Matar monstruos, cobrar un contrato, hechizar al incauto, catar buenos vinos y coleccionar buenos amantes. ¿Qué hay mejor que eso en la vida? Quizá, y solo quizá, la fama como hechicero, el dinero o el amor.
Es el año 1.482 de la Segunda Era, dos tras el fatídico Concilio de los Reyes. Celebrado por el populacho tras el asesinato político de tres monarcas de Cerulea en extrañas circunstancias, supuso un antes y un después para la Logia de Hechiceras.
La organización, que otrora había servido a los poderes de este mundo, había sido responsabilizada de los ataques. La logia fue declarada ilegal, y la Iglesia del Recto Obrar comenzó a perseguir a sus integrantes, que pasaron de la opulencia de las cortes a tener que malvivir como encantadoras de medio pelio en trabajos de poco lustre.
Los enemigos de la Logia, como el Colegio de Magos de Wiverland, obtuvieron un gran partido de esta persecución. ¿No serían ellos, en primer lugar, los causantes de sus desgracias?
Si usted conoce a una hechicera de la logia, es posible que no sepa su auténtico nombre, ni el auténtico potencial de sus capacidades. Entrenadas desde niñas, estas poderosas caminantes de lo etéreo son capaces de doblegar el immaterium a su voluntad. Dicen las malas lenguas que también doblegan, y que en eso basaban su poder, la voluntad de los hombres.
Pero eso, quizá, solo sean habladurías de gente pendeja.
Partida para semidioses del RPW
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