Corría a través de camposanto, desbocada, bajando la colina salpicada de nichos, cruces y lápidas, cubierta por un manto blanco. No quería mirar atrás, no quería ver cómo se acercaba. Sólo quería alejarse, lo más rápido que sus piernas le permitían.
La nieve entorpecía sus pasos apresurados, la garganta le ardía debido a la quemazón del aire helado al respirar. Oía sus pasos, cada vez más próximos. Si tan sólo su señor estuviera ahí para protegerla… Si tan sólo los hombres del pueblo pudieran oirla y acudieran a su desesperada llamada…
Se santiguó en vano, imploró a Dios desde lo más profundo de su alma mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y volvían borrosa su visión en medio de aquella carrera frenética. Sintió que sus fuerzas flaqueaban, y su oido, aguzado por el peligro inminente, le escuchaba ahora a su lado.
“Este es mi fin”, pensó. Y en ese preciso instante, el metal silbó a través del aire. No se equivocaba, pues entonces todo se volvió oscuro, la nieve se tiñó de rojo, y su consciencia… Se perdió en la inmensidad.
Con la reciente división entre Camarilla y Sabbat, son muchos los territorios en los que se han desatado disputas entre ambas facciones. Disputas que terminan, en muchos casos, desencadenando guerras en las que los ejércitos mortales luchan a ciegas sin saber que realmente defienden la causa de los hijos de Caín.
En 1499, Suiza tiembla ante la contienda entre la Antigua Confederación Suiza y la Casa de Habsburgo. Lo que empezó siendo una disputa entre mortales sobre ideologías y posesión de territorios, fue malversado y magnificado por las facciones cainitas, desencadenándose así la denominada Guerra Suaba, en la cual también intervino la Liga Suaba, prestando su apoyo a la casa de Habsburgo y la federación de las Tres Ligas de los Grisones, en ayuda de la Antigua Confederación Suiza.
Tras un año de arduas batallas, la falta de confianza entre los Suabos y los miembros de la casa de Habsburgo, así como las disputas por el liderazgo militar y la reticencia de muchos de los mortales del bando de la Liga Suaba y la Casa de Habsburgo a luchar por una causa que cada vez se volvía más difusa, dieron lugar a la victoria de la Antigua Confederación. Las repercusiones para los vástagos que apoyaban a la Camarilla, los cuales habían dispuesto de los ejércitos vencidos, fueron nefastas.
Durante el nefasto 1499 muchos cayeron en la guerra. En los años que precedieron al conflicto, otros huyeron de la región, y unos pocos optaron por refugiarse en los últimos pueblos y ciudades que resistían ante la evidente supremacía del Sabbat en los alrededores.
Uno de esos lugares que resisten en medio de la tempestad es Davos. Un recóndito pueblo situado en los alpes suizos. Las tierras están bajo el dominio de Sir Wolfram, un antiguo Ventrue que, dada la situación, ofrece a sus más allegados congéneres, un refugio en lo que él asegura que será "el pueblo más seguro e impenetrable de toda la región durante el invierno".
Las primeras ventiscas azotan ya las altas montañas, el otoño va extinguiéndose. El pueblo se prepara para resistir las gélidas temperaturas invernales, y Sir Wolfram lo dispone todo en sus tierras para recibir a sus honorables invitados. ¿Será Davos realmente un lugar tan seguro para resguardarse del invierno y del asedio del Sabbat?
Para desvaríos varios, vamos, lo que viene a ser un offtopic...