ladera abajo.

Los gigantes no eran especialmente rápidos o hábiles... Y si llevaban mucho muerto, pues mucho más. Así, cuando el gigante fue a agarrar al enano y levantó el pie del suelo, el guerrero se lanzó como una bola de demolición —si es que en Zork existían esas cosas— contra la pierna contraria.

Y al parecer, había sido efectivo, porque el gigante empezó a perder el equilibrio...

Este tipo de historias siempre varían cuando las cuentan en la taberna.

Hay quienes narran la huida de Roark como un posicionamiento estratégico desde el cual poder disparar con ventaja.

Otros prefieren explicar que el valor del pícaro era inversamente proporcional al tamaño del gigante y que quizás por eso buscó poner nieve por medio.

Pero en lo que todos están de acuerdo es en que el enano estaba loco. Tan loco como podía estar un enano de las montañas enfrentándose directamente a un gigante de seis metros (u ocho, depende de quien cuente la historia) muerto viviente. El caso es que también coinciden en que el golpe hizo que el gigante cayese de plano en la nieve tan largo era y, por su propio impulso, se empezase a deslizar montaña abajo arrasando todo a su paso.

De hecho en lo más profundo del valle Coates, todavía en su forma ígnea, sintió como el suelo temblaba bajo sus pies y empezó a ver la avalancha que descendía entre los árboles¹.

¿Habíamos dicho que Roark estaba en su paso? Sí. Lo estaba. ¿Y dónde estaba el enano?

-Oh, porras.- acertó a decir Roark mientras miraba en todas direcciones buscando una salida. -¡Oh, porras!- sus pies ya habían decidido intentar salir de la trayectoria de la avalancha dirigiéndose a su derecha donde un par de rocas grandes deberían darle suficiente protección... O eso anhelaba el ladrón con todas sus fuerzas. -¡OH, PORRASSSSS!- no iba a llegar... -¡PORRAS! ¿A que no llego?

Albyn pensó que la mejor forma de aguantar el alud era simple y llanamente crear una cámara de aire con sus brazos.

Al fin y al cabo, su forma de lava debiera poder con la nieve y transformarla en agua...

Pero con lo que Albyn no contó es con que se acabase el favor de los elementales y justo antes de que le impactase la avalancha, volviese a su forma original.

De repente, el mediano se vio sepultado por la nieve...

El enano lo había logrado... Como no podía ser de otro modo. Y es que, aunque no era el joven Rey de los Enanos, que le gustaba jactarse de que la gente hiciese caso a sus planes, los suyos acababan dando mejor resultado. O al menos eran más vistosos, pero para el caso era lo mismo.

Gromenauer se levantó sonriente del suelo para ver cómo el gigante comenzaba a rodar montaña abajo. Pero su sonrisa desapareció al momento en el que vio que el cuerpo iba directo a donde estaban el estúpido humano y el estúpido mediano.

—Mierda —maldijo al tiempo que pensaba qué hacer. El gigante iba demasiado deprisa hacia ellos. Al final, le tocaría luchar contra esa cosa. Sacando de su mochila una cuerda, empezó a correr montaña abajo. Tenía que aprovechar a llegar antes de que el no muerto se levantase. Si lograba atarle en el suelo, no tendría mucho que hacer.

Por desgracia, sus cortas piernas no daban para adelantar a un gigante rodante—. Aquí vamos otra vez —dijo al tiempo que plantaba su escudo en el suelo y se tiraba en plancha sobre él, comenzando a ganar velocidad...

El gigante arrasaba con todo a su paso: árboles, rocas, ladrones aferrados a rocas... Roark había logrado llegar a la cobertura pero no estaba listo para ser arrancado del suelo con su cobertura incluida. Ahora daba vueltas por el aire y la pregunta que se hacía era ¿dónde iba a caer?¹ El caso es que desde allí veía surfear a Gromenauer sobre su escudo¹ como si fuera un elfo de playa. Aunque luego pensó que sería mejor que el enano no escuchase nunca este pensamiento.

La peor parte, de momento, iba para Albyn que ahora mismo estaba sepultado debajo de varios metros de nieve³.

Roark no estaba como para puntuar el estilo de Gromenauer, que el maldito ahora parecía que había cogido el truco a descender en escudo, ¡A BUENAS HORAS! O para preocuparse por el mediano que había desaparecido bajo la avalancha, tan solo delataba su posición el vapor que emanaba la nieve al contacto con el cuerpo de lava, que bastante tenía con lo suyo.

Las rocas no volaban tan gracilmente como los pájaros y, francamente, no sabía muy bien si maniobraban. Intentó tratarla como si fuera un caballo y hacerla girar, pero nada. No respondía ni a los so ni a los arre ni a los golpecitos de talón. Definitivamente las rocas volando no eran pájaros ni maniobraban como caballos, más bien como asnos -Pero gira maldita inconsciente que me voy a mataaaaaaaaaaaaaaAAAAAAA...!- En un intento desesperado, el ladrón se tiró de la roca en plancha para intentar caer en blandito ¡PLOF!...

Y sí, cayó en nieve blandita, pero la roca le cayó encima ¡CRONCH! El ladrón reprimió un grito de dolor porque se dio cuenta de que el gigante, que tenía sus propios problemas, no le había visto. No era plan de descubrirse ahora chillando, total, por una chinita de nada que le había destrozado la rodilla derecha... -Pa'bernos matado.- dijo mientras echaba mano de una de sus pociones y se la bebía de un trago dejándose caer en la nieve acto seguido.

Pero tampoco tenía mucho tiempo que perder, que la cosa aquella seguía viva, así que se levantó y avanzó sigilosamente desenvainando la espada en dirección al gigante y dejando un rastro de sangre que le goteaba de sus muy elegantes ropajes...

A Albyn le atacó la histeria. Verse rodeado de nieve, sin tener claro qué era arriba y qué era abajo terminó por comerse todos sus nervios.

Comenzó a bracear de forma ilógica y descontrolada y cada braceo no hacía más que sepultarle más en la nieve.

Gracias a los dioses o a la madre naturaleza Albyn logró salir de aquel problemón y respirar aire puro...

No obstante, su cuerpo estaba lleno de heridas y magulladuras y quizá, alguna costilla rota...

Lo cierto es que bajar sin un estúpido humano encima era mucho más sencillo. Gromenauer se deslizó por su escudo montaña abajo sin mayor problema. Mientras bajaba, se le ocurrió que tal vez debería popularizar el bajar montañas sobre un escudo como alguna especie de deporte tradicional enano. Al fin y al cabo, ¿qué era lo peor que podía pasar? ¿algunas contusiones por un arbolito o algunas rocas?

En cualquier caso, no era el momento de ponerse a definir reglas para un deporte con unas clarísimas tasas de aceptación. Era el momento de centrarse en el gigante que bajaba rodando, al que cada vez tenía más cerca el enano, y las intenciones que el no muerto tendría cuando dejase de rodar.

Por suerte, todavía sujetaba la cuerda, que era lo que le estaba ayudando a controlar el escudo. En cuanto la cosa se detuviese, el enano tendría que acercarse a atar los tobillos del ser. Estaba claro que su punto débil eran los pies. Sin ellos, no podía levantarse. De momento, se conformaría con atarlos.

Las mutilaciones vendrían después...