Preparas ante mí una mesa, -otra voz, también acercándose-
enfrente de mis enemigos...
Y mi copa rebosa.
Me untas la cabeza con perfume.
Y tu bondad, y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida.
Y habitaré en la casa del Señor, ¡por años! -gritaba el bueno de fray Pedro-.
Y habitaré en la casa del Señor, ¡por años! -repitió el otro fraile-.
Y habitaré en la casa del Señor, ¡por años! ¡¡Dómine, clamo ad te: cito succurre mihi!!
¡¡¡¡AAAGHHHHHHHH!!!! -un grito desgarrador, en mitad de la noche, hizo callar hasta los más profundos y lejanos aullidos lupinos de la región-. Entonces hubo paz y calma.
El mal se había esfumado.
Entonces despertaste.
Era de día, y por aquella ornamentada ventana, que en realidad era una vidriera, entraba el sol de la mañana. Se veía el monte nevado como cuando llegábais al monasterio de Valvanera. De hecho estabas acostado en una de las celdas monacales. Locadio estaba contigo.
¡Koldo! -gritó el goliardo al verte despierto. Y se acercó a tu lado enseguida, sonriendo-.
Koldo cuando iba a huir de la no muerta sintió el hacha penetrar en su espalda hasta perder la conciencia. Después sus párpados se abrieron pero no consiguió ver, una oscuridad total es lo que percibió, pero escuchó un cántico de salmos a lo lejos que se fue acercando. Otra voz escuchó que le llamaba por su nombre y a continuación otra se unió al rezo de salmos. El cazador no pudo articular palabra, ni siquiera moverse, sintió unas manos que lo sujetaban, y le gritaban era la de su amigo Locadio, e intentaba con ello que no se durmiera, los ojos del cazador se le hacían hartos pesados pero hizo un gran esfuerzo por no cerrarlos, por no desfallecer, mientras su visión se iba aclarando paulatinamente viendo unas figuras borrosas que avanzaban con algo en sus manos a modo de armas y cantando salmos como protección. Por último escuchó unas palabras en latín de uno de ellos, idioma que el cazador no comprendía, y como respuesta una voz, esa voz que le había erizado la piel, que le había estremecido el alma, pero esta vez sonó como un grito de agonía fuerte, muy fuerte después cerró los ojos y se abandonó a la gracia del creador.
Cuando despertó estaba en una cama y veía desde allí por la ventana unas montañas nevadas, las mismas montañas que había visto al llegar a las puertas del monasterio, era un precioso paisaje, e inmediatamente se dio cuenta que no estaba solo, a su lado estaba su compañero Locadio, una satisfacción le embriagó junto con una respiración profunda de alivio. - Locadio, habla más bajo todavía me siento mareado, le dijo con esos ojos ahora pesados pero que podía mantenerlos abiertos, mientras mostraba una sonrisa, - ¿qué ha pasado?, ¿cuantos días llevo aquí? Son las preguntas que hizo, y aunque le hubiera gustado preguntar por la no muerta calló, pues sabía que aquellos temas no podía hablarlos a la ligera, y más si alguien no había visto lo mismo que él, y aunque sabía que su compañero estuvo en la trifulca no quiso mencionar nada de aquella mujer muerta en ese momento.
Tres días. Ya creía yo que moriría -confesó el goliardo-, pero los frailes del monasterio te salvaron la vida. Uno de ellos es barbero-cirujano y te ha limpiado de herrumbre el gran tajo y ...
Entonces Fray Pedro puso la mano sobre Locadio, para que parara de decirte aquellas menudeces para él, pero que a tí podían asustarte. A su lado estaban más frailes, y algunos de ellos los recordabas del fatídico día, el día que víste a aquella siniestra sombra y la cadavérica mujer...
Estáis a salvo, conserváis la vida, señor Koldo -dijo Fray Pedro-. Será mejor que repose una larga temporada aquí, pues no está vos en condiciones de caminar ni moverse -entonces en esos momentos te diste cuenta que un gran dolor te invadía el pecho. Las curas habían sido suficientes, pero quedaba aún un gran proceso de recuperación.
Vuestro amigo nos convenció de ir tras sus pasos, y aunque no podemos salir así como así de esta casa de Dios, cuando el diablo ruge, los pastores han de proteger al rebaño. Le encontramos a tiempo, el mal estaba haciendo mella en vos... -entonces recordaste el hachazo, ese precismo momento-. ¿Iba o venía?, es decir, ¿iba a entregar la piedra a las cuevas o ya lo había hecho? Cuando le trajimos no vimos la esmeralda en vuestro cuello -te preguntó aquello, pues ya no llevabas la preciada joya-. Entonces negaste, pues no habías logrado entregar nada. No supiste pues qué había pasado con la verdosa piedra en realidad, sólo que ya no la tenías. Si la leyenda que días atrás había leído el fraile en la biblioteca acerca del Rerum Demoni era cierta, puede estar vos en peligro. ¿La usó? ¿Usó esa piedra del diablo para su beneficio antes de entregarla? -entonces negaste una segunda vez, y los frailes respiraban tranquilos-.
Días después tu dolor seguía, y hasta dos semanas estuviste allí postrado, servido por los manejos y curas de los religiosos de la Valvanera. Fue algo difícil dejarte postrado sin bebida durante ese tiempo, y tu caracter agrió un poco. Entre aquellos ricos muros, aunque pareciera ironía, no había lujos como el vino (amén de para consagrarlo y darlo en las misas), y aquello, junto al dolor del pecho, fue tu peor experiencia. Locadio te acompañó esos días, y llegó a sus oídos el fatal destino de Zelipe. Por lo visto habían encontrado a un hombre con su descripción en mitad del monte cercano: alguien había acabado con su vida de la peor forma posible. Tú te lamentaste y aquella experiencia quedó marcada en tu vida.
Y de las aventuras de Locadio y Koldo otro día serán más avenidos para contar cómo y porqué sucedieron, que no pocas ni aburridas fueron.
FIN
Ganas 15 p.A. como experiencia para ponerlos en tus competencias si alguna vez sigues usando tu PJ, pero recuerda que has perdido permanentemente debido al combate 3 puntos de Resistencia y Fuerza.