Axel se dio la vuelta convencido de que no volvería a buscar a Tatiana. Caminó hasta su coche sin mirar atrás, ligero a cada paso que daba, solo durante los primeros metros, porque a medida que se fue alejando de ella, y se dirigió a su coche, cada paso pesaba más y más, revolviendo algo dentro suyo.
¿Qué mierda hago? – lo cierto era que no quería alejarse de ella, y ya está. Las pocas horas que había pasado al lado de la mexicana habían sido agotadoras, sí, pero también muy placenteras para su disfrute, llenas de diversión y locura.
¿Y acaso no era locura lo que él buscaba en su vida?
Abrió la puerta del coche de mala hostia y se metió dentro encendiendo la radio y la calefacción para no congelarse vivo. Sonaron varias canciones románticas de Celine Dion y rápidamente se vio obligado a cambiar de emisora buscando algo de rock o heavy metal que no le diera opción a pensar en alto más gilipolleces.
Pero Tatiana no se había borrado tan fácilmente. ¿Qué coño hacía parada en mitad de la calle? Desde su posición detrás del cristal de la luna del coche aún podía verla.
¿Esperaba un taxi, un bus? Axel gruñó apoyando la cabeza sobre el volante. Debería llevarla de vuelta a casa, sí, pero él tenía algo que hacer en el cementerio, y ella había dejado claro que no quería molestar a los muertos.
Me cago en la puta. Muévete ya.
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