Buenas,

Busco a dos jugadores para una partida de Vieja Escuela. Las características de la partida y los requisitos para los jugadores son:

a) Ritmo de juego: medio

b) Duración aproximada: es una partida muy corta, por lo que diría que en torno a dos meses con el ritmo esperado.

c) Ser mayor de 18 años. Aunque en ningún momento se ahondará en temas "escabrosos", solo acepto en mis partidas a jugadores que cumplan este requisito.

d) Tener ganas de currarse los post, ya que será una partida eminentemente narrativa.

e) Opción de crear el personaje o de jugar con uno pregenerado.

f) No es necesario conocer el reglamento, aunque tampoco está de más.

Aquellos que estén interesados deberán responder al que será el primer post de la partida (que incluyo a continuación) interpretando al personaje que les gustaría llevar. Pueden hacerlo por privado o como respuesta en este mismo hilo. No hace falta que sea muy detallado ni extenso; unas pocas líneas bastan, aunque esto queda a discreción del jugador. El día 20 de este mes elegiré a los dos que más me hayan gustado y les daré más detalles sobre cómo unirse a la partida.

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EL AMULETO CARMESÍ

EL GANCHO (Básicamente para que sepáis qué hacen en Strongfair vuestros personajes)

Después de un largo viaje por las llanuras, los personajes deciden detenerse unos días en Strongfair ante la inminente llegada de un temporal. Sin embargo, pronto les llegará el rumor de que el Barón Ulfang busca hombres para una misión de rescate. La promesa de una buena paga les hará volver a arriesgar sus pellejos, enfrentándose al duro invierno, e incluso a cosas peores.

INTRODUCCIÓN (Primer post de la partida, que es a lo que se os pide que respondáis desde la perspectiva de vuestro personaje)

Soplaba el viento en la llanura; sus ráfagas huracanadas se estrellaban contra los muros Strongfair, saltando luego sobre los tejados cubiertos de nieve y haciendo que todas las veletas apuntaran en la misma dirección, como respondiendo a una súbita orden. 

Era la hora del ocaso y toda la vida de la villa se concentraba en las tabernas y en el interior de los hogares. En las calles heladas no se veía más que algún perro vagabundo, que con las orejas gachas buscaba algún lugar donde cobijarse.

En el centro de la villa, rodeada por un amplio terreno cerrado con una verja, se erigía un edificio de tres plantas que destacaba sobre el resto. Estaba íntegramente hecho de madera, en un estilo único que tenían todas las casas de Strongfair, y que las hacía parecer torres de asedio de distintas alturas y tamaños. 

En la parte más alta de esta torre, sentado frente a un escritorio cubierto de viejos tomos, un hombre se devanaba los sesos, con las cejas arqueadas en una mueca de preocupación. De vez en cuando, un crujido de maderas o el rodar de una teja arrancada por el viento hacía que su mirada nerviosa se disparase hacia el origen del ruido, para volver inmediatamente al mapa de las Llanuras de Gibli que tenía desplegado sobre el escritorio. Parecía estar al borde de un ataque de nervios.

El sonido de las campanas del templo resonó a lo lejos, arrastrado por el ímpetu del viento. El hombre cerró los ojos y expiró lentamente; había llegado el momento de tomar una decisión. Alargó la mano hacia el bastón que descansaba al lado de su silla y se levantó con gran esfuerzo, debido a la mole que era su cuerpo. Sus ojos pequeños y hundidos se dirigieron a su ayudante, un hombre delgado y correoso que se incorporó con desgana

- Hazlos pasar - dijo el hombre mientras caminaba arrastrando los pies hasta el otro lado del escritorio, justo frente a la puerta. Siempre había preferido recibir a sus invitados de pié, esperando impresionarlos con su gran tamaño y la fortaleza que emanaba su complexión de buey. No obstante, hacía ya años que más que su altura y vigor lo que llamaba la atención era su obesidad mórbida y lo mucho que parecía costarle respirar, como si el aire que inhalaba se negara a pasar más allá de su garganta. 

Sin mediar palabra, el ayudante tísico y macilento, que era como una caricatura de su señor, se dirigió a la entrada del despacho y tiró de las dos hojas de la puerta, que chirriaron al deslizarse sobre los goznes. Dos figuras envueltas en múltiples capas de ropa y sentadas junto a un pequeño hogar que apenas calentaba se pusieron en pie, sacudiéndose los últimos copos de nieve que aún cubrían sus capas. El ayudante sonrió con impertinencia, como si encontrara algo gracioso en los dos extranjeros ateridos de frío.

- El barón os recibirá ahora -dijo el ayudante, haciéndose a un lado a la vez que dibujaba un caricaturesco gesto con la mano.

(Nota de juego: Vuestros personajes son esos dos extranjeros sentados junto al fuego. ¡Todo vuestro!)