Aunque ya ha quedado atrás, más de diez años de ley seca no han hecho nada bueno por la delincuencia en los Estados Unidos. En 1934, el hijo de los Cornelisz -una adinerada familia de Nueva York- ha sido secuestrado y el país todavía no lo sabe. En las manos de la Oficina de Investigación se encuentra la responsabilidad de que siga siendo así.
La misión es clara: recuperar al niño con vida y detener a todos los criminales involucrados en el secuestro sin permitir que el escándalo se filtre a la prensa y que éste no se convierta en un nuevo caso Lindbergh.