Cuando por fin llegáis a la casa del Sr. Welland os dais cuenta de que la puerta está abierta, una clara muestra de bienvenida, no sólo destinada a vosotros sino también a todo aquel loco desconocido al que se le antoje entrar. Os detenéis un momento ante el umbral y os dirigís una mirada analítica los unos a los otros.
- Bueno, lo de loco no nos es del todo excluyente... pero al menos somos caras familiares sin el deseo de hacer daño. Bueno, sin la intención de robar... Bueno, sin pretender ser un incordio... ¡EN DEFINITIVA! Sin malas intenciones premeditadas.
Después de un instante, cruzáis la puerta y subís unas angostas escaleras que se encuentran enfrente. Tampoco es que tengáis muchas más opciones, ya que las dos puertas laterales, una a cada lado, permanecen cerradas con llave. Al subir al siguiente piso os encontráis una sala amplia llena de sillones, mesitas y taburetes de diferentes colores y tamaños. A pesar de ser un gran espacio, una sensación de angustia, a la par que reconfortante, os invade de manera intensa, probablemente debida a los centenares de periódicos y panfletos esparcidos por el suelo y amontonados en pequeños pilares. En medio destaca un escritorio de madera de caoba, grande, que si bien es sencillo denota cierto estilo imperial. Casi escondido entre papeles se vislumbra al Señor Ben Welland que os observa con una mirada autoritaria. Por lo visto, el crujido de los peldaños segundos atrás había delatado vuestra llegada.
- Ustedes de nuevo, algo más temprano de lo habitual. Hoy tengo trabajo así que les rogaría que cerraran el pico y se limitaran a leer las noticias en vez de comentarlas como de costumbre. - El Señor Welland parece más irascible de lo normal así que optáis por no contestarle, lo cual no significa que vayáis a hacerle caso. - ¡Martha! ¡MAAARTHA! - grita sin delicadeza - ¡Por el amor de Dios mujer! Una carta desde América tardaría menos en llegar que tú - exclama cuando aparece una mujer de unos cuarenta años. Su rostro está envejecido pero entre las arrugas se distingue una gran bondad y un corazón de oro, además de una paciencia infinita. - Atiende a los invitados.
La mujer se acerca hacia vosotros sin dirigir ni una mirada a quien parece ser su marido, pues pensaba atenderos igualmente con o sin órdenes de terceros. Con una voz gentil os da los buenos días.
- Les pido perdón, ya saben ustedes que normalmente no es tan gruñón. Pero por lo visto no recuerda el año de alguna de sus batallas y tampoco da con el nombre, así que está empeñado en encontrar un suceso que bien podría haber creado su propia mente. ¡Ni se les ocurra ayudarle! O él jamás se lo perdonaría. Tiene que probarse a sí mismo que todavía no es tan anciano como aparenta. - Continúa su monólogo durante un buen rato como es habitual pero consigue llegar a la cuestión que os interesa - Ya conocen las normas, libre lectura. El periódico de hoy está en aquella mesita de allí - señala con el dedo - Además hay varias copias así que no tendrán que tirarse de los pelos. Eso sí, el té no se perdono... ¡tendrán que pagarlo! Ben se cree que vivimos de las letras y de los papeles, qué ingenuo, viejo tonto. - La Señora Welland sigue otro rato criticando a su marido pero de manera tan suave que parece estar hablando de un niño - Y bien, ¿qué van a tomar?
Después de escuchar vuestras peticiones, la mujer desaparece. En la sala no hay nadie más, pero imagináis que es debido a que todavía es temprano. Al fin y al cabo el día no ha hecho más que empezar.
Otros datos de interés (que no tienen nada que ver con la partida)
History of British Newspapers
Timeline of British Newspapers
The British Newspaper Archive (lo cual me parece una verdadera maravilla)
Fotografía: Benito Pérez Galdós
Instrucciones: el vínculo os llevará a una fotografía ampliada del periódico para facilitar la lectura.