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El paisaje se volvió rojo, notó un cálido golpe en su pecho y cayó al suelo. Antes de poder sentir la punzada siquiera, alzó la vista para darse cuenta de que la otra parte del dolor estaba en los labios de una chica y que el rojo de su pelo ondulaba mientras caía al suelo. Raúl se había tropezado.
Pero, ¿en qué coño estarás pensando? ¡Raúl, que se te va la pinza a otra parte! Todo esto te pasa por pensar en cosas raras… Mientras Raúl seguía dándole vueltas a la cabeza, la otra chica se había levantado y salía ya a correr hacia adelante. Justo antes de pasar por el lado de Raúl, le echó una mirada traviesa y le sonrió, diciéndole
? ¿Te encuentras bien? ?y en su cara se dibujó media sonrisa y dos brillantes dientes. Echó a correr, dejando a Raúl en el suelo, embobado. Raúl se levantó y pensó en lo que acababa de ocurrir. Rápidamente, se dio la vuelta y vio cómo los rojos cabellos de la chica se escondían a prisa detrás de la esquina, tal y como hace un momento había hecho el ladrón. Raúl se paró un momento, pensó y conectó. Rápidamente, salió corriendo con un ¡Mierda, Raúl, en qué estás pensando!
Pero, al dar la vuelta a la esquina, no había ni chica, ni ladrón, ni señora ni policía. Sólo un perro que lo miraba con la cara de medio lado y dejaba caer su lengua, y un chico con un balón de fútbol. Raúl se rascó la cabeza y se dio la vuelta, se puso bien la mochila, se metió la camiseta por dentro del pantalón y echó a andar hacia su casa, lo que debería haber hecho desde un principio.
Quedaban pocos pasos ya para llegar. Subió las escaleras, abrió y se encerró en su cuarto sin ni siquiera saludar a sus compañeros de piso.
En sus ojos se dibujaron otros ojos, y otros labios, rojos como los cabellos que caían.
Lejos, en la ciudad, volvieron a sonar los tambores… o quizás seguía siendo en la cabeza de Raúl.