Una semilla, sembrada con el último aliento de una hija de Artemisa, es toda la esperanza que nos queda
Anónimo
La Madre vuelve a sonreír años después de que sus hijos cumplieran su cometido y la protegieran del mal que amenazaba la existencia misma. La naturaleza, la vida, se abre camino: animales que se creían extintos están volviendo a repoblar los territorios de antaño; los mares y ríos rebosan ahora de vida y pureza; la flora crece e invade las antiguas ciudades, alimentándose de los cadáveres de hormigón, y las aves reclaman los cielos ahora que la polución es un mero recuerdo grabado en los anillos de los árboles que la padecieron.
El Kaos es fuerte ahora que la Tejedora ha perdido y la Gran Sierpe fue destruida. Pero... ¿a qué precio?
"Lo consiguieron. Esos rabiosos hijos de perra consiguieron dejar a un lado sus estúpidas diferencias y sacar a la Serpiente de su escondite, matar a su avatar -una mala zorra de narices- y lograr que el Enemigo se devorase a sí mismo hasta desaparecer. Lo malo, es que los chuchos perecieron también, su último y glorioso sacrificio... dirán algunos. Otra cosa es lo de los Hijos Resplandecientes: el colapso de su civilización. Algunos dicen que realmente los humanos eran el mayor enemigo de la Madre, que al acabar con la corrupción el castillo de naipes, que la podredumbre mantenía pegado, se desmoronó. Igualmente, ya no importa. Sólo debes saber que los pocos que quedan, no son ni una sombra de lo que fueran antaño. Ahora vamos, cachorro... te queda mucho que aprender antes de separarnos"
-."Kuasha" Senu Trepador-de-Árboles