Soy la de las manos manchadas de sangre, aquella que ha matado a hombres que se creían capaces de arrancarme el corazón con una simple daga. Soy la sombra que recorre la calle oscura y fría en el duro invierno, soy el sonido de las mallas que cubren mi cuerpo semejante a cadenas que parece que me impiden avanzar. He visto con mis propios ojos a la muerte y he dejado que me abrace porque a ella no le tengo miedo. He bailado a su lado esquivando golpes y chocando las espadas. Me he dejado atraer, me he enamorado de su aroma, de la pasión que encierran sus huesos negros.
Si quieres entrar, eres libre. Yo estoy aquí para defender estas murallas de mala gente. Pero, en tus ojos, no he visto la maldad que muchos predican. La espada está enfundada, descuida. El daño que nos haremos no es más que el dolor de no poder vernos.
Orem estará orgulloso de mí. Al fin y al cabo, él me lo ha enseñado todo. Por eso soy la guardiana de sus espadas.
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