Partida Rol por web

Aquel hombre debía ser entonces el encapuchado del que me hablaron las putas, que tenía trato con Priscila. No había entendido aún qué pintaba la furcia en todo aquello, pero tampoco me importaba. Solo quería dejar ya aquel asunto y marcharme de Vencemoza.

Mientras Jimeno se ponía farruco con un cobarde totalmente reducido, y Potencio nos aburría con una de sus historietas, me puse a buscar el cuchillo que erró el tiro, y terminé encontrándolo entre unos arbustos.

-Yo ya estoy -dije-. Entreguemos a ese tarado et salgamos de aquí de una condenada vez.

Volví a guardar uno de los cuchillos en la bota y, echando un último vistazo al repelente ser que habíamos matado, me dispuse a abrir la marcha hacia el castillo de los vencemozos.

El muchacho no pudo reprimir santiguarse al ver que el médico había pergeñado todo aquello para algún tipo de misión que sólo un enloquecido por las artes demoníacas podría concebir.

- El señor es mi pastor... - repitió como un mantra. Enfundó su hoja y agarró del brazo a aquel tipejo. Era viejo y torpe y realmente podría haberle reducido él mismo en un combate cuerpo a cuerpo. Pero antes, con la túnica y tras haber vencido al ente deforme, Damián se imaginaba que tras el embozo se ocultaba otra criatura infernal. Con cuernos y todo.

El resto de la ruta hacia el pueblo la hizo en silencio. La madre que lloraba en el pueblo recuperaría a su hijo y Priscila volvería a su rutina. Damián la miró una última vez con cierto deseo que consiguió reprimir y enmascarar con una mueca de condescendencia. Al fin y al cabo si esa mujer hubiese nacido en los aledaños de un castillo sin duda habría podido ser ama de compañía de la señora de las tierras, más tarde empleada de la corte y, al fin y al cabo, mujer de bien para ojos humanos y divinos. Pero allí las opciones eran mucho más reducidas y, aunque hubiera escogido el camino del pecado, quizá la primera víctima fuera ella y tenía mucho que expiar.

- Este mundo es un lío, ¿verdad Don Pelayo? - Preguntó sin precisar en voz alta a qué se estaba refiriendo. - Un lío... - concluyó ofreciéndose una respuesta que tampoco le terminaba de satisfacer.

Pelayo miró al muchacho tratando de esbozar una sonrisa.

-El mundo está lleno de injusticia, Damián-le dijo mientras empujaba al hombre para que siguiese caminando en dirección al castillo- y el demonio siempre está al acecho, no bajes la guardia y guíate por lo que te dice tu corazón, escucha a Dios cuando te hable y él te protegerá de las artimañas del maligno-le aconsejó. Aquel día al menos no volverían a tener que lamentar la perdida de ningún infante y quizás pudiesen descansar con el corazón pleno antes de continuar con su viaje. Aquella criatura...¿Cuántas más existirían en la tierra del señor? 

Antes de bajar finalmente al pueblo, Tariq buscó una de sus dagas lanzadas, encontrándola sin mucha dificultad, mientras que a empujones llevábais a ese tal Tancredo hacia Vencemoza. Una vez abajo, la partida de soldados seguía buscando al chiquillo (y al tipo) y tras daros el alto le contásteis la historia que había ocurrido en lo alto de las ruinas.

Por petición de Jimeno para albergar la prudencia de la misión en donde bien debía estar, omitísteis el episodio de aquel ente malvado (al menos por vuestra parte) y les relatásteis que aquel tipo tenía el chiquillo que la prostituta Priscila traía en brazos. La madre de la criatura bien que os lo agradeció, y en virtud de las pruebas irrefutable más que evidentes, el tal Tancredo, con un punto de locura y fanatismo en su discurso, apelaba a que tenía un pacto con "Él", aunque finalmente acabó por decir un nombre: "Dántalo".

Ninguno de vosotros sabía a quién se refería o si tan sólo era una mala invención fruto de su locura. Ante el porqué de robar y matar niños (aparte de que un hecho así se castiga casi sin juicio o más bien con juicio evidente), apelaba a que con dicho pacto, que consistía en sacrificar niños (y que decimos: no sabíamos cuál era la parte contratante...) a cambio de una mayor conocimiento en los humores, los huesos y el alma dentro de los cuerpos (él tipo era médico y quería saber más acerca de la fisonomía humana...). Decía que tras cada niño raptado y sacrificado, su sabiduría aumentaría... ¡vaya loco!, y que unas veces echaba al río los restos de cadáveres con los que experimentaba y otras veces se los llevaba "al ser de las ruinas", puesto que "los devoraba bien y no dejabaa rastro alguno" según relataba el propio médico (aunque Jimeno y vosotros omitísteis ese detalle, y Priscila no iba a evidenciar el hecho por su baja condición y por ende credulidad...).

Confesó que se ayudó de la ayuda de varias prositutas para que le trajeran otros recursos necesarios para sus macabros experimentos con los cuerpos, como eran las plantas a las que Priscila le encargó...

Y muerto el perro, se acabó la rabia, aunque esa noche no fue ajusticiado, sino llevado a los calabozos del castillo de Vencemoza, a la espera de la llegada del señor de esas tierras y su posterior juicio final. Vosotros descansásteis en la aldea, y hubísteis que responder a algunas pregunts más de los soldados y algún muchos otros vecinos de la aldea como captores del malhechor de sus tierras.

¿Heroicidad o Justicia? Quizá ambas cosas.

Descansad, amigos -dijo Jimeno una vez ya en la posada y de forma más calmada, despojándose de sus armas a la espalda-. Mañana continuaremos con el viaje, a primera hora.

Reparto de Experiencia:

-Por sobrevivir a los sucesos, 10 p.ap.
-Por salvar de una pieza al muchacho, 15 p. ap

(En total 25 p. ap cada uno)